Bifurcación

 

Preguntas sobre doctrina

División histórica del adventismo
desde 1957

 

 

Herbert Edgar Douglass

 

 

Título del original:

A Fork in the Road:
Questions on Doctrine
The Historic Adventist Divide of 1957

 

Traducción:
www.libros1888.com

 

Vídeos recomendados:

https://youtu.be/mVAvn1R8y4E

https://youtu.be/bU-9MLJro5M

 

 

Índice (interactivo)

 

Dedicatoria

Qué dicen los lectores  

Introducción     

¿Tiene importancia?

Sobre el título del libro 

1. Señales tempranas de advertencia: dos placas tectónicas

2. Error de base en ambas partes

3. Análisis del callejón teológico sin salida

4. Tiempo de examinar los grandes conceptos   

5. Teología clara que se enturbia

6. La malograda oportunidad del siglo   

7. Cincuenta años de confusión

8. ¿Qué debemos hacer cincuenta años después para rectificar los errores?

Apéndice A: Cuestiones en el tema del gran conflicto

Apéndice B: E. White sobre ‘pasión’, ‘inclinación’, ‘propensión’, ‘corrupción’

Apéndice C: Naturaleza elíptica de la Verdad     

Apéndice D: ¿Por qué vino Jesús de la forma en que lo hizo?

Apéndice E: Por qué murió Jesús             

Apéndice F: Contraste entre ‘perfección moral’ y ‘perfeccionismo’

Apéndice G: La última generación

 

 

Dedicado

A quienes soportaron el calor y el nublado en los últimos cincuenta años: Robert H. Pierson, Ralph Larson, Neal E. Wilson, Robert Wieland, Enoch Oliveira, C. Mervyn Maxwell, Paul Heubach, Leo Van Dolson y Kenneth H. Wood


 

Qué dicen los lectores

Herb Douglass fue el miembro más joven del equipo editorial que produjo el Comentario Bíblico Adventista (1953-1957). Como tal, fue un testigo presencial del drama que rodeó la publicación de Preguntas sobre doctrina en 1957, así como de la controversia que siguió en la década de 1960. Tras haber reflexionado en aquellos eventos y cuestiones por cincuenta años, Douglass, ahora un veterano estadista en el adventismo, comparte sus experiencias personales y percepciones relativas a la historia de PSD (Preguntas sobre doctrina) y a la incesante búsqueda de una teología adecuada sobre la humanidad del Salvador. Ningún estudio de PSD puede ser completo sin la perspectiva de Douglass.

-Jerry Moon, Ph.D., profesor asociado de historia de la iglesia, Seminario teológico Advenstista del Séptimo Día, Universidad Andrews.

 

El asunto comenzó con el proyecto plausible de dar respuesta a un analista de iglesias que estaba escribiendo un libro sobre las sectas en el que pretendía incluir a los adventistas. Terminó en un tratado muy extenso sobre doctrina de la iglesia. Desgraciadamente, algunos de los conceptos publicados en el libro nunca fueron teología adventista aceptada mayoritariamente antes de aquel tiempo. De hecho, algunos creen que Preguntas sobre doctrina abrió nuevos caminos e introdujo conceptos ajenos al mensaje y misión adventista del séptimo día. Incluso pudo contener conceptos heréticos, afirman. En cualquier caso, ese libro ha dividido nuestra comprensión teológica como pocos otros han hecho. En realidad, puede haber sembrado las semillas para el tipo de predicación aguada que tan frecuentemente oímos hoy en nuestras iglesias. Es importante que prestemos oído a alguien que estuvo en el centro del debate en aquel tiempo, y no hay nadie mejor cualificado que Herb Douglass para compartir dicha perspectiva. Su libro es de lectura obligada para todo el que esté interesado en comprender los conceptos antagónicos que actúan en el adventismo.

-Thomas J. Mostert, presidente de Pacific Union Conference of Seventh-day Adventists

 

Mis fallecidos padre y madre, Ralph y Jeanne Larson, objetaron públicamente Preguntas sobre doctrina porque creían que porciones del mismo son (1) históricamente inexactas, y (2) teológicamente ineptas. Mis mentores en la universidad de Loma Linda -Paul Heubach, A. Graham Maxwell, Jack Provonsha y Dalton Baldwin- desdeñaban el libro por idénticas razones, incluso si las reservas doctrinales variaban de uno a otro. Hoy está claro que [los seis citados] tenían razón respecto a los cuestionamientos históricos. El jurado todavía debate respecto a los asuntos teológicos, y es posible que nunca se llegue a un veredicto unánime. Pero yo anticipo que finalmente, la mayor parte va a estar igualmente de acuerdo en los reparos teológicos. En este libro tan largamente esperado, Herbert Douglass, quien estuvo allí en aquel tiempo, explica lo que sucedió. ¡Todos debiéramos ponderar su informe, tan instructivo como fascinante!

-David Larson, D.Min., Ph.D., profesor de religión y estudios éticos, School of Religion, Universidad de Loma Linda.

 

En este libro, el Dr. Douglass revela hechos incontestables en la historia de la Iglesia Adventista en la década de 1950. Él estaba allí cuando todo estaba sucediendo. Interaccionaba con otros dirigentes eclesiásticos que estaban implicados en los eventos mientras ocurrían. Debido a ello, su detallada exposición tiene un valor especial. Posee la autoridad de quien ha sido testigo ocular. Yo también estuve allí, y doy fe de la veracidad de su exposición.

Algunos de los hechos a los que se refiere el Dr. Douglass son tristes, pues revelan que gran parte de la división teológica en los pasados cincuenta años se habría podido evitar. Si se hubiera invitado al principal teólogo de nuestra iglesia a que participara en el diálogo con los evangélicos, si quienes escribieron Preguntas sobre doctrina hubiesen comprendido mejor la fuerte influencia calvinista en la teología de los evangélicos, si se hubieran reproducido las citas de Ellen White de forma honesta en el Apéndice de PSD… Pero ¿para qué especular? Hoy vivimos con los resultados, y es importante que aprendamos cualquier lección que se pueda aprender a partir de lo que sucedió hace medio siglo.

Una cosa es cierta: los hechos son obstinados. Como semillas plantadas en tierra fértil, pueden quedar ocultas a la vista temporalmente, per a su tiempo germinarán y saldrán a la superficie. Tendrá que haber una generación que aborde con sinceridad y valor los hechos expuestos en este libro. Ojalá que Dios impresione a alguien que lo lea a hacer precisamente eso, y contribuya así a responder la oración de Jesús: “Que todos sean uno” (Juan 17:21).

-Kenneth H. Wood, ex editor de Adventist Review y actual presidente de Ellen G. Estate


 

Introducción

Al tiempo transcurrido entre 1957 y 2007 se lo ha caracterizado como el período “más desestabilizador” en la historia de la Iglesia Adventista. 1 ¿Por qué? ¡Por la publicación del libro Preguntas sobre doctrina! 2

George Knight, redactor de la introducción histórica y teológica a la Edición anotada de Preguntas sobre doctrina del año 2003, afirmó que “Preguntas sobre doctrina 3 se cualifica fácilmente como el libro más divisivo en la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. [Fue] un libro publicado con la finalidad de traer la paz entre el adventismo y el protestantismo conservador, pero cuya publicación trajo prolongada separación y distanciamiento entre las facciones adventistas que surgieron a partir del mismo”. 4

Del 24 al 27 de octubre del 2007, en la Conferencia del 50 aniversario de la publicación de Preguntas sobre doctrina (PSD), en la universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, veinticuatro académicos representativos, incluyendo un bautista y un presbiteriano, contribuyeron con sus ideas relativas a esa famosa publicación de 1957. Obviamente, nadie pudo presentar ante las mentes todos los asuntos. En todos esos días la conferencia estuvo presidida por una remarcable unanimidad y respeto mutuo.

Sin embargo, la mayor parte de los asistentes no había nacido, o bien iba al parvulario en 1957. Pero yo estuve allí. Conocí muy bien a los actores principales; tanto más cuanto más pasaban los años. No necesito leer las opiniones de otros para saber lo que ocurría en aquellos años cruciales.

Mientras asistía como editor en la producción del Comentario Bíblico Adventista desde 1955 a 1957, el proceso de edición de Preguntas sobre doctrina se había estado llevando a cabo en el departamento de libros de Review and Herald Publishing Association bajo la dirección del editor Merwin Thurber. El despacho de Merwin estaba a sólo unas puertas de la sala dedicada al Comentario Bíblico.

[Merwin Thurber] nos traía casi a diario el creciente manuscrito que iban enviando R.A. Anderson, L.E. Froom y W.E. Read, coautores de PSD. Merwin se daba cuenta de que el manuscrito trataba la teología clásica adventista de una forma en que se desviaba de la claridad a la que estaba acostumbrado, lo que le hizo solicitar el consejo de los editores del Comentario Bíblico. Estaba en cuestión como nunca antes la propia reputación de Merwin como jefe de redacción de la publicadora. Cuando el Comité de la Asociación General dictaminó que no era necesario ningún otro cambio, cesó la responsabilidad de Merwin, y PSD no fue editado, sino impreso como una simple labor mecánica por Review and Herald Publishing Association.

Este pequeño volumen incluye mi presentación en la conferencia de 2007, junto a apéndices que pueden ser útiles para comprender “los asuntos explosivos suscitados por Preguntas sobre doctrina”. 5 Si bien casi todos aplaudieron aquel libro [PSD] de 1957 por otros aspectos, hubo una respuesta “explosiva” por haber cambiado el pensamiento adventista relativo a la humanidad de Jesús, así como por la presentación limitada e inadecuada de la doctrina adventista del santuario.

Si bien Milton L. Andreasen, el principal teólogo adventista durante años, pareció ser quien más se alarmó por lo que veía desarrollarse (incluso antes de la publicación del libro), se constituyó pronto un coro vocal de adventistas prominentes apoyando esa inquietud. Aunque jubilado, Andreasen no había perdido su vigor intelectual. Había hecho llegar privadamente sus cuestiones al trío que escribía PSD, y también sus llamamientos al presidente de la Asociación General. Después que su consejo fue virtualmente ignorado, compartió sus inquietudes con colegas miembros de iglesia. Esas inquietudes conformaron el núcleo de los asuntos “explosivos” que se han manifestado en una “división” generalizada de la Iglesia Adventista por cincuenta años.

Es mi esperanza que las páginas que siguen hagan posible revivir una comprensión clara de los problemas reales suscitados en 1957. Es también mi anhelo que se puedan comprender sin ambigüedad los asuntos cruciales mencionados, y lleguen a formar parte del adventismo esencial y clásico que mejor ha de contribuir a los grandes temas en la resolución del conflicto cósmico entre Dios y Satanás.

 

Herbert Edgar Douglass
Lincoln Hills, California
25 enero 2008

 

 

“Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz” (Santiago 3:17-18).

 

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1.      Malcom Bull and Keith Lockhart, Seeking a Sanctuary Seventh-day Adventism and the American Dream (Bloomington, Indiana: Indiana university Press, 2007), 106.

2.      Seventh-day Adventist Answers Questions on Docrine -Los adventistas del séptimo día responden Preguntas sobre doctrina- (Washington, D.C: Review and Herald Publishing Association, 1975).

3.      George R. Knight, Notes with Historical and Theological Introduction, Questions on Doctrine -Preguntas sobre doctrina- (Berrien Springs, MI: Adrews University Press, 2003), xiii.

4.      Ibid., xiii.

5.      Ibid., xi.


 

¿Tiene importancia?

La respuesta es sí. Mil veces sí.

Algunos se han preguntado por qué importa realmente que Jesús viniera como un bebé: de la misma forma en que llega al mundo todo hombre o mujer. Alegan que un agricultor egipcio en las márgenes del Nilo, un joven en Sudán o una joven en la escuela, tienen ocupada su mente con asuntos más importantes que una comprensión definida sobre la humanidad de Cristo, con tal que crean que Jesús murió por ellos.

¡Buenas reflexiones! Pero lo que jóvenes y viejos en el mundo entero necesitan conocer por encima de cualquier otra cosa -por importante que esta pueda parecer-, es esto: ¿hay Alguien, en alguna parte, que entienda mi circunstancia, mis luchas, mis esperanzas frustradas? Si es Jesús el único que puede hacerlo, ¿qué puedo esperar que haga Jesús con mi desafío cotidiano?

Continúa la búsqueda: si Jesús sigue siendo el Dios Todopoderoso y el Príncipe de paz, ¿cómo puede ese conocimiento teológico ser relevante para mí? ¡Siempre obtuve la máxima calificación en las clases de Biblia! Y leo muchísimo… Pero, ¿qué importancia tiene si Jesús vino como Adán antes de pecar, o bien si -por el contrario- vino heredando el ADN de sus antepasados, con todas sus desventajas? En otras palabras: ¿qué hay en ello?

Si Jesús vino sin experimentar de forma real la fragilidad y el estrés de los seres humanos ordinarios, eso sería como poner al mejor jugador de un deporte delante de un equipo de minusválidos, y decirles: “¿Lo veis? ¡Se puede hacer! ¡Entrenaos con mayor determinación!”

Otros dirán: “Si vino exactamente como nosotros, con todas las debilidades de la herencia genética humana, habría pecado tal como hacemos todos nosotros, y en ese caso él mismo habría necesitado un Salvador”.

Lo cierto es que Jesús fue un ser humano magnífico, que no se desvió jamás del ideal. Sin embargo, tuvo que “hacerse igual en todo a sus hermanos” (Hebreos 2:17, DHH), pero por su propia elección permaneció conectado con el Espíritu Santo, tal como podemos hacer nosotros, siendo así “vencedores” “así como yo [Jesús] he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21, DHH).

La razón por la que Jesús vino a la tierra no es solamente para morir por nuestros pecados, sino para mostrar al mundo de los pecadores cómo permitir que el Espíritu Santo les haga vencer sus pecados y andar como Cristo anduvo. Tal es el doble foco y énfasis que encontramos en el Nuevo Testamento. ¡Y ese es el gozo de la salvación, aquí y ahora!

Importa lo que pienses sobre Jesús, quien oró camino del Getsemaní y sufrió la crucifixión. Jesús experimentó todo desaire y rechazo humanos, desde sus años tempranos hasta que regresó al Cielo. Conoció el dolor de la vida, sea en la soledad o en la furia del azote envenenado por el odio, que agotaba sus fuerzas físicas. Jesús fue un hombre que conoció los impulsos sexuales que él mismo había puesto en Adán y Eva, pero supo cómo controlarlos en aras de un propósito superior. Compartió toda experiencia humana, desde la niñez a la vida adulta, no vicariamente, sino realmente.

Cuando uno ora hoy, sea en el parvulario, en la universidad, o como un joven o una joven en cualquier parte, Jesús conoce exactamente lo que cruza su mente, “porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (Hebreos 4:15-16, LBLA).

Cuando tienes un problema en la vesícula biliar no acudes a tu abogado, sino al profesional que entiende de vesículas biliares. Cuando estás en necesidad de ayuda inmediata y experta en elecciones morales, acudes a Jesús, quien ha estado aquí y sabe proporcionar lo que él mismo necesitaba para pensar con claridad y decidir apropiadamente.

¿Quién fue la ayuda para Jesús? El Espíritu Santo, su Compañero inseparable. “Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” (Hebreos 5:7).

¿Qué obtuvo Cristo? Exactamente lo mismo que quiere comunicarte a ti: los mismos pensamientos claros y el mismo impulso divino desde una célula a otra del cerebro, que hará de ti un vencedor. Ese es el maravilloso resultado que podemos esperar hoy de nuestras oraciones. Te estás comunicando con Uno que ha estado aquí, en el preciso lugar y situación en que te encuentras tú ahora, y sabe exactamente lo que necesitas para dar el siguiente paso.

¡Esa es la razón por la que comprender la humanidad de Jesús “tal cual es”, hace toda la diferencia del mundo!


 

 

Sobre el título del libro

Tanto el título de este libro (Bifurcación), como su subtítulo (Preguntas sobre doctrina: la división histórica del adventismo desde 1957) conllevan la idea de dualidad allí donde antes hubo unidad.

Lo mismo sucede con la metáfora que empleé al presentar este material en la Conferencia del 50 aniversario de Preguntas sobre doctrina en la universidad de Andrews, en octubre de 2007. La metáfora consiste en la colisión de dos placas tectónicas. En otras ocasiones he descrito lo que siguió a la publicación de PSD como un terremoto.

Sea cual sea la metáfora empleada para describir el legado de Preguntas sobre doctrina, su impacto en la teología adventista del séptimo día ha sido profundo. Hasta tal punto, que es probable que no exista una sola metáfora capaz de captar el pleno alcance de los cambios que ese libro está causando en el pensar adventista, incluso medio siglo después de su publicación.

“El propósito de Dios es que la verdad se ponga al frente para que llegue a ser tema de examen y discusión, a pesar del desprecio que se le haga. Tiene que agitarse el espíritu del pueblo; todo conflicto, todo vituperio, todo esfuerzo por limitar la libertad de conciencia son instrumentos de Dios para despertar las mentes que de otra manera dormirían”

Ellen White, El discurso maestro de Jesucristo, 31-32.


 

Capítulo 1

Señales tempranas de advertencia

Dos placas tectónicas

 

Al publicar la Edición anotada de Preguntas sobre doctrina, George Knight actuó como portavoz de muchos al afirmar en lenguaje vívido que PSD ha sido el libro más divisivo en el mundo adventista en los últimos cincuenta años. 1 Son muchos los que creen que la confusión denominacional existente a partir de entonces en la Iglesia Adventista del Séptimo Día es el precio devastador de esa desviación teológica. 2 Quienes niegan lo anterior evidencian su estado de coma en lo histórico y en lo teológico.

El encargo limitado que se me hizo en la Conferencia del 50 aniversario de Preguntas sobre doctrina en la universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, del 24 al 27 de octubre del 2007, consistía en responder a dos cuestiones: (1) Qué sucedió, y (2) Por qué.

El problema fundamental en 1955-1957 fue que los participantes trataron -sin darse cuenta- de fusionar dos sistemas teológicos dispares, sin apercibirse de todas las implicaciones que eso conllevaba. Cuando un adventista intenta superponer su teología sobre el entramado evangélico, debieran saltar las alarmas: muchas áreas simplemente no encajan. Ni los evangélicos ni los adventistas parecieron comprender algunas de las doctrinas básicas que crearon aquel Gran Cañón entre el calvinismo y la variedad adventista de arminianismo. 3

Desde otra perspectiva, los adventistas no se dieron cuenta de que había ciertos aspectos de su placa tectónica que no se podían fusionar bien con la placa tectónica calvinista. Su esfuerzo por resolver esa diferencia causó la colisión de ambas placas, y el terremoto teológico que tuvo lugar sacudió ambos mundos. Sus escombros siguen hoy en proceso de sedimentación. 4

Recientemente estábamos en un comité de la Unión considerando el impacto de tan largo alcance que había tenido Preguntas sobre doctrina, y yo no me sentía sorprendido, sino simplemente triste. Una de las reacciones fue: “De eso hace mucho tiempo, Herb. Estamos más interesados en el presente y en el futuro”. O bien: “Esa fue la decisión de nuestros hermanos hace años, ¿por qué volver de nuevo sobre ello?”

Entre otras cosas, cuando manifesté que la mayoría de los ministerios independientes que han florecido en nuestras iglesias existen debido a lo que sucedió en 1957, me gané unas cuantas miradas de sorpresa, pero también un renovado interés por saber más al propósito. Toda causa tiene un efecto, y nada sucede sin causa. Ese es el motivo por el que la Conferencia del 50 aniversario de la publicación de PSD se tomó el tiempo para analizar de causa a efecto el que probablemente haya sido el libro más “divisivo” en la historia adventista.

 

 

 

Comenzó con una carta amistosa

Todo el asunto de PSD comenzó con una carta que expresaba aprecio especial, escrita el 28 de noviembre de 1949 por T.E. Unruh (presidente de la Asociación de Pensilvania del Norte de la Iglesia Adventista del Séptimo Día) al Dr. Donald Barnhouse, que era redactor jefe de la influyente revista Eternity, después que el primero escuchó una presentación de este último sobre la “justicia por la fe” en 1949. Barnhouse se quedó estupefacto al recibir aquel elogio de parte de un dirigente adventista, pues tenía el convencimiento de que los adventistas creían en la “justicia por las obras”. Barnhouse había observado también que los adventistas sostenían una cristología “satánica y peligrosa”. 5

Pero Unruh intercambió con él algunas cartas. En una de ellas incluyó El Camino a Cristo a modo de “afirmación del carácter evangélico de la doctrina adventista”. Barnhouse publicó al poco tiempo un artículo en Eternity, titulado: “Cómo leer libros religiosos”. En él afirmaba que El Camino a Cristo era “falso en cada una de sus partes” y llevaba el “sello de la falsificación” desde su primera página. También acusó a El Camino a Cristo de promover el universalismo… medias verdades y error satánico… un énfasis tan grande en el amor de Dios hacia el hombre irregenerado, huele a universalismo”. 6 Unruh decidió entonces que no tenía sentido continuar la correspondencia. Desde junio de 1950 hasta el año 1955 Unruh no se comunicó más con Barnhouse.

Se tejió una hilada más cuando E. Schuyler English, presidente del Comité de Revisión Scofield Reference Bible, escribió un artículo editorial en su revista Our Hope de enero de 1955. Allí afirmaba erróneamente que los adventistas “niegan la divinidad de Cristo”, y que “desprecian la Persona y obra de Jesucristo”. Basaba esta última frase en el hecho de que cierta literatura adventista afirmaba que Cristo “participó de nuestra naturaleza pecaminosa, caída”.

Froom escribió inmediatamente a English, aclarándole que “la vieja… minoría -ver nota en Bible Readings- favorable a una naturaleza inherente pecaminosa y caída en Cristo, había sido purgada por estar en el error, aportando evidencia incontrovertible en apoyo de esas afirmaciones”. 7

English reconoció entonces haber cometido “equivocaciones en las columnas de Our Hope” a propósito de los adventistas. Cuando insistió en que Cristo “no participó de la naturaleza caída y pecaminosa de otros hombres”, Froom le respondió que eso “es precisamente lo que nosotros creemos”. Acompañó su aseveración con una nota al pie conteniendo el típico uso tendencioso de frases de Ellen White que supuestamente apoyaban su punto de vista. 8

Entra ahora en escena Walter Martin: un joven investigador, reputado en el mundo evangélico por su conocimiento en el área de las sectas no cristianas, y uno de los consultores editoriales de Barnhouse en Eternity. Por entonces estaba terminando su libro The Rising of the Cults (aparición de las sectas), en el que incluía a los Adventistas del Séptimo Día como siendo una de “las cinco grandes” sectas junto a los Testigos de Jehová, Ciencia cristiana, Mormonismo y Unitarios.9 Pero el Espíritu Santo parecía estar urgiéndole a comprobar los hechos una vez más respecto a los adventistas, pues manifestó el sincero deseo de tratarlos con equidad. Martin se dirigió a Toby Unruh, debido a que había leído la correspondencia que mantuvo con Barnhouse cinco años antes. 10

Martin conocía a Leroy Froom por su impresionante trabajo sobre la historia de la interpretación profética. 11 Pidió a Unruh un encuentro en Washington D.C. Quería entrevistarse con Froom y otros dirigentes a fin de documentarse para su próximo libro sobre las sectas.

Lo que siguió es historia. Se había establecido el escenario para un diálogo franco y abierto sobre asuntos vitales que preocupaban a Martin y Barnhouse. Unruh y Froom pidieron a Walter Read, secretario de la Asociación General y experto en los lenguajes bíblicos, que los acompañara, convencidos como estaban de que ese iba a ser un momento álgido en la historia adventista para mejorar su imagen ante los evangélicos. Poco tiempo después pidieron a Roy Allan Anderson, redactor de Ministry, que se añadiera al grupo de estudio. 12 Las conferencias comenzaron en marzo de 1955 y terminaron en mayo de 1956.

 

“Verdades eternas”

El trío adventista [Froom, Anderson, Read] respondió a las preguntas de Martin con una lista que Froom denominó “las verdades eternas”: “La eterna preexistencia y completa deidad de Cristo, su milagrosa concepción y nacimiento virginal y su vida impecable durante la encarnación, su muerte expiatoria vicaria en la cruz -una vez por siempre y absolutamente suficiente-, su resurrección y ascensión literales, su mediación ante el Padre para aplicar los beneficios de su acto de expiación completada en la cruz, y culminando en su segunda venida personal previa al milenio, que creemos firmemente estar próxima, pero sin fijar un tiempo”. 13

Posteriormente, en otra presentación, dio un listado de ciertas doctrinas sobre las que sólo algunas de las iglesias evangélicas estarían de acuerdo, tales como: “El bautismo por inmersión, el sábado del séptimo día, el libre albedrío, la inmortalidad condicional y la completa aniquilación de los impíos al final del tiempo”.

El trío adventista presentó después un tercer grupo de cinco doctrinas que parecían ser únicas del adventismo, tales como: el santuario celestial y el ministerio de Cristo allí en dos fases, el juicio investigador, la manifestación del Espíritu de profecía en el ministerio de Ellen White, el sello de Dios y la marca de la bestia, y los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 13. Estos cinco figuraban como las características distintivas de los adventistas del séptimo día. 14

Al hablar de todo ello, Martin no tardó en comprender que estaba ahora contemplando “un panorama totalmente distinto del que imaginaba y esperaba”. 15 Dicho panorama parecía desdecir muchas enseñanzas que él había atribuido a los adventistas “según él había leído en la literatura adventista”. No transcurrieron muchas horas antes de que Martin dijera a los adventistas: “Amigos, no sois heréticos tal como habíamos pensado, sino hermanos redimidos en Cristo”. Por supuesto, lo dijo basado en la lista de “verdades eternas” de Froom, reconociendo a la vez que algunas iglesias evangélicas sostenían puntos de la segunda lista. 16

 

 

Un doble desafío

Para Martin el desafío consistía en que Zondervan Publishing le había encargado que acabara su libro sobre las sectas, que tenía que incluir a los adventistas. 17 El trío adventista tenía el desafío de explicar a la Iglesia Adventista que se debían purgar ciertos libros y puntos doctrinales del pasado, esperando que los miembros de iglesia comprendieran que sus respuestas a Martin estaban expresadas de una forma en que los evangélicos las pudieran comprender.

En ese punto comenzó el intento por fusionar dos placas tectónicas teológicas. Froom, Read y Anderson convencieron a Martin y Barnhouse de que los temas conflictivos tales como la naturaleza humana de Cristo y una visión amplia de la expiación procedían, tal como escribió Barnhouse, de “lunáticos marginales, como los irresponsables y exaltados que hay en cualquier comunidad cristiana fundamentalista”. 18

¡El conflicto estaba asegurado! En todo caso, M.L. Andreasen, por muchos años el principal teólogo del adventismo, leyó el artículo de Barnhouse y se vio a sí mismo entre aquellos “lunáticos marginales”, junto a la gran mayoría de autores adventistas que enfatizaban la experiencia humana de Jesús y su expiación en dos fases.

 

“Lunáticos marginales”

Evidentemente, después que Barnhouse hubo expresado esa acusación, cualquier cosa que el trío adventista escribiera sería sospechosa, y se las habría de ver con el músculo adventista. La acusación sobre los “lunáticos marginales” era insostenible a la vista de quiénes eran los que creían que Jesús tomó sobre sí mismo carne pecaminosa en la que vivió una vida sin pecado. Obsérvese la siguiente lista de líderes adventistas prominentes “lunáticos marginales”: Francis Nichol, W.H. Branson, Ray Cottrell, Don Neufeld (todos ellos vivían en Washington en la década de 1950), y también un siglo de liderazgo adventista: E.J. Waggoner, A.T. Jones, S.N. Haskell, W.W. Prescott, Uriah Smith, M.C. Wilcox, G.W. Reaser, G.B. Thompson, M.E. Kern, C.M. Snow, C.P. Bollman, Meade MacGuire, C.B. Haynes, I.H. Evans, L.A. Wilcox, William Wirth, E.F. Hackman, A.G. Daniells, Oscar Tait, Allen Walker, Merlin Neff, W.E. Howell, Gwynne Dalrymple, T.M. French, J.L. McElhany, C. Lester Bond, E.K. Slade, J.E. Fulton, D.H. Kress, Frederick Lee, L.H. Wood, A.V. Olson, Christian Edwarson, J.C. Stevens, F.M. Wilcox, A.W. Truman, F.G. Clifford, Varner Johns, Dallas Young, J.B. Conley, Fenton Edwin Froom, W.E. Read, J.A. McMillan, Benjamin Hoffman, H.L. Rudy, incluyendo los escritos de M.L. Andreasen y los cientos de veces en que Ellen White escribió sin ambigüedad que Jesús “aceptó los efectos de la gran ley de la herencia… para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado”. 19

 

Si solamente…

Si solamente las dos partes se hubieran dado una pausa para recapacitar, hubieran comprendido que ambas estaban intentando apuntar a dianas móviles. Unos y otros estaban asentados en placas tectónicas diferentes que procuraban fusionar, provocando terremotos que se iban a reproducir durante al menos cincuenta años. Si Froom no hubiera sido tan altivo, y si no hubiera tenido una premisa condicionante que oscureció su olfato histórico por la verdad; si Anderson no se hubiera dejado deslumbrar tanto por lo que le parecía una perspectiva monumental de relaciones públicas, no habríamos tenido el terremoto de PSD.

Y por extraño que hoy parezca, si Froom no hubiera despachado con tanta prisa los resultados de la encuesta informal que él mismo hizo entre los dirigentes adventistas a propósito de la naturaleza humana de Cristo, habría evitado provocar aquel terremoto. En las respuestas que obtuvo en aquella encuesta, descubrió que “la práctica totalidad tenían la idea [de que Cristo tomó una naturaleza pecaminosa]”. 20 En la carta que Froom escribió a R.R. Figuhr, presidente de la Asociación General, echó la culpa de aquella “desafortunada” situación a que aquellos líderes eran “demasiado flojos en teología y en dar la impresión correcta a otros”. 21 Expresado de forma sencilla, el amigo Froom se había puesto gafas del color de sus asunciones personales, y Figuhr se sentía intimidado por la estatura de Froom como redactor de Ministry por años. 22

 

Notas:

1.      Annotated Edition, Questions on Doctrine (Berrien Springs, MI: Andrews University Press), 2003, xiii. Edición anotada, Preguntas sobre doctrina (Asociación Publicadora Interamericana, 2905 NW 87 Ave. Doral, Florida 33172 EE. UU).

2.      Malcom Bull y Keith Lockhart, Seeking a Sanctuary, segunda edición (Bloomington, IN: Indiana University Press, 2007), 106: “Preguntas sobre doctrina suscitó incertidumbres respecto a lo que los adventistas creían realmente, que convirtió a la era evangélica que siguió en la más desestabilizadora en la historia de la iglesia”.

3.      Los adventistas se apartan del Arminianismo Wesleyriano en (1) su comprensión de la inmortalidad del alma, que tiene mucho que ver con la comprensión que uno tiene sobre la expiación y la doctrina del pecado, y (2) su comprensión de Juan 3:16. ¿Se refiere a un don que es preciso aceptar?, ¿a una oferta que se debe buscar?, ¿o se trata de ambas cosas?

4.      Estoy en deuda con muchos que por años han dedicado sus energías a estudiar el impacto de PSD en el pensamiento adventista. Agradezco especialmente la remarcable disertación doctoral de Julius Nam: “Reactions to the Seventh-day Adventist Evangelical Conferences and Questions on Doctrine 1955-1971”. Otros que se han aplicado con tesón en sus análisis a lo largo de los años, incluyen: Kenneth Wood, Jerry Moon, Ralph Larson, Ken McFarland, Robert Hancock, Leroy Moore, Jean Zurcher, Kevin Paulson, William Grotheer, Larry Kirkpatrick, Woody Whidden y George Knight.

5.      Donald Grey Barnhouse, “¿Son cristianos los adventistas del séptimo día? Una nueva evaluación del Adventismo del Séptimo Día”, Eternity, septiembre 1956; T.E. Unruh, The Seventh-day Adventist Evangelical Conferences of 1955-1956, Adventist Heritage, cuarto trimestre, 1977.

6.      Barnhouse, “Spiritual Discernment, or How to Read Religious Books, Eternity, junio 1950.

7.      Movement of Destiny (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1971), 469.

8.      Ibid. 470.

9.      Walter R. Martin The Rise of the Cults (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1955), 12.

10.   Unruh, Adventist Heritage, op. cit.

11.   L.E. Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers (Washington, D.C.: Review and Herald, 1950). Cuatro volúmenes.

12.   Unruh, op. cit.

13.   Froom, Movement of Destiny (Washington, D.C., Review and Herald Publishing Association, 1971), 478. (cursivas en original).

14.   Julius Nam “Reactions to the Seventh-day Adventist Evangelical Conferences and Questions on Doctrine 1955-1971”, 57. Disertación doctoral, Universidad Andrews, 2005, 54, 55.

15.   Froom, Movement of Destiny, 479.

16.   Julius Nam “Reactions to the Seventh-day Adventist Evangelical Conferences and Questions on doctrine 1955-1971”, 57. Disertación doctoral, Universidad Andrews, 2005.

17.   Froom, op. cit., 480.

18.   Barnhouse, Eternity, septiembre 1957.

19.   Ellen G. White, El Deseado de todas las gentes, 32. “Vestido con los ropajes de la humanidad, el Hijo de Dios descendió hasta el nivel de aquellos a quienes quería salvar. En él no había engaño o pecaminosidad; siempre fue puro e incontaminado; sin embargo, tomó sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa” Review and Herald, 15 diciembre 1896. “Tomó sobre su naturaleza sin pecado nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son tentados” Ellen G. White, El ministerio médico, 238.

20.   Nam, op. cit., 66.

21.   Ibid., 67.

22.   L.E. Froom (1980-1974), secretario de la Asociación Ministerial de la Conferencia General desde 1926 a 1950. En ese tiempo fundó la revista Ministry, de la que fue redactor durante veintidós años.


 

Capítulo 2

Error de base en ambas partes

 

Estaban a punto de entrar en colisión dos placas tectónicas: el calvinismo y el arminianismo. De la misma forma en que los sismólogos tienen sistemas de alarma que permiten predecir la colisión de las placas en movimiento, los teólogos perspicaces debieran tener también estaciones de detección de indicios. Cuando teólogos adventistas intentan superponer su estructura teológica sobre el calvinismo evangélico y viceversa, debieran sonar las alarmas antes de que haya consecuencias graves e impredecibles en ambas partes. Muchos evangélicos contemporáneos de Barnhouse y Martin intentaron advertirles acerca de lo que estaba sucediendo, pero sólo el tiempo llegará a contar la verdadera historia. 1

El calvinismo evangélico constituye el tronco teológico para la mayoría de evangélicos, si bien algunos de ellos intentan injertar ciertas ramas en el tronco arminiano. 2 El árbol calvinista tiene sus raíces en una visión parcial de Dios: Dios solamente como soberano, pero soberano de tal modo, que todo cuanto sucede en este mundo está predeterminado o predestinado por él. Según eso, sólo son elegidos algunos hombres y mujeres para ser salvos; los otros no, sino que van a un infierno donde arden por la eternidad. Queda eliminada la idea de la responsabilidad humana: Dios determina el futuro para cada persona, y nadie puede resistir la voluntad divina.

 

Raíces agustinianas del calvinismo

El calvinismo se nutre de la teología agustiniana. Muchos consideran a Agustín como el teólogo más grande de la antigüedad, y como alguien al que el catolicismo romano debe también mucho. 3 La presuposición lógica -aunque viciada- de la teología agustiniana, tiene como punto de partida la gran premisa de la soberanía de Dios. 4 Eso llevó a Agustín a sus postulados innovadores relativos al pecado original y a la total depravación del hombre. A su vez, esas ideas particulares pasaron a sus seguidores hasta el siglo sexto A.C., y mediante Tomás de Aquino a la Reforma y hasta nuestros días. 5

 

Cinco puntos

Los calvinistas resumen su teología en cinco puntos, emanando todos ellos de su doctrina central de la soberanía de Dios.

1. Depravación total de la raza humana (todo hombre y mujer nacen pecadores).

2. Elección incondicional (algunos son elegidos para ser salvos; otros no).

3. Expiación limitada (Cristo murió sólo por los elegidos).

4. Gracia irresistible (se concede el “don” de la fe a los que han sido elegidos).

5. Perseverancia de los santos (“una vez salvos, siempre salvos”).

Los arminianos plantan sus raíces en el terreno de la libertad, a partir de la cual se desarrollan todos los aspectos del gran conflicto entre Dios y Satanás. Dado que Dios creó a los hombres y mujeres por amor, para el amor y para vivir en amor, los arminianos colisionan con los calvinistas en todo aspecto relevante de la salvación que implique responsabilidad. No obstante, la mayoría de arminianos, faltándoles la integridad de una teología coherente, sostienen muchos puntos en común con los calvinistas, como el de la total depravación, el domingo como siendo el sábado del cuarto mandamiento y la inmortalidad del alma que lleva a concebir un infierno que arde eternamente, así como otras inconsistencias a la luz de la Biblia.

Pero el concepto de la responsabilidad humana (sinergismo) como respuesta al amor de Dios, vino a ser la verdad central y pilar fundamental para los arminianos en su respuesta del siglo XVI al catolicismo romano y al calvinismo. ¡Los calvinistas replicaron con increíble crueldad! La predestinación (el monergismo implícito) era anti-bíblica para los arminianos. Estos aceptaban el mensaje bíblico según el cual Cristo murió ciertamente por los pecadores: por todos los pecadores, no sólo para unos pocos elegidos. Según ellos, la decisión de ser un seguidor de Jesús es la respuesta informada de un hombre o mujer reflexivos. En consecuencia, rechazaron el bautismo infantil (entre otras diferencias).

Además, para los arminianos, los que finalmente se pierden -los que no son salvos-, son aquellos que rechazan 1) el ofrecimiento de perdón por parte de Dios y 2) el poder de Dios para vivir una vida transformada. Así, para la mayoría de arminianos, la santificación es tan importante como la justificación: algo que los calvinistas rechazan por no encajar en su rígido corsé de la predestinación. Para ellos no tiene ninguna importancia lo que haga el hombre en respuesta. Además, los arminianos no están constreñidos por un corsé calvinista rígido que les obligue a asumir que solamente la obra de Cristo en el Calvario es suficiente para la salvación, y que su obra como Sumo Sacerdote no tiene nada que ver con la preparación de los hombres y mujeres para ser finalmente salvos.

 

Salvación meramente forense (legal)

El corsé calvinista condujo a una salvación “solamente forense”, lo que ha inquietado por 400 años a la iglesia cristiana. Justificación forense es otra forma de decir sustitución penal, en la que de alguna manera: (1) queda apaciguada la ira de Dios mediante la muerte de Jesús, y (2) el pecador es salvo mediante una “fe” totalmente desligada de un cambio en el carácter durante el proceso. Ese concepto ajeno a la Biblia, ha traído confusión a las obras de la gracia y al significado de la “justicia por la fe”. 6 Dicha confusión está en la base de las divisiones en la Iglesia Adventista, desde 1960. Para muchos, vino a ser una monomanía.

 

El error fatal del trío adventista

Uno de los asuntos mayores que parecía escapar a la comprensión de Froom, Anderson y Read es que el adventismo no encaja, ni en la placa tectónica calvinista, ni en la arminiana. Ese fue su error fatal: ¡eran incapaces de comprender la estructura teológica del adventismo clásico!

Por ejemplo: los adventistas difieren de los calvinistas y también de muchos arminianos en lo referente a la naturaleza del hombre. No creemos que el hombre posea un alma inmortal. Eso implica automáticamente el concepto de pecado original y/o el tipo de cuerpo/mente con el que nacen los seres humanos [N. del T: Dos partes: cuerpo y alma. El cuerpo es intrínsecamente malo, es “pecado”, y sólo es posible la salvación del alma cuando esta se libera del cuerpo].

También, debido a tener una comprensión más completa de la razón por la cual Jesús es nuestro Sumo Sacerdote, los adventistas consideran en mayor profundidad la forma en que su obra sumo-sacerdotal afecta directamente a la salvación y a la preparación para recibir la vida eterna. El trío de PSD no aclaró a Martin y Barnhouse la forma en que la cruz de Cristo y su ministerio como Sumo Sacerdote son dos partes de su expiación que afectan directamente a nuestra responsabilidad humana en el proceso de la redención. Retomaré el tema más adelante.

Además, debido a que los adventistas, de forma prácticamente unánime y por todo un siglo antes de 1955 aceptaron la enseñanza bíblica de que Jesús nació como un ser humano “en todo”, “tentado en todo como nosotros, pero sin pecado” (Heb 2:17 y 4:15 -LBLA), creían que Jesús hizo frente y venció los fieros dardos de Satanás de la misma forma en que pide que lo hagamos nosotros: confiando en la intervención del Espíritu Santo en nuestras vidas. Nos mostró cómo vivir y morir a fin de que finalmente se nos pueda conceder la vida eterna. A eso tampoco se le dio el énfasis debido ante Martin y Barnhouse: un fallo desafortunado de parte del trío adventista.

 

Los asuntos en discusión

Los temas principales en la colisión tectónica de 1955 a 1957 estaban muy claros: 1) las diferencias relativas al pecado, al pecado original y a sus implicaciones, y 2) el condicionalismo y el libre albedrío, todo lo cual afectaba a: (a) la comprensión de la humanidad de Cristo, (b) los múltiples aspectos de su expiación, y (c) las consecuencias de todo lo anterior en la escatología. Por encima de todo, la comprensión del pecado y de la naturaleza del hombre es “el tema de todos los temas”. Es la clave para la taxonomía teológica adventista.

 

El trío adventista: dirigentes respetados

¿Cómo puedo suceder todo eso? Escribimos lo que sigue con todo respeto hacia nuestros amigos adventistas:

R.A. Anderson era un reverenciado homilista y evangelista público. Su predicación representaba en varios continentes el summum en la experiencia con grandes audiencias. En la década de 1950 fue redactor de Ministry, la revista mensual que leían con avidez todos los dirigentes y pastores adventistas. Pero no estaba adiestrado en teología.

W.E. Read conocía las lenguas bíblicas y era un respetado y competente administrador de iglesia, pero no era experto en teología sistemática. Aún lo recuerdo con su perilla blanca. Nos gustaba escuchar su agradable susurro cuando hablaba en voz baja. La confianza mutua con la que él y Froom trabajaban distaba de ser perfecta. 7

Leroy Froom era bien conocido en círculos cristianos como investigador infatigable. Sus mayores contribuciones: The Prophetic Faith of Our Fathers y The Condicionalist Faith of Our Fathers, 8 fueron una referencia para académicos en muchas denominaciones. Tenía una enorme capacidad productiva. Su envidiable energía lo convertía en un líder en cualquier conversación. Pero también a él le superaba la teología sistemática.

 

Amigos personales

Los tres citados eran grandes hombres. Eran altamente respetados. Anderson y Froom fueron mis amigos allegados de toda una vida. En 1970, mientras era redactor asociado de Review and Herald, Froom me visitaba regularmente para discutir eventos de la actualidad en el mundo y en la iglesia. Él conocía con exactitud mi posición teológica, pues yo escribía semanalmente artículos editoriales que dedicaba deliberadamente a contrarrestar los errores de PSD, pero nuestra posición teológica no fue obstáculo para nuestra amistad. Froom envejeció de forma tranquila y placentera. A sus 84 años, estando próximo a su muerte en Sligo Nursing Home (Takoma Park, MD), fui con toda probabilidad la última persona en estrechar su mano. Tengo atesorado ese recuerdo.

Anderson tenía conmigo una relación paterno-filial. Comía en nuestra casa. Impresionaba a nuestros hijos. Cuando se jubiló, especialmente después que se trasladó a Loma Linda, me telefoneaba regularmente, al menos una vez al mes. Con su famosa voz, ahora débil y ronca, me preguntaba invariablemente: “Herb, ¿qué le está pasando a nuestra iglesia?” Nunca tuve valor para sugerirle que la mayoría de los problemas que le hacían estar preocupado se originaron en la publicación de PSD. El pastor Anderson murió en 1985 a la edad de 90 años: un predicador modélico y un buen amigo.

El hecho es que los tres adventistas, inexpertos como teólogos, estaban lejos del nivel de Martin y Barnhouse, especialistas ambos en evangelicalismo calvinista. Lo que empeoró aún más la situación en 1955 fue la decisión de ignorar deliberadamente a M.L. Andreasen, el veterano y experto teólogo adventista durante décadas. 9 Andreasen había dirigido el departamento de teología sistemática del seminario adventista muchos años, retirándose en 1949. Había escrito numerosos artículos y al menos trece libros, algunos de los cuales no han sido nunca superados. 10 Bien conocido como una autoridad en la doctrina del santuario, fue el autor de la sección dedicada al libro de Hebreos en el Comentario Bíblico Adventista.

Estoy en total acuerdo con la penetrante afirmación que hace el Dr. Knight en su “Introduction to the Annotated Edition” de PSD: “Mirando retrospectivamente, es inevitable especular acerca del curso diferente que habría seguido la historia adventista si se hubiera consultado a Andreasen en relación con la redacción de la posición adventista sobre la expiación, si Froom y sus colegas no hubieran sido divisivos en su manejo de los temas relacionados con la naturaleza humana de Cristo, si tanto Froom como Andreasen hubieran tenido personalidades más afables” 11. Probablemente no se pueda expresar mejor.

 

Notas:

1.      Agradecí en su día, y agradezco aún la valentía y buena disposición de Barnhouse y Martin. Tan pronto como se publicó el libro de Martin: The Truth About Seventh-day Adventism (Grand Rapids: Zondervan, 1960), con prólogo de Barnhouse, comenzaron a aparecer comentarios mordaces en libros y en artículos de revistas. Los autores de esos comentarios críticos, bien conocidos y nada conformes, incluían a John Sanderson, Weistminster Theological Journal 23, (1960); Merrill Tenney, Eternity, mayo 1960; Frank A. Lawrence, Christianity Today, 4 julio 1960; John Gerstner, The Theology of the Major Sects; Herbert S. Bird, Theology of Seventh Day Adventism, 1961; Norman F. Douty, Another Look at Seventh-day Adventism, 1962; Russell P. Spittler, Cults and Isms: Twenty Alternates to Evangelical Christianity, 1962; J. Oswald Sanders, Heresies and Cults, revised, 1962; Jan Karel Van Baalen, The Chaos of Cults, 4th rev. and expanded, 1962; Anthony A. Hoekema, The Four Major Cults, 1963; Gordon R. Lewis, Confronting the Cults, 1966; Irving Robertson, What the Cults Believe, 1966. Me pareció significativo que ninguno de esos libros fuera publicado por Zondervan Publishing, la publicadora del libro de Martin: The Truth About Seventh-day Adventism. En 1965, Martin publicó su respuesta a la casi unánime reacción mayoritaria opositora hacia él y Barnhouse por parte de los evangélicos, en su siguiente libro: The Kingdom of the Cults: An Analisys of the Major Cult Systems in the Present Christian Era, 1965. No incluyó a los adventistas del séptimo día entre las doce principales sectas no cristianas, pero publicó un Apéndice con una extensa revisión de las respuestas evangélicas a The Truth About Seventh-day Adventism. Para un estudio más extenso de esos evangélicos insatisfechos, ver Julius Nam, op. cit., 105-174.

2.      Por ejemplo, los evangélicos están hoy divididos en cuanto a si la salvación incluye o no la aceptación de Jesús como Señor, además de como Salvador (Lordship of the Lord). Aunque ambas partes se declaran predestinatarias, el debate es virtualmente idéntico al que ha tendido a dividir la Iglesia Adventista en los pasados cincuenta años. Leyendo las enseñanzas de John F. MacArthur, Jr (el principal defensor de la salvación que enfatiza la aceptación del señorío de Jesús), y leyendo después a Zane Hodges y a Charles Ryrie (principales proponentes de la salvación al margen de aceptar la señoría de Jesús), uno oye los ecos de las mismas cuestiones a las que Pablo tuvo que hacer frente en el primer siglo -y todo dirigente eclesiástico a partir de entonces y hasta hoy (ver John MacArthur, Jr., Faith Works, the Gospel According to the Apostles [Dallas: Word Publishing, 1933], especialmente el segundo capítulo: “Lo básico en la controversia sobre el señorío en la salvación”). No obstante, difiero fundamentalmente de MacArthur en su “definición de la fe”, que colorea su defensa, aun estando mucho más acertado que sus oponentes.

3.      Para la que quizá sea la biografía más reciente e inclusiva de Agustín, ver James J. O’Donnell, Augustine (HarperCollins Publishers, 2005), 1-396.

4.      Roger Olson lo resumió así: “El Dios de Agustín, aunque trinitario, está cautivo de la teología filosófica griega consistente en la simplicidad, inmutabilidad e impasividad divinas, y termina por ser un gran emperador cósmico, más bien que un Padre celestial amante y compasivo… [los teólogos] debieran considerar hasta qué punto las doctrinas cristianas clásicas acerca de Dios han resultado indebidamente influenciadas por las categorías filosóficas griegas sobre la perfección metafísica”. The Story of Christian Theology: Twenty Centuries of Tradition and Reform (Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press, 1999), 530.

5.      Probablemente el mayor fenómeno en la historia de la iglesia cristiana ha sido el papel magisterial que ha jugado Agustín en su desarrollo de la noción del pecado original. Ninguno de los padres latinos antes de él enseñó que el pecado moral fuera algo que se pudiera transmitir a la descendencia; la Iglesia de Oriente nunca incorporó las ideas de Agustín. Ireneo (c. 144-c. 202), el primer teólogo sistemático de la iglesia, evitó claramente las conclusiones postreras de Agustín. Julián y Pelagio, contemporáneos de Agustín, refutaron su exégesis bíblica, especialmente la relativa a Romanos 5, en armonía con la comprensión de los anteriores padres de la iglesia de ese capítulo y de otros textos que había empleado Agustín. Por supuesto, Pelagio estaba también equivocado en su opinión de que toda persona nace como una hoja en blanco, y libre de debilidades y desventajas heredadas, siendo capaz de tomar decisiones morales sin la intervención de la gracia (iniciada por Dios). Debido a las inmensas habilidades de Agustín en política, oratoria y filosofía, llegó a ser el artífice de la ortodoxia en la Iglesia de Occidente. El sistema teológico de Agustín se ve reflejado en el calvinismo, que es aceptado de forma general por el protestantismo evangélico.

6.      La salvación forense (énfasis indebido en su propia definición de justificación), ignora 2 Tesalonicenses 2:13, Tito 3:5, etc. La Biblia no considera nunca la santificación como inferior a la justificación, sino que presenta ambas como los dos focos de la elipse de la verdad. Ellen White lo expresó magistralmente en pocas palabras: “Así que no hay en nosotros mismos cosa alguna de que jactarnos. No tenemos motivo para ensalzarnos. El único fundamento de nuestra esperanza es la justicia de Cristo que nos es imputada, y la que produce su Espíritu obrando en nosotros y por nosotros” (El Camino a Cristo, 63). “El corazón orgulloso lucha para ganar la salvación; pero tanto nuestro derecho al cielo como nuestra idoneidad para él, se hallan en la justicia de Cristo” (El Deseado de todas las gentes, 267). La base para la salvación sólo forense descansa de forma exclusiva en la comprensión que uno tenga sobre el pecado original, que para muchos consiste en que el pecado contamina a todo ser humano desde el nacimiento, haciendo imposible la perfecta obediencia. Marvin R. Vincent, Word Studies in the New Testament, vol. III (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, n.d.): “[La justificación] no es, sin embargo, una mera transacción legal, un arreglo [contable] entre Dios y el hombre… El elemento del carácter, no es sólo que no se lo deba descontar, sino que tiene aquí la máxima importancia. La justificación es más que perdón. El perdón es un acto mediante el cual el ofensor queda librado de la penalidad de la ley: ajusta su relación exterior con la ley, pero no efectúa necesariamente un cambio en él personalmente. Es necesario para la justificación, pero no es idéntico a ella. La justificación concierne directamente al carácter. Contempla hacer justo al hombre mismo; de forma que la nueva y correcta relación con Dios en que lo coloca la fe, se materializará de forma natural y legítima en rectitud personal. ‘Fe contada como justicia’ no significa que la fe sea un sustituto de la justicia, sino que la fe es justicia; justicia ciertamente en su germen, pero justicia genuina. El acto de la fe inaugura una vida de justicia y un carácter justo. El hombre no es hecho inherentemente santo en sí mismo, puesto que su justicia deriva de Dios; ni es tampoco meramente declarado justo mediante una ficción legal independiente de su carácter personal”. 39-40 (cursivas figuran en original).

7.      Nam, op. cit., 70-71.

8.      Froom, The Condicionalist Faith of Our Fathers, vols. I, II (Washington, D.C.: Review and Herald, 1965).

9.      Nam., 267: “A pesar de su contribución como teólogo destacado en la iglesia,… [Andreasen] no era uno de los 250 a quienes se invitó a revisar el manuscrito en septiembre de 1956”.

10.   Algunos de los libros de Andreasen son: El santuario y sus servicios, The Book of Hebrews, A Faith to Live By, The Faith of Jesus, What Can a Man Believe y Saints and Sinners.

11.   Annotated QOD (PSD), xxvi.

 

 


 


 

Capítulo 3

Análisis del callejón teológico sin salida

 

Aparte de lamentarnos por “qué hubiera pasado si…”, nos toca convivir con lo sucedido. Ahora nos damos cuenta, 50 años después, de que la lluvia radiactiva que viene cayendo desde 1957 con Preguntas sobre doctrina demanda una acción reflexiva y proporcional. ¿Por qué el seminario de 2007 sobre PSD ha sido mucho más que meras disertaciones históricas? Por esto:

1.      Se lo debemos a una generación de pastores y administradores que han recibido instrucción desde 1957. Se les ha estado enseñando que las conclusiones de PSD representaban fielmente las creencias básicas del movimiento adventista.

2.      Y se lo debemos a una generación de millones de miembros laicos que no tienen forma de entender las tensiones colosales que interaccionan hoy en el pensar adventista. En algunos continentes se siguen preguntando por qué ciertos asuntos teológicos siguen dividiendo nuestra iglesia, y por qué hay tantos grupos “independientes” en todo el mundo.

Antes de analizar algunos de los errores teológicos de PSD hay que decir en total sinceridad que mucho de lo que el libro contiene ha sido de gran utilidad; por ejemplo, su aporte sobre la ley y el legalismo, el sábado y el domingo, Daniel 7-9, etc. El propio Andreasen escribió: “Hay tantas cosas buenas en el libro, que para muchos serán de auténtica ayuda…” 1

Pero hay en el libro ciertos problemas que nos miran de frente. Ya hemos visto el misterioso error de incluir entre los “lunáticos marginales” a un número ingente de competentes líderes adventistas. El segundo problema desconcertante es la increíble tergiversación de citas de Ellen White, así como los encabezamientos engañosos empleados para agruparlas. El Dr. Knight lo expresó acertadamente al declarar que el libro PSD (1957) “da una impresión falsa sobre la naturaleza humana de Cristo”, y que uno de los encabezados, el que afirma que Cristo “tomó la naturaleza humana inmaculada”, era especialmente “problemático, puesto que da la impresión de que esa es la posición de Ellen White, siendo que ella repitió muy enfáticamente que Cristo tomó ‘nuestra naturaleza pecaminosa’, etc”. 2

En 1970, siendo redactor de Review and Herald, tuve a mi disposición todos los recursos bibliográficos para comprobar las citas de PSD en sus apéndices e índices. Me sentí sorprendido vez tras vez ante la flagrante parcialidad de quienes habían seleccionado las declaraciones de Ellen White. Día tras día, cuando el tiempo lo permitía, traía los originales al despacho de Ken Wood (el jefe de redacción). Allí compartíamos nuestra estupefacción y desconcierto al constatar que la denominación había sido extraviada por décadas en esas áreas tan cruciales. El significado de muchas declaraciones había sido deliberadamente alterado mediante el uso estratégico de los puntos suspensivos; muchas otras declaraciones se habían reproducido intencionadamente sólo en parte, eliminando el contexto clarificador. 3

El tercer problema consistía en el método empleado por el trío adventista para incluir referencias no adventistas en apoyo de ciertas posiciones. No es que esté mal incluir referencias. En algunos lugares Froom recurría a su conocimiento enciclopédico de los “campeones de la inmortalidad condicional” para validar la posición adventista relativa a la naturaleza del hombre y a la inmutabilidad de la ley moral. 4 Pero cuando el trío procuraba defender nuestra comprensión -mantenida por un siglo- sobre la importancia de la naturaleza humana de Cristo, prefirieron la turbiedad. Se podía haber presentado una inmensa línea de eruditos protestantes en apoyo de la posición que los líderes adventistas mantuvieron por años, pero no citaron ni a uno solo de ellos.

En sus intentos decididos por reconciliar las discrepancias con los calvinistas mediante una presentación amigable de la doctrina adventista, [el trío] malinterpretó asuntos teológicos de gran envergadura. Ningún análisis histórico puede obviar esa malversación teológica. ¡Los adventistas perdieron la oportunidad del siglo! Nunca antes se había concedido al adventismo una plataforma como aquella para clarificar en una atmósfera de confianza cualquier malentendido con los protestantes, y para presentar las doctrinas distintivas que los adventistas consideran importantes. Pero quedaron a años luz de lograr esos objetivos.

Por descontado, se puede aducir que, de haber expuesto las creencias adventistas en su interacción lógica y congruente, Martin y Barnhouse habrían reaccionado de forma diferente. Quizá. ¡Quizá no se habría publicado Preguntas sobre doctrina!

 

Más preguntas de “y si…”

(1) Si PSG hubiera presentado con gracia y claridad las creencias, la iglesia adventista no habría conocido la plétora de respuestas consternadas que más tarde desembocaron en los muchos grupos etiquetados de “independientes”. Pensemos en que casi todos los “ministerios independientes” -y los hay por docenas- tienen como preocupación principal la degradación de las dos verdades adventistas específicas: (a) la importancia del ministerio dual de Jesús [N. del T.: 1. Expiación en el Calvario – 2. Día de la expiación] y (b) la plena humanidad de Jesús al asumir la herencia genética de sus diversos antepasados, tal como sucede con cualquier bebé. 5

(2) Otra pregunta del tipo “y si…” tiene que ver con la deriva teológica de la instrucción impartida en los seminarios a partir de la década de 1960. Algunas de las nuevas incertidumbres que flotaban como gérmenes teológicos en PSD llevaron directamente a consecuencias inesperadas en el torrente sanguíneo adventista: la así llamada “nueva teología” dio paso a la así llamada “teología reformada”, que silenció la relevancia que por un siglo se había dado a la transformación del carácter que se espera de quienes son leales a Dios. Entretejido con esos nuevos perfiles teológicos ha habido desde 1957 un intento de “revisar” lo que sucedió en el congreso de la Asociación General de 1888, así como de reevaluar a Ellen G. White, con el resultado de afirmar su valía como fuente inspiradora, pero a expensas de degradar su contribución y valor teológico.

(3) Otra pregunta tiene que ver con el abrumador silencio en las publicaciones adventistas, en los púlpitos y en las clases de teología durante los pasados cuarenta años, a propósito de temas adventistas tradicionales tales como el “juicio investigador”, la “lluvia tardía”, el “fuerte pregón”, el “sellamiento”, el “carácter como determinante del destino”, la “demora en la segunda venida”, “por qué es tan importante la humanidad de Cristo en relación con una vida transformada”, etc. 6

(4) ¿Qué habría pasado si nunca se hubieran publicado declaraciones engañosas como las contenidas en el artículo de Figuhr, en Ministry de enero del 1958?: “Probablemente, ningún otro libro publicado por esta denominación ha sido tan atentamente revisado previamente a su publicación, y por un tan grande número de responsables en la denominación, como es el caso con este [Preguntas sobre doctrina]. Unos 250 en América y en otros países han recibido copias del manuscrito antes de su publicación. El manuscrito preliminar, aportado por un grupo de unos catorce individuos, se había preparado con tanto esmero, que sólo hubo lugar para una mínima cantidad de sugerencias de mejora. Hubo, no obstante, un notable apoyo multitudinario”.

La verdad es que sólo unos pocos respondieron, y “quienes respondieron, lo hicieron expresando una cantidad de críticas penetrantes (que vinieron a resultar incluso proféticas)”. 7 Por aquel tiempo, los adventistas -líderes y laicos por igual- estaban acostumbrados a creer las aseveraciones de sus dirigentes contemporáneos, ¡especialmente si aparecían impresas! Asertos seductores como el citado, de parte del liderazgo, fue todo lo que hizo falta para secuestrar a una generación entera de adventistas.

 

Perpetuación del mito

Por ejemplo, consideremos el artículo editorial de Anderson en Ministry de junio de 1957, tendente a perpetuar el mito: “De entre todos los libros que hemos publicado, ninguno ha sido objeto de más cuidadoso escrutinio que este… Ningún manuscrito se ha preparado con mayor esmero y ningún otro libro ha sido esperado con tanta expectación”.

R.R. Figuhr, presidente de la Asociación General, volviendo a escribir en Ministry de enero de 1958 fue todavía más surrealista. Refiriéndose a las citas de Ellen White en el Apéndice, afirmó: “Este libro, representando -como hace- la obra esmerada de un gran grupo de líderes responsables, y conteniendo tan valiosas citas del Espíritu de profecía, es único, y creemos que llena un espacio vacío en nuestra obra publicada”.

 

Presión de grupo

Nos encontramos ante un increíble ejemplo de “presión de grupo” -o presión de pares- que “narcotizó” a uno tras otro en la Asociación General entre 1957-1958, y por décadas a partir de entonces. En Ministry de marzo de 1958, Anderson volvió a insistir en esa pesadilla cansina, tras anunciar la entusiasta acogida que había tenido la publicación de Preguntas sobre doctrina.

Señaló que 250 líderes denominacionales habían aprobado el manuscrito, y “excepto por algunas sugerencias menores, no se pidió ningún cambio en el contenido… Se aportaron algunas sugerencias valiosas, pero no se pidió efectuar cambio alguno en ningún área doctrinal”. “Una lectura cuidadosa de Preguntas sobre doctrina le hace a uno ver que, junto a la Biblia, está la constante confirmación de nuestras creencias denominacionales mediante el Espíritu de profecía. A la luz de eso nos sorprende que una sección del libro, así como algunas afirmaciones en Ministry, hayan sido evidentemente mal comprendidas por unos pocos. Lo anterior nos extraña especialmente a la luz del aprecio universal que ha suscitado [PSD]”.

Pero hubo más. Aparentemente, hasta el propio Anderson se sentía incómodo. Tenía necesidad de seguir intentando convencerse a sí mismo, tanto como al resto de la Iglesia Adventista. Continuó así: “Como ya se ha dicho, de todas las partes del campo mundial han venido expresiones de sincero agradecimiento por las respuestas convincentes y autorizadas que contiene este libro… El campo [mundial] demuestra la unanimidad de nuestras creencias denominacionales, y una lectura cuidadosa de Preguntas sobre doctrina revelará que está en completo acuerdo con las afirmaciones claras del Espíritu de profecía que hemos tenido en nuestras bibliotecas por más de medio siglo”.

 

Profesionales en Loma Linda

Según Anderson, si alguien discrepaba de Preguntas sobre doctrina, ¡es porque no militaba en el adventismo genuino mayoritario!, ¡o bien porque no creía en el Espíritu de profecía! Ese mensaje no pasó desapercibido para muchos en los Estados Unidos. Un grupo de líderes prominentes en Loma Linda, California, firmó una declaración inequívoca acusando a Preguntas sobre doctrina de “tergiversar ciertos puntos fundamentales, y de comprometer otros principios de nuestra fe”, y afirmando: “Ciertas declaraciones y enseñanzas del libro, no van a ser jamás aceptadas por un número considerable en nuestro pueblo. De hecho, es nuestra convicción que desde el tiempo de la controversia de J.H. Kellogg hace más de medio siglo, no ha sucedido nada que haya causado tanta inquietud, disensión y desunión entre nuestro pueblo, como la publicación de ese libro”. 8

Mirando retrospectivamente, uno no puede por menos que felicitar al trío de PSD por haber manejado tan fantásticamente las relaciones públicas, por sus campañas de propaganda, incluso antes que se publicara el libro. 9 Por ejemplo, el trío hizo un excelente marketing al preparar al adventismo para la nueva postura relativa a si Jesús asumió o no “naturaleza pecaminosa” al nacer como lo hace un bebé, y si la mejor forma de explicar la obra de Jesús en el santuario celestial era meramente en términos de “aplicar los beneficios” de la cruz. Volveré más tarde al tema.

El 23 de enero de 1958, Figuhr, presidente de la Asociación General, escribió en Review and Herald que Preguntas sobre doctrina había sido “preparado por la Asociación General mediante un grupo de nuestros académicos más capaces, y contaba con la aprobación de nuestros líderes a nivel mundial, a fin de clarificar al mundo la naturaleza verdaderamente evangélica de las creencias y enseñanzas adventistas”. 10

El 25 de julio de 1956, escribiendo a los dirigentes adventistas de todo el mundo, Froom dijo: “No se podía consultar a un grupo más eminente o representativo. No podía aprobarlo un grupo más competente. Y eso es lo que hicieron”. 11

¡Pura fantasía!

El mantra mítico

Yo estaba allí. Leía y oía ese mantra consistente en que aquel gran grupo de líderes adventistas había dado su aprobación al posicionamiento de Preguntas sobre doctrina. Fue sólo más tarde cuando se descubrió la verdad de que sólo unos pocos respondieron. No se recibió nada de fuera de Norteamérica; no respondió ningún administrador local o de una Unión en Norteamérica. 12 En parte porque estaban estupefactos, o, porque al reflexionar, pensaron que Preguntas sobre doctrina no podría ir a ninguna parte.

Los editores de Review and Herald Publishing Association enviaron cartas individuales a Figuhr y al trío de PSD. En cada una de ellas se expresaba gran preocupación por el procedimiento general, reclamando una mayor base bíblica para [la exposición de] cada una de nuestras doctrinas. 13

 

Cottrell: una advertencia de dieciséis páginas

Al inimitable Raymond Cottrell, redactor asociado del Comentario Bíblico Adventista, le resultó imposible escribir una carta de una sola página, especialmente teniendo en cuenta que el comité editorial de la Review le había pedido que respondiera a PSD. En su evaluación de dieciséis páginas (noviembre 1956), dirigida exclusivamente a los dirigentes de la Asociación General, Cottrell enumeró cinco áreas de preocupación: 1) El cambio en la teología adventista; 2) Ellen G. White; 3) La iglesia remanente; 4) El adventismo en relación con otras iglesias evangélicas; y 5) El libro que Martin propuso sobre el adventismo. 14

(1) Cottrell declaró que el aserto de los evangélicos a propósito de que la teología adventista había cambiado recientemente, era “una falacia de base”. (2) Cottrell adujo que Ellen White nunca pretendió infalibilidad, y que “no existe diferencia intrínseca entre la Biblia y los escritos de Ellen G. White a propósito del grado de inspiración, infalibilidad, autoridad o fuerza vinculante sobre las conciencias y vidas de los adventistas del séptimo día”. (3) Cottrell sostuvo que los adventistas no habían cambiado súbitamente su definición de “iglesia remanente”, y que seguían creyendo y considerando su movimiento como siendo la iglesia remanente, aunque llamando siempre a que otros se unieran a él. (4) Cottrell declaró que ninguna iglesia evangélica podía aceptar la renuncia a hacer prosélitos; que nadie podía impedir que los miembros cambiaran de iglesia. (5) Cottrell cuestionó la objetividad del libro de Martin sobre el adventismo, cuyos lectores no podrían “saber dónde terminaban los hechos, y dónde comenzaba la interpretación de los hechos por parte de Martin”.

Cottrell terminó sus bien fundados temores a propósito de PSD -estando el libro aún en proceso de edición- con un llamado al trío adventista por claridad y veracidad. Temía que Martin se sintiera “traicionado”, lo que lo “llevaría… al peor enfado” cuando más tarde descubriera que PSD no representaba fielmente la mentalidad adventista, y que tanto él como Barnhouse habían sido objeto de engaño deliberado.

En sus últimas frases Cottrell hizo esta predicción: “Casi con total seguridad va a desatarse una tormenta de oposición cuando nuestros pastores y laicos descubran el significado real de los términos en los que se ha producido el acercamiento a Martin, Barnhouse y otros evangélicos”. Dijo que debíamos esperar “una seria división” entre los obreros adventistas una vez que se hubieran publicado PSD y el libro de Martin, pero aún se estaba a tiempo de “tomar las medidas adecuadas ahora, para aclarar la atmósfera antes de que se publique el libro de Martin, y presentar [en Preguntas sobre doctrina] una exposición clara de la verdadera posición [adventista]”. 15 (original incluye cursivas).

Las advertencias y sugerencias de Cottrell no parecieron tener ningún efecto significativo en la versión final de PSD. 16

 

Advertencia de Nichol

Francis D. Nichol, redactor de Review and Herald, escribió una carta confidencial a Figuhr, a propósito de que se estaban transmitiendo a Martin ciertas afirmaciones que “muchos de nosotros, al considerarlas con reflexión, éramos incapaces de sostener”. Temía que el trío de PSD, “o bien no hubiera comprendido como debía el significado pleno de nuestras diferencias doctrinales singularmente distintivas con el mundo, o bien que hubiese sucumbido inconscientemente a la tentación de desdibujar las diferencias a fin de buscar un terreno común para la fraternidad”. 17

No obstante, aunque se hicieron algunos cambios menores, en PSD no se apreció indicio alguno de que los criticismos hubieran tenido un impacto significativo en el contenido del libro. El trío adventista ganó la partida, casi como si los atentos lectores del manuscrito no hubiesen contado para nada. Obsérvese el lenguaje extravagante en la introducción de PSD: “Estas respuestas representan la posición de nuestra denominación… Este volumen puede verse como verdaderamente representativo”. 18

Recuerdo el 30 de enero de 1957 como si fuera ayer. Aquel día, el trío de Preguntas sobre doctrina comunicó finalmente al comité editorial de Review and Herald que no se iba a permitir ninguna modificación más. Ahora Review and Herald habría de tratar el manuscrito “como un texto”. Es decir: la casa publicadora no iba a proveer supervisión editorial alguna, sino que sería simplemente el taller impresor y distribuidor. Por lo tanto, no se la tendría por responsable del contenido publicado. 19

 

Lavado de manos

Aquella mañana, en el despacho de redacción del Comentario Bíblico Adventista, Raymond Cottrell salió de la habitación y regresó después con una toalla en su mano izquierda y una palangana llena de agua en la derecha. Cada uno de nosotros desfilamos por turno, lavando nuestras manos de cualquier otra intervención o responsabilidad en Preguntas sobre doctrina. Por entonces no podíamos imaginar la plena implicación de lo que estábamos haciendo reunidos alrededor de aquella palangana.

 

Desconocido para los redactores del Comentario Bíblico

Muchos meses antes de que se imprimiera Preguntas sobre doctrina se había estado produciendo una batalla encubierta entre M.L. Andreasen y el trío de PSD. Andreasen hizo llegar sus inquietudes de forma privada primeramente a Figuhr, quien hizo cuanto pudo por defender al trío. No obstante, varios artículos editoriales en Ministry hicieron disparar las alarmas de Andreasen, suscitándole justificadas preocupaciones. Otros dirigentes eclesiásticos rogaron a los administradores de la Asociación General que al menos permitieran a Andreasen leer el manuscrito antes de su publicación. Se les denegó. Toda esa correspondencia ha sido rescatada en la tesis doctoral del Dr. Nam, que espero se publique pronto en forma de libro.

Hombres muy considerados, como Merlin Neff y Richard Lewis, 20 ambos editores de Pacific Press Publishing Association -sección de libros-, enviaron escritos convincentes en apoyo de Andreasen. M.E. Kern, administrador de la Asociación General, 21 expresó su profunda preocupación en nombre de muchos. Dirigentes de Norteamérica, tales como R.R. Bietz, previeron un gran desastre en el horizonte cercano, “un tornado que aún estaba por llegar”. 22

Theodore Carcich, presidente de la Asociación de la Unión Central, escribió una carta a todos sus presidentes de Asociación local: “Bajo una apariencia suave y refinada, exhalando una pretendida fraternidad cristiana, el Dr. Martin está sirviendo el mismo refrito teológico… que nuestros antepasados espirituales tuvieron que rebatir hace años”. En su carta a Figuhr, calificó Preguntas sobre doctrina como un “intento sutil y artero de socavar las doctrinas fundamentales adventistas del séptimo día”. 23

Edward Heppenstall anticipó ominosamente: “Sería muy desafortunado que después… de su publicación, cualquiera de las posiciones adoptadas fuese objeto de repudio por parte de un amplio grupo entre los mismos obreros”, produciendo “una división generalizada” y “confusión”. 24

Cottrell fue todavía más profético si cabe: “Asegurémonos de que en el libro propuesto no se introduce ningún asunto que tengamos que sobrellevar en los siguientes 50 años”. 25

 

Por qué los editores del Comentario Bíblico no levantaron más la voz

Sé que alguien se estará preguntando: ¿Y si los editores del Comentario Bíblico Adventista hubiesen reaccionado antes, o de forma más enérgica? Como ha quedado dicho, los diferentes editores hicieron oír sus inquietudes, aunque no de forma pública ni en sus periódicos. ¿Por qué? Por dos razones concretas:

1.      Realmente nunca creímos que Preguntas sobre doctrina fuese a llegar a ninguna parte. ¿Quién iba a querer comprarlo? Jamás imaginamos la agresiva promoción que harían los editores de Ministry con el beneplácito del presidente de la Asociación General. Tras una considerable rebaja en el precio, se invitó a muchas Asociaciones locales a que enviaran Preguntas sobre doctrina a todos sus obreros.

2.      Existía un telón de fondo: los editores no queríamos tomar partido de forma pública, debido a que Review and Herald Publishing Association se había empleado a fondo desde el punto de vista financiero en la preparación del Comentario Bíblico Adventista. No queríamos que nada pudiera limitar su potencial de ventas. En otras palabras: no creíamos que tomar partido públicamente sobre PSD valiera la pena, ante la perspectiva de poner en riesgo el éxito y el atractivo de la contribución mucho mayor que el Comentario Bíblico habría de suponer en relación con los asuntos mismos que estaban dividiendo ya a la iglesia. El Comentario Bíblico Adventista evitó los errores de PSD al enfatizar la comprensión adventista clásica sobre la humanidad de Cristo, así como el propósito de la vida santificada en la preparación de las personas para la vida eterna.

 

Se pierde la oportunidad del siglo

Todos esos “y si…” contribuyeron a la lluvia radiactiva, o, como algunos la han llamado, bomba de neutrones de PSD de 1957. La Iglesia Adventista parecía haber perdido por un tiempo su singularidad como portadora del mensaje de Dios para los últimos días a un mundo confuso y presa del terror. En nuestros esfuerzos por demostrar nuestro “cristianismo”, silenciamos nuestra contribución distintiva a redescubrir las raíces genuinas del cristianismo.

 

Notas:

1.      Ibid.

2.      Ibid., xvi.

3.      Recuerdo aquellos tiempos en los que Ellen White se sentía apesadumbrada por aquellos que manejaban incorrectamente sus escritos: “Sé que muchos hombres toman los testimonios que el Señor ha dado y los aplican como ellos suponen que se deben aplicar, entresacando una frase aquí y otra allí, sacándola de su contexto adecuado y aplicándola de acuerdo con sus ideas” (1 Mensajes selectos, 44 -traducción revisada-).

4.      QOD (PSD) 1957, 567-609.

5.      El Deseado de todas las gentes, 32, 91-92.

6.      De forma casi increíble, el Biblical Research Institute opinó en 1989 que: “la iglesia mundial nunca ha visto esos temas [la naturaleza de Cristo, la naturaleza del pecado] como siendo esenciales para la salvación ni para la misión de la iglesia remanente… No puede haber una unión sólida en la iglesia mundial del pueblo remanente de Dios por tanto tiempo como segmentos que sostienen esas posiciones las agiten, tanto en Norteamérica como en las Divisiones de ultramar. Es necesario dejar de lado esos temas y no urgirlos ante nuestro pueblo como asuntos necesarios”. Citado en Issues: The Seventh-day Adventist Church and Certain Private Ministries, Apéndice XVI, 238-244. De hecho, a muchos pastores y profesores se les advirtió (y amenazó) al efecto de que no hablaran de esos temas.

7.      Nam, 276.

8.      J.R. Zurcher, Touched With Our Feelings (Hagerstown, MD, Review and Herald Publishing Association, 1999), 175.

9.      Nam, op. cit., 229-239.

10.   Nam observa: “Figuhr parece pecar de exagerado en su aserto, engañando así a sus lectores. Si bien es cierto que el manuscrito fue ampliamente distribuido, la evidencia documental y los testimonios subsiguientes de quienes estuvieron implicados en la publicación del libro indican que nunca hubo ‘un apoyo multitudinario’ decidido y unánime… Fue esencialmente la producción de unos pocos” op. cit., 280-281.

11.   Nam, 98/

12.   Ibid., 247.

13.   Ibid., 250-256.

14.   Ibid., 240.

15.   Ibid., 239-245.

16.   Ibid., 254, 268.

17.   Ibid., 255.

18.   QOD (PSD) 1957, 8.

19.   Unruh, Adventist Heritage, cuarto trimestre, 1977.

20.   Nam, op. cit., 299, 300.

21.   Ibid., 316.

22.   Ibid., 352.

23.   Carta a presidentes de Asociación local, Asociación de la Unión Central, 24 de marzo, 1960. En una carta a Figuhr fechada el mismo día, hizo saber que ninguna de las librerías de iglesia de la Unión Central ofrecería el libro de Martin, debido a que “confundiría la fe de las personas”. Ambas cosas se citan en Nam, op. cit., 346-347.

24.   Ibid., 255.

25.   Ibid.

 

 


 


 

Capítulo 4

Tiempo de examinar los grandes conceptos

 

El problema en 1957 fue el siniestro intento de fusionar (1) la comprensión limitada del trío adventista acerca de lo que había sido verdad central en el adventismo, con (2) el tema agustiniano/calvinista de la soberanía de Dios. Pudo haber hecho toda la diferencia el que se hubiera revisado bíblicamente el tema del gran conflicto, puesto en contraste con la limitada comprensión calvinista acerca del carácter de Dios y del evangelio. El tema central para ambas partes es: ¿qué es lo que Dios quiere conseguir con su plan de salvación?

 

Cuestiones mayores en el tema del gran conflicto 1

Expresado en pocas palabras: desde el punto de vista de Dios, el propósito (el tema) del gran conflicto es demostrar que Satanás está equivocado en sus acusaciones contra el carácter de Dios y su gobierno. 2 El tema se desarrolla siempre en el terreno de la libertad que el propio Dios ha creado. Antes de existir el amor, tuvo que existir la libertad. Todas las inteligencias creadas, desde los ángeles a los habitantes de los mundos creados, fueron dotadas de libertad, hasta incluso de libertad para decir NO al plan de Dios para ellas. Dicho de otro modo: la responsabilidad (respons-abilidad: habilidad para responder) era la palabra clave: la habilidad para responder al Creador, sea de forma positiva, o negativa. El amor es un atributo que sólo puede existir en la atmósfera de la libertad. A lo largo de todo el relato bíblico, Dios ha querido dejar claro lo que él se proponía conseguir mediante su plan de salvación, al manifestar su justicia, amor y fidelidad, primeramente a través de los israelitas, y finalmente en la propia persona de Jesucristo.

Desde el punto de vista humano, el propósito del tema del gran conflicto es restaurar la imagen de Cristo -su Creador- en los hombres y mujeres que así lo quieren. Para lograr ese fin, la tarea del Espíritu Santo consiste en deshacer en la vida de la persona todo aquello que hizo el pecado. Por la gracia de Dios, los hombres y las mujeres, sin importar la nacionalidad o el nivel educativo, pueden ser perdonados y transformados en vencedores que odian el pecado. El mundo de los redimidos estará habitado por aquellos en quienes Dios y los ángeles pueden confiar. A ningún rebelde se le otorgará la vida eterna. La motivación superior de quienes son leales a Dios es honrarlo: no meramente impresionarlo.

En consecuencia, se pueden enunciar estos principios:

1. El carácter del creyente, no meramente su profesión de fe, determina el destino.

2. La perfección es un asunto de continuo crecimiento moral, y no una preocupación por alcanzar hitos arbitrarios.

3. El crecimiento cristiano depende de la relación íntima entre la voluntad humana y la gracia divina: gracia para el perdón, y gracia para el poder.

¿Cómo opera eso, expresado en terminología teológica?

La soteriología es el estudio del plan de la salvación. La vida y obra de Jesús debieran ser la principal consideración para todos. Lo que uno piensa de Jesús afecta a todo el resto de temas, especialmente la escatología, o estudio de los eventos de los últimos días.

Su particular patrón en cinco puntos controla todos los aspectos de la soteriología de los calvinistas. Su noción de la total depravación de la raza humana descansa en su suposición relativa al pecado original, y en consecuencia, su doctrina acompañante de que todos los hombres y mujeres nacen pecadores. Su única explicación para la pecaminosidad de la raza humana consiste simplemente en la afirmación de que todos somos pecadores porque Adán pecó. Debido al principio controlador de la soberanía de Dios, la raza humana no puede de modo alguno gozar de libre albedrío, y en consecuencia tampoco de responsabilidad. Si es que alguien se “salva”, ha de ser por la elección soberana de Dios, sin intervención de la respuesta humana.

Por lo tanto, para el calvinista, si Jesús es el Salvador de los hombres, tiene que haber muerto por aquellos que habían sido ya elegidos para salvación. Además, nuestro Señor no pudo haber heredado la línea genética de sus antepasados tal como sucede con nosotros, porque, de haber sido así, él también habría nacido pecador. La solución calvinista consiste en hacer a Jesús “exento” de toda tendencia inherente al pecado: exactamente la conclusión a la que habían llegado los católicos. Así, para que su premisa mayor se cumpliera, los elegidos tenían que ser aquellos a quienes se les “dio” fe, y por consiguiente, la “habilidad” para profesar agradecimiento por la expiación substitutoria de Cristo. Habiendo sido predestinados para ser salvos, los elegidos no podían caer de la gracia; nunca podían perder su condición de “salvos”.

 

El esquema adventista y el calvinista, incompatibles

Es evidente que los adventistas del séptimo día debieron tener grandes dificultades intentando armonizar su comprensión de la salvación con la de sus amigos calvinistas, por más malabarismo lingüístico del que fueran capaces. El problema en 1955-1957 fue ese pensar confuso que llevó a los adventistas, casi sin darse cuenta, a capitular ante los evangélicos. Comenzaron ahí cincuenta años de enfoque fijado en cierto tipo de expiación objetiva sin igual correspondencia en el aspecto subjetivo. Si hubiera existido dicha correspondencia, la obra de nuestro Señor como Sumo Sacerdote habría quedado subrayada.

Los componentes del trío adventista eran teólogos inexpertos. No vieron que: 1) Las Escrituras presentan un sistema completo de verdad, y que cada parte de la Biblia debe sustentar, y no contradecir a las demás partes; 2) Un defecto o imperfección en cualquiera de las doctrinas ha de tener indefectiblemente por resultado la confusión y el error extendido por todo el sistema, 3) Pueden existir dos -o más- sistemas teológicos internamente consistentes, pero ambos no pueden ser bíblicamente correctos. Por ejemplo: es imposible juntar las placas tectónicas del calvinismo agustiniano con el pelagianismo/semipelagianismo, o con el arminianismo-adventismo. A menos que lo que uno esté buscando sea problemas irresolubles.

Eso explica la erupción volcánica que seguiría pronto.

Inevitable reacción de Andreasen

Esa incompatibilidad indignó a Andreasen y a otros. El veterano teólogo conocía por el estudio personal y por la experiencia que solamente quienes reconocen la vigencia de la ley moral pueden explicar la naturaleza y propósito de la expiación: que cuando Jesús pagó la deuda del pecador arrepentido no le estaba dando licencia para seguir pecando, sino para vivir ahora en responsable obediencia a la ley. Los calvinistas son incapaces de procesar ese concepto fundamental.

Puesto que el punto de partida de Andreasen fue el principio sistemático del libre albedrío de Dios y la responsabilidad del hombre -y no la soberanía de Dios y la predestinación del hombre-, el experimentado teólogo comprendió inmediatamente que la placa tectónica adventista había de mantener su integridad como plataforma inamovible.

El principio ineludible de la responsabilidad humana permitía a Andreasen tener una comprensión más amplia de la expiación. Vio que la doctrina del santuario (incluyendo el propósito del servicio del santuario en el antiguo testamento y su aplicación en el nuevo, tal como describe Hebreos) configuraba un sistema de unión indisoluble entre los aspectos objetivo y subjetivo de la expiación. Desde el momento en que Cristo murió (“desde el principio del mundo”, Apocalipsis 13:8) hasta el final del milenio, cuando Satanás y las consecuencias del pecado no sean más, Andreasen podía ver aquello que los calvinistas eran incapaces de ver.

 

Doctrina bíblica del santuario 3

La doctrina del santuario enfatiza la forma en que Dios perdona y justifica solamente a los hombres y mujeres arrepentidos, ¡pero hay más!: enfatiza igualmente que Dios promete dar al arrepentido el poder para que sus pecados sean eliminados mediante las gracias internas del Espíritu Santo. Los hombres y mujeres arrepentidos que continúen cooperando con Dios encontrarán finalmente la paz, la seguridad y el poder divino que completan el plan del evangelio en sus vidas. Eso nunca se les aclaró a nuestros amigos calvinistas en 1957, y ha sido una de las causas de la confusión teológica que ha marcado los años que siguieron. 4

 

Notas:

1.      Ver Apéndice A: “Cuestiones en el gran conflicto”.

2.      “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos” (Apocalipsis 15:3). “Sus juicios son verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:2). Para un análisis bíblico acerca de la forma en que el tema del gran conflicto impregna las Escrituras, ver “God on Trial”, Herbert Douglass, en Ministry, mayo 1892. Para un estudio más amplio del tema del gran conflicto, ver God at Risk, Herbert Douglass, (Roseville, CA: Amazing Facts, 2004), 408 pp.

3.      La metodología exegética, la teología bíblica, etc, tienen sus limitaciones para cada texto, capítulo y libro, puesto que la búsqueda de su significado depende de las presuposiciones existentes. Cada erudito opera bajo sus propias presuposiciones en su forma de abordar los materiales bíblicos. “Únicamente la teología sistemática provee las herramientas y el espacio disciplinado para una labor como esa… la teología bíblica requiere un centro a partir del cual alcanzar la variedad de asuntos, historias y enseñanzas presentes en los textos bíblicos… Así, la expresión apropiada de la doctrina del santuario como visión hermenéutica de un sistema completo y armonioso de verdad, requiere la contribución de nuevos abordajes de teología bíblica y sistemática… A partir de ese nivel fundacional, la doctrina del santuario viene a ser la luz conductora hermenéutica en la interpretación de esas ideas abarcantes (condiciones hermenéuticas del método teológico) y en la comprensión del sistema completo y armonioso de la teología cristiana”. Fernando Canale, “From Vision to System”, Journal of the Adventist Theological Society, 16/1-2 (2005).

4.      Canale señala acertadamente la necesidad de un principio hermenéutico central para todo sistema teológico; reconoce que en la teología adventista dicho principio fundamental es la doctrina del santuario. Eso es precisamente lo que el trío de PSD nunca pareció comprender. Obsérvese lo siguiente: “El pasaje bíblico que más que ninguno había sido el fundamento y el pilar central de la fe adventista, era la declaración: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el santuario’ (Daniel 8:14)” (El conflicto, 461). “El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del desengaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades que formaban un conjunto armonioso…” (El conflicto, 476). “Los que recibieron la luz relativa al santuario y la inmutabilidad de la ley de Dios, se llenaron de alegría y admiración al ver la belleza y armonía del conjunto de verdad que fue revelado a sus inteligencias” (El conflicto, 506-507).


 

Capítulo 5

Teología clara que se enturbia

 

En los años posteriores a 1957, tanto pastores como laicos experimentaron esa confusión del liderazgo y de la teología. Piénsese en la cantidad de artículos escritos en publicaciones periódicas adventistas discutiendo si la santificación es siquiera una parte de la justicia por la fe. Piénsese en la cantidad de iglesias que se dividieron cuando algunos anunciaron que la justificación era mucho más importante que la santificación. Detrás de todo ello estaba la confusión sobre qué sucedió en la cruz, y qué sucedió en 1957.

Considérese también esto: ¿cuántos pastores abandonaron la Iglesia Adventista porque teólogos muy persuasivos los convencieron de que no sólo era innecesario Cristo en su santuario, sino que era un invento particular de la teología de Ellen White? ¿Cuántos jóvenes se sintieron liberados -más bien diría alborozados- al saber que su carácter no tenía nada que ver con su salvación? ¿O que dado que Jesús pagó el precio en la cruz, nuestra única responsabilidad es aceptar su muerte como el pleno pago, y dejar de preocuparnos por añadir cualquier cosa que sea a lo que Jesús hizo por nosotros? ¡Todo eso es pura confusión!

 

La naturaleza humana de Cristo: un cambio radical

La otra preocupación básica de Andreasen y otros, en relación con PSD, fue el cambio sorprendente, el giro de 180 grados respecto a la naturaleza humana de Cristo (además del enturbiamiento de la visión adventista sobre la expiación).

 

Dos palabras envenenadas

Junto a la falta de competencia teológica y al mal uso generalizado de las citas de Ellen White, dos palabras vinieron a ser como luces rojas indicadoras de que algo estaba terriblemente equivocado. Las dos palabras eran exento y vicaria. Esas palabras que habían sido profusamente utilizadas por la Iglesia Católica Romana y por muchos protestantes, eran ahora utilizadas también por el trío de PSD para explicar su nueva postura sobre la humanidad de Jesús.

PSD afirma que Jesús “estaba exento de todas las pasiones y contaminaciones heredadas que corrompen a los descendientes naturales de Adán”. 1 También leemos: “Todo lo que Jesús tomó, cuanto cargó, ya fuese el peso y el castigo de nuestras iniquidades, o las enfermedades y debilidades de la naturaleza humana, todo fue tomado y cargado de manera vicaria” (cursivas en original). 2

¿Qué hacer con esas dos interesantes palabras? ¿Qué añadían al precipicio del Gran Cañón entre el adventismo clásico y el calvinismo?

Ambas palabras: exento y vicaria, complacieron a nuestros amigos calvinistas en su apego a los cinco “puntos”, que enfatizan (1) que los hombres y mujeres no son responsables por sus pecados, puesto que nacen pecadores, y (2) que son “salvos” sólo porque Dios los ha elegido. Así, al aplicarlo a Jesús, dado que según su teología todos los hombres son corruptos desde el nacimiento, Cristo no pudo venir como vienen todos los bebés, aceptando la línea genética de sus antepasados (en cuyo caso habría necesitado él mismo un Salvador). Por lo tanto, para efectos de salvación, hay que ver a Cristo sólo como a nuestro Substituto. Como Ejemplo sería meramente una inspiración, una especie de retrato de una vida mejor, pero inalcanzable de este lado de la tumba.

Esas dos palabras: exento y vicaria, encendieron los ánimos de Andreasen.

Si bien Jesús murió vicariamente por nuestros pecados, ¿cómo pudo en sus 33 años de vida relacionarse vicariamente con nuestra salvación? Al morir vicariamente en nuestro lugar, hizo posible que no seamos castigados por nuestros pecados; pero ¿de qué forma pudo vivir vicariamente como nuestro Ejemplo? ¿Significa eso que no tenemos que vivir una vida victoriosa, resistiendo al tentador en toda ocasión, debido a que él venció en nuestro lugar vicariamente? ¿Guardó Jesús la ley vicariamente para que nosotros no tengamos que guardarla? Muy al contrario: resistiendo la maldad como nuestro Ejemplo, mostró la forma en que podemos “andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Si bien murió en nuestro lugar de manera vicaria, ¡no obedeció en nuestro lugar de forma vicaria! De lo que nos liberó vicariamente, es de “la paga del pecado”.

 

Otro encabezado erróneo

Esa confusión teológica quedó subrayada en otro encabezado erróneo que precedía una compilación de citas de Ellen White: “IX. Llevó de forma imputada el pecado y la culpa del mundo”. 3 A los calvinistas les debió encantar esa afirmación, ¡pero no a un pensador adventista avezado! Ni una sola de las declaraciones de Ellen White aportadas a continuación se acerca siquiera a lo que expresa ese encabezado. White no habría dado jamás su apoyo a la idea de que Cristo “llevó de forma imputada el pecado y la culpa”, pues su comprensión de la Biblia le hacía descartar formulaciones calvinistas como esa. Tampoco asoció el término “polución” con “pasión”, como si ambos conceptos fueran intercambiables. 4

Sigue, en lógica, el paso siguiente: si Cristo tuvo una ventaja tal sobre todos los hombres y mujeres, es injusto -incluso irrazonable- que Dios espere que vivamos y venzamos tal como hizo Cristo (Apocalipsis 3:21). Así, para los calvinistas, Dios no podía esperar que “dejemos de pecar”. Por supuesto, la conclusión de ese razonamiento es que Cristo nos salva “en” nuestros pecados, no “de” nuestros pecados (Mateo 1:21).

No hace falta ser Einstein para comprender la profunda sima que separa esa comprensión de la salvación, de la postura clásica adventista mantenida por todo un siglo. A pesar de ello, la lluvia radiactiva de PSD ha venido propiciando desde 1957 que un razonamiento como ese viniera a convertirse en la norma en muchos seminarios teológicos, y posteriormente en muchos departamentos de religión en nuestros colegios. Por supuesto, hubo quienes se opusieron, pero fueron estigmatizados como teólogos jurásicos.

Si alguien continúa todavía pensando que el trío de PSD estaba en lo cierto al aseverar que sólo los “lunáticos marginales” habían creído que (1) Jesús tomó nuestra naturaleza pecaminosa (pero no pecadora), y que (2) sus “tentaciones” al pecado fueron exactamente como las que el resto de seres humanos han de enfrentar, y que por lo tanto le habría sido posible pecar, todo cuanto tiene que hacer es leer, por ejemplo, los dos artículos editoriales de Francis D. Nichol del 10 y 17 de julio de 1952.

 

Artículos editoriales de Nichol

En 1927 se nombró a Nichol redactor asociado de Review and Herald, y en 1945 fue elegido jefe de redacción. En su artículo editorial del 10 de julio escribió entre otras cosas: “En realidad, ¿qué significa la expresión ‘naturaleza pecaminosa’? Los protestantes, desde el principio de los tiempos de la Reforma han sido incapaces de llegar a un acuerdo. A pesar de ello, algunos críticos del movimiento adventista no parecen haber tenido dificultad alguna al respecto, y se han precipitado irreflexivamente, con dogmática seguridad, en el misterio de la naturaleza de Cristo, así como en el misterio de la naturaleza pecaminosa, asegurando que los adventistas del séptimo día incurren en temible herejía… Entre nuestra literatura que puede considerarse verdaderamente autorizada al respecto, está lo escrito por Ellen G. White… en la página 33 [de El Deseado de todas las gentes], donde declara: ‘A ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna’. Eso es creencia adventista. Y la sostenemos porque percibimos que concuerda con la revelación y con la razón”.

Nichol procedió entonces a citar versículos del Nuevo Testamento, así como un largo fragmento de Life of Christ, de F.W. Farrar, tras lo cual escribió: “Eso debiera bastar como prueba de que la posición adventista sobre Cristo en relación con la tentación no es una enseñanza extraña, herética… Cuando hablamos de la mancha de pecado, de los gérmenes de pecado, hemos de recordar que estamos empleando lenguaje metafórico. Los críticos, especialmente los que entienden las Escrituras según una visión calvinista, leen en la expresión ‘carne pecaminosa’ algo que la teología adventista no requiere”.

En su artículo editorial del 17 de julio citó a numerosos teólogos que afirmaron también que “’Cristo’, el postrer Adán, ganó la batalla al tentador; y nosotros, mediante su perdón y poder, podemos también ganar. Adán pudo haber vencido, pero sucumbió. Cristo pudo haber sucumbido, pero venció. En eso radica el marcado contraste, más resaltado aún por el hecho de que Cristo nació en la familia humana unos cuatro mil años después que el pecado entrara en nuestro mundo, con todo lo que misteriosamente conlleva en relación con un cuerpo y mente debilitados en la lucha contra el pecado… Cristo venció a pesar de haber tomado sobre sí ‘semejanza de carne de pecado’, con todo lo que ello implica debido al efecto funesto y debilitante del pecado en el cuerpo y el sistema nervioso del hombre, y también a sus efectos devastadores en el entorno.      
El objetor cree que la única forma de honrar a Cristo y protegerlo de toda mancha de pecado es adoptando la posición de que para él era imposible pecar. Pero, ¿qué consuelo y qué seguridad de victoria personal sobre el pecado podemos encontrar en un Cristo impoluto, si su ausencia de pecado cuando estuvo en esta tierra no fue realmente una victoria sobre la tentación, sino una incapacidad para pecar? Podríamos bien maravillarnos ante un Santo Ser como él, pero no podríamos ver en él al que ‘fue hecho como sus hermanos’ ‘en todas las cosas’; Uno que, habiendo sido ‘tentado como lo somos nosotros’ ‘puede socorrernos’ cuando somos ‘tentados’”.

 

Ralph Larson revisa cien años de literatura adventista

Lo fascinante de esa revisión de la historia adventista entre 1852 y 1952 es que hay más de 1.200 declaraciones similares (a las de Nichol) a propósito de que la naturaleza humana de Cristo era caída como la nuestra; no como la de Adán antes de pecar. Cuatrocientas de esas declaraciones fueron escritas y publicadas por Ellen White. Además, durante ese período de cien años, miles de declaraciones escritas y publicadas por Ellen White y otros autores adventistas enfatizaban que mediante el poder del Espíritu Santo, los cristianos pueden dejar de pecar de la misma forma en que Cristo pudo vencer. 5 Nichol sólo fue uno más en la gran línea histórica del pensar clásico adventista.

 

El libro de Branson (1954)

Pero hay más que el trío de PSD debería haber leído. Desgraciadamente, W.H. Branson, presidente de la Asociación General, se retiró por motivos de salud en 1954. Había servido valientemente en China y había escrito muchos libros. El último de ellos, Drama of the Ages, lo terminó cuatro meses antes de su retiro. En él se lee: “Hay aquí una verdad gloriosa, una maravillosa condescendencia; ya que Dios Hijo se dignó a morar con los hombres hasta el punto de tomar sobre sí carne pecaminosa y hacerse miembro de la familia humana… La doctrina católica de la ‘inmaculada concepción’ consiste en que María, la madre de nuestro Señor, fue preservada del pecado original. Si eso hubiera sido así, entonces Cristo no habría participado de la naturaleza humana pecaminosa. Esa creencia priva a la escalera de sus peldaños inferiores, y deja al hombre sin un Salvador que pueda compadecerse de las debilidades de los hombres ni simpatizar con ellos”. 6

A continuación, Branson explicó por qué Cristo tomó la naturaleza de la humanidad caída: “A fin de poder comprender las debilidades de la naturaleza humana, Cristo tenía que experimentarla. A fin de poder simpatizar con los hombres en sus pruebas, tenía que ser él mismo probado. Tenía que sufrir hambre, cansancio, chasco, pena y persecución. Había de recorrer los mismos caminos, vivir bajo las mismas circunstancias y morir la misma muerte. Por lo tanto, vino a ser hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne; su encarnación lo fue en auténtica humanidad “. 7

Se ha dicho con razón que si Branson hubiera continuado en la presidencia, PSD jamás hubiera visto la luz del día.

 

El extraño suceso de 1949

La excepción fue el extraño acto que preparó el escenario para una obertura cuyas notas misteriosas sonarían pronto en la nueva ópera llamada Preguntas sobre doctrina. Fue el primer acto entre muchos más que seguirían después.

¿En qué consistió? Desde 1915 los adventistas habían venido publicando Bible Readings for the Home Circle. Se habían vendido en una cantidad excepcional, en diversos países. Miles se habían convertido al adventismo después de leer aquel poderoso libro. Esta era la pregunta-respuesta a propósito de la humanidad de Cristo, antes que se cambiara en 1949:

“¿Cuán plenamente participó Cristo de nuestra humanidad? ‘Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo’. Hebreos 2:17.

Nota: En su humanidad, Cristo participó de nuestra naturaleza pecaminosa, caída. En caso contrario no habría sido ‘en todo semejante a los hermanos’, no habría podido ser ‘tentado en todo según nuestra semejanza’ (Hebreos 4:15); no habría vencido como tenemos que vencer nosotros, y por consiguiente no podría ser el completo y perfecto Salvador que el hombre necesita y que ha de tener a fin de poder ser salvo. La idea de que Cristo naciera de una madre inmaculada o impecable, sin heredar tendencias al pecado, y que debido a ello no pecó, aleja a Cristo del reino del mundo caído y del lugar preciso en donde es necesaria la ayuda. En su faceta humana, Cristo heredó precisamente aquello que hereda todo hijo de Adán: una naturaleza pecaminosa. En su faceta divina, desde su misma concepción fue engendrado y nacido del Espíritu. Y todo esto fue así para colocar a la raza humana en terreno ventajoso, y para demostrar que, de la misma manera, todo aquel que ‘es nacido del Espíritu’ puede ganar victorias similares sobre el pecado en su propia carne pecaminosa. Así, cada cual ha de vencer como Cristo venció. Apocalipsis 3:21. Sin ese nacimiento no puede haber victoria sobre la tentación ni salvación del pecado. Juan 3:3-7” (original incluye cursivas). 8

A continuación, la revisión efectuada en 1949:

“¿Cuán plenamente participó Cristo de nuestra humanidad? ‘Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo’ (vers. 17).

Nota: Jesucristo es tanto Hijo de Dios como Hijo del hombre. Como miembro de la familia humana ‘debía ser en todo semejante a sus hermanos’, ‘en semejanza de carne de pecado’. Precisamente hasta dónde va la semejanza es un misterio de la encarnación que el hombre nunca podrá resolver. La Biblia enseña con toda claridad que Jesús fue tentado justamente como son tentados los hombres; ‘tentado en todo punto, así como nosotros’. Tales tentaciones debían incluir necesariamente la posibilidad de pecar; pero Cristo fue sin pecado. No tiene base bíblica la enseñanza de que la madre de Cristo, por una concepción inmaculada, estuviera libre de la herencia pecaminosa de la raza y que, por lo tanto, su divino Hijo fuese incapaz de pecar. Concerniente a esta errónea doctrina el Dean F.W. Farrar ha dicho acertadamente:

‘Algunos, movidos por un celo tan desmedido como ignorante han reclamado para él, no solamente una real impecabilidad sino también una naturaleza en la cual el pecado era imposible de forma divina y milagrosa. ¿Qué queda entonces? Si su gran conflicto fue meramente una imaginación engañosa, ¿cómo puede beneficiarnos el registro de su vida? Si nosotros tenemos que pelear la batalla vestidos con la armadura de la libre voluntad humana, … ¿qué aliento puede darnos que nuestro gran Capitán peleara, no sólo victoriosamente, sino sin ningún peligro real, resultando, no sólo ileso, sino sin siquiera la posibilidad de ser herido? … Cuidémonos de no contradecir la expresa enseñanza de las Escrituras, … suponiendo que él no estaba expuesto a tentaciones reales’ (The Life of Christ, edición 1883, tomo 1, pág. 57).

Divina demostración de victoria

¿Dónde condenó Dios -en Cristo- al pecado, ganando la victoria sobre la tentación y el pecado para beneficio nuestro?

‘Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne’ (Romanos 8:3).

Nota: Dios, en Cristo, condenó al pecado, no meramente por fallar contra él como un juez sentado en la tribuna del juicio, sino viniendo y viviendo en la carne, pero sin pecar. En Cristo, él demostró que es posible, por su gracia y poder, resistir la tentación, vencer el pecado y vivir en la carne una vida sin pecado”.

En 1956, en un artículo editorial que Anderson escribió en el número de septiembre de Ministry, se dio a conocer por primera vez públicamente esa revisión de Bible Readings for the Home Circle. Anderson aludió a esa revisión como un ejemplo de literatura adventista que había sido purgada. Aparentemente nadie se había percatado del cambio antes de aquel artículo editorial. ¡Anderson había puesto el ventilador en marcha!

 

Explicación de Anderson

Así es como Anderson explicó el cambio: “Hace muchos años apareció una afirmación en Bible Readings for the Home Circle (edición de 1915) que declaraba que Cristo vino ‘en carne pecaminosa’. Es difícil saber cómo pudo deslizarse esa expresión en el libro. Los críticos la han citado muchas veces, y en todo el mundo, como siendo típica de la cristología adventista. Pero cuando el libro se revisó en 1949 se eliminó esa expresión, por considerar que no armonizaba con nuestra verdadera posición”.

No obstante, al examinar la afirmación original de 1915 se hace patente que “en carne pecaminosa” no era una mera “expresión”, pues había casi una página entera dedicada a explicarla, de forma que ningún lector pudiera malinterpretarla. Además, aquella página casi entera dedicada a explicar la “carne pecaminosa” no estaba para nada en discordancia “con nuestra verdadera posición”. Armonizaba claramente con la comprensión de docenas de autores adventistas, tanto como con cientos de declaraciones de Ellen White inequívocas al respecto. 9

El trío de PSD debería haberlo visto con claridad, incluso al leer la revisión de 1949: ¿cómo pudo nuestro Señor condenar al pecado en la carne (Rom 8:3-4) sin tomar “carne pecaminosa”?

¿Qué es lo que estaba causando aquel agujero negro en la respuesta teológica del trío de PSD a la inquietud de los evangélicos? En su esfuerzo por mostrarse corteses y complacientes, leyeron -tal como hacen los evangélicos- la expresión “naturaleza pecaminosa, caída” como significando las “corrupciones” que caracterizan la propia elección a pecar. Los redactores de las casas publicadoras, los redactores de las lecciones de Escuela Sabática, muchos líderes y Ellen White en multitud de ocasiones a lo largo de años, habían hecho distinción entre tendencias heredadas y hábitos cultivados de pecado, pero en su deseo de agradar a los evangélicos, el trío de PSD permitió que sus amigos visitantes marcaran la agenda. Es un consuelo que la revisión del libro no silenciara la comprensión adventista acerca de cómo la vida y muerte de Cristo hicieron posible para un cristiano fiel “vivir en la carne una vida sin pecado”.

En cierto sentido, podría ver ese pequeño episodio que inició el incendio forestal teológico como algo pintoresco, si no fuera porque el diálogo entre el trío de PSD y los evangélicos estaba errando el punto principal de lo que Dios quiere conseguir con su plan de salvación.

 

Fraude literario

Pero hubo más en el número de Ministry de septiembre de 1956. Allí aparecieron por vez primera compilaciones de escritos de Ellen White apartadas de la corrección académica, tal como ha señalado el Dr. Knight: fragmentos extraídos para contradecir su contexto y puntos suspensivos que equivalen a fraude literario. ¡Y es la misma serie de citas que se publicó después en el Apéndice B de PSD, y posteriormente en el volumen 7A del Comentario Bíblico Adventista! Los editores del Comentario Bíblico, evidentemente, nada sabíamos entonces de aquella adición posterior.

En el mencionado artículo editorial, Anderson recomendaba esa recopilación por constituir “una presentación completa del tema, tal como se lo puede encontrar en los escritos de Ellen G. White… Hasta donde hemos sido capaces de investigar, esta compilación representa plenamente el pensar de la mensajera del Señor en esa cuestión. Se han encontrado algunas otras pocas declaraciones, pero son, o bien repeticiones, o meramente variaciones verbales que no añaden mayor información”. ¡Sorprendente! 10

En el artículo editorial leemos también: “Sólo en tres o cuatro lugares, en esos consejos inspirados, hemos encontrado expresiones tales como ‘naturaleza caída’ y ‘naturaleza pecaminosa’. Pero son fuertemente contrarrestados y claramente explicados por muchas otras declaraciones que revelan el pensamiento de quien escribe. Cristo participó verdaderamente de nuestra naturaleza: nuestra naturaleza humana con todas sus limitaciones físicas, pero no de nuestra naturaleza carnal con todas sus corrupciones lujuriosas” (original incluye cursivas).

 

Acusación falsa de Anderson

Analicemos de nuevo lo que está diciendo mi amigo Anderson. Está fabricando aquí una acusación imaginaria para confundir a sus oponentes: ¡ningún adventista ha aplicado las palabras “corrupto”, “carnal” o “lujurioso” a nuestro Salvador! ¡Nunca! Debido a su maravillosa reputación como evangelista y redactor de Ministry, sus lectores aceptaron despreocupadamente sus comentarios tendenciosos sin mayor reflexión.

Pero hemos de hacer una pausa para considerar brevemente aquí los setenta años de ministerio de Ellen White. Ella se refirió de forma definida a la humanidad de nuestro Señor como poseyendo “nuestra naturaleza pecaminosa”. Ese concepto profundo lo expresó siempre relacionándolo con nuestra salvación individual: “Debe seguirse diariamente el ejemplo que él dejó. Él tomó sobre su naturaleza sin pecado nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son tentados” 11 (original sin cursivas).

“Vestido en las ropas de la humanidad, el Hijo de Dios descendió al nivel de aquellos a quienes quería salvar. En él no había culpa o pecaminosidad; siempre fue puro e incontaminado; sin embargo, tomó sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa. Vistiendo su divinidad de humanidad para poder asociarse con la humanidad caída, se propuso redimir en favor del hombre aquello que Adán perdió para sí mismo y para el mundo mediante la desobediencia” 12 (original sin cursivas).

Esta última declaración nos hace recordar a Gregorio Nacienceno (329-389), quien dijo: “Aquello que no asumió, no lo sanó, pero aquello que unió a su divinidad, también lo salvó”. 13 Gregorio fue un gran teólogo que contribuyó a resolver la controversia arriana, así como a refutar las enseñanzas de Apolinario, quien negaba un alma racional en Cristo, y afirmaba que el cuerpo de Jesús vino del cielo.

 

Consistencia de Ellen White

Ellen White citó en muchas ocasiones Romanos 8:3-4 para señalar este importante concepto: “‘Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne [no podía justificar al hombre, porque este en su naturaleza pecaminosa no podía guardar la ley], Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu’ (Rom 5:1; 3:31 y 8:3-4)” 14 (original incluye corchetes).

Tomaría muchas páginas enumerar las citas relativas al que fue un tema recurrente en los escritos de Ellen White: que Jesús vino a este mundo aceptando “como cualquier hijo de Adán… los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Más él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado…
Sin embargo, a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna”. 15

Es evidente que si el trío de PSD hubiera dado la más mínima relevancia a la gran cantidad de declaraciones de Ellen White en las que relaciona la humanidad de nuestro Señor con la humanidad caída, Martin y Barnhouse habrían hecho rápidamente las maletas y habrían continuado atacando a los adventistas por seguir considerándolos una secta. Como buenos calvinistas, no tenían otra opción.

 

 

 

Más que un mero ejercicio teológico

Ellen White no abordó la humanidad de nuestro Salvador como si se tratara de un simple ejercicio teológico. Virtualmente en cada ocasión, relacionó la humanidad de Cristo con la única esperanza para la raza humana de ser rescatada de las ataduras del pecado. Teológicamente hablando, lo que uno piensa respecto a la humanidad de Cristo afecta directamente a lo que el Señor espera del hombre en relación con la transformación del carácter. Ese vínculo es precisamente el que Andreasen vio, y el que el trío de PSD no veía. La transformación del carácter tiene una estrecha relación con la comprensión adventista de Apocalipsis 14, y por lo tanto con la segunda venida. 16 Y ellos sabían que enfatizar esa relación equivalía a atacar las cinco premisas básicas del calvinismo.

Por ejemplo: “[La Majestad del cielo] por nuestra causa dejó su vestimenta real, descendió del trono en el cielo y condescendió en vestir su divinidad con humildad y en venir a ser como uno de nosotros excepto en el pecado, a fin de que su vida y carácter fuesen un modelo a copiar por todos, y pudieran obtener el precioso don de la vida eterna”. 17

Encontramos en cientos de ocasiones pensamientos como este: “El carácter del Señor Jesucristo se ha de reproducir en aquellos que creen en él como su Salvador personal. Serán ‘ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna’. Nuestra aceptación con Dios no se basa en el terreno de las buenas obras, pero nuestra recompensa lo será de acuerdo con ellas. ‘Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al Espíritu’”. 18

 

Otro artículo editorial en Ministry

Otro artículo editorial empezaba a calentar motores para el despegue. Antes de la publicación de PSD en septiembre, y después que los líderes calvinistas hubieron aceptado las respuestas provistas por el trío de PSD, en abril de 1957, Louise Kleuser, secretaria asociada de la Asociación Ministerial de la Conferencia General, una apreciada obrera bíblica por toda una vida, escribió que el libro que estaba a punto de publicarse iba a ser “un nuevo hito” en la historia de la Iglesia Adventista. ¡Más leña para el fuego!

Algunos vieron esos artículos editoriales de Ministry que promocionaban PSD como un fraude gigantesco que iba a quedar esculpido en la historia adventista. Si es que no llegó al fraude, al menos fue una tergiversación colosal.

 

Extraña hermenéutica

Una de las técnicas más extrañas jamás empleada en la literatura adventista, fue usar una carta personal como si en ella Ellen White estuviera corrigiendo setenta años de la enseñanza de su ministerio; como si esa carta dijera algo que “contrarrestara” sus muchas e inequívocas declaraciones en tan sólo un libro: El Deseado de todas las gentes, y cuánto más en cientos de otras declaraciones similares a las del Deseado, en el resto de su literatura. ¡Es todo un test para los principios hermenéuticos!

En lugar de emplear los cientos de pensamientos similares de Ellen White para ayudar a comprender ciertas frases en la carta a Baker, ¡el trío de PSD empleó la carta a Baker para explicar lo que Ellen White quiso decir en centenares de declaraciones inequívocas relativas a la humanidad de Jesús! Para los efectos de este estudio, podemos simplemente afirmar que la carta a Baker se puede comprender y armonizar a la luz de los cientos de declaraciones de Ellen White, así como mediante la exégesis bíblica. 19 ¡Ellen White no dijo una cosa y a la vez la contraria, como algunos han sugerido!

 

Tergiversación bidireccional

Por descontado, la tergiversación era doble: había que convencer a los calvinistas de que los adventistas habían cambiado sus enseñanzas. Pero al mismo tiempo había que convencer a los adventistas de que no las habíamos cambiado. ¡Por un tiempo funcionó! Durante cuarenta y cinco años el secretismo veló incluso los nombres del trío de PSD, excepto para los pocos de nosotros que estábamos “allí” mientras aquello sucedía.

¿Cómo explicar todo eso? Si ambas partes hubieran dedicado dos semanas -aunque fuera- y como académicos experimentados hubieran revisado sus datos, sus citas, etc., se habrían dado rápidamente cuenta de que estaban proponiendo y aceptando referencias y conclusiones distorsionadas, y carentes de la imprescindible verificación. ¡Ni un solo estudiante en la universidad que fuere, habría logrado aprobar su graduación exhibiendo un nivel académico tan deficiente como aquel! A pesar de eso y por increíble que parezca, he leído algunas disertaciones doctorales volcadas en la defensa de las inconsistencias y la lógica decepcionante de Preguntas sobre doctrina.

El Dr. Jean Zurcher fue un teólogo adventista y administrador destacado que obtuvo el reconocimiento del mundo académico por su libro notable: L'homme, sa nature et sa destinée. En 1999 escribió Le Christ manifesté en chair (ciento cincuenta años de cristología adventista entre 1844 y 1994), uno de los libros más convincentes que jamás se haya escrito, dedicado al estudio de la “bomba atómica” llamada Preguntas sobre doctrina. En su libro, Zurcher revisó un siglo de pensamiento adventista relativo a la naturaleza divino-humana de Cristo, incluyendo muchos extractos de publicaciones eclesiásticas oficiales en dos continentes. Examinó además el material publicado que desde 1957 elogiaba con ingenuo entusiasmo y espíritu gregario el libro Preguntas sobre doctrina.

En su extensa investigación, Zurcher no encontró indicio alguno de desacuerdo entre los adventistas del séptimo día -en dos continentes- a propósito de la naturaleza humana de Cristo, con anterioridad a mediados de la década de 1950. Empleó la expresión “destacable unanimidad” para resumir su investigación relativa al pensar adventista previo a PSD sobre la humanidad de Cristo. 20

 

 

Intento de compromiso

Sé que algunos se preguntan acerca de administradores y teólogos destacados que en años recientes han propuesto un compromiso que pudiera apaciguar la oposición a PSD. Su alternativa ha consistido en una especie de tercera opción que explicaría las que a ellos les parecen declaraciones contradictorias en los escritos de Ellen White. Ha sido un intento valiente por encontrar una posición mediadora entre los prelapsarios y los postlapsarios.

Consiste en esto: 1) La humanidad de Cristo no sería la humanidad inocente de Adán anterior a su caída; él habría heredado nuestras “debilidades inocentes” tales como el hambre, el dolor, la pena y la muerte. 2) Habría venido sólo en “semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), no heredando ninguna “tendencia al pecado” ni “propensión pecaminosa”.

¿Qué pensar de ese compromiso, de esa tercera vía en el debate cristológico adventista? En primer lugar, Jesús no vino para liberar a la humanidad de nuestras “debilidades inocentes”, sino del pecado. Es por eso que vino “en semejanza [no diferencia] de carne de pecado” (Romanos 8:3), “por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos” (Heb 2:17).

Además, es preciso distinguir entre “propensiones inherentes” y “propensiones malvadas/pecaminosas”. En el mundo de Ellen White esas dos expresiones no significan lo mismo. Una propensión es una tendencia, una inclinación, una incitación a la tentación. Si se la resiste, no es pecado (Sant 4:17; Juan 9:41 y 15:22). Las “propensiones inherentes” vienen a ser propensiones “malvadas” o “pecaminosas” solamente después de haber cedido a la tentación. 21

A propósito de las “tendencias malvadas” cabe hacer la misma distinción señalada al hablar de las “propensiones malvadas”. Jesús no desarrolló jamás “propensiones malvadas”. Pero Ellen White escribió que Jesús vino “como hombre, para enfrentarse y sujetarse a todas las tendencias malvadas de las que el hombre es heredero, obrando de toda manera concebible para destruir su fe”. 22

 

Henry Melvill

Probablemente el argumento más general (y extraño) propuesto en esa tercera vía, es la conexión que creen ver entre cierta fraseología que Ellen White pudo tomar prestada de una predicación que dio Henry Melvill. 23 Melvill enseñó que la naturaleza humana caída tenía dos características: las debilidades inocentes y las propensiones pecaminosas. Jesús habría tomado las primeras, pero no las segundas. Melvill afirmó que antes de la caída, Adán no tenía ninguna de las dos. Según él, Jesús, debilitado por cuatro mil años de pecado, asumió las “debilidades inocentes” de la raza humana, pero no las “propensiones pecaminosas”. ¡Bonito intento!, pero Melvill llevaba el equipaje de las presuposiciones calvinistas.

Ellen White también tomó prestadas frases del libro The Glory of the Redeemer, 24 de Octavius Winslow, quien empleó lenguaje similar al de Melvill al referirse a la humanidad de Cristo. Por desgracia, algunos adventistas se entregaron inmediatamente a la suposición de que unas pocas palabras de Melvill y de Winslow nos ayudarían a entender lo que Ellen White quería decir en las innumerables declaraciones en las que empleó lenguaje parecido.

¡Extraño razonamiento! Quizá lo contrario habría demostrado una hermenéutica mucho más saludable: leer a Ellen White a fin de comprender aquello contra lo cual estaba alertando en su carta a Baker, 25 y a fin de comprender lo que Melvill debió haber escrito si es que hubiera seguido una mejor exégesis.

Acuden inmediatamente al pensamiento las siguientes observaciones: 1) Ellen White no empleó jamás la expresión “debilidades inocentes”. 2) Empleó “debilidades” en este sentido: “Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas [debilidades] de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación…   
Nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo…         
No tenemos que soportar nada que él no haya soportado” (original sin cursivas; obsérvese el valor de los absolutos: ‘todo’ y ‘nada’) 26.

Además, habría sido de gran ayuda que la edición anotada de PSD incluyera algunas de las múltiples declaraciones de Ellen White similares a esta: “La perfecta humanidad de Cristo es la misma que el hombre puede tener al estar conectado con Cristo…
Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no se haría corrupta a menos que recibiera las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios”. 27

O referir la comprensión de Ellen White acerca de cómo fue salvado de la corrupción por su piadosa madre y la disposición de ambos a fortalecerse por el Espíritu Santo:

“Jesús conoce la preocupación del corazón de cada madre…      
Acudan las madres a Jesús con sus perplejidades. Hallarán gracia suficiente para ayudarles en la dirección de sus hijos…           
Aun el lactante en los brazos de su madre puede morar bajo la sombre del Todopoderoso por la fe de su madre que ora. Juan el Bautista estuvo lleno del Espíritu Santo desde su nacimiento. Si queremos vivir en comunión con Dios, nosotros también podemos esperar que el Espíritu divino amoldará a nuestros pequeñuelos, aun desde los primeros momentos”. 28

En otras palabras: siempre que Ellen White empleó la expresión “propensiones corruptas” en relación con Jesús, fue para especificar que él nunca pecó, que nunca se corrompió. Cuando Ellen White dijo algo similar a la declaración que sigue, nunca lo hizo en sentido “vicariante”: “Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído sobre sí, en favor de la raza humana había de soportar las tentaciones de Satanás en todos los puntos en los que pudiera ser atacado el hombre”. 29 (original sin cursivas).

 

Teología federal de Melvill

Melvill fue federalista. Gran parte de su cristología y teoría de la salvación se pueden entender mejor a la luz de su rúbrica federalista: “Si el hombre está en situación caída, tiene que haber caído en Adán [la cabeza natural/federal de la raza humana]; en otras palabras, tiene que ser uno de esos a quienes Adán representa. Pero Cristo, siendo enfáticamente la simiente de la mujer, no estaba representado federalmente de esa forma; por consiguiente, Cristo no cayó en Adán, tal como nos sucede a nosotros. Él no fue una parte del pacto quebrantado; por lo tanto, no pudo participar en las consecuencias culpables de la infracción”. 30

La teología federal, frecuentemente llamada “teología del pacto”, tiene sus raíces en la teología agustiniana que partió de la idea de que toda la humanidad es inherentemente depravada y pecaminosa, debido a que todos nosotros pecamos en Adán. Además, en la teología federalista, Dios tiene a toda la raza humana por responsable de la violación de un pacto que Dios hizo con Adán, a pesar de que todos los descendientes de Adán no tuvieran parte en su violación. El sentido común debiera decirnos que la imputación de pecado no puede preceder a la corrupción, ni puede ser tenida por corrupción. La corrupción es el resultado de una elección al pecado, no la causa del mismo. ¡El malabarismo teológico puede pretender lo inimaginable!

Debido a su teología federal del pacto, los pensadores calvinistas -Melvill y Winslow incluidos- están ciegos a sus raíces agustinianas. Siempre que emplean la palabra “corrupto” o “corrupción”, especialmente al discutir la humanidad de Cristo, se les debe comprender a la luz de su noción de la soberanía de Dios, que les obliga a recurrir de nuevo al malabarismo teológico para poder explicar por qué somos pecadores. Sus textos favoritos son Romanos 5:17-19 y 1 Corintios 15:22. Así, según su interpretación, “de la misma forma en que el pecado de Adán fue legal y efectivamente nuestro pecado, así también la obediencia de Cristo es legal y efectivamente la justicia de todos los creyentes… A fin de proveer su salvación [de los que están federalmente relacionados con Adán], debía efectuarse la necesaria reparación mediante uno que no estuviera en conexión con Adán, y estuviera de esa forma libre de la imputación de culpa. La teología federal representaba esos requerimientos como encontrándose en Cristo, el segundo Adán, en quien comienza una nueva raza”. 31

 

Ellen White no fue calvinista

Ellen White nunca participó en ese tipo de razonamiento, lo que le evitó tener que recurrir a la formulación de Melvill en su “tercera” vía para abordar la humanidad de Cristo. Por supuesto, una lectora voraz como era Ellen White tenía que estar en deuda con otros [desde el punto de vista literario], como por ejemplo D’Aubigne, Wylie, Melvill, Winslow, Hanna, etc., por tomar frases de ellos que expresaban los conceptos que Ellen White quería explicar. Eso le permitió comunicar dichos conceptos de forma más elocuente que si hubiera empleado sus propias palabras, y con mayor eficiencia en la habitual premura por terminar los manuscritos. Las frases que escogió dieron mayor atractivo y fuerza a la expresión, pero no alteraron el sentido del pensamiento de Ellen White. Tomó prestadas de ellos sus frases acertadas, pero no su intención teológica. Ellen White sabía cómo distinguir la verdad del error cuando seleccionó pensamientos útiles de otros. 32

 

 

Los adventistas no son un caso aislado

Antes de terminar con los comentarios relativos a la naturaleza de Cristo será bueno recordar que los adventistas no están solos en sus 150 años de comprensión de la humanidad de Cristo. Infinidad de eruditos bíblicos han desafiado la mal llamada posición “ortodoxa”, consistente en que Cristo tomó la naturaleza de Adán previa a la caída y no el equipo humano que reciben como herencia todo el resto de hijos de Adán. Estos son algunos de ellos: Edward Irving, Thomas Erskine, Herman Kohlbrugge, Eduard Bohl, Karl Barth, T.F. Torrance, Nels Ferré, C.E.B. Cranfield, Harold Roberts, Lasslie Newbigin, E. Stauffer, Anders Nygren, C.K. Barret, Wolfhard Pannenberg y Eric Baker (hay muchos más). 33

¿Habrían incluido Barnhouse y Martin a todos ellos entre los “lunáticos marginales” del mundo protestante?

 

Segunda preocupación de Andreasen

La otra gran preocupación de Andreasen, así como de otros menos prominentes, fue el lenguaje confuso empleado en PSD para describir la doctrina adventista relativa a la expiación, al servicio del santuario (en su tipo y anti-tipo) y al juicio investigador.

El artículo que publicó Froom en Ministry de febrero del 1957, titulado: “La aplicación sacerdotal del acto expiatorio”, tenía por fin preparar a los lectores de PSD, por entonces a punto de publicarse. Continuó con su típica selección parcial y arbitraria de declaraciones de Ellen White. No obstante, en ese artículo, Froom escribió con razón que, de una parte, la expiación no podía estar limitada a la muerte de Cristo en la cruz ni al juicio investigador en el cielo, que la expiación “incluía claramente a ambos, que un aspecto era incompleto sin el otro, siendo cada uno el complemento indispensable para el otro”. ¡Bien dicho! (hasta ese punto).

Pero, de otra parte, recurrió a un lenguaje desafortunado al describir cómo la muerte de Cristo “proveyó una expiación perfecta, completa y final para el pecado del hombre”, y cómo fue un “acto de expiación completa”. Debido a esa elección problemática de las palabras, Andreasen percibió que Froom se había acercado demasiado al punto de vista calvinista que sobre-enfatiza la cruz en detrimento de otras verdades del santuario igualmente importantes.

Posteriormente, tras la agitación creada por la reacción de Andreasen (que en ese particular considero exagerada), muchos otros se levantaron también. El propio Figuhr reconoció que “habría sido mejor que ese artículo del hermano Froom no se hubiera publicado en Ministry”. 34

¡Todo eso antes que se imprimiera PSD! Creo que si en el trío de PSD hubieran estado seguros de sus opiniones, habrían facilitado el manuscrito a Andreasen tal como hicieron con tantos otros. De haber actuado así, algunas de las inquietudes de Andreasen podrían haber desaparecido. En las páginas 284-289 [QOD: 342-347] habría apreciado cómo los autores de PSD presentaban efectivamente una “connotación amplia” en su discusión de la expiación. Es decir, estaban en pleno acuerdo en que “la obra cumplida en el Calvario implica también la ‘aplicación’ del sacrificio expiatorio de Cristo al alma que busca. Eso está provisto en el ministerio sacerdotal de nuestro bendito Señor, nuestro gran Sumo Sacerdote en el santuario de arriba”. 35 Bien dicho. Pero el asunto no terminaría ahí.

El trío expuso con acierto su comprensión arminiana de la expiación en PSD, p. 295 [QOD: 350]: “Sin embargo, esta obra sacrificial beneficiará al corazón humano sólo en la medida en que rindamos nuestra vida a Dios y experimentemos el milagro del nuevo nacimiento. En esta experiencia, Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, nos aplica los beneficios de su sacrificio expiatorio” (original incluye cursivas).

 

El trío de PSD se defiende de las acusaciones de Andreasen

¿Cómo se defendía el trío? Citando Primeros escritos, página 259-260: “El gran sacrificio había sido ofrecido y aceptado, y el Espíritu Santo que descendió en el día de Pentecostés dirigió la atención de los discípulos desde el santuario terrenal al celestial, donde Jesús había entrado con su propia sangre, para derramar sobre sus discípulos los beneficios de su expiación” (original sin cursivas).

Pero, ¿qué dice la frase, y cuál es el contexto del que se la ha extraído (y abstraído)?

En primer lugar, constituía la respuesta a la pregunta nº 29 de Martin: “Los adventistas del séptimo día han sido acusados con frecuencia de enseñar que la expiación no se completó en la cruz. ¿Es fundada esta acusación?” 36

¿Cómo debía haber respondido el trío adventista a esa acusación? Para ser claros, tenían que haber respondido: “Sí”. Y a continuación, proceder a explicar la visión global sobre la expiación en la que un calvinista jamás habría pensado. Por descontado, la expiación sacrificial de nuestro Señor se completó en la cruz, pero hay mucho más que decir. Se debiera haber empleado la Biblia -y Ellen White expandiendo la comprensión bíblica- para demostrar que la cruz y el santuario celestial son dos fases de la expiación, y que completaban la expiación la purificación del planeta, del instigador del pecado, y de las consecuencias del mismo.

Veamos de nuevo Primeros escritos (1851), p. 259. A primera vista la inferencia parece ser que, suceda lo que suceda en el santuario celestial, no forma parte de la expiación, sino que es sólo una “aplicación de la expiación”.

El contexto amplio de esa cita relativa a los “beneficios de su expiación” comienza en la página 250 de Primeros escritos: “Jesús envió sus ángeles a dirigir la atención de los desalentados [adventistas milleritas] hacia el lugar santísimo adonde él había ido para purificar el santuario y hacer expiación especial por Israel” (original sin cursivas).

Después, en la página 253: “Así como el sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo para purificar el santuario terrenal, también Jesús entró en el lugar santísimo del celestial al fin de los 2.300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer la expiación final por todos los que pudiesen recibir el beneficio de su mediación, y purificar de este modo el santuario” 37 (original sin cursivas).

Finalmente, en la página 254: “El tercer ángel concluye así su mensaje: ‘Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús’. Al repetir el ángel estas palabras, señalaba al santuario celestial. La atención de cuantos aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santísimo, donde Jesús está de pie delante del arca, realizando su intercesión final por todos aquellos para quienes hay todavía misericordia, y por los que hayan violado ignorantemente la ley de Dios. Esta expiación es hecha tanto para los justos muertos como para los justos vivos. Incluye a todos los que murieron confiando en Cristo, aunque, por no haber recibido luz acerca de los mandamientos de Dios, hubiesen pecado ignorantemente al transgredir sus preceptos” (original sin cursivas).

 

Aplicación incorrecta de una declaración

Es más que difícil extraer de esa declaración la idea de que la expiación se efectuó solamente en la cruz, que sólo sus “beneficios” son el objeto de la obra de Cristo como Sumo Sacerdote. El mundo protestante quedó complacido con aquella aplicación incorrecta de una declaración aislada de su contexto, haciéndole decir que la expiación quedó completada en la cruz. Pero el mundo adventista quedó sumido en la confusión y quedó incorrectamente representado.

Lo que fue aún peor: por alguna extraña razón -que no cabe atribuir a una ceguera temporal- el trío de PSD no siguió el progreso de Ellen White en su visión cada vez más amplia y perfecta sobre la expiación, posteriormente a 1851. 38 ¡De haberlo hecho, Andreasen habría sido el primero en aplaudirles!

Por ejemplo, habrían podido citar:

“Son los que por fe siguen a Jesús en su gran obra de expiación, quienes reciben los beneficios de su mediación por ellos…        
Llegaron a comprender que su gran Sumo Sacerdote había empezado a desempeñar otro ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver además la obra final de la iglesia” 39 (original sin cursivas).

 

La visión amplia

¿En qué consistían esos beneficios sumo-sacerdotales? Como Sumo Sacerdote, “Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer ‘más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ophir al hombre’ (Isa 13:12). En cielo y tierra le era dada toda potestad al Príncipe de la vida, y él volvía a sus seguidores en un mundo de pecado para darles su poder y gloria” 40

El trío de PSD habría podido incluir la visión amplia de Ellen White sobre la expiación:

“El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil…        
El pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad, que iba a venir, no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino. El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo…             
Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propio carácter en su iglesia” 41

Las dos declaraciones de El Deseado de todas las gentes son ejemplos de muchas otras similares que reflejan la comprensión de Ellen White de la elipse de la verdad, básica en su teología madura.

Pero Ellen White va aún más allá en su contribución a magnificar ese concepto de los “beneficios” y la “expiación”:

“Así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la contaminación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación –una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra (Apoc 22:12)…
“[En 1844] Acompañado por ángeles celestiales, nuestro gran Sumo Sacerdote entra en el lugar santísimo, y allí, en la presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, a saber, cumplir la obra del juicio y hacer expiación por todos aquellos que resulten tener derecho a sus beneficios [traducción revisada]…
Así en el gran día de la expiación final y del juicio, los únicos casos que se consideran son los de quienes hayan profesado ser hijos de Dios [es decir, aquellos que hayan profesado lealtad a Dios en todas las edades]” 42 (original sin cursivas).

 

Notas:

1.      PSD, 321 [QOD 383].

2.      Ibid., 61 [QOD, 61, 62]. Es más que interesante constatar que ninguna de esas dos palabras: exento y vicaria, aparecía en los manuscritos de PSD previamente a su publicación. De hecho, en la sección “La encarnación y el Hijo del hombre”, es evidente que hubo considerables cambios entre el manuscrito y el libro impreso. En algunas partes, el libro PSD mejoró respecto a los manuscritos en finura retórica y claridad de explicación; en otras ocasiones empeoraron aspectos que darían razón a las objeciones de Andreasen. En este momento no puedo determinar cómo y en qué punto el equipo de Review and Herald Publishing Association dejó de hacer cambios a demanda de los oficiales de la Asociación General, presionados a su vez por el trío de PSD. Ver Nam, op. cit., 99.

3.      PSD, 591.

4.      Ver Apéndice B: “Cómo empleó Ellen White los términos: pasión, inclinación, propensión, corrupción, etc.”

5.      Estamos en deuda con Ralph Larson por haber organizado esas declaraciones en The Word Was Made Flesh (Cherry Valley, CA: The Cherrystone Press, 1986), 365 pp., y Tell of His Power (Cherry Valley, CA: The Cherrystone Press, 1988), 309 pp.

6.      W.H. Branson, Drama of the Ages (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1953) 81, 101.

7.      Citado en J.R. Zurcher, Le Christ manifesté en chair, 124.

8.      Incluyo en su integridad esta declaración de Bible Readings debido a que posteriormente abrió esa cuestión particular en el debate de PSD. Hasta donde sé, aparte de los muy pocos que hicieron esos cambios, nadie se apercibió de la nueva edición modificada. Tuvo el mismo efecto que arrojar gasolina sobre brasas encendidas.

9.      Agradezco a Ralph Larson por señalarme la reveladora explicación de Andreasen acerca de por qué el libro Bible Readings for the Home Circle de 1915 tuvo que ser sometido al proceso de purga. [N. del T: “En 1949, Review and Herald Pubishing Association pidió al profesor D.E. Rebok, presidente del seminario adventista de teología en Washington D.C, que revisara el texto de Bible Readings for the Home Circle, con vistas a una nueva edición”. Zurcher, Le Christ manifesté en chair, 126. Las revisiones anteriores, efectuadas en 1936 y 1946, no habían cambiado en lo relativo a la naturaleza humana de Cristo].

10.   En la Edición anotada de QOD (PSD) se nos dan innumerables indicaciones de que el libro de 1957 distó mucho de reflejar de forma justa y veraz el pensamiento adventista. Por ejemplo: Página xv: “menos que transparente”; xxx: “llevó las cosas demasiado lejos”; xxx: “presenta los datos de una forma en que crea falsas impresiones”; xxxiv: “título engañoso”; 41: “enmascara el hecho”; “falso en sentido histórico”; 324: “inexacto”; 516: “un encabezado engañoso”; 517: “poco claro”; 521: “manipulación de los datos”, 521: “no había dicho la verdad”; 522: “elementos de traición en la manipulación de datos y en falsedades”; 524: “encabezado engañoso”. [N. del T.: proporciono paginación del original en inglés, pues en la traducción al español de la Edición anotada de PSD no he encontrado la mayoría de las anotaciones citadas aquí].

11.   Ellen White, El ministerio médico, 237-238 [181].

12.   Ellen White, Review and Herald, 22 agosto 1907.

13.   Primera epístola a Celedonio, Patrologia Graeca, ed. J.P. Migne en Harry Johnson, The Humanity of the Saviour (London. The Epworth Press, 1962), 129.

14.   Ellen White, Patriarcas y profetas, 390.

15.   Ellen White, El Deseado de todas las gentes, 32-33.

16.   “’Cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada’ [Mar 4:29]. Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.
Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo [se cita 2 Ped 3:12]. Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano” White, Palabras de vida del gran Maestro, 47-48.

17.   White, The Youth’s Instructor, 20 octubre 1886.

18.   Ellen White, Signs of the Times, 30 mayo 1895.

19.   Para una respuesta al empleo que se hizo de la carta nº 8 de Ellen White (1895) al pastor W.L.H. Baker, ver Ralph Larson, The Word Made Flesh, 310-329. En español:  http://libros1888.com/Pdfs/BakerLetter.pdf  y  http://libros1888.com/Pdfs/AnBaker.pdf

20.   J.R. Zurcher, Le Christ manifesté en chair, 125: “Conclusion: Parvenu au terme de cette investigation, portant sur un siècle de christologie adventiste, de 1852 à 1952, il est possible d’affirmer que les théologiens, comme les responsables de l’Église, ont parlé d’une même voix au sujet de la personne du Christ et de son œuvre en faveur du salut de l’homme…
La nature humaine de Jésus n’a jamais été l’objet de la moindre divergence. Depuis les origines du Mouvement elle a été au centre d’un enseignement systématique et d’une remarquable unanimité”.

21.   Ver Apéndice B: “Cómo empleó Ellen White los términos: pasión, inclinación, propensión, corrupción, etc.”

22.   Ellen White, Manuscrito K-303, 1903, citado en Review and Herald, 17 febrero 1994.

23.   Henry Melvill (1798-1871), predicador anglicano a cuyo sermón: “The Humiliation of the Man Christ Jesus” se le cambió el título por este otro: “Christ, Man’s Example”, publicándolo en Review and Herald el 5 de julio de 1887. Melvill reunía semanalmente en su iglesia a más de 2.000 adoradores.

24.   Octavius Winslow, The Glory of the Redeemer (Londres: John Farquhar Shaw, 1853).

25.   Ver nota nº 19 a propósito de la respuesta de Ralph Larson a la carta de Ellen White a W.H.L. Baker.

26.   White, El Deseado de todas las gentes, 92.

27.   White, Manuscript Releases, vol. 16, 181, 182.

28.   White, El Deseado de todas las gentes, 473.

29.   White, 1 Mensajes selectos, 314.

30.   Melvill, op. cit.

31.   Walter A. Elwell, Evangelical Dictionary of Theology (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1984), 413, 414.

32.   Ver Herbert E. Douglass, Messenger of the Lord (Nampa, ID: Pacific Press Publishing Association, 1998), 378-380, 413. (Mensajera del Señor, 459-462).

33.   Ver Harry Johnson, The Humanity of the Saviour (Londres: The Epworth Press, 1962), 1-230.

34.   Nam, op. cit., 273.

35.   PSD (QOD) 1957, 289 [347].

36.   Ibid., 285 [341].

37.   Esa declaración, junto a muchas otras similares, proveyó el fundamento para la acusación de Andreasen consistente en que el trío tenía una comprensión deficiente del inmenso propósito de Cristo como Sumo Sacerdote en su obra de mediación. Ese fallo en comprender la visión abarcante de lo que Cristo estaba haciendo ahora en el santuario celestial motivó incesantemente a Andreasen en sus quejas relativas a lo que se le estaba transmitiendo a Martin y al mundo. Andreasen comprendía la implicación de las muchas declaraciones de Ellen White similares a esta: “Como consecuencia de una visión limitada de los sufrimientos del divino Hijo de Dios, muchos tienen en baja estima la gran obra de la expiación… El Padre ha puesto el mundo en las manos de Cristo a fin de que por su obra de mediación pueda vindicar completamente las demandas obligatorias y la santidad de cada principio de su ley”. White, Signs of the Times, 7 agosto 1879.

38.   Por ejemplo: “Los que no pueden ver la fuerza de los requerimientos sagrados de la ley de Dios, tampoco pueden tener una comprensión clara y definida de la expiación”. Signs of the Times, 14 agosto 1879.

39.   White, El conflicto de los siglos, 483 y 485.

40.   White, El Deseado de todas las gentes, 734.

41.   Ibid., 625.

42.   White, El conflicto de los siglos, 474 y 534.

 


 

Capítulo 6

La malograda oportunidad del siglo

 

Cualquiera que leyera lo que Andreasen estaba leyendo se habría sentido igualmente molesto y chasqueado con aquellos dirigentes eclesiásticos que estaban claramente desperdiciando la oportunidad del siglo. Pero quienes “leyeron” las páginas de prueba de PSD no se molestaron en consultar el contexto de esos “beneficios de la expiación”, como tampoco las múltiples declaraciones subsecuentes de Ellen White en la serie “El Conflicto”. También ellos contribuyeron a la perdida oportunidad del siglo.

Sin embargo, según el entender de muchos de los implicados -presidente de la Asociación general incluido-, las torpes afirmaciones de PSD aparentemente refutaban los reparos de Andreasen. Andreasen y otros sabían bien que aquellas citas, tomadas con calculada intención fuera de su contexto, proveían el tipo de comprensión parcial y limitada de la doctrina adventista de la expiación que podría resultar aceptable para los evangélicos.

La selección de citas de PSD no cubría la plena comprensión de lo que el adventismo había venido enseñando por años. Por ejemplo: “Todo el que desee librarse de la esclavitud y del servicio de Satanás y quiera estar bajo la bandera ensangrentada del Príncipe Emanuel, será protegido por las intercesiones de Cristo. Cristo, como nuestro Mediador a la diestra del Padre, siempre nos tiene en cuenta, pues es tan necesario que nos guarde mediante su intercesión como que nos haya redimido con su sangre. Si él deja de sostenernos por sólo un momento, Satanás está listo para destruirnos. A los que han sido comprados con su sangre los guarda ahora mediante su intercesión. Él vive siempre para hacer intercesión por nosotros. ‘Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos’ (Heb 7:25)” 1 (original sin cursivas).

¡Fue tanto, lo que se omitió! Esa fue la pena y preocupación de Andreasen, tanto como la de otros. Andreasen conocía el pensamiento adventista muchísimo mejor que cualquiera de los miembros del trío de PSD. Los archivos de Andreasen eran con toda probabilidad la colección privada más completa de materiales de Ellen White conocida hasta entonces. Él sabía que la página 542 de El Conflicto era clara como el sol del mediodía: “Satanás inventa innumerables medios de distraer nuestras mentes de la obra en que precisamente deberíamos estar más ocupados. El archiseductor aborrece las grandes verdades que hacen resaltar la importancia de un sacrificio expiatorio y de un Mediador todopoderoso. Sabe que su éxito estriba en distraer las mentes de Jesús y de su obra.
Los que desean participar de los beneficios de la mediación del Salvador no deben permitir que cosa alguna les impida cumplir su deber de perfeccionarse en la santificación en el temor de Dios. En vez de dedicar horas preciosas a los placeres, a la ostentación o a la búsqueda de ganancias, las consagrarán a un estudio serio y con oración de la Palabra de verdad. El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador. Todos necesitan conocer por sí mismos el ministerio y la obra de su gran Sumo Sacerdote. De otro modo, les será imposible ejercitar la fe tan esencial en nuestros tiempos, o desempeñar el puesto al que Dios los llama”.

Hemos visto aquí otro ejemplo típico de cómo comprendía Ellen White la elipse de la verdad, dominada por dos centros: (a) el Sacrificio expiatorio y (b) el Mediador todopoderoso. No podemos tener el uno sin el otro, más de lo que podemos conseguir agua en ausencia de oxígeno o de hidrógeno.

 

Lo que alteró a Andreasen

¿Qué fue lo que preocupó realmente a Andreasen a propósito de la expiación, como para hacerle reaccionar así? La mejor forma de comprender la inquietud de Andreasen es observar la situación dese su propia perspectiva. Voy a dejar que Andreasen hable por sí mismo en sus revisiones de los artículos editoriales de Froom, comenzando por el de febrero en Ministry (al que ya nos hemos referido). Los comentarios de Andreasen no se publicaron. Eran cartas privadas, escritas al presidente de la Asociación General. Andreasen era un hombre de principios elevados. Durante todo su ministerio fue respetuoso con el liderazgo eclesiástico, como bien sabían sus contemporáneos.

Imaginemos que somos Andreasen:

15 febrero 1957: Andreasen quedó estupefacto cuando Froom afirmó que PSD revisaba la doctrina de la expiación debido a que “nadie se había tomado el tiempo para un esfuerzo continuado de investigación laboriosa y abarcante [referido a los escritos del Espíritu de profecía] a fin de buscarlos, analizarlos y organizarlos”. A los dirigentes eclesiásticos anteriores les había pasado “en gran medida desapercibida esa evidencia latente y su valor incalculable: no se había sentido la necesidad, y no se había considerado posible dedicar el tiempo que un gran proyecto como ese requería”.

Eso fue demasiado para Andreasen, en vista de los muchos libros que habían escrito líderes de contrastada capacidad, además de sus propios y excelentes estudios sinópticos relativos a la doctrina del santuario y la expiación.

Andreasen se daba cuenta de que la forma restrictiva en que Froom comprendía la expiación se apartaba del centro y substancia de la comprensión abarcante que los adventistas habían sostenido por más de un siglo, según la cual, la cruz de Cristo no fue el principio ni el final del sufrimiento que el pecado produjo en el corazón de Dios. 2 Dicho de otro modo: es imposible medir el costo de la expiación para Dios a base de contar las horas pasadas en la cruz. Andreasen comprendió el problema de Froom: tenía perspectivas muy limitadas sobre la expiación.

Andreasen escribió: “Precipitarse a publicar ahora, mientras se albergan ideas superficiales y confusas; anunciar al mundo que las teorías avanzadas en el artículo en cuestión representan la comprensión adventista sobre la expiación, es desafortunado y es falso”. 3

15 octubre 1957: El asunto se centraba ahora en la afirmación de Froom de que el acto sacrificial de Cristo en la cruz “proveyó una expiación perfecta, completa y final para el pecado del hombre”. Andreasen apeló a la “Declaración [denominacional] de principios fundamentales de los adventistas del séptimo día” 4 , que decía: “Jesucristo… ascendió a lo alto para ser nuestro Mediador en el santuario celestial, donde hace expiación por nuestros pecados con su propia sangre: dicha expiación, lejos de haber sido efectuada en la cruz, que no fue más que el ofrecimiento del sacrificio, constituye la última parte de su obra como sacerdote, según el ejemplo del sacerdocio levítico, que era una sombra y figura del ministerio de nuestro Señor en el cielo”. 5

Si el trío adventista se hubiera sentado con Andreasen antes de publicar PSD, parece obvio que habría habido una elección mucho más sabia del lenguaje, eliminando lo que aparecía como un error grave.

4 noviembre 1957: El tema concernía de nuevo a lo que sucedió en la cruz. Si los calvinistas están en lo cierto al asegurar que la muerte de Cristo fue el Día de la expiación, entonces los adventistas han estado en el error por más de un siglo. Andreasen citó abundantemente a Uriah Smith, J.H. Waggoner y C.H. Watson, y dio muchas referencias de Ellen White.

A Andreasen le sorprendió el planteamiento de Froom respecto a Ellen White: “¿Por qué, en nuestros días tempranos, la Sra. White no señaló y corrigió los conceptos limitados y en ocasiones erróneos de algunos de nuestros primeros autores relativos a la expiación? ¿Por qué empleó algunas de aquellas frases restringidas, sin contrastar al mismo tiempo el significado más amplio y verdadero que ella les daba?” El propio Froom respondió a su pregunta: “Ninguna verdad doctrinal o interpretación profética vino jamás a este pueblo mediante el Espíritu de profecía. Ni en una sola ocasión” (original incluye cursivas). 6

Justificar esa teoría [de Froom] requiere algo más que declaraciones enfáticas. Andreasen recurrió a las propias palabras de Ellen White: “Con frecuencia permanecíamos juntos hasta tarde en la noche, y a veces pasábamos toda la noche orando en procura de luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez, esos hermanos se reunían para estudiar la Biblia a fin de que pudieran conocer su significado y estuvieran preparados para enseñarla con poder. Cuando llegaban al punto en su estudio donde decían: ‘No podemos hacer nada más’, el Espíritu del Señor descendía sobre mí y era arrebatada en visión, y se me daba una clara explicación de los pasajes que habíamos estado estudiando, con instrucciones en cuanto a la forma en que debíamos trabajar y enseñar con eficacia. Así se daba luz que nos ayudaba a entender los textos acerca de Cristo, su misión y su sacerdocio. Una secuencia de verdad que se extendía dese ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios me fue aclarada, y yo comuniqué a otros las instrucciones que el Señor me había dado.
Durante todo ese tiempo no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía comprender el significado de los textos que estábamos estudiando. Este fue uno de los mayores dolores de mi vida. Estuve en esta condición mental hasta que se aclararon en nuestras mentes todos los principales puntos de nuestra fe, en armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que cuando yo no estaba en visión, no podía entender esos asuntos, y aceptaban las revelaciones dadas como luz enviada del cielo”. 7

Lo que está aquí diciendo Andreasen es esto: o bien Froom ignoraba la historia adventista, o bien el trío de PSD estaba -aquí y en otros lugares- degradando a Ellen White.

14 noviembre 1957: Andreasen sigue preocupado (quizá sin haber entendido muy bien a Froom) con la formulación de esa frase en la página 30 de PSD “sobre la muerte de Cristo como expiación sacrificial completa por el pecado”. Vuelve a citar a otros autores adventistas que enseñaron la comprensión amplia, como evidencia de que “hay demasiado en juego como para dejar una duda en la mente del lector”. Nadie podía leer esas cartas sin “ver” o “sentir” la angustia del veterano autor adventista al darse cuenta de que estaba resultando comprometido el núcleo central de la teología adventista.

Andreasen envió numerosas citas de El Conflicto de los siglos, y por primera vez aportó las afirmaciones más claras de Ellen White. Si el trío adventista hubiera citado y dado prominencia a esas declaraciones, es mi convicción que Andreasen no habría tenido motivo para persistir en sus advertencias. “La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación”. Y entonces añadió el llamamiento de Ellen White: “Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo”. 8

Es evidente que el veterano octogenario tenía presente la visión abarcante del plan de la salvación, que excluía cualquier comprensión limitada de la expiación. Andreasen contendía -por así decirlo- en una liga superior, mientras que el trío de PSD lo hacía en la inferior, jugando la partida teológica un nivel por debajo, junto a otros contendientes en esa misma liga, especialmente en lo que respecta a la expiación.

Como dijo tan elocuentemente Jerry Moon en 1988: “Se habría podido conseguir mucho más si los conferenciantes [el trío de PSD] hubieran sido capaces de mostrar a los evangélicos el significado del juicio investigador como extensión lógica y refinamiento del arminianismo, y el borramiento de los pecados como algo esencial para completar la expiación a escala universal”. 9

2 diciembre 1957: Andreasen revisó otra vez los artículos editoriales de Froom, con percepciones renovadas de la comprensión histórica adventista relativa a la expiación en su panorama abarcante. Probablemente nadie que estuviera vivo en 1957 tenía una biblioteca de los escritos de Ellen White tan extensa como la suya. Su sistema de indexación sorprendía a todos, y eso fue antes de que White Estate hiciera cualquier intento formal de indexar los escritos.

Los que están más familiarizados con la teología de Ellen White reconocen su profunda comprensión de la naturaleza elíptica de la verdad bíblica, 10 que es la unión simbiótica de los aspectos objetivo y subjetivo de toda verdad. Por ejemplo: gracia – fe; Salvador – Mediador; en favor nuestro – a través nuestro; justificación – santificación; perdonado – limpiado; ley – evangelio, etc. No podemos tener lo uno sin lo otro. De esa forma, Andreasen podía apreciar fácilmente expresiones de Ellen White como esa en la que afirma que el ministerio sumo-sacerdotal de nuestro Señor es tan importante como su muerte en la cruz. Cualquier pérdida de equilibrio en ese binomio provocaba una alarma en la mente perspicaz de Andreasen.

Le inquietó de forma especial leer esta defensa de Froom: “Por lo tanto, cuando uno oye decir a un adventista, o bien cuando uno lee en la literatura adventista -incluso en los escritos de Ellen White- que Cristo está ahora haciendo expiación, se debiera entender que queremos simplemente decir que Cristo está ahora haciendo una aplicación de los beneficios de la expiación sacrificial que hizo en la cruz; que la está haciendo eficaz para nosotros individualmente, según nuestras necesidades y demandas”. 11 (Cuando un adventista perspicaz lee cómo el trío de PSD, mediante su expresión “se debiera entender”, estaba diciendo al mundo que ahora eran ellos los expertos capaces de explicar lo que quería decir Ellen White en sus escritos, inevitablemente ve aparecer en su mente un gran signo de exclamación. Ese fue el gran talón de Aquiles del trío de PSD. Para Andreasen y para otros, esa presunción comprometía hasta los mejores esfuerzos del trío).

5 enero 1958: Andreasen reiteró aquí sus preocupaciones del año precedente, relativas al artículo de Froom en Ministry de febrero de 1957, en vista de que “no ha habido renuncia alguna a las doctrinas, ningún repudio a las ideas nuevas que se han presentado ni tampoco una reprensión pública. Por lo tanto, se deduce que estamos seguros creyendo que el artículo en cuestión habla en nombre de la denominación”. ¡Hoy resulta sorprendente leer eso!

Andreasen fue más allá en su análisis de la respuesta del trío a la pregunta de Martin, en la página 285 de PSD: “Los adventistas del séptimo día han sido acusados con frecuencia de enseñar que la expiación no se completó en la cruz. ¿Es fundada esta acusación?” Andreasen opinó que el trío les habría podido responder en las palabras del pastor Nichol, según aquellos artículos editoriales de julio de 1952 a los que ya nos hemos referido. Andreasen desgranó entonces la respuesta del trío, calificándola de “única” y “evidentemente confundida”, especialmente al mencionar las “expiaciones sin sangre”.

Antes de acabar aquella carta, se refirió a dos misivas que había recibido de responsables de la Asociación General pidiéndole que cesara en sus actividades, o en caso contrario, “indudablemente se va a poner en cuestión su relación con la iglesia”. Andreasen escribió con intuición premonitoria: “Esta es la forma diplomática y autorizada de anunciar que mis credenciales y mi sustento se van a ver afectados”. 12

19 enero 1958: Andreasen revisó sus cartas precedentes, aportando en cada revisión una lógica fresca y nueva información. Mencionó la deserción de A.F. Ballenger, un evangelista muy respetado del cambio de siglo (XIX-XX). Andreasen señaló que “la herejía por la que fue despedido es la misma doctrina que ahora se nos está urgiendo, consistente en que la expiación se efectuó en la cruz”. En cierto sentido, a Andreasen no le faltaba razón, pero estaba pasando por alto las intenciones del trío de PSD, más allá de las torpes explicaciones que acertaban a dar. Y exageró en sus objeciones. 13

31 enero 1958: Andreasen continuó en su disección de la posición de PSD relativa a la “expiación sin sangre”. Según PSD, la “sangre” de Cristo era eficaz solamente en la cruz, y no estaba implicada en la obra de nuestro Señor en los lugares santo y santísimo del santuario celestial. Andreasen conocía muchas declaraciones de Ellen White que decían lo contrario. Escribió: “La ‘nueva postura’ niega enteramente la expiación mediante sangre en el santuario”, contrariamente a las descripciones del Antiguo y Nuevo testamento. 14 Por ejemplo: la muerte de la víctima no es la expiación. Es después de haber degollado al macho cabrío, cuando el sumo sacerdote entra “a hacer expiación en el lugar santo. Lev 16:17”. Andreasen resaltó que la expiación se efectuaba una vez que el sumo sacerdote entraba para “hacer expiación” en el lugar santo; no afuera -en el atrio-, y “no sin llevar sangre”. Hebreos 9:7 y 11-12.

Septiembre 1960: Andreasen analizaba ahora el libro PSD ya publicado (1957), así como el libro de Martin: The Truth About Seventh-day Adventism (1960). En la página 15 del libro de Martin hay una declaración firmada por H.W. Lowe, presidente de Bible Study and Research Group de la Asociación General Adventista del Séptimo Día, que dice entre otras cosas: “Su presentación [de Martin] de nuestras doctrinas e interpretaciones proféticas, tal como aparece en las páginas 47-86, es exacta y abarcante… Al lector no le pasará desapercibida la exposición ajustada y razonable de las enseñanzas adventistas tan claramente expresada en las páginas mencionadas: 47-86”. Y: “Este autor [Martin] se ha ganado nuestro agradecimiento y respeto por su ferviente esfuerzo en presentar correctamente nuestras posiciones doctrinales, y por su actitud cristiana fraternal”. 15

Según Martin, lo que obstaculiza la plena aceptación del adventismo entre los evangélicos es nuestra antigua literatura que está “todavía en circulación”, y que “enseña algunas de las posiciones divergentes del adventismo del séptimo día…            
Se debe recordar que va a tomar un tiempo hasta que la literatura divergente en la denominación sea sometida a control editorial, y se la armonice con la posición denominacional declarada. Los adventistas están estudiando seriamente ese problema”.

Para Andreasen, veterano adventista y teólogo especializado en los precisos temas objeto de discusión en ambos libros (PSD y el libro de Martin), el trauma debió ser mayúsculo. Pero entran ahora en escena las asambleas de la Asociación General de 1985 en Cleveland a las que Martin se refirió en su libro: “El encuentro de la Asociación General en su sesión cuadrienal en Cleveland, en 1958, consideró que el libro [PSD] estaba en la armonía suficiente con las posiciones adventistas como para no precisar siquiera una revisión del asunto. Su abordaje fue evidente para todos, y así sucedió con su aceptación”. 16 ¡Martin tenía cierta razón!

 

“Completo engaño”

Finalmente, en su carta de 1960, Andreasen, después de haber expresado su chasco relativo a cómo abordaba PSD la expiación, llegó a la “peor” de las distorsiones de la doctrina adventista: “Ataca el carácter de Dios, y acusa tanto al Padre como al Hijo de engaño total. Esta es la afirmación que hace PSD: ‘Aunque nació en la carne, era, no obstante, Dios, y estaba exento de todas las pasiones y contaminaciones heredadas que corrompen a los descendientes naturales de Adán’”. 17, 18

Entonces Andreasen citó la página 32 de El Deseado de todas las gentes a la que ya nos hemos referido. Andreasen escribió: “Cristo no estuvo exento de la gran ley de la herencia. La aceptó”. 19

Después de una discusión relativa a las “tentaciones” –si vienen de Dios para probarnos, o de Satanás, quien tienta a hombres y a mujeres para que caigan en hábitos malvados—Andreasen cita algunos párrafos de Ellen White:

“Las tales fueron tentaciones verdaderas; no artificiales. ‘Cristo padeció siendo tentado’ (Heb 2:18)…  
Fue suficiente. Satanás no pudo ir más adelante.            
Ninguna mente humana puede comprender la rudeza de ese conflicto. Estaban en juego el bienestar de toda la familia humana y de Cristo mismo…             
El poder humano estuvo a punto de fracasar, pero todo el cielo cantó el himno de victoria eterna.
En sus conflictos con Satanás, la familia humana dispone de toda la ayuda que tuvo Cristo. No necesitamos ser vencidos...       
En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas terribles y aparentemente abrumadoras tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a complacer el apetito, a aventurarse donde Dios no nos conduce, y a adorar al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza por los placeres fascinadores de esta vida. Cada uno será tentado, pero declara la Palabra que no seremos tentados más allá de lo que podamos soportar. Podemos resistir y vencer al astuto enemigo”. 20

“[Cristo] no estuvo exento de tentación. Los habitantes de Nazaret eran proverbiales por su maldad. La pregunta que hizo Natanael: ‘¿De Nazaret puede haber algo de bueno?’ (Juan 1:46) demuestra la poca estima en que se los tenía generalmente. Jesús fue colocado donde su carácter iba a ser probado. Le era necesario estar constantemente en guardia a fin de conservar su pureza. Estuvo sujeto a todos los conflictos que nosotros tenemos que arrostrar, a fin de sernos un ejemplo en la niñez, la adolescencia y la edad adulta”. 21

“Si no hay una posibilidad de ceder, la tentación no es tentación. La tentación se resiste cuando el hombre se ve poderosamente persuadido a cometer la acción errónea; y, sabiendo que él puede cometerla, resiste por la fe, aferrándose firmemente al poder divino. Esta fue la prueba por la cual Cristo pasó. Si no hubiera habido la posibilidad de que cayera, no habría podido ser tentado en todos los puntos como lo es el hombre”. 22

Es decir: Si Cristo fue tentado en todo respecto como lo es el hombre, pero estuvo “exento” en cierto sentido en que el resto de los seres humanos no lo está, significa que no jugaba limpio en su plan de salvación. ¿Cómo podría pedir a hombres y mujeres que vencieran como Cristo venció (Apocalipsis 3:21)? Andreasen creía que en tal caso Dios estaría recurriendo a un “completo engaño” al requerir lo imposible.

 

“La peor infamia”

Hacia el final de sus comentarios, en la carta de septiembre de 1960, Andreasen articuló argumentos explícitos para defender la comprensión de Ellen White acerca de la humanidad de Cristo: “Si Dios hubiera favorecido a su Hijo, Satanás habría encontrado un argumento al que ni siquiera Dios podría hacer frente. Dios envió a su Hijo para demostrar que no es injusto al requerir obediencia. Cristo vino a la tierra para demostrar la justicia de Dios. Si Dios hubiera favorecido a su Hijo, en ello habría admitido que el hombre no puede obedecer la ley; que era necesario hacer a Cristo exento de algunos de los requerimientos que él había impuesto a los hombres. Para Dios, eso habría significado una admisión de derrota. Además, habría desvirtuado todo el plan de salvación. Si Cristo hubiera recibido favores o exenciones, en ello habría admitido la acusación de Satanás consistente en que para el hombre es imposible hacer la voluntad de Dios.
¡Desechemos por siempre la idea de que Dios favoreció a Cristo en la forma que sea! Enseñar o sostener eso es la peor infamia, puesto que equivale a impugnar al propio Dios y a acusarlo de engaño. ¡Qué obra maestra para Satanás, si logra que el pueblo denominado de Dios acepte una doctrina tal!             
El asunto que hemos estado aquí discutiendo, relativo a que Cristo hubiera estado exento de las pasiones y poluciones que corrompen a los descendientes naturales de Adán, lo consideramos, de entre las múltiples desviaciones de la fe, una de las más odiosas de que hace gala el libro Preguntas sobre doctrina… Que Dios lo hiciera a él exento milagrosamente, de una forma en que no hizo exenta al resto de la humanidad; que favoreciera a Cristo de manera que no pudiera pecar, es paganismo de la peor clase”. 23

 

Puntos álgidos en artículos editoriales subsecuentes de Eternity

Durante este tiempo de comunicación privada con Figuhr y posteriormente con el trío de PSD, Andreasen leía y releía los cinco artículos editoriales que Barnhouse y Martin escribieron en Eternity, entre 1956 y 1957. Mucho de lo que escribieron era inusitadamente cordial y exacto. Pero ciertos puntos despertaron los temores de Andreasen.

Para tratar históricamente con justicia la realidad de finales de los años 50 nos hemos de colocar en la situación de Andreasen y pensar tal como él lo hacía. Por ejemplo:

En un artículo editorial de septiembre de 1957 publicado en Eternity, Barnhouse escribió: “[Los del trío de PSD] explicaron además al Dr. Martin que tenían entre ellos algunos miembros “lunáticos marginales”, como los irresponsables y exaltados que hay en cualquier comunidad cristiana fundamentalista… La posición de los adventistas nos parece a algunos de nosotros una posición nueva en ciertos casos; a ellos puede parecerles meramente la posición del grupo mayoritario del sano liderazgo que decidió poner freno a cualquier miembro que sostenga puntos de vista divergentes con los del liderazgo responsable de la denominación… [El juicio investigador], para mí, es el intento de salvar las apariencias más colosal y psicológico en la historia de la religión… Además, no creen -tal como enseñaron algunos de sus maestros tempranos- que la obra expiatoria de Jesús quedara incompleta en el Calvario y que estaba desarrollando todavía una segunda obra ministradora desde 1844… [En relación con el juicio investigador desde 1844] personalmente no creemos que haya ni siquiera un indicio en algún versículo de la Escritura, en apoyo de una posición peculiar como esa, y creemos además que cualquier intento por establecerla es rancio, insulso y estéril”.

¿Cómo habríamos reaccionado cualquiera de nosotros a ese artículo editorial escrito subsecuentemente a la publicación de PSD, de haber tenido la comprensión de Andreasen, o la de casi cualquier pastor, redactor o profesor adventista?

En el artículo editorial de Martin, en Eternity de septiembre de 1957, se volvió a declarar a sí mismo y a Barnhouse representantes de la “ortodoxia histórica” (lo que para ellos equivalía a afirmar el calvinismo y negar el arminianismo como el de los metodistas, nazarenos, etc.). Después de reconocer que los adventistas “han sostenido siempre de forma mayoritaria las doctrinas cardinales que son el fundamento de la fe cristiana necesaria para la salvación, así como también el crecimiento en la gracia que caracteriza a todos los genuinos creyentes en Cristo”, procedió a enumerar a continuación ciertas áreas de desacuerdo: la inmortalidad condicional (incluyendo la destrucción de los malvados), la doctrina del santuario y el juicio investigador, el chivo expiatorio (en representación de Satanás), el sábado del séptimo día, el Espíritu de profecía, la reforma pro-salud y la iglesia remanente.

En el artículo de Barnhouse de noviembre de 1957 publicado en Eternity, después de señalar los encuentros cordiales del bienio precedente, volvió a referir cómo un autor adventista “afirmó en particular que Jesucristo tuvo una naturaleza pecaminosa. El presente volumen (PSD) aborda esa afirmación desde varios puntos de vista, repudiándola con horror. Habiéndose convertido en un asunto tan grande por parte de ‘un defensor de la fe’ que ha intentado cargar ese error a la propia Sra. White, los líderes adventistas, en el presente volumen (PSD) presentan valientemente treinta y seis diferentes citas de los escritos de la Sra. White expresándose de la forma más enérgica en positivas declaraciones referidas a la eterna Deidad y naturaleza humana inmaculada de nuestro Señor. En otro apéndice se enumeran más de cincuenta citas relativas al misterio de la encarnación, en las que la Sra. White expresa una vez tras otra la maravilla del Verbo hecho carne y la gloria de su impecabilidad. El problema tuvo su origen en el hecho de que la Sra. White no era una teóloga experimentada. No sabía que algunos de los términos que usaba podían ser empleados en su contra. En mi opinión le faltaba profundidad, exactitud y formación; pero atesoraba, honraba y enseñaba a Jesucristo como al eterno e inmaculado Hijo de Dios”.

 

Si Barnhouse y Martin hubieran leído la edición anotada de PSD…

¿Cómo se hubieran sentido Barnhouse y Martin si se hubiera publicado en sus días la edición anotada de PSD? ¿Cómo habrían respondido al trío adventista, de haber descubierto ese uso fraudulento de las citas de Ellen White en PSD, capaz de hacer llorar a un teólogo experimentado?

 

Profesionales adventistas en pie

Los laicos adventistas en Estados Unidos no estaban dormidos. Un primer anciano cuyo oficio era las artes gráficas, Al Hudson, domiciliado en Baker, Oregon, estaba trabajando para unos abogados, para quienes imprimía los expedientes que luego presentaban en la Corte Suprema de Oregón. Empleando un formato parecido, Hudson preparó un “sumario de apoyo” para una propuesta de resolución que debía someterse a los delegados de la asamblea de la Asociación General de 1958 en Cleveland, Ohio. Exponía:

“Se concluye que, de acuerdo con las pruebas presentadas, el libro Los adventistas del séptimo día responden Preguntas sobre doctrina no representa la fe y la creencia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y en consecuencia se lo repudia basándose en los siguientes cinco puntos:

1.      Contiene especímenes de fraude académico e intelectual.

2.      Contiene duplicidad.

3.      Es deficiente.

4.      Contiene error.

5.      Es la obra maestra de Satanás en su estrategia para derrotar el propósito de Dios para la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

En el cuerpo del sumario se aportaba abundante evidencia en apoyo de las cinco acusaciones. No se hizo caso al sumario, y nunca se lo presentó a los delegados. Hudson escribió a Martin y a Barnhouse, sin obtener respuesta.

 

Conversación telefónica

Pero el 16 de mayo de 1958 Hudson tuvo una larga conversación telefónica con el Dr. Barnhouse. Siguen algunos de los comentarios de Barnhouse:

“Todo cuanto afirmo es que los adventistas son cristianos. Sigo pensando que sus doctrinas son las más enrevesadas de entre todos los grupos cristianos que hay en el mundo. Creo eso sin la menor duda. De hecho, la doctrina del juicio investigador es el intento más flagrante de salvar las apariencias que jamás haya existido para encubrir el desastre de la predicción de la venida de Cristo en 1844.           
Los adventistas están equivocados al guardar el sábado, los protestantes están equivocados al guardar el domingo; lo único que hay que guardar es la actitud de que todos los días son iguales y que Dios no entra en este día, sino que hoy odia el sábado…
[en relación con Ellen White] no fue más que un ser humano, antes que nada. Ahora reconozco claramente que la Sra. White escribió muy frecuentemente algunas cosas muy espirituales, pero el Dios Todopoderoso no habló jamás a través de una mujer; reconozcámoslo. No puede defender que una mujer predique y usurpe la autoridad por encima de un hombre. Eso no puede ser…”

En relación con la naturaleza humana de Cristo, Hudson interrogó así a Barnhouse: “¿No es cierto que [el trío adventista] toma la posición de que Cristo tuvo la naturaleza de Adán antes que éste pecara?” Barnhouse replicó: “¡Confío en que no sea el caso!... Adán fue creado susceptible de caer. Jesucristo fue el Dios-hombre: no era susceptible de caer”. Hudson replicó: “¿Entiende usted que esa es la posición de nuestros dirigentes?” Barnhouse: “¡Por supuesto! Han tomado esa posición con toda determinación, y está en su libro [PSD]… Si usted no cree que Jesucristo es el eterno e impecable Hijo de Dios, que no podía haber pecado, y… tenemos dieciocho citas de la Sra. White afirmando eso mismo… y negando lo que usted me está diciendo”.

A la luz de esa conversación, incluso en el breve fragmento aportado, es evidente con qué facilidad los líderes cristianos pueden malinterpretarse entre ellos, a pesar de manejar las mismas palabras. ¡No vale la excusa de que sólo es una cuestión de semántica! Dicha excusa demuestra la mayor ignorancia posible respecto a lo que está realmente sucediendo.

 

Relación entre cristología y escatología: un asunto vital

A todo teólogo se lo puede medir por cómo vincula la cristología con la escatología. A ese respecto, Andreasen mostró una claridad absoluta. Sin embargo, el trío de PSD se apartó de un siglo de pensamiento adventista. En su intento por complacer a los evangélicos vagaron lejos de innumerables textos bíblicos y olvidaron, por ejemplo, leer capítulo a capítulo El Conflicto de los siglos, de Ellen White. La exquisita conexión que hacía Andreasen entre la cristología y la escatología era el tema principal que lo separaba del presidente de la Asociación General y del trío de PSD. Andreasen encontró su guía teológica en declaraciones como esta:

“Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los corazones humanos algún asidero en que hacerse firme; hay algún deseo pecaminoso que se acaricia, por medio del cual se afirma el poder de sus tentaciones. Pero Cristo declaró al hablar de sí mismo: ‘Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí’ (Juan 14:30). Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia”. 24

 

La hora de la verdad

Andreasen consideraba desafortunado enfocarse en temas tales como la “perfección” o la “naturaleza humana de Cristo” sin dar igual o mayor consideración a Cristo mismo, quien es el perfeccionador del carácter humano mediante su Espíritu Santo. 25 “La verdad tal cual es en Jesús”, una frase que Ellen White repitió con frecuencia, significa simplemente esto: cuanto más nos centramos en Jesús como nuestro Amigo mejor y más íntimo, tanto más estamos permitiendo que sus palabras sean nuestro alimento diario, y de una forma tanto más “natural” y “habitual” procuraremos incansablemente la perfección moral. 26 La perfección moral es más una actitud que un logro. Incluso cuando llevemos 100.000 años en la eternidad, continuaremos procurando la “perfección”. Pero dicha actitud ha de estar basada en principios verdaderos acerca de quién es realmente Jesús, por qué vino de la forma en que lo hizo 27 y por qué murió. 28 ¡En caso contrario seguiremos estando en Babilonia aunque no lo sepamos!

 

Trabajo de investigación de Hancock en 1962

Llegando como la claridad del verano en la India tras meses de frío glacial, Robert Lee Hancock escribió su tesis titulada: “La humanidad de Cristo”. La presentó al departamento de historia de la iglesia de la universidad Andrews en julio de 1962. Probablemente sea la última que se escriba en el seminario sobre este tema, desde ese punto de vista (suyo y de Andreasen). En su conclusión en tres partes, Hancock escribió:

“En relación con la cuestión específica de la humanidad de Cristo, este estudio ha revelado que:

1.      La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha enseñado desde sus días tempranos que cuando Dios participó en la humanidad, tomó, no la naturaleza perfecta e inmaculada del hombre antes de la caída, sino la naturaleza caída, pecaminosa, ofensora, debilitada y degenerada del hombre, tal como existía cuando [Jesús] vino a la tierra para auxiliar al hombre…            

2.      Que durante el período de quince años entre 1940 y 1955, las palabras ‘pecaminosa’ y ‘caída’, en su aplicación a la naturaleza humana de Cristo, resultaron amplia o completamente eliminadas de los materiales publicados por la denominación…              

3.      Que desde 1952, frases tales como ‘naturaleza humana inmaculada’, ‘naturaleza de Adán antes de la caída’ y ‘naturaleza humana incontaminada’ tomaron el lugar de la terminología precedente… Los hallazgos de este estudio autorizan la conclusión de que las enseñanzas adventistas relativas a la naturaleza humana de Cristo en la Iglesia Adventista del Séptimo Día han cambiado, y que dichos cambios afectan a los conceptos, y no simplemente a la semántica”. 29

 

Notas:

1.      White, Manuscript Releases XV, 104 (original sin cursivas). También en Comentario Bíblico Adventista VI, 1078.

2.      Apocalipsis 13:8: “El Cordero inmolado desde el principio del mundo”.

3.      Archivo M.L. Andreasen (St. Maries, ID: LMN Publishing International, 1993), 1-5.

4.      Debido a las múltiples acusaciones de que los adventistas creían doctrinas “subversivas”, siendo una de ellas que la expiación no se efectuó en la cruz (de ser fundada la acusación, resultaría demoledora para la doctrina completa del santuario y de la relevancia histórica del movimiento adventista), James White se sintió motivado a publicar ese “credo” en el primer número de Signs of the Times, el 4 de junio de 1874.

5.      Archivo M.L. Andreasen, 11.

6.      Ibid., 15-22.

7.      White, 1 Mensajes selectos, 241-242; redacción revisada.

8.      Archivo M.L. Andreasen, 23-29.

9.      Documento de investigación: “M.L. Andreasen, L.E. Froom y la controversia relativa a Preguntas sobre doctrina.

10.   Ver apéndice C: “La naturaleza elíptica de la verdad”.

11.   Archivo M.L. Andreasen, 34-41.

12.   Archivo M.L. Andreasen, 66.

13.   Ibid., 67-73.

14.   Ibid., 77.

15.   F.D. Nichol escribió a R.R. Figuhr el 10 de marzo de 1960: “El mundo no adventista interpretará las palabras de Lowe como un respaldo al libro”. Dijo además: “No creo que debiéramos haber puesto jamás esa página preliminar en un libro que está intentando probar sutilmente que muchas de nuestras enseñanzas son erróneas”. Citado en Nam, op. cit., 394.

16.   Ibid., 393.

17.   Ibid., 383.

18.   Ibid. [N. del T.: Andreasen explicó que estar exento de contaminación, corrupción, pecado, etc, implica más que la simple ausencia de contaminación, corrupción, pecado, etc. Puso el ejemplo de una persona sana: de ella se puede decir que no tiene cáncer, pero nunca se puede decir que esté exenta de cáncer, dado que es susceptible de padecerlo como cualquier otro ser humano. La prueba de que Andreasen tenía razón en esa precaución, es que los evangélicos, a partir de las explicaciones dadas por el trío adventista, entendieron que, efectivamente, los adventistas creíamos que Cristo no tuvo posibilidad alguna de pecar].

19.   Archivo Andreasen, 91.

20.   White, 1 Mensajes selectos, 110-112.

21.   White, El Deseado de todas las gentes, 52.

22.   White, The Youth’s Instructor, 20 julio 1899.

23.   Archivo Andreasen. [N. del T.: Habiendo perdido la perspectiva del gran conflicto (de los siglos), a algunos les parece hoy evidente que la acusación de Satanás tenía que referirse exclusivamente a la posibilidad de obediencia en el Adán inmaculado, y no a la del actual hombre caído. ¿Es así?: “Satanás declaró que para los hijos e hijas de Adán era imposible guardar la ley de Dios, y acusó así a Dios de falta de sabiduría y amor. Si no podían guardar la ley, entonces había un defecto en el Dador de la ley. Los hombres que están bajo el control de Satanás repiten esas acusaciones contra Dios al aseverar que el hombre no puede guardar la ley de Dios. Jesús se humilló a sí mismo, revistiendo su divinidad de humanidad a fin de poder estar como cabeza y representante de la familia humana, y por precepto y ejemplo condenó al pecado en la carne y demostró la falsedad de las acusaciones satánicas. Se sometió a las más encarnizadas tentaciones que pueda conocer la naturaleza humana, sin embargo no pecó, ya que pecado es la transgresión de la ley. Por la fe se aferró de la divinidad, de la forma en que la humanidad puede aferrarse del poder infinito mediante Él” (Signs of the Times, 16 enero 1896; original sin cursivas). “[Cristo Jesús] Vino a este mundo a ser tentado en todo, tal como nosotros lo somos, a fin de mostrar al universo que los seres humanos pueden vivir en este mundo de pecado una vida que Dios aprobará” (Review and Herald, 9 marzo 1905).

24.   White, El conflicto de los siglos, 580-681 (traducción revisada).

25.   De entre los varios libros que escribió Andreasen, The Faith of Jesus fue probablemente su presentación más sistemática de teología adventista: “Estudiemos la fe de Jesús, no como una materia teológica, sino como una forma de vivir”, 12.

26.   White, Palabras de vida del gran Maestro, 265-268.

27.   Ver Apéndice D: “Por qué vino Jesús de la forma en que lo hizo”.

28.   Ver Apéndice E: “Por qué murió Jesús”.

29.   Hancock pudo no estar apercibido de: 1) los artículos editoriales de F.D. Nichol de julio de 1952 (antes mencionados) en los que trataba específicamente de ese particular, y 2) el libro Drama of the Ages, de W.H. Branson, al que ya nos hemos referido. Aparte de esos dos puntos, Hancock fue tan diáfano como un toque de sirena en la bahía de San Francisco.

 


 

Capítulo 7

Cincuenta años de confusión

 

Uno de los muchos movimientos aparecidos en el adventismo, como reacción a los mismos errores que quedaron reflejados en PSD, se llama The 1888 Message Study Committee (Comisión para el estudio del mensaje de 1888). Entre sus líderes estuvieron Donald Short y Robert Wieland. Se debiera estudiar en profundidad la relación entre este grupo y PSD. También se debieran re-evaluar las diversas y desafortunadas revisiones acerca de lo que realmente sucedió en la asamblea de la Asociación General en Minneapolis.

Los últimos cincuenta años de confusión se han centrado en dos intentos de re-escribir la historia adventista. El primero tuvo que ver con las cuestiones doctrinales de por qué vino Jesús de la forma en que lo hizo, y tuvo que ver con el significado de su ministerio sumosacerdotal [N. del T.: PSD es la expresión escrita de esa confusión]. El segundo intento de re-escribir la historia tiene que ver con la persistente reticencia a revisar la desviación teológica que tuvo lugar cuando las publicaciones denominacionales y los seminarios teológicos comenzaron a opinar que la contribución clave de la asamblea de la Asociación General de 1888 consistió en que por fin los adventistas habían recuperado el así llamado énfasis de los reformadores protestantes en la “justicia por la fe”. ¡Nada más lejos de la verdad! Esa línea de razonamiento, allí donde se la enseñe o predique, envenena el genuino estudio de aquella remarcable asamblea [en 1888]. Además, ha bloqueado la puerta a lo que Ellen White denominó “el preciosísimo mensaje”: un mensaje que prepararía a un pueblo para la traslación. Algún día se tendrá que desbloquear esa puerta cerrada.

Muchos otros grupos, a menudo llamados “ministerios independientes”, han florecido en la comunidad adventista en todos los continentes, en respuesta a lo que han percibido como errores en PSD. Ninguno de ellos habría visto la luz del día, de no haberse publicado PSD.

 

Vista rápida del desorden adventista a partir de la década de 1960

Los asuntos teológicos afectados por PSD resultaron ser mucho más trascendentes de lo que superficialmente se había podido anticipar, especialmente en lo referido a la humanidad de Cristo y los temas del santuario. Muchos profesores, pastores y laicos, continuaron con una visión espiritual clara: vieron que uno no puede separar o reformular la cristología, sin que la escatología quede inmediatamente alterada. Andreasen lo percibió al instante. Por otra parte, con el propósito de apoyar PSD, dirigentes eclesiásticos en asambleas de obreros y en diversas publicaciones comenzaron pronto a estigmatizar como si fueran heréticas: 1) Una naturaleza en Cristo posterior a la caída, y 2) La victoria sobre el pecado antes de la segunda venida.

Pronto se hizo endémico un increíble espíritu de represalia hacia quienes disentían de PSD. Aparecieron publicaciones híper-promocionadas que presentaban la “perfección” (vencer al pecado) como una imposibilidad mientras estamos todavía en “carne pecaminosa”. Vino a crearse una nueva definición de “perfección” -al menos para los adventistas-, en lugar de la comprensión consagrada por los años, consistente en la cooperación humana con el poder divino para vencer al pecado, aquí y ahora. 1

Lo anterior ganó un gran momento cuando el trío de PSD se entregó al calvinismo clásico en lo referente a la humanidad de Jesús. De forma inexorable, la escatología clásica adventista resultó dramáticamente distorsionada (en menor medida para aquellos a quienes no importara convivir con la inconsistencia). ¡A los que no estuvieron allí -o bien eran muy jóvenes en 1957-, todo lo referido debe parecerles increíble!

 

Análisis de Bull y Lockhart sobre la era posterior a 1960, especialmente en los seminarios

No se trata de mi opinión. Ese cambio en el pensamiento denominacional, especialmente en nuestro seminario teológico, fue claramente apreciado en la segunda edición de Seeking a Sanctuary, de Bull y Lockhart. Probablemente ningún otro autor se ha enfocado más plenamente en la influencia de PSD y en la forma dramática en que afectó la instrucción que daban profesores destacados durante toda una generación, en temas como la “justicia por la fe”, “la humanidad de Cristo”, y a la relación estrecha entre la cristología y la escatología.

Los autores de Seeking a Sanctuary vieron inmediatamente el callejón sin salida en el que uno termina cuando confunde la naturaleza del pecado –una confusión que Andreasen y Ellen White evitaron. Bull y Lockhart describieron el dilema del laico australiano Brinsmead, quien asumió que había “un abismo insalvable entre la pecaminosidad humana y la necesidad de perfección”. A fin de contrarrestar PSD, que había relegado la perfección a una posibilidad remota, Brismead propuso este remedio: “Enfatizar la infusión milagrosa de perfección mediante la purificación del santuario celestial”. 2 Brinsmead consiguió pronto un buen número de seguidores en rechazo a la publicación de PSD.

 

Edward Heppenstall preside la teología sistemática 3

Heppenstall estaba en el polo opuesto de Brinsmead (y también de Andreasen), como afirman Bull y Lockhart: “El enfoque en la crucifixión que Preguntas sobre doctrina enfatiza, fue llevado aún más lejos por el teólogo adventista Edward Heppenstall. Su solución a la dificultad para explicar cómo puede el pecador alcanzar la perfección, fue declarar que la perfección no era posible ni necesaria. En 1963 afirmó que ‘aquí y ahora no se puede alcanzar la perfección absoluta ni la impecabilidad’”. 4

¿Cuál era el paradigma teológico del que había bebido Heppenstall? Bull y Lockhart explican: “Esa respuesta, que en términos adventistas era mucho más radical que la de Brinsmead, fue en parte el resultado de la comprensión de Heppenstall del pecado original, un concepto que no había hecho aparición en el adventismo antes de aquel tiempo”. 5

¿Cómo influyó esa nueva comprensión del pecado en el rechazo de Heppenstall a Andreasen y al resto del pensar adventista anterior a 1955, especialmente respecto a la humanidad de Cristo? 6 Bull y Lockhart continúan así: “Heppenstall se opuso al concepto de una naturaleza caída en Cristo, porque según su comprensión, ‘la eficacia del sacrificio de Cristo radicaba en su absoluta impecabilidad’”. 7

Así, la comprensión del pecado sostenida por Heppenstall afectó directamente a su comprensión de la humanidad de Cristo y a la tradicional comprensión adventista relativa a “vencer el pecado”. Bull y Lockhart hicieron esta observación: “Con anterioridad a Heppenstall, ningún autor adventista relevante había negado la posibilidad de perfección”. 8

El asunto tiene también que ver con el empleo de diferentes definiciones de “perfección”, “perfección absoluta”, “vencer al pecado”, etc. 9 La perspectiva sobreentendida y las presuposiciones de cada uno afectan a la forma en que cada cual utiliza esas expresiones. Para todos nosotros, depende de cómo comprendamos el problema del pecado y la forma en que los descendientes de Adán vienen a ser pecadores”. 10

 

Cambios en la expectación de la segunda venida

Bull y Lockhart pudieron comprobar que los conceptos teológicos básicos no permanecen aislados, sino que todo está conectado con todo. Esos autores trazaron cronológicamente el increíble cambio en la enseñanza y predicación adventista posterior a 1960. A partir de una encuesta realizada a finales de los años 60, que indicaba que “la segunda venida recibía un menor énfasis que treinta años antes en la predicación eclesiástica”, afirmaron que “el énfasis de Heppenstall sobre la justificación en los años 60” fue el fruto de “la nueva soteriología de Preguntas sobre doctrina: la teoría de que la teología de la justificación se podía ver como una forma de compensar el declive en la percepción de la inminencia de la segunda venida”. 11

Los autores continuaron así: “La justificación permite a los creyentes ser hechos justos inmediatamente [en el sentido de ser declarados justos, ver nota], más bien que al final del mundo. [Ese tipo de justificación] soslaya la perfección real que previamente se había creído necesaria para la traslación al fin del tiempo, debido a que los creyentes, sin cambiar su situación pecaminosa, pueden ser declarados justos en cualquier momento… En los años 60 … muchos adventistas estaban simplemente esperando una respuesta a la pregunta de cómo se podía lograr la perfección en el presente [no real, sino “imputada”], más bien que en una generación final cada vez más alejada en el futuro”. 12

Bull y Lockhart comprobaron que “Heppenstall raramente mencionaba la perspectiva de la traslación, y nunca hablaba del carácter de la última generación. Heppenstall rompió la conexión entre la soteriología y la escatología adventistas”. 13

Volviendo a PSD y Andreasen, vemos con mayor claridad cuán divergentes eran esos dos paradigmas tan importantes (el de Andreasen y el de Heppenstall), y cuán profundamente afectaron al futuro de la Iglesia Adventista por toda una generación.

 

Unidad y coherencia en el paradigma de Andreasen

Si Andreasen está acertado en (1) su comprensión de por qué Jesús vino tal como lo hizo, y (2) si está acertado en su cuadro sinóptico de por qué murió Jesús, y (3) por qué su ministerio en los días de su carne se completa mediante su obra sumosacerdotal [en el cielo], y (4) si es correcta su comprensión de los temas del gran conflicto, entonces su escenario de “la última generación” ha de seguir como el día sigue a la noche. Si una de las razones por las que nuestro Señor vivió y murió como lo hizo –para demostrar que los hombres y mujeres “en carne pecaminosa” como la que él tomó, en cooperación con el Espíritu Santo pueden vencer completamente al pecado- entonces es de pura lógica la escena bíblica de una generación final siendo sellada con la aprobación divina por su victoria sobre el pecado en la más adversa de las situaciones. Y abundan las referencias de Ellen White a esa conexión entre la correcta comprensión de la humanidad de nuestro Señor y los leales creyentes obteniendo la victoria en la última generación en la tierra.

Ellen White y Andreasen simplemente desarrollaron pasajes como 2 Pedro 3, Apocalipsis 7:1-4 y 14:6-16 entre muchos otros.

Para Andreasen, esa línea directa entre la humanidad de Cristo y su expiación en todas las fases cumple el plan del evangelio y responde al propósito del tema del gran conflicto: convertir a rebeldes en leales hijos e hijas de Dios que dependen del poder del Espíritu Santo. Andreasen vio también con claridad cómo la cristología y la escatología adventistas sostenidas durante un siglo tenían el propósito fundamental de probar la falsedad de Satanás y la justicia y pureza de Dios, mediante Jesús y mediante los que le son leales. Si se altera la comprensión de la humanidad de Cristo, resultan inmediatamente alteradas las diversas fases de la expiación, y por consiguiente lo que cabe esperar en el escenario de la última generación. 14

 

Liberalismo teológico

Entre las secuelas de PSD se debe incluir también la incursión del liberalismo teológico (algunos prefieren llamarlo adventismo progresivo) en la Iglesia Adventista. Los miembros con esa orientación reaccionaron a lo que percibían como legalismo latente en la iglesia, especialmente debido al énfasis puesto en que Dios espera que su pueblo sea vencedor “como yo [Jesús] he vencido” (Apocalipsis 3:21).

Ambos grupos (clásicos y liberales), en lugar de ahondar en la comprensión del mensaje a Laodicea de Apocalipsis 3, tendieron a ahondar en su mutua divergencia. El liberalismo se fortaleció a partir de: (1) la confusión de PSD acerca de la cristología, y su confusa descripción del ministerio sacerdotal de Cristo, (2) la nueva orientación prevalente en el pensamiento adventista respecto a “vencer el pecado”, y (3) la “nueva” forma de explicar la demora en la segunda venida.

Los que tenían una tendencia legalista (a decir de algunos) solían enfocarse en una teología correcta, pero no tanto en las características personales de Jesús que les habrían dado mayor gracia al contender con las así llamadas facciones liberales-progresivas. Ambos grupos tendían a perder la perspectiva del gran conflicto de los siglos, con sus implicaciones personales para cada uno de nosotros hoy.

El magisterio de PSD

Durante años, innumerables autores y profesores han venido asumiendo algunas de las conclusiones inasumibles de PSD (como algunas de las señaladas por G. Knight en la edición anotada), convirtiendo a PSD en una pieza fundamental aceptada en el magisterio. De formas diversas se ha venido aleccionando a pastores y profesores a no hablar de temas como el santuario o la humanidad de Cristo, debido a que esos temas son divisivos. Pero ¿cuándo y por qué comenzaron a ser divisivos?

Quizá lo que ha venido siendo realmente desafortunado en los pasados cincuenta años es el sorprendente intento de ridiculizar a M.L. Andreasen. Por ejemplo: según un libro reciente, Andreasen “es un buen ejemplo de uso inapropiado de sus escritos [de Ellen White]”. “No evidencia haber comprendido correctamente la inspiración de la Biblia o de los escritos de Ellen White”. O: “[su] línea de razonamiento tenía muchas debilidades, por ejemplo: sostenía una comprensión inadecuada y no-bíblica de la naturaleza del pecado”. O “muchas de las ideas de Andreasen fueron posteriormente llevadas a su conclusión lógica por… Brinsmead, quien causó estragos y división en la iglesia durante la década de 1960”. 15

Más adelante, al revelar su propia inclinación teológica, el mismo autor enuncia correctamente los puntos principales de la “teología de la última generación” [TUG; en inglés, LGT] de Andreasen, para rechazarlos a continuación afirmando que no son bíblicos, y que Andreasen interpreta incorrectamente el pensamiento de Ellen White. Eso sin aportar prueba alguna de que sus conclusiones o asertos sean los correctos, y los de Andreasen equivocados. 16

Desgraciadamente se han escrito unos cuantos libros más de ese estilo [N. del T.: sólo en el año 2019, cuatro libros más que cambian la escatología adventista, armonizándola con la del nuevo pensar de PSD sobre cristología/soteriología, y disociándola de la clara exposición que hace Ellen White en ‘El Conflicto de los siglos’ de la escatología bíblica, y particularmente de la experiencia de los creyentes de la última generación].

 

La oportunidad (perdida) del siglo

¿Qué hubiera pasado si el trío adventista no hubiera silenciado nuestra comprensión del mensaje del segundo ángel de Apocalipsis 14?

El adventismo lleva en su seno la principal razón histórica de su existencia: llamar a los hijos de Dios a que salgan de Babilonia, de las iglesias que han caído en las herejías de Satanás, y prepararlos para que vivan por siempre. En los últimos 160 años muchos laicos han comprendido esa fuerza de Apocalipsis 14; abandonaron con gozo y agradecimiento sus antiguas iglesias establecidas para venir a ser fieles y felices adventistas. Pero luego han tenido que ver a sus líderes adventistas silenciando esa razón básica para la existencia de la Iglesia Adventista. Eso ha venido siendo causa de grave perplejidad para muchos en los pasados cincuenta años.

Si bien no es especialmente popular, el mensaje adventista de Apocalipsis 14 es un mensaje profético de verdad actual. Pero por toda apariencia, a Barnhouse y Martin nunca se les dio ni siquiera una pista relativa a la base bíblica de nuestra fidelidad al mensaje de los tres ángeles descrito en Apocalipsis 14.

¿Qué hubiera sucedido si Barnhouse y Martin se hubieran convencido de que no habíamos repudiado nuestra convicción mantenida por más de un siglo sobre el desafío que Dios hace al mundo en el mensaje del segundo ángel?

¿Qué habría sucedido si se hubiera hecho saber a Barnhouse y Martin el asunto que se está desarrollando en la gran controversia, así como el hecho de que estamos viviendo en los últimos días de ese conflicto?

No puedo mejorar la evaluación de George Knight a propósito de que “Preguntas sobre doctrina se califica con facilidad como el libro más divisivo en la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día”. 17

Tampoco osaría alterar las palabras de John Milton: “Aunque se suelte todo viento de doctrina en lucha sobre la tierra, al hacerse presente la Verdad actuamos indignamente al querer permitir y prohibir, cuestionando así su fuerza. Dejemos que la Verdad contienda con la Falsedad. ¿Quién conoce su capacidad frente a lo peor, en un duelo libre y abierto?” 18

O el consejo de Sócrates a Carmides: “¿Qué importancia tiene el autor del dicho?”, preguntó Carmides. “Ninguna”, respondió Sócrates: “Lo importante no es quién lo dijo, sino si es verdad o no”. 19

 

Notas:

1.      En los tempranos años sesenta emergió como un sunami la re-definición de lo que significa “perfección”. El asunto terminó por convertirse en el test decisivo para juzgar la competencia de laicos y obreros adventistas. Esa secuela de PSD generó un sinnúmero de falsedades, tales como: “Los perfectos creen que pueden vivir sin Mediador”, “el pecado está entretejido en la naturaleza humana (desde el nacimiento) y no es meramente una elección”, “conducta equivale a legalismo”, “los perfectos creen que pueden enfrentarse a Satanás por ellos mismos”, “centrarse en la perfección personal equivale a olvidar a Jesús”, etc.

2.      Malcom Bull y Keith Lockhart, Seeking a Sanctuary, 2ª edición (Bloomington, IN: Indiana University Press, 2007), 86. [N. del T.: Brinsmead pretendía defender los conceptos clásicos adventistas de la victoria sobre el pecado, purificación del santuario, sellamiento, preparación para el fin del tiempo de gracia, etc, junto a un elemento extraño de trascendencia capital: la herejía agustiniana del pecado original (según ella, somos pecadores por naturaleza debido al pecado recibido -transmitido o imputado- de Adán. Según eso, no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos -nacimos- pecadores). Brinsmead no pudo / quiso convivir con la inconsistencia, de forma que la situación teológicamente inestable en la que incurría al albergar un concepto erróneo sobre el pecado terminó en desastre, al desechar lo verdadero y ser seducido finalmente por la teología de Desmond Ford, coincidente con la de PSD].

3.      Tuve con Ted Heppenstall una remarcable relación. Lo mismo que con Froom, nunca permitimos que nuestras diferencias teológicas perturbaran nuestra amistad. Cuando asistíamos a diversos encuentros, pasábamos muchas tardes en nuestras habitaciones hablando sobre asuntos de la iglesia. Sólo de forma ocasional discutimos la humanidad de Cristo o la diferencia entre “perfección moral” y “perfección absoluta”.

4.      “¿Es posible la perfección?” Signs of the Times, diciembre 1963.

5.      Malcom Bull y Keith Lockhart, op. cit., 87.

6.      Al largo mandato de Heppenstall en el seminario teológico adventista se lo ha llamado “hegemonía de Heppenstall”.

7.      Malcom Bull y Keith Lockhart, op. cit., 87. Hoy podemos comprender mejor los elogios de Heppenstall hacia los autores de Preguntas sobre doctrina a la vista de su liderazgo en el seminario adventista: dijo que el trío de PSD había hecho “un trabajo excelente” y declaró que el manuscrito era “lo mejor que se ha escrito hasta ahora para presentar el adventismo al mundo”. Citado en Nam, op. cit., 248.

8.      Ibid.

9.      Ver Perfection –The Impossible Possibility (Nashville, TN: Southern Publishing Association, 1975), Cuatro ensayos sobre la “perfección”, por Herbert E. Douglass, Edward Heppenstall, Hans K. LaRondelle y C. Mervyn Maxwell.

10.   Ver Apéndice F: “¿Qué entendemos por perfección moral?”

11.   Bull y Lockhart, op. cit., 93. Ver también Graeme Bradford, More Than a Prophet (Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives, 2006), 193: “La iglesia [Adventista del Séptimo Día] cambió sus ideas sobre la naturaleza de Cristo, el perfeccionismo impecable y la expiación, debido en gran parte a las enseñanzas de Heppenstall”.

12.   Ibid., 93-94. [N. del T.: La teología presentada en PSD considera el sacrificio de Cristo como un fin en sí mismo; no como un medio para logar el fin (la restauración del carácter de Cristo en el creyente, que requiere la expiación final). A eso se refieren Bull y Lockhart cuando hablan del énfasis en la justificación. Quizá sería más exacto hablar de una distorsión de la justificación y un menoscabo en la santificación. En realidad, en esa teología calvinista del “énfasis” en la justificación, no hay tal cosa como ser “hecho justo inmediatamente”. El significado real de esa expresión es ser declarado justo inmediatamente -imputación legal- sin ser nunca hecho justo en esta vida.

13.   Ibid., 94.

14.   Por ejemplo: “Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo. Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su obra de refinar y quitar sus pecados y corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros…
Cuando echamos mano de la verdad de Dios su influencia nos afecta, nos eleva y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos en el reino de gloria. Es aquí donde nuestro cuerpo y espíritu han de quedar preparados para la inmortalidad” Signs of the Times, 18 septiembre 1879 (presentado primero en Battle Creek, 6 marzo 1869, White, Testimonios para la iglesia II, 318).

15.   Graeme Bradford, op. cit., 188.

16.   Ver Apéndice G: ¿Qué entendemos por “generación final”?

17.   George R. Knight, Anotated Edition of Questions on Doctrine -Preguntas sobre doctrina-, xiii.

18.   John Milton, “Areopagitica” (1644), The Harvard Classics, ed., Charles W. Eliot (New York: P.F. Collier & Son Company, 1909, vol 3), 239.

19.   Los diálogos de Platón, Jewett, vol. 1, 11 (161).

 


 

Capítulo 8

¿Qué debemos hacer cincuenta años después para rectificar los errores?

 

Nuestra primera responsabilidad es reconocer lo que ocurrió en 1957: una desviación mayúscula de lo que había sido la teología adventista por todo un siglo. Algunos dirán que fue saludable y muy necesaria. Si tal fuera el caso, en estos cincuenta años habríamos encontrado una forma feliz de explicar la teología distintiva adventista. Desgraciadamente, estos años han sido el período más divisivo en el adventismo en todo el mundo.

Recordemos hechos importantes:

1. El trío adventista y quienes los rodeaban no eran teólogos expertos. Su dedicación era sincera e infatigable. Pocos, antes o después que ellos, han dedicado más tiempo y esfuerzo a los intereses denominacionales. Yo los conocí personalmente; nuestra amistad se hizo más próxima al envejecer. Pero no eran conscientes de hasta qué punto las propias estructuras teológicas son incongruentes. Y no por motivos de semántica, sino porque su árbol de familia teológico está enraizado en pensadores que tenían conceptos diferentes y conflictivos respecto a cómo es Dios, y eso afectaba su comprensión de la salvación.

Desde que Hesíodo, alrededor del año 700 A.C. comenzó a pensar sobre Dios, los teólogos han iniciado su pensamiento sistemático basado en sus presuposiciones, sea al albur de la filosofía predominante, o bien de cierta asunción particular acerca de cómo es Dios. Cada una de esas presuposiciones determinó los métodos teológicos empleados al desentrañar las relaciones entre Dios y los seres humanos, de acuerdo con su respectivo paradigma. No hay sistema teológico que haya surgido en ausencia de una presuposición o teoría. ¡Ni uno!

2. Aún más si cabe en nuestros días, todo sistema teológico, sea adventista, calvinista, luterano, anabaptista, metodista, católico romano, católico ortodoxo, budista o hindú, por ejemplo, está basado en las presuposiciones de su teólogo o sus teólogos principales. Obviamente todos los grupos creen que sus presuposiciones son válidas de acuerdo con cierta norma, sea esta la Biblia o el sistema filosófico que prevalezca: el existencialismo, el objetivismo platónico, el racionalismo subjetivo, etc. Si se trata de la Biblia, antes de conceder validez al sistema teológico se debe examinar la presuposición en la que se sustenta.

3. En 1957 un sistema teológico que durante un siglo se había edificado sobre un fundamento sólido, colisionó contra la placa tectónica calvinista, y el terremoto resultante se hizo sentir en ambos mundos. A ninguno de los dos grupos le pareció imposible “juntar” ambas placas en los temas centrales. Ambos imaginaron que una suavización en la retórica bastaría para que se produjera una “confluencia de mentalidades”.

4. El sistema teológico adventista está basado en el tema del gran conflicto (TGC), un tema prevalente que está basado en la totalidad de la Biblia, y no en uno cualquiera de sus libros. Recibe la iluminación añadida de los escritos de Ellen G. White, que apoyan esa ilación bíblica. El tema del gran conflicto se alimenta del cuadro bíblico de Dios como el Creador amante y misericordioso que ha hecho la raza humana capaz de responder a su amor, un Dios que permitió el desarrollo de la maldad, de forma que la malevolencia pudiera ser reconocida en su plena atrocidad. El tema del gran conflicto revela a un Dios cuyo plan de salvación tiene por objeto rescatar de este planeta malvado a todos los dispuestos y obedientes, otorgándoles la vida eterna.

Como he mencionado anteriormente, Fernando Canale ha articulado con claridad el hecho de que la doctrina del santuario es el gran camino para desarrollar el panorama abarcante del tema del gran conflicto en su coherencia y unidad. Ese ha sido siempre el secreto a voces del pensar clásico adventista.

5. Líderes consistentes de los años 50, incluyendo a F.D. Nichol, W.H. Branson, Raymond Cottrell, Don Neufeld, M.L. Andreasen, Kenneth H. Wood, edificaron su mentalidad adventista en la lógica integrada e interconectada del tema del gran conflicto. Es imposible desechar esos líderes, a menos que se pueda probar que sus conceptos y conclusiones han demostrado ser inválidos y contrarios a un “nuevo” y mejor camino de hacer teología adventista a partir de 1957.

6. Toda teología cristiana se puede siempre juzgar por su escatología, es decir: por su comprensión de los eventos del fin y el futuro de este planeta. Y la escatología se ve afectada por la cristología. Aunque eso parezca una simplificación, describe la realidad. Lo que uno piense de la humanidad de Cristo, afectará a la comprensión de lo que Dios espera de su pueblo en los últimos días.

7. Alguna generación de adventistas que recupere el mensaje distintivo en armonía con el tema del gran conflicto, cumplirá la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, tal como está delineada en Apocalipsis 7, 13 y 14.

 


 

Apéndice A

Cuestiones en el tema del gran conflicto 1

 

El gran conflicto que describe la Biblia no se parece en nada a las caracterizaciones típicas de Hollywood, con sus conflagraciones galácticas entre guerreros celestes que agitan espadas refulgentes. El gran conflicto tiene que ver con la cuestión de quién es el mejor gobernante del universo y quién presenta los mejores principios mediante los cuales las inteligencias creadas pueden encontrar esperanza, salud, felicidad y seguridad celestial mientras viven en un planeta que está todavía pendiente de ser liberado del mal del que Satanás es responsable.

Desde otro punto de vista, el gran conflicto no es un deporte de espectador. No concede a nadie el lujo de sentarse en las gradas. En el estadio del universo, tú y yo somos actores. La forma en que actuemos determinará, no sólo nuestra eternidad futura, sino que tendrá un papel significativo en vindicar la integridad del orden divino en el universo.

Stephen Hawking, el famoso matemático y cosmólogo de la universidad de Cambridge, afirmó que cuando los científicos descubran la tan buscada “teoría de todas las cosas” que explique los diversos mecanismos del universo, “conoceremos realmente la mente de Dios”. 2 A los adventistas del séptimo día se nos ha dado precisamente eso: la “teoría de todas las cosas”, que nos permite conocer realmente la “mente de Dios”. No es una teoría que nosotros hayamos descubierto, sino que nos fue dada. La llamamos el tema del gran conflicto: el campo unificado de conocimiento acerca de lo que está sucediendo en este maravilloso universo. 3

Este es un resumen del panorama global del tema del gran conflicto:

“El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás del Libro, es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el alma humana. Desde la primera insinuación de esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el Edén hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: ‘Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes’ (Apocalipsis 22:4), el propósito de cada libro y pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: la elevación del hombre, el poder de Dios, ‘que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo’ (1 Corintios 15:57).
El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de estudio. Tiene la llave que le abrirá todo el tesoro de la Palabra de Dios” (Educación, 125; original sin negritas).

“La Biblia es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto. El estudiante debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a la vez la relación que existe entre sus partes. Debería adquirir el conocimiento de su tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la redención. Debería comprender la naturaleza de los dos principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas de la historia y la profecía hasta la gran culminación. Debería verificar cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo revela en cada acto de su propia vida uno u otro de esos dos motivos antagónicos, y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar” (Id., 190; original sin negritas, traducción revisada).

Son palabras muy aleccionadoras; palabras que debiéramos leer a menudo. El tema del gran conflicto responde plenamente a la pregunta: ¿Qué quiere Dios conseguir mediante su plan de salvación?

Lucifer (después Satanás), fue artero y falso al acusar a Dios de ser egoísta por querer hacerlo todo a su manera, sin dejar “libertad” para el pensamiento independiente. Debido a que Dios no concedió ese nuevo tipo de “libertad”, Satanás lo caracterizó como “severo e implacable”, “un ser cuyo principal atributo es una justicia inexorable, como un juez severo, un acreedor duro y exigente” (El Camino a Cristo, 11). 4

El propósito principal por el que Jesús abandonó el cielo y vino a la tierra, es para manifestar la verdad sobre Dios. Haciendo así, cerró la boca a Satanás y vindicó la eterna equidad, justicia y misericordia de Dios. 5 Al contemplar el Calvario, el universo de los seres no caídos se alegró con el clamor del Señor: “Consumado es”. “Satanás fue derrotado”. “Hasta la muerte de Cristo, el carácter de Satanás no fue revelado claramente a los ángeles ni a los mundos que no habían caído” (El Deseado de todas las gentes, 706; traducción revisada).

Pero el plan de Dios para nuestra salvación no quedó completamente resuelto ni siquiera entonces: ni para los ángeles santos, ni para los habitantes del planeta Tierra. Aunque su disfraz le había sido arrancado, “Satanás no fue destruido entonces”. Dios sabía que sería necesario más tiempo para llevar las buenas nuevas del Calvario a la humanidad en todo el mundo. Si el Calvario hubiese significado la victoria final de Dios en el gran conflicto con Satanás, lo habría proclamado así, y habría comenzado el milenio.

Pero lo cierto es que “los ángeles no comprendieron ni aun entonces todo lo que entrañaba la gran controversia. Los principios que estaban en juego habían de ser revelados en mayor plenitud. Y por causa del hombre, la existencia de Satanás debía continuar. Tanto el hombre como los ángeles debían ver el contraste entre el Príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas. El hombre debía elegir a quién quería servir” (El Deseado de todas las gentes, 709).

Es evidente que Dios tiene su plan. Antes de ascender, Jesús dejó delineada la asignación de tareas para la iglesia cristiana. Juan registró parte de la increíble y conmovedora oración del Señor a su Padre celestial: “Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo” (Juan 17:18, ver también 20:21).

Evidentemente, eso invita a una segunda lectura sobre nuestras rodillas. ¿Quiso decir Jesús precisamente lo que dijo? ¡Nos envía para hacer lo mismo para lo que fue enviado él! ¿Pudiera ser que, en ciertos importantes respectos, el plan de la salvación dependiera de que sus discípulos hagan fielmente lo que tan fielmente hizo él? ¿Pudiera ser que, caso de no hacerlo, fuesen sus discípulos sólo de nombre, haciéndose merecedores de las terribles palabras: “Nunca os conocí [por lo que decís ser]?” (Mat 7:23).

Cuando leo la descripción de esa obra, imagino a Dios como a nuestro divino Franquiciador. Él tiene algo especial que ofrecer a todo el que quiera “comprar” de él. Pone gratuitamente esas franquicias a disposición de cuantos quieran representar su “producto” –fielmente, de forma clara, día a día.

Jesús tuvo siempre, en cada generación y en todo lugar, algunos que lo comprendieron. ¡Encontraron el sentido de sus vidas trabajando para esa franquicia Celestial! ¡Nada podía igualarse a ese privilegio! Esas franquicias locales saben que no poseen la perfección de su Oficina Central, pero saben también que si persisten en escucharla y se mantienen cerca de los delegados de la Compañía -que están siempre a favor de ellos, dispuestos a asistirlos en sus expectativas- su franquicia local reflejará cada vez más el patrón original de la Franquicia divina. 6

¿Por qué hizo Dios a los seres humanos “una clase nueva y distinta”? Porque la familia humana vendría a ser uno de sus mejores laboratorios en donde demostrar su carácter en el conflicto, y también para hacer manifiesto el desarrollo de los principios de Satanás.

Esa “clase nueva y distinta” de criaturas inteligentes era el motivo de conversación en el universo. “Todo el cielo se interesó profunda y gozosamente en la creación del mundo y del hombre… fueron hechos ‘a imagen de Dios’, y fue el propósito del Creador que ellos poblaran la tierra” (Comentario bíblico adventista vol. 1, 1095).

No sólo eso: en el desarrollo de la raza humana, Dios planeó que “mediante la cooperación con él terminemos con esta escena de miseria” (La educación, 264). ¡La capacidad de apresurar (o retardar) su venida, encierra una tremenda responsabilidad!

Horas antes del Calvario y sólo semanas antes de su ascensión, Jesús activó el plan C. El plan A fracasó cuando Adán y Eva debieron ser expulsados del Edén, y el plan B fracasó cuando Israel despreció su oportunidad de ser la fiel franquicia de Dios.

Y ahora… ¡la iglesia cristiana! (el plan C). Hombres y mujeres de fe vendrían a ser sus franquicias alrededor del mundo, demostrando que Dios es digno de confianza, que es fiel con sus leyes, que es misericordioso más allá de lo que las palabras pueden expresar, que su gracia funde nuestros corazones y confiere poder a las voluntades débiles, de forma que pueda ser hecha su voluntad en la tierra tal como lo es en el cielo por parte de ángeles gozosos, entusiastas y obedientes (Lucas 11:2). “Lo que Dios quiso hacer en favor del mundo por Israel, la nación escogida, lo realizará finalmente mediante su iglesia que está en la tierra hoy” (Profetas y reyes, 625).

En el plan C, Dios tiene la misma misión y propósito para su iglesia que el que tuvo para Adán y Eva, o para la nación judía: “Mediante su pueblo, Cristo ha de manifestar su carácter y los principios de su reino… 
El Señor desea, mediante su pueblo, contestar las acusaciones de Satanás mostrando los resultados de la obediencia a los principios rectos” (Palabras de vida del gran Maestro, 238).

Esa conexión entre (1) la comisión de la iglesia -los cristianos son testigos para el mundo al manifestar el carácter y los principios divinos-, y (2) que el regreso de Jesús depende de cuándo se haya dado fielmente dicho testimonio, está claramente resumida en estas palabras:

“El mundo está envuelto por las tinieblas de la falsa concepción de Dios. Los hombres están perdiendo el conocimiento de su carácter, el cual ha sido mal comprendido y mal interpretado. En este tiempo ha de proclamarse un mensaje de Dios, un mensaje que ilumine con su influencia y salve con su poder. Su carácter ha de ser dado a conocer. Sobre las tinieblas del mundo ha de resplandecer la luz de su gloria, de su bondad, su misericordia y su verdad…              
Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: ‘¡Veis aquí el Dios vuestro!’ Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos.  
La luz del Sol de justicia ha de brillar en buenas obras, en palabras de verdad y hechos de santidad” (Palabras de vida del gran Maestro, 342).

Recordemos cuál es la realidad: si Jesús venció a Satanás en todo momento; si todo el cielo y los mundos no caídos vieron a Satanás desenmascarado cuando Jesús murió, ¿por qué no terminó entonces el conflicto? Si Jesús vindicó el carácter y el gobierno de Dios, ¿qué es lo que falta aún para que finalice el gran conflicto? Si Jesús lo demostró todo con su vida y su muerte, ¿por qué espera Dios, permitiendo el horror y tristeza de los pasados dos mil años? La respuesta es que después de la cruz aún quedaba algo pendiente de resolución.

Ese es el motivo por el que Jesús, tras haber desenmascarado a Satanás en el Calvario, se volvió a su iglesia incipiente al ir estableciendo franquicias locales que continuaran haciendo a todo lo ancho del mundo lo que él había hecho por treinta y tres años en un área muy limitada del Mediterráneo oriental.

Es por ello que Ellen White hila aún más fino al enfatizar que “los principios que estaban en juego habían de ser revelados en mayor plenitud. Y por causa del hombre, la existencia de Satanás debía continuar. Tanto el hombre como los ángeles debían ver el contraste entre el Príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas” (El Deseado de todas las gentes, 709).

En su infinita sabiduría, Dios volvió a ponerse en situación de riesgo cuando comisionó a los cristianos a que completaran el conflicto entre él y Satanás. La iglesia cristiana constituye el plan C de Dios “en el cumplimiento del gran propósito de Dios para la especie humana” (Palabras de vida el gran Maestro, 239).

Volviendo al panorama general, el tema del gran conflicto explica por qué nadie en la tierra puede comprender lo que pasó realmente en la cruz, a menos que “discípulos” de Cristo se lo den a conocer. ¿Serán creídos tales “discípulos”, si las “buenas nuevas” que presentan no han hecho una diferencia en sus vidas, al compararlas con las de otros que tienen convicciones religiosas igualmente fuertes acerca de sus “dioses”? ¿Habría prestado alguien atención a Pablo, si el apóstol no hubiera estado convencido de que el Jesús crucificado había venido realmente del cielo con buenas nuevas de Dios, y si eso no hubiera significado una diferencia en su vida? (Romanos 1:16-17).

El panorama general muestra cómo Dios ha querido exponerse ante el juicio del universo. Tanto Dios como su iglesia están sometidos a escrutinio por las mismas razones: para demostrar la falsedad de todas las acusaciones que Satanás ha lanzado contra el carácter y gobierno de Dios.

No es maravilla que Ellen White se preguntara:

“¿Dónde se ha de encontrar la iglesia en esta crisis? ¿Están cumpliendo sus miembros con las demandas de Dios? ¿Están cumpliendo la comisión divina y representando ante el mundo el carácter de Dios? ¿Están llamando con insistencia la atención de sus prójimos al último misericordioso mensaje de amonestación?” (Palabras de vida del gran Maestro, 244; traducción revisada).

Ahora, la pregunta: ¿se puede esperar que los profesos seguidores de Jesucristo cooperen en la vindicación de Dios en el gran conflicto? Todo lo dicho hasta aquí apunta hacia una respuesta afirmativa, pero mantengámonos centrados en las implicaciones de esa pregunta.

Esa misma pregunta y su respuesta constituyeron la preocupación de Ezequiel en su día. El profeta se encontraba cautivo en Babilonia junto a muchos otros israelitas. Por cientos de años habían venido siendo un motivo de bochorno para su Señor, que ya no podía defenderlos más.

Refiriéndose al plan B, Dios hizo saber a Ezequiel cómo Israel había deshonrado su nombre y fracasado en cumplir su misión:

“Entrados a las gentes a donde fueron, profanaron mi santo nombre, diciéndose de ellos: Estos son pueblo de Jehová, y de su tierra de él han salido. Y he tenido lástima en atención a mi santo nombre, el cual profanó la casa de Israel entre las gentes a donde fueron. Por lo tanto… 
No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las gentes a donde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre profanado entre las gentes, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las gentes que yo soy Jehová, dice el Señor Jehová, cuando fuere santificado en vosotros delante de sus ojos” (Ezequiel 36:20-23).

La vida y muerte de nuestro Señor fue una fase clave de la vindicación de Dios en el gran conflicto. La segunda fase en la vindicación del nombre -el carácter- de Dios tiene lugar mediante la obra de la gracia en las vidas de los cristianos leales: “El Salvador vino para glorificar al Padre demostrando su amor; así el Espíritu iba a glorificar a Cristo revelando su gracia al mundo. La misma imagen de Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo” (El Deseado de todas las gentes, 625).

El carácter de los cristianos del tiempo del fin que “guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” refleja la misma cualidad exhibida en las vidas de Enoc, Daniel y todos los demás que en el tiempo pasado permitieron que Dios les diera nuevas mentes y corazones: corazones de carne en lugar de corazones de piedra.

La experiencia de Job es modélica para los hombres y mujeres fieles: “’Me probará -dijo-, y saldré como oro’ (Job 23:10). Así ocurrió. Por medio de su paciente resistencia vindicó su propio carácter, y de ese modo el carácter de Aquel de quien era representante” (La educación, 156).

Cuando comprendemos que el más elevado privilegio de un cristiano es asociarse con Jesús para vindicar su nombre ante el universo, nuestro rumbo espiritual da un giro radical hacia él. En lugar de enfocarnos en la recompensa egocéntrica y en la continua necesidad de aprobación, el impulso más profundo viene a ser cooperar en la vindicación de Dios: el deseo supremo de defender la bondad de Dios. Se trata de la gratitud del amor ágape, en respuesta a su magnífico amor por nosotros.

El plan C afecta a todo aspecto de la vida cristiana. Todo adquiere un nuevo color; sopla una nueva brisa. Todo cuanto hacemos obedece a una nueva razón clara y motivadora. Así queda reflejado en los escritos de Ellen White:

“Si hubo alguna vez un pueblo que necesitase un aumento constante de la luz del cielo, es el pueblo que, en este tiempo de peligro, Dios llamó a ser depositario de su santa ley y a vindicar su carácter delante del mundo. Aquellos a quienes se confió un cometido tan sagrado deben ser espiritualizados y elevados por las verdades que profesan creer” (Testimonios para la iglesia vol. 5, 697).

“Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter. Podéis ensalzar a Jehová; podéis mostrar el poder de la gracia sostenedora” (Testimonios para la iglesia vol. 5, 298).

“Dios tendrá un pueblo sobre la tierra que vindicará su honor al respetar todos sus mandamientos” (Fe y obras, 42).

¿Se conformaría con menos que eso el cristiano que comprende lo que Jesús hizo en Getsemaní y en la cruz? Los que comprenden cuán valioso es su testimonio para Dios, están en el camino de cumplir el plan C de Dios.

Una última pregunta: ¿cómo vamos a saber que se ha terminado el conflicto? Los adventistas han venido diciendo por más de un siglo que Jesús podría venir en “sus” días. ¿Debiéramos encomiarlos por su celo, pero compadecerlos por su teología? ¡No creo! ¿Por qué esa aparente demora, comparable a la del Esposo que llega tarde a su boda (Mateo 25:5)? ¿Por qué se retrasaba la boda? Porque su esposa -los que se suponen fieles a Dios- no está preparada (Apocalipsis 19:17).

La respuesta breve es que Dios está reteniendo las siete últimas plagas, esperando a que los fieles de su última generación sean dignos de su sello de aprobación (Apocalipsis 7:1-4).

Sin embargo, Dios está deseoso de enviar la poderosa lluvia tardía a sus seguidores leales que utilicen adecuadamente su poder. Se trata de personas en quienes Dios puede estampar el sello de su aprobación. Se podrá confiar en su pueblo, debido a que permitieron que el Espíritu madurara sus caracteres.

Juan describe a esos leales de los últimos días como teniendo “el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (Apocalipsis 14:1). Han seguido “al Cordero por donde quiera que fuere… y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios” (vers. 4-5). Juan contempla en visión a ese grupo delante del trono de Dios, y confirma que “verán su cara; y su nombre estará en sus frentes” (Apocalipsis 22:4).

Sí. Se trata de la misma última generación de fieles a la que se refiere Pedro:

“Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él en paz, sin mancha e irreprensibles” (2 Pedro 3:11-14 LBLA).

Esta es la clave para encontrar la respuesta: preguntarse qué quiere Dios conseguir con su plan de salvación.

 

Notas:

1.      Un breve resumen de mi libro God at Risk –The cost of Freedom in the Great Controversy (Roseville, CA: Amazing Facts, 2004), 408 pp.

2.      New York: Bantam Books, 1988, p. 193. Hawkings fue profesor lucasiano de matemáticas en el Departamento de Física Teórica de la Universidad de Cambridge, cátedra que en su tiempo ostentó Sir Isaac Newton.

3.      Oliver Sacks, M.D. (neurólogo, 1933- ) se sintió fascinado por la química desde su temprana infancia, y volvió a referirse a su fascinación a propósito de la tabla periódica de los elementos, especialmente tal como la clarificó Dimitr Ivanovich Mendeleev. En su artículo: “Mendeleev’s Garden” (The American Scholar, otoño 2001, 21-32, Sacks escribió: “La emoción apenas me dejó dormir la noche después de haber visto la tabla periódica: me parece un logro increíble, haber podido reunir en un orden abarcante el vasto, total y aparentemente caótico universo de la química… haber llegado a percibir una organización global, un principio suprayacente que une y relaciona todos los elementos, adquiría la dimensión de algo milagroso y genial. Eso me dio, por vez primera, un sentido del poder trascendental de la mente humana, junto al hecho de que podía estar dotada para descubrir o descifrar los secretos más profundos de la naturaleza, para leer la mente de Dios”. Esa fue precisamente mi experiencia cuando “descubrí” las implicaciones del tema del gran conflicto hace cincuenta años.

4.      Ver también Profetas y Reyes, 231; Testimonios para la iglesia vol. 5, 689-690.

5.      “El gran Maestro vino a nuestro mundo para ponerse a la cabeza de la humanidad, elevando y santificando así la humanidad mediante su santa obediencia a todos los requerimientos de Dios, demostrando que es posible obedecer todos los mandamientos de Dios. Demostró que es posible la obediencia de toda una vida” (Manuscrito 1, 1892). Leemos en Signs of the Times, 20 enero 1890: “La única forma en que podía hacer justo al hombre y mantenerlo justo, era haciéndose visible y familiar ante sus ojos. Vino directamente al hombre y se hizo participante de su naturaleza para que el hombre pudiera tener salvación. El Padre quedó revelado en Cristo, como ser totalmente diferente al que Satanás había representado”. Esta declaración es digna de ser leída y releída, pues en ella encontramos el fundamento lógico de lo que los teólogos llaman “justificación” y “santificación”. La única forma en que podemos ser justificados (“hacer justo”) y santificados (“mantenerlo justo”) es fijando nuestra atención en la razón por la que Jesús vino a la tierra.

6.      “Cuando Cristo dejó el mundo, encomendó su obra a sus seguidores. Vino para representar el carácter del Padre al mundo, y se nos encomienda que representemos a Cristo ante el mundo” (Signs of the Times, 15 abril 1889). “Dios dispone que cada uno de nosotros sea perfecto en él, de forma que podamos representar ante el mundo la perfección de su carácter. Quiere que lleguemos a estar libres de pecado a fin de que no chasqueemos a las inteligencias celestiales y que no apenemos a nuestro divino Redentor. No quiere que hagamos profesión de cristianismo mientras que no nos apropiamos de esa gracia capaz de hacernos perfectos, a fin de que no carezcamos de nada, sino que seamos sin falta ante él en amor y santidad” (Ibid., 8 febrero 1892). “En un ejercicio soberano de su prerrogativa, impartió a sus discípulos el conocimiento del carácter de Dios a fin de que ellos pudieran comunicarlo al mundo” (Ibid., 27 junio 1892).

 

 


 

Apéndice B

Cómo empleó Ellen White los términos: pasión, inclinación, propensión, corrupción, etc.

 

Ellen G. White no es la campeona de las paradojas. Empleó las palabras pasiones y propensiones de forma intercambiable, en tres contextos diferentes, distinguiendo a menudo entre las facultades “superiores” y las “inferiores” (o “bajas pasiones”):

1.      Para describir pasiones y propensiones que nos son dadas divinamente a todos como parte del ser humano, y que deben ser controladas por la razón y el Espíritu Santo.

2.      Para describir pasiones y propensiones que son objeto de abuso, al satisfacer deseos malvados y egoístas. Estas deben ser “crucificadas”, “descartadas”, “separadas” de la vida cristiana.   

3.      Para enfatizar que se puede obtener en esta vida una victoria completa sobre las pasiones y propensiones “malvadas”.

 

I. Pasiones y propensiones dadas por Dios:

“Tenéis esa edad en la que la voluntad, el apetito y las pasiones claman por ser complacidas. Dios las ha implantado en vuestra naturaleza para propósitos elevados y santos. No es necesario que se conviertan en una maldición para vosotros al ser degradadas” (Testimonios para la iglesia vol. 3, 95-96; original sin cursivas; traducción revisada).

 

II. Esas pasiones dadas por Dios deben ser controladas por la razón y por el Espíritu Santo:

Se dice de Adán antes de la caída, que “sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones estaban bajo el dominio de la razón” (Patriarcas y profetas, 26; original sin cursivas). “El cuerpo tiene que ser puesto en sujeción. Las facultades superiores de nuestro ser deben gobernar. Las pasiones han de obedecer a la voluntad, que a su vez ha de obedecer a Dios. El poder soberano de la razón, santificado por la gracia divina, debe dominar en nuestra vida” (Ministerio de curación, 92; original sin cursivas).

Leemos acerca de Pablo: “Sus palabras, sus prácticas, sus pasiones: todo lo sometía al dominio del Espíritu de Dios” (Los hechos de los apóstoles, 253; original sin cursivas).

“Tenéis necesidad de la gracia de Dios para que vuestros pensamientos puedan ser disciplinados y fluyan por el canal correcto, para que vuestras palabras sean palabras justas y para que vuestras pasiones y apetitos se sujeten al control de la razón y la lengua se refrene ante la frivolidad, la censura y las críticas mundanas…    
El mayor triunfo que nos dio la religión de Cristo es el control sobre nosotros mismos. Debemos controlar nuestras propensiones naturales; de otro modo, jamás venceremos como Cristo venció” (Testimonios para la iglesia vol. 4, 232; traducción revisada; original sin cursivas).

“Si decidís, con valor y fe, sujetar vuestra voluntad a la voluntad de Dios, él os enseñará, y vuestras vidas pueden ser como el puro lirio blanco, que exhala fragancia en medio de las aguas estancadas. Decidid controlar la inclinación y la pasión mediante el poder de Jesús, y ganad diariamente victorias sobre las tentaciones de Satanás. Esa es la forma señalada por Dios para que el hombre sirva a sus propósitos” (Signs of the Times, 8 julio 1880).

“Los rasgos de carácter naturales, hereditarios, necesitan ser sometidos a un firme control, porque de lo contrario el celo encendido y los buenos propósitos se desviarán hacia el mal, y el exceso en los sentimientos producirá tales impresiones en los corazones, que estos serán arrebatados por el impulso y permitirán que las impresiones sean su guía” (2 Mensajes selectos, 106; traducción revisada; original sin cursivas).

 

III. Ellen White emplea a menudo de forma equivalente las palabras pasión y propensión, especialmente al considerar que ambas deben ser controladas por la razón y por las facultades superiores:

“Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran por su medio. Las palabras ‘carne’, ‘carnal’, o ‘concupiscencias carnales’ abarcan la naturaleza inferior y corrupta; por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos ordena que crucifiquemos la carne, con los afectos y las concupiscencias. ¿Cómo lo haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a la tentación a pecar.
Debe expulsarse el pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al cautiverio de Jesucristo. Todas las propensiones animales deben sujetarse a las facultades superiores del alma” (Mente, carácter y personalidad I, 242; original sin cursivas).

Nota: Ese tipo de pasiones o propensiones que tienen en común el Adán anterior a la caída y los cristianos vencedores, debían ser las que Ellen White tuvo in mente cuando escribió acerca de Jesús:

“La iglesia de Cristo ha de representar su carácter… Jesús dice: ‘Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en verdad’ (Juan 17:19). Cristo se empeñó totalmente en la obra de salvar las almas. Dejó las glorias del cielo y vistió su divinidad de humanidad, sujetándose a la congoja, vergüenza y reproche, abuso, negación y crucifixión. Aunque tenía toda la fuerza de la pasión de la humanidad, jamás cedió a la tentación de hacer lo que no fuera puro, elevador y ennoblecedor” (Signs of the Times, 21 noviembre 1892; original sin cursivas).

“Las lecciones que dio Cristo cuando recibió a los niños debieran producir una honda impresión en nuestras mentes… Pueden ser traviesos y poseer pasiones como las de la humanidad, pero eso no debiera impedir que los llevemos a Cristo. Él bendijo a niños que tenían pasiones como las de él mismo” (Signs of the Times, 9 abril 1896; original sin cursivas).

 

IV. Ciertas pasiones deben ser rechazadas, crucificadas, vencidas, etc:

“El único poder que puede crear o perpetuar la paz verdadera es la gracia de Cristo. Cuando esta esté implantada en el corazón, desalojará las malas pasiones que causan luchas y disensiones” (El Deseado de todas las gentes, 270; original sin cursivas).

“Las pasiones pecaminosas deben ser crucificadas. Clamarán por ser satisfechas, pero Dios implantó en el corazón propósitos elevados y santos, y estos no deben ser degradados. Es únicamente cuando nos negamos a someternos al dominio de la razón y de la conciencia cuando somos arrastrados hacia abajo. Pablo declaró: ‘Todo lo puedo en Cristo que me fortalece’ (Fil 4:13)” (Obreros evangélicos, 134; original sin cursivas).

“Deben crucificarse la voluntad no santificada y las pasiones, lo que puede considerarse como una obra estricta y severa. Sin embargo debe hacerse, o de lo contrario oiréis la terrible sentencia de labios de Jesús: ‘Apartaos’. Todo lo podéis en Cristo, quien os fortalece. Tenéis esa edad en la que la voluntad, el apetito y las pasiones claman por ser complacidas. Dios las ha implantado en vuestra naturaleza para propósitos elevados y santos. No es necesario que se conviertan en una maldición para vosotros al ser degradadas” (Testimonios para la iglesia vol. 3, 95-96; original sin cursivas; traducción revisada).

“Nuestro orgullo, egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales deben ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para probarnos y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter. Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia” (Testimonios para la iglesia vol. 3, 130; original sin cursivas).

“Cualquiera sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar vuestra alma y cuerpo por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela libraros. Él impartirá vida al alma de los que ‘estabais muertos en vuestros delitos’ (Efe 2:1). Librará al cautivo que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenas del pecado” (El Deseado de todas las gentes, 173; original sin cursivas).

“Puede hallarse en las relaciones matrimoniales una pasión de clase tan baja como fuera de ellas… No es amor puro el que impulsa a un hombre a hacer de su esposa un instrumento que satisfaga su concupiscencia. Es expresión de las pasiones animales que claman por ser satisfechas… El amor es un principio puro y sagrado; pero la pasión concupiscente no admite restricción, no quiere que la razón le dicte órdenes ni la controle… Hombres y mujeres despilfarran la fuerza nerviosa del cerebro, y la ponen en acción antinatural para satisfacer las pasiones bajas; y este monstruo odioso, la pasión baja y vil, recibe el nombre delicado de amor.   
Muchos cristianos profesos que desfilaron delante de mí, carecían de restricción moral Hacen de ella [la esposa] un instrumento para satisfacer las propensiones bajas y concupiscentes. Y muchísimas mujeres se someten a ser esclavas de la pasión concupiscente; no poseen sus cuerpos en santificación y honra… sino que su feminidad casta, digna y divina ha sido consumida sobre el altar de las bajas pasiones; ha sido sacrificada para satisfacer a su esposo… Ningún hombre puede amar de veras a su esposa cuando ella se somete pacientemente a ser su esclava para satisfacer sus pasiones depravadas… Duda de su constancia y pureza, se cansa de ella y busca nuevos objetos que despierten e intensifiquen sus pasiones infernales… Ve que no se rige por la conciencia ni el temor de Dios; todas estas barreras santificadas son derribadas por las pasiones concupiscentes; todas las cualidades del esposo que lo asemejarían a Dios son sujetas a la concupiscencia brutal y vil… ¿Debe la esposa sentirse obligada a ceder incondicionalmente a las exigencias del esposo, cuando ve que sólo las pasiones bajas lo dominan y cuando su propio juicio y razón la convencen de que al hacerlo perjudica su propio cuerpo, que Dios le ha ordenado poseer en santificación y honra, y conservar como sacrificio vivo para Dios?... No es un amor puro y santo lo que induce a la esposa a satisfacer las propensiones animales de su esposo a costa de su salud y de su vida. Si ella posee verdadero amor y sabiduría, procurará distraer su mente de la satisfacción de las pasiones concupiscentes hacia temas elevados y espirituales, espaciándose en asuntos espirituales interesantes. Tal vez sea necesario instarlo con humildad y afecto aun a riesgo de desagradarle, y hacerle comprender que no puede ella degradar su cuerpo cediendo a los excesos sexuales” (Testimonios para la iglesia vol. 2, 420-422; traducción revisada; original sin cursivas).

“La concupiscencia de los ojos y las pasiones corruptas se estimulan contemplando y leyendo. El corazón se corrompe por medio de la imaginación. La imaginación se complace en contemplar escenas que despiertan las pasiones más bajas e inferiores. Estas imágenes viles, vistas a través de la imaginación contaminada, corrompen la moral y preparan a los engañados y embelesados seres a dar rienda suelta a sus pasiones concupiscentes. Luego siguen pecados y crímenes que arrastran a seres formados a la imagen de Dios a nivel de bestias, sumergiéndolos al final en la perdición. Evitad leer y ver cosas que sugieran pensamientos impuros. Cultivad las facultades morales e intelectuales. No dejéis que estas nobles facultades se debiliten y perviertan por la mucha lectura aun de libros y cuentos. Conozco a mentes fuertes que fueron desequilibradas y parcialmente entumecidas o paralizadas, por practicar la intemperancia en la lectura” (Testimonios para la iglesia vol. 2, 366; traducción revisada; original sin cursivas).

“Les aguarda una terrible retribución, y sin embargo, los dominan los impulsos y las pasiones bajas; están llenando un sombrío registro de su vida para el juicio. Dirijo mi voz de amonestación a todos los que llevan el nombre de Cristo, para que se aparten de toda iniquidad. Purificad vuestras almas obedeciendo a la verdad. Limpiaos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Vosotros a quienes esto se aplica, sabéis lo que quiero decir” (Testimonios para la iglesia vol. 3, 522; original sin cursivas).

“Lo que el hombre sembrare, eso también segará. Estos jóvenes están ahora sembrando la semilla. Cada acto de sus vidas, cada palabra hablada, es una semilla para bien o para mal. Como sea la semilla, así será la cosecha. Si complacen las pasiones precipitadas, sensuales, pervertidas, o si se entregan a la gratificación del apetito o a la inclinación de sus corazones no santificados; si fomentan el orgullo o los principios erróneos y acarician hábitos de infidelidad o disipación, segarán una abundante cosecha de remordimiento, vergüenza y desesperación” (Testimonios para la iglesia vol. 3, 251; original sin cursivas; traducción revisada).

El listado anterior de pasiones es muy diferente al de las pasiones que deben ser controladas. Las primeras, más bien que controladas, deben ser “vencidas”, “crucificadas”; de hecho, eliminadas. Se las califica así: “viciosas”, “pervertidas”, “homicidas”, “precipitada, lujuriosa”, “amarga o siniestra”, “corrupta”, “infernal”, “bajas”, “depravadas”, etc. Esas son las pasiones que Cristo no tuvo jamás. Él nunca cedió a ellas, ni permitió que las tentaciones diarias lo corrompieran.

 

Esa es la razón por la que Ellen White pudo escribir respecto a Jesús:

“No había sido mancillado por la corrupción, ni tocado por el pecado; sin embargo oraba, y a menudo lo hacía con profundo llanto y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con nuestras necesidades, nuestras debilidades y nuestros fracasos, que son tan característicos de nuestra condición humana. Pedía con poder, no poseyendo las pasiones de nuestras naturalezas humanas caídas, pero provisto de debilidades similares, tentado en todo según nuestra semejanza. Jesús sufrió una agonía que requería ayuda y apoyo de su Padre.      
Cristo es nuestro ejemplo. ¿Son los ministros de Cristo tentados y fieramente abofeteados por Satanás? Así lo fue también el que no conoció pecado” (Testimonios para la iglesia vol. 2, 451; original sin cursivas; traducción revisada).

“Nuestro Salvador se identificó con nuestras necesidades y debilidades porque elevó sus súplicas nocturnas para pedir al Padre nuevas reservas de fuerzas a fin de salir vigorizado y refrigerado, fortalecido para arrostrar el deber y la prueba. Él es nuestro ejemplo en todo. Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal” (Testimonios para la iglesia vol. 2, 182; original sin cursivas).

 

V. Analicemos el uso que hizo Ellen White de las propensiones que deben ser eliminadas de la vida del cristiano maduro, tal como hemos hecho en el caso de las pasiones que deben ser “crucificadas”:

“Se me ha mostrado que complacen sus propensiones egoístas, y sólo hacen las cosas que concuerdan con sus gustos e ideas. Hacen provisión para complacer el orgullo y la sensualidad, y llevan a cabo sus ambiciones y planes egoístas. Están llenos de autoestima. Pero aun cuando sus malas propensiones puedan parecerles tan preciosas como la mano derecha o el ojo derecho, estas deben ser separadas del obrero, o no será aceptable ante Dios” (Testimonios para los ministros, 171; original sin cursivas, traducción revisada).

“Si, como Daniel, los jóvenes de ambos sexos conforman todos sus hábitos, apetitos y pasiones con los requerimientos de Dios, se harán idóneos para realizar una obra más elevada. Deberían apartar de sus mentes todo lo vulgar y frívolo. Deberían abandonarse la propensión a los placeres y la liviandad, como cosas que están fuera de lugar en la vida y la experiencia de los que viven por la fe en el Hijo de Dios” (Mensajes para los jóvenes, 38-39; original sin cursivas).

“¿Qué le importa al sembrador de chismes si difama al inocente? No detendrá su mala obra, aunque destruya la esperanza y el valor en quienes ya se hunden bajo sus cargas. Sólo le interesa satisfacer su propensión a sembrar escándalos” (Testimonios para la iglesia vol. 5, 54; original sin cursivas).

“Su astuto ojo para los negocios está siempre al acecho para aprovechar las mejores oportunidades de asegurarse un trato favorable para usted. Esta propensión malévola se ha convertido en una segunda naturaleza para usted, por lo que no se da cuenta del mal que causa al favorecerla” (Testimonios para la iglesia vol. 4, 54; traducción revisada; original sin cursivas).

“Los padres… Han abusado de sus privilegios matrimoniales y por la indulgencia han fortalecido sus pasiones animales… Los niños nacen con las propensiones animales ampliamente desarrolladas, habiendo recibido la impronta del carácter de sus propios padres… Los que se sienten libres, porque están casados, para degradar sus cuerpos por una baja complacencia de los instintos animales, harán que su conducta degradada se perpetúe en sus hijos. Los pecados de los padres serán cargados sobre los hijos porque los padres les han dado la impronta de sus propias propensiones lascivas” (Testimonios para la iglesia vol. 2, 349; traducción revisada; original sin cursivas).

 

VI. Ellen White nunca dijo que todas las pasiones y propensiones debieran ser “crucificadas” o “separadas” de la vida cristiana, sino solamente las pasiones y propensiones “malvadas”. ¿Por qué? Porque las pasiones o propensiones naturales, dadas por Dios, evidentemente permanecerán y han de permanecer bajo control hasta que seamos resucitados o trasladados:

“El adiestramiento y educación de toda una vida deben descartarse a menudo a fin de que el cristiano venga a ser un alumno en la escuela de Cristo; y en quien se haga participante de la naturaleza divina, el apetito y la pasión deben ser puestos bajo el control del Espíritu Santo. Esa lucha ha de ser incesante de este lado de la eternidad, pero si bien hay continuas batallas que luchar, hay también preciosas victorias que ganar, y el triunfo sobre el yo y el pecado es más valioso de lo que la mente es capaz de estimar. El esfuerzo empeñado en vencer, aunque requiera negación del yo, es muy poca cosa al lado de la victoria obtenida sobre el mal” (Christian Education, 122; Counsels to Teachers, 21; original sin cursivas).

No se trata, pues, de la ausencia de conflicto, sino de la promesa de obtener la victoria, de este lado de la eternidad.

 

VII. A partir de los ejemplos aportados (que son sólo unos pocos, y en ningún caso una lista exhaustiva), podemos comprender mejor a Ellen White cuando escribe:

“Hemos de comprender que mediante la fe en él es nuestro privilegio ser participantes de la naturaleza divina, escapando así a la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Entonces somos limpiados de todo pecado, de todo defecto del carácter. No necesitamos retener ni una propensión pecaminosa. Cristo es el portador de pecado, Juan señaló a Cristo ante la gente, diciendo: ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’… A medida que participamos de la naturaleza divina, las tendencias heredadas y cultivadas hacia el mal son extirpadas del carácter, y somos hechos un poder viviente para el bien” (Review and Herald, 24 abril 1900; original sin cursivas).

VIII. Y en referencia a Jesús, escribió:

“Tomó sobre sí la naturaleza humana, y fue tentado en todos los puntos tal como es tentada la naturaleza humana. Pudo haber pecado; pudo haber caído, pero ni por un momento hubo en él una propensión malvada… Nunca, de forma alguna, deje la más leve impresión en las mentes humanas de que sobre Cristo descansó una mancha o inclinación a la corrupción, o de que cediera de alguna forma a la corrupción” (Manuscript Releases vol. 13, 18-19; original sin cursivas).

Jesús participó en la lucha contra todas las tentaciones a satisfacer los deseos y propensiones humanas tales como nos afectan a nosotros; pero resistió, negó y venció a todas y cada una de ellas. Prevaleció sobre las bajas pasiones o propensiones mediante el poder soberano de la razón y el Espíritu Santo:

“Pero aquí no debemos permitirnos albergar ideas comunes y terrenales, y según esas ideas pervertidas pensar que la susceptibilidad de Cristo a ceder a las tentaciones de Satanás degradase su humanidad, ni que poseyera las mismas propensiones pecaminosas y corruptas del hombre. La naturaleza divina, combinada con la humana, lo hizo capaz de ceder a las tentaciones de Satanás. La prueba fue aquí para Cristo mucho mayor que para Adán y Eva, pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrompida, y no resultaría corrompida a menos que recibiera las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios. Suponer que no fue capaz de ceder a la tentación, lo coloca donde no puede ser un ejemplo perfecto para el hombre, y la fuerza y el poder de esa parte de la humillación de Cristo, que es la más notable, no aporta instrucción o ayuda a los seres humanos…” (Manuscript Releases vol. 16, 182; original sin cursivas).

Jesús no poseía “las mismas propensiones pecaminosas y corruptas del hombre”: no porque hubiera nacido con esa ventaja, sino porque escogió no ceder a “las mismas propensiones pecaminosas y corruptas del hombre”.

Jesús se hizo humano de la misma forma en que lo hace todo niño: mediante el nacimiento. Su herencia le proporcionó todas las debilidades, pasiones y propensiones comunes a cualquier ser humano. Pero por su elección, jamás convirtió esas debilidades, pasiones y propensiones naturales, en pasiones y propensiones malvadas.

A menudo Ellen White deja claro lo anterior, pero nunca tan claro como en El Deseado de todas las gentes, página 32-33: “Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado…            
Sin embargo, a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna”.

Cuando Ellen White escribió que “pudo haber pecado; pudo haber caído, pero ni por un momento hubo en él una propensión malvada”, estaba simplemente diciendo que Jesús pudo haber pecado, pero no lo hizo, no pecó [ni por un momento].

Ellen White empleó el mismo tipo de razonamiento cuando escribió: “Adán fue tentado por el enemigo, y cayó… En él no había principios corruptos, no había tendencias al mal. Pero cuando Cristo vino para hacer frente a las tentaciones de Satanás, llevaba ‘la semejanza de carne de pecado’” (Signs of the Times, 17 octubre 1900; original sin cursivas ni negritas).

 


 

Apéndice C

Naturaleza elíptica de la Verdad

 

         Elipse de la Verdad

 

 

 

 

 

 

 


El círculo tiene un foco o centro; la elipse tiene dos focos.

1. En una elipse, si ambos centros se separan uno de otro, obtenemos algo parecido a un ocho acostado. Si se juntan ambos focos, viene a convertirse en un círculo.

2. En ninguno de los dos casos anteriores se trataría de una verdadera elipse; los elementos que trabajan como elipses en la maquinaria dejarían de funcionar si los focos se juntaran o separaran.

3. Una verdadera elipse necesita ambos focos para funcionar, debiendo existir un equilibrio entre los dos para que se mantenga la forma elíptica. Por ejemplo: si necesitamos un vaso de agua, no pedimos hidrógeno ni pedimos oxígeno. En la elipse del agua (H2O), es tan necesario el hidrógeno como el oxígeno. ¡No podemos tener el uno sin el otro!

4. Las verdades teológicas siguen siempre un patrón elíptico. Por ejemplo: Dios está en un foco de la elipse, y el hombre en el otro. En cierto sentido, y para lo que a nosotros concierne, no podemos tener lo uno sin lo otro.

5. Un ejemplo: la elipse de la salvación requiere gracia y fe. Si queremos salvación, no podemos considerar la gracia sin la fe, o viceversa.

6. La elipse del evangelio se puede expresar mediante la asociación de perdón y de poder. El perdón sin el poder para vencer el pecado (del que necesitamos perdón), es sólo un evangelio parcial y limitado, que no responde al propósito de Dios.

7. Cuando queremos comprender el papel de Cristo en nuestra salvación hemos de reconocer que él es tanto nuestro Sustituto como nuestro Ejemplo. No tendremos lo uno sin lo otro.

8. Cuando queremos comprender la obra de Cristo como nuestro Salvador, lo hemos de ver en la cruz, y lo hemos de ver como nuestro Sumo Sacerdote. No tenemos lo uno sin lo otro.

 


 

Apéndice D

¿Por qué vino Jesús de la forma en que lo hizo?

 

1. Jesús vino para ser Salvador y Ejemplo del hombre, su sustituto y garante.

“Jesús descendió a nuestro mundo para poder dar al hombre un ejemplo viviente de lo que se requiere de todos –desde Adán, el primer hombre, hasta el último que viva sobre la tierra... Declaró que su misión no consistía en destruir la ley, sino en cumplirla en perfecta y completa obediencia. Vino para demostrar el hecho de que la humanidad, conectada mediante una fe viviente con la divinidad, puede guardar los mandamientos de Dios” (Review and Herald, 15 noviembre 1898; original sin cursivas).

“Esta lamentable condición [del pecador] no habría conocido cambio ni esperanza si Jesús no hubiera descendido a nuestro mundo para ser el Salvador y el Ejemplo del hombre. En medio de la degradación moral del mundo se yergue un carácter bello e impecable, el modelo para ser imitado por el hombre. Debemos estudiar, copiar y seguir al Señor Jesucristo; entonces traeremos la hermosura de su carácter a nuestra propia vida, y entretejeremos su belleza en nuestras palabras y acciones cotidianas. Así seremos aceptos ante Dios y mediante el conflicto con las potestades de las tinieblas recuperaremos el poder del dominio propio y el amor de Dios que Adán perdió en la caída. Mediante Cristo podemos poseer el espíritu de amor y obediencia a los mandamientos de Dios. Mediante sus méritos pueden ser restaurados en nuestras naturalezas caídas; y cuando se establezca el juicio y se abran los libros, podemos recibir la aprobación divina” (Signs of the Times, 22 diciembre 1887; original sin cursivas).

“Al venir al mundo, Jesús fue nuestro sustituto y garante. Pasó por todas las experiencias del hombre desde el pesebre hasta el Calvario, dando a cada paso un ejemplo al hombre de lo que debía ser y hacer” (Signs of the Times, 18 abril 1882; original sin cursivas).

 

2. Cristo vino a traer poder divino para unirlo al esfuerzo humano.

Cristo vino a traer poder divino para unirlo al esfuerzo humano, de tal forma que, si bien nos habíamos degradado por la perversión del apetito, podemos cobrar ánimo, pues somos prisioneros de esperanza... Todo aquel que esté en armonía con Cristo llevará el molde de la semejanza a él… Vino a nuestro mundo para mostrarnos cómo vivir una vida pura y santa, y he propuesto en mi corazón que en lo que a mí respecta, Cristo no habrá vivido y muerto en vano” (Signs of the Times, 4 agosto 1890; original sin negritas).

 

3. Cristo vino para mostrar a la raza humana cómo guardar la ley de Dios.

Cristo vino para dar un ejemplo de la perfecta conformidad con la ley de Dios que se requiere de todos -desde Adán, el primer hombre, hasta el último que viva en la tierra. Declaró que su misión no consistía en destruir la ley, sino en cumplirla en perfecta y completa obediencia. De esa forma magnificó la ley y la hizo honorable. Reveló en su vida la naturaleza espiritual de la ley. A la vista de seres celestiales, de mundos no caídos, y de un mundo desobediente, desagradecido y carente de santidad, cumplió los principios abarcantes de la ley. Vino para demostrar el hecho de que la humanidad, conectada mediante una fe viviente con la divinidad, puede guardar los mandamientos de Dios.
Vino para dejar claro el carácter inmutable de la ley, para declarar que la desobediencia y la transgresión nunca pueden ser recompensadas con la vida eterna. Vino como hombre para la humanidad, a fin de que la humanidad pudiera tocar a la humanidad, mientras que la divinidad se aferraba al trono de Dios. Pero en ningún caso vino para disminuir la obligación del hombre de ser perfectamente obediente. No destruyó la validez de las Escrituras del Antiguo Testamento. Cumplió lo que había sido predicho por Dios mismo. Vino, no para liberar al hombre de esa ley, sino para abrir un camino por el que pudiera obedecer esa ley, y enseñar a otros a hacer lo mismo” (Review and Herald, 15 noviembre 1898; original sin negritas).

 

4. Cristo vino, no sólo para expiar el pecado, sino también para ser un maestro, tanto por precepto como por ejemplo. Vino para mostrar al hombre cómo guardar la ley en la humanidad.

El gran Maestro vino a nuestro mundo, no sólo para expiar el pecado, sino para ser un maestro tanto por precepto como por ejemplo. Vino para mostrar al hombre cómo guardar la ley en la humanidad, de manera que no tuviera excusa para seguir su propio juicio defectuoso. Vemos la obediencia de Cristo. No hubo pecado en su vida. Su obediencia de toda una vida es un reproche para la humanidad desobediente. La obediencia de Cristo no ha de ser puesta aparte como si fuera diferente de la obediencia que él requiere de nosotros individualmente. Cristo nos ha mostrado que es posible que toda la humanidad obedezca las leyes de Dios. Sirvió como hijo con el Padre. Así debemos servir cada uno con Dios, no según nuestros planes improvisados” (Manuscript Releases vol. 8, 447; original sin negritas).

 

5. Cristo vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer, sino lo que un hombre puede hacer mediante la fe en el poder de Dios para ayudar en toda emergencia.

“El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer, sino lo que un hombre podía hacer mediante la fe en el poder de Dios para ayudar en toda emergencia. El hombre debe, por la fe, ser participante de la naturaleza divina, vencer por la fe toda tentación con la que es asediado. El Señor pide ahora que todo hijo e hija de Adán, mediante la fe en Jesucristo, le sirva en la naturaleza humana que ahora tenemos” (Manuscript 1, 1892, publicado en Review and Herald, 17 junio 1976).

 

6. Cristo vino para poder recrear la imagen de Dios en el hombre.

Jesús vino a nuestro mundo para traer poder divino al hombre, para que mediante su gracia podamos ser transformados a su semejanza” (Signs of the Times, 16 junio 1890).

“La contemplación del amor de Dios manifestado en su Hijo conmoverá el corazón y despertará las facultades del alma como ninguna otra cosa puede hacerlo. Cristo vino para crear de nuevo en el hombre la imagen de Dios; y cualquiera que aleje a los hombres de Cristo, los aleja de la fuente del verdadero desarrollo; los despoja de la esperanza, el propósito y la gloria de la vida” (El Deseado de todas las gentes, 444).

“Jesús vino para restaurar en el hombre la imagen desfigurada de Dios, para impartir al alma arrepentida poder divino mediante el cual pudiera salir de la corrupción y degradación, y ser elevado, ennoblecido y preparado para la compañía de los ángeles del cielo” (Review and Herald, 8 mayo 1894).

 

7. Cristo vino a este mundo y vivió la ley de Dios para que el hombre pueda tener un perfecto dominio sobre las inclinaciones naturales que corrompen el alma [cuando no se ejerce tal dominio sobre ellas].

“Sólo cuando la vida de Cristo es un poder vivificador en nuestra vida podemos resistir las tentaciones que nos acometen de dentro y de fuera.    
Cristo vino a este mundo y vivió conforme a la ley de Dios para que el hombre pudiera dominar perfectamente las inclinaciones naturales que corrompen el alma. Él es el Médico del alma y del cuerpo y da la victoria sobre las pasiones guerreantes. Ha provisto todo medio para que el hombre pueda poseer un carácter perfecto” (Ministerio de curación, 92; original sin negritas).

Cristo vino para librarnos del originador del pecado. Vino para darnos un dominio sobre el poder del destructor y para salvarnos de la mordedura de la serpiente. Mediante su justicia impartida pondría a todos los seres humanos en terreno ventajoso. Vino a esta tierra y vivió la ley de Dios para que el hombre pudiera permanecer en la humanidad que Dios le había dado, teniendo un completo dominio sobre su inclinación natural a la auto-indulgencia y a las ideas y principios egoístas que mancillan el alma. El Médico del alma y del cuerpo dará sabiduría y victoria completa sobre las pasiones beligerantes. Él proveerá todo lo necesario para que el hombre pueda perfeccionar un carácter en todo respecto” (Manuscript Releases vol. 7, 320).

 

8. Cristo vino a la tierra, no simplemente para que los habitantes de este pequeño mundo pudieran considerar la ley de Dios de la forma en que se la debe considerar, sino para vindicar el carácter de Dios ante el universo.

“El plan de redención tenía un propósito todavía más amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra sólo por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo” (Patriarcas y profetas, 55; original sin negritas).

 

9. Cristo vino en la forma humana, y mediante su perfecta obediencia demostró que la humanidad y la divinidad combinadas pueden obedecer todos los preceptos de Dios.

“Satanás había aseverado que era imposible para el hombre obedecer los mandamientos de Dios; y es cierto que con nuestra propia fuerza no podemos obedecerlos. Pero Cristo vino en forma humana, y por su perfecta obediencia probó que la humanidad y la divinidad combinadas pueden obedecer cada uno de los preceptos de Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, 255; original sin negritas).

Cristo vino al mundo a contrarrestar la falsedad de Satanás de que Dios había hecho una ley que los hombres no podían cumplir. Tomando la humanidad sobre sí, vino al mundo, y mediante una vida de obediencia mostró que Dios no había hecho una ley que los hombres no podían cumplir. Demostró que era perfectamente posible que los hombres obedezcan la ley. Los que aceptan a Cristo como su Salvador, participando de su naturaleza divina, pueden seguir su ejemplo viviendo en obediencia a cada precepto de la ley. Mediante los méritos de Cristo, el hombre debe mostrar por su obediencia que será digno de confianza cuando esté en el cielo; que no se rebelará. Cristo poseyó la misma naturaleza del hombre. Fue tentado en todo tal como los hombres. El mismo poder que le ayudó a obedecer está a las órdenes del hombre” (A fin de conocerle, 295; original sin negritas).

“Atribuir a su naturaleza un poder que es imposible que el hombre tenga en sus conflictos con Satanás, es destruir la integridad de su humanidad. La obediencia de Cristo a su Padre fue la misma obediencia que se requiere del hombre. El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás a menos que el poder divino obre mediante la humanidad. El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no para revelar lo que Dios podía hacer en su divina persona, sino lo que podía hacer mediante la humanidad.  El hombre debe, mediante la fe, ser hecho participante de la naturaleza divina y vencer toda tentación con la que es asediado. Fue la Majestad del cielo quien se hizo hombre, quien se humilló a sí mismo hasta nuestra naturaleza humana; es él quien fue tentado en el desierto y quien sufrió el antagonismo de los pecadores” (Signs of the Times, 10 abril 1893).

“Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo alto, puede llevar una vida intachable” (Ministerio de curación, 15).

 

10. Cristo vino para refutar la falsa enseñanza mediante la cual habían desfigurado a Dios quienes pretendían conocerlo.

Vino para poner a un lado la enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su ley, a revelar en su carácter la belleza de la santidad.  
Cristo vino al mundo con el amor acumulado de toda la eternidad. Al eliminar las exigencias que hacían gravosa la ley de Dios, demostró que es una ley de amor, una expresión de la bondad divina. Demostró que la obediencia a sus principios entraña la felicidad de la humanidad, y con ella la estabilidad, el mismo cimiento y la estructura de la sociedad.  
Lejos de contener requisitos arbitrarios, la ley de Dios se da a los hombres como cerco o escudo…
Cristo vino a demostrar el valor de los principios divinos por medio de la revelación de su poder para regenerar a la especie humana. Vino a enseñar cómo se deben desarrollar y aplicar esos principios” (La educación, 76-77; original sin negritas).

 

11. Jesús vino para impartir al alma humana el Espíritu Santo mediante el cual el amor de Dios es derramado en el corazón; pero es imposible la impartición del Espíritu Santo a quien está confinado en sus ideas.

Jesús vino para impartir al alma humana el Espíritu Santo mediante el cual el amor de Dios es derramado en el corazón; pero es imposible la impartición del Espíritu Santo a quien está encerrado en sus ideas, a aquel cuyas doctrinas son un estereotipo inmutable, a quien anda según las tradiciones y mandamientos de los hombres, tal como sucedía a los judíos en los días de Cristo. Eran muy puntillosos en las observancias de la iglesia, muy estrictos en cuanto a seguir las formas, pero estaban destituidos de vitalidad y de devoción religiosa” (Manuscript Releases, 52; original sin negritas).

 

12. Jesús vino para manifestar la verdad sobre Dios.

“Cristo exaltó el carácter de Dios, rindiéndole a él la alabanza y dándole el crédito a él por el propósito de su propia misión en la tierra: restaurar al hombre mediante la revelación de Dios. En Cristo quedó expuesta ante los hombres la gracia paternal y las incomparables perfecciones del Padre. En la oración que elevó inmediatamente antes de su crucifixión, declaró: ‘He manifestado tu nombre’, ‘te he glorificado en la tierra’, ‘he terminado la obra que me encomendaste’. Cuando se cumplió el objetivo de su misión, el Hijo de Dios anunció que su obra se había realizado y que el carácter de Dios se había manifestado a los hombres” (Signs of the Times, 20 enero 1890; original sin negritas).

“Cuando el mundo estaba destituido del conocimiento de Dios, vino Jesús para compartir esa inestimable bendición: el conocimiento del carácter paternal de nuestro Padre celestial. Este era su propio don a nuestro mundo, y confió ese don a sus discípulos para que lo comunicaran al mundo” (Testimonios para los ministros, 193; original sin negritas).

“Todos los que son elegidos de Dios cultivarán sus facultades intelectuales. Jesús vino para ejemplificar el carácter del Padre, y envió a sus discípulos al mundo para ejemplificar el carácter de Cristo; nos ha dado su Palabra para señalar el camino de la vida, y ha prometido dar eficiencia mediante el poder del Espíritu Santo a nuestra predicación de esa Palabra” (Testimonios para los ministros, 199; original sin negritas).

 

13. Vino, no para salvarnos en nuestros pecados, sino de nuestros pecados.

“Cristo no habría venido a esta tierra si los mandamientos no se hubieran quebrantado. Vino, no para salvarnos en nuestros pecados, sino de nuestros pecados. No hay verdadera felicidad en la transgresión; sólo en la obediencia. Nuestro mérito consiste en la sangre de Cristo. Pero los hombres creen que pueden transgredir y evitar la cruz, y aun así entrar en la ciudad” (Manuscript Releases vol. 3, 98; original sin negritas).

Jesús vino, no para salvar a los hombres en sus pecados, sino de sus pecados. ‘El pecado es transgresión de la ley’, y si fracasamos en obedecer la ley, no estamos aceptando a nuestro Salvador. La única esperanza de salvación que tenemos es mediante Cristo. Si su Espíritu mora en el corazón, el pecado no puede morar allí” (Review and Herald, 16 marzo 1886; original sin negritas).

Jesús vino al mundo a salvar a pecadores, no en sus pecados, sino de sus pecados, y para santificarlos mediante la verdad. A fin de que pueda ser un perfecto Salvador para nosotros, hemos de entrar en unión con él mediante un acto personal de fe. Cristo nos ha elegido, nosotros lo hemos elegido a él, y mediante esa elección quedamos unidos con él, y en lo sucesivo no hemos de vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que murió por nosotros” (Signs of the Times, 23 marzo 1888; original sin negritas).

 

14. Vino a esta tierra, sufrió, y sabe exactamente cómo simpatizar con nosotros y cómo asistirnos en la victoria.

“Cristo sabía que el hombre no podía vencer sin su ayuda. Por consiguiente, consintió en deponer sus ropajes reales y vestir su divinidad con humanidad a fin de poder alcanzarnos. Vino a esta tierra, sufrió, y sabe exactamente cómo simpatizar con nosotros y cómo asistirnos en la victoria. Vino para traer poder moral al hombre, y no quiere que el hombre piense que no tiene nada que hacer, pues cada uno tiene una obra que realizar por sí mismo. A través de los méritos de Jesús podemos vencer al pecado y al diablo” (Manuscript Releases vol. 3, 108; original sin negritas).

El Redentor del mundo vino del cielo para ayudar al hombre en su debilidad, para que, con el poder que Jesús vino a traerle obtuviera fortaleza para vencer el apetito y la pasión, y pudiese ser vencedor en todo punto” (Counsels on Health, 125; original sin negritas).

 

15. El Redentor del mundo vino, no sólo para ser el sacrificio por el pecado, sino para ser un ejemplo para el hombre al desarrollar un carácter humano santo.

Jesús vino a nuestro mundo para perfeccionar un carácter cristiano en beneficio de la raza humana; lo que Dios requiere de nosotros es que pongamos en práctica el ejemplo de nuestro Sustituto y Garante” (Manuscript Releases vol. 20, 282; original sin negritas).

 

16. Jesús vino para mostrarnos que es posible la obediencia durante toda una vida.

“Siempre debemos estar agradecidos a Jesús porque nos ha demostrado mediante hechos reales que el hombre puede guardar los mandamientos de Dios, refutando la falsedad de Satanás de que el hombre no los puede guardar. El gran Maestro vino a nuestro mundo para estar a la cabeza de la humanidad, para elevar y santificar de esta manera a la humanidad por su obediencia santa a todos los requisitos de Dios, mostrando que es posible obedecer todos los mandamientos del Señor. Él ha demostrado que es posible una obediencia de por vida” (Manuscript Releases vol. 5, 113; original sin negritas).

 

17. Jesús nos dio un ejemplo de cómo vencer al pecado.

“Debiéramos empeñar todo esfuerzo en vencer al mal. Cristo vino para darnos un ejemplo de cómo vencer…  
Nuestros caracteres están fotografiados en los libros del cielo, y seremos juzgados a partir de esos libros” (Manuscript Releases vol. 3, 116; original sin negritas).

Vino a la tierra para unir su poder divino a nuestros esfuerzos humanos, para que, mediante la fortaleza y el poder moral que él imparte, nosotros mismos podamos vencer” (Signs of the Times, 7 agosto 1879; original sin negritas).

“Al observar la condición actual de la humanidad, algunos se plantean la pregunta: ‘¿Está el hombre, por naturaleza, total y absolutamente depravado?’ ¿Está irremisiblemente arruinado? No. No lo está. El Señor Jesús dejó las cortes reales y, tomando nuestra naturaleza humana, vivió una vida como la que todos pueden vivir en la humanidad si siguen su ejemplo. En este mundo podemos perfeccionar una vida [que] sea un ejemplo de justicia, y vencer según el ejemplo que Cristo nos ha dado en su vida, revelando que la humanidad puede vencer tal como [venció] él, el gran Modelo. Los hombres se han vendido al enemigo de toda justicia. Cristo vino a nuestro mundo para vivir el ejemplo que debe vivir la humanidad, si es que ha de alcanzar el premio celestial…
Cristo vivió en este mundo una vida libre de contaminación para revelar a los seres humanos el poder de su gracia
, que será dado a toda alma que lo acepte como a su Salvador” (Manuscript Releases vol. 9, 239; original sin negritas).

 

18. Jesús vino para enseñarnos el sacrificio y la abnegación.

“El verdadero espíritu de la religión cristiana es el del sacrificio del yo; a cada paso se requiere la negación de uno mismo. Jesús descendió del Cielo para enseñarnos cómo vivir; y su vida se caracterizó por el esfuerzo y la abnegación” (Signs of the Times, 21 abril 1887; original sin negritas).

 

19. Jesús vino para traer poder moral a la raza humana.

Jesús vino a esta tierra, afectada y marchitada por la maldición, con el propósito de traer poder moral al hombre. Peleó la batalla en favor del hombre en el desierto de la tentación, y fue la misma batalla que hemos de luchar cada uno de nosotros hasta el final del tiempo” (Signs of the Times, 30 septiembre 1889; original sin negritas).

“No continuéis hablando de vuestra debilidad; Jesús vino para traer poder moral que se combinara con el esfuerzo humano a fin de que podamos avanzar paso a paso en el camino hacia el cielo. Que vuestra fe se aferre a las preciosas promesas de Dios, y si os han rodeado nubes, se despejará la bruma, ya que los ángeles de Dios están siempre dispuestos a ayudaros en toda prueba y emergencia. No se nos deja batallar contra el príncipe de las tinieblas sin ayuda” (Bible Echo, 1 diciembre 1892; original sin negritas).

“Los jóvenes pueden tener poder moral, porque Jesús vino al mundo para ser nuestro ejemplo y dar ayuda divina a todos, tanto jóvenes como adultos” (Conducción del niño, 154; original sin negritas).

“El Señor Jesús vino a nuestro mundo a representar al Padre. Representó a Dios, no como si fuera una esencia que impregna la naturaleza, sino como un Dios que tiene una personalidad. Cristo era la imagen exacta de la persona de su Padre, y vino a nuestro mundo para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, a fin de que este, aunque caído, pudiera identificarse con el carácter y la imagen divinos mediante la obediencia a los mandamientos de Dios, adornado con la belleza de la bondad del Señor” (Manuscript Releases vol. 9, 250; original sin negritas).

 

20. Jesús vino para mostrar el propósito de la iglesia cristiana.

“La formación de la iglesia cristiana y la unión de todo lo que abarca, la preservación de todos sus poderes como agencias señaladas por Dios para la recuperación espiritual de la imagen de Dios en el hombre, fue el objeto de que Cristo asumiera la naturaleza humana. Cristo era el fundamento de toda la economía judía; era el símbolo prescrito en el tipo para la fe religiosa y obediencia de todos” (Manuscript Releases vol. 7, 333; original sin negritas).

 

21. Jesús vino para desenmascarar al engañador.

“En el cielo Satanás había declarado que el pecado de Adán demostraba que los seres humanos no podían guardar la ley de Dios, y procuró arrastrar a todo el universo con él en esa creencia. La palabra de Satanás parecía ser verdadera, pero Cristo vino para desenmascarar al engañador. Vino para que, mediante su refutación y negación de las pretensiones de Satanás en el gran conflicto, pudiera demostrar que se había encontrado un rescate. La Majestad del cielo asumiría la causa del hombre, y con los mismos recursos que el hombre podía obtener, superaría la prueba de Dios tal como el hombre la tiene que superar…   
Cristo vino a la tierra, tomando la humanidad y teniéndose como representante del hombre, para mostrar en la controversia con Satanás que él era un mentiroso y que el hombre, tal como Dios lo creó, conectado con el Padre y con el Hijo, podía obedecer todo requisito divino. Hablando mediante su siervo, declara: ‘Sus mandamientos no son gravosos’. Fue el pecado lo que separó al hombre de su Dios, y es el pecado el que mantiene esa separación” (Manuscript Releases vol. 16, 115; original sin negritas).

 

22. Jesús vino como nuestro sustituto y garante, de forma que podamos ser vencedores con él.

“Cristo asumió un gran riesgo cuando vino aquí y entró en el campo de batalla, cuando vino aquí revestido de humanidad, teniéndose como nuestro garante, como nuestro sustituto, para poder vencer en nuestro lugar a fin de que pudiéramos ser vencedores en su fuerza y por sus méritos” (Manuscript Releases vol. 9, 52; original sin negritas).

“Cuando Jesús vino al mundo, lo hizo como nuestro sustituto y garante. Atravesó todas las experiencias del hombre desde el pesebre hasta el Calvario, dando a cada paso un ejemplo al hombre de lo que debiera ser y hacer” (Signs of the Times, 18 abril 1892; original sin negritas).

 

23. Jesús es para nosotros la única manera de comprender la justificación y la santificación.

Cristo vino para salvar al hombre caído, y Satanás le hizo frente en el campo de batalla del conflicto con la ira más feroz, ya que el enemigo sabía que cuando se añade fuerza divina a la debilidad humana, el hombre es dotado de poder e inteligencia, y puede quebrantar la cautividad en la que lo tenía atado…      
Se representó a Dios como siendo severo, implacable, vengativo y arbitrario. Se lo presentó como a quien encuentra placer en el sufrimiento de sus criaturas. El maligno presentó los atributos mismos del carácter de Satanás como si pertenecieran al carácter de Dios. Jesús vino para enseñar a los hombres acerca del Padre, para representarlo correctamente ante los hijos caídos en la tierra…       
La única forma en la que podía restaurar y mantener al hombre era haciéndose visible y familiar a sus ojos. Vino directamente al hombre a fin de que pudiera tener salvación y fuera hecho participante de su naturaleza…   
Después que fue trazado el plan de la salvación, Satanás no podía sustentar su aserto de que Dios, por ser tan grande, no iba a preocuparse de una criatura tan insignificante como el hombre. La redención del hombre es un tema maravilloso, y sólo en la cruz del Calvario se puede estimar el amor manifestado a la raza caída mediante el plan de la salvación” (Signs of the Times, 20 enero 1890; original sin negritas).

 

24. Jesús vino para impartir su justicia.

Jesús vino a sufrir en nuestro favor, para poder impartirnos su justicia. Hay para nosotros una sola vía de escape, y esta consiste en llegar a ser participantes de la naturaleza divina” (3 Mensajes selectos, 224; original sin negritas).

“Vivió la ley de Dios y la honró en un mundo de transgresión, revelando a los mundos no caídos, al universo celestial, a Satanás y a todos los caídos hijos e hijas de Adán que mediante su gracia la humanidad puede guardar la ley de Dios. Vino para impartir su propia naturaleza divina, su propia imagen, al alma arrepentida que cree” (Manuscript Releases vol. 8, 40; original sin negritas).

 

 


 


 

Apéndice E

Por qué murió Jesús

 

A Satanás le gusta oír palabras como evangelio, perdón, justificación, etc. Y frases tales como Jesús murió para salvarme, o Jesús murió para perdonar mis pecados. ¿Por qué? Porque sus definiciones de esos términos bíblicos y su explicación de por qué murió Jesús, proveen la base para un evangelio limitado.

El número de 1 de abril de 2002 de Time incluía un artículo de portada titulado: “¿Puede la Iglesia Católica salvarse a sí misma?” Una sección consistía en “La confesión del Padre X”. En ella, dicho padre describía su vida de abusos a niños de su parroquia: “Tuve que confesarme; había un genuino arrepentimiento [remordimiento quizá, pero difícilmente un ‘cambio de mente’], de forma que estaba un cierto tiempo sin cometer abusos. Me lo tomé con toda seriedad cuando tuve que confesar, yendo después a otra diócesis para estar seguro de que el cura no me conocía. Lo que yo deseaba era la absolución, de forma que podía recomponerme y volver a las andadas”.

Esas pudieron ser las palabras de un atormentado sacerdote católico. Pero son como un espejo de todos nosotros, cuando albergamos la comprensión que Satanás promueve respecto a por qué murió Jesús, en lugar de la comprensión abarcante del “evangelio eterno” que Dios quiere dar a conocer en estos tiempos finales. Las iglesias cristianas han vivido demasiado tiempo en la neblina de una verdad parcial.

La comprensión limitada que complace a Satanás consiste en algo parecido a esto: “Todos somos pecadores. Seguiremos siéndolo hasta que Jesús venga, y si morimos antes de que regrese, Jesús tendrá presente que lamentábamos nuestros pecados. ¿No murió Jesús para cubrir mis pecados? Y si le pido que me perdone, ¿no puedo esperar buenas nuevas?”

Si lo anterior es todo lo que comprendemos acerca de por qué murió Jesús, entonces estamos creyendo la versión de Satanás de las “buenas nuevas”. Esa es una de sus mentiras monstruosas. Obra según su proceder habitual: tomando la verdad y transformándola en tinieblas.

Como en todo asunto bíblico, debemos tener siempre presente el panorama general. El gran conflicto se centra en la vindicación de la justicia y equidad de Dios, demostrado en el trato que dispensa a sus seres creados. Satanás ha acusado a Dios de ser injusto, al hacer leyes de imposible cumplimiento, y declara que si alguien procura cumplirlas, va a ser un infeliz legalista. Pero Jesús y sus seguidores demuestran la falsedad de Satanás al exponer sus mentiras por lo que son.

En primer lugar, Jesús ganó el derecho -por su vida y por su muerte- para perdonar a quienes se arrepienten sinceramente, ya que demostró en su humanidad que las leyes de Dios pueden ser obedecidas con alegría, satisfaciendo así la justicia de Dios´.1 Además, Cristo ganó el derecho de perdonar a los que están realmente arrepentidos, puesto que la fe que depositan en él contiene la semilla de la lealtad y obediencia: esa misma fe que lo guardó a él de pecar.

En segundo lugar, ganó el derecho a ser nuestro Sumo Sacerdote, y nos promete misericordia y “gracia para el oportuno socorro” (Heb 4:16).

Expresado en pocas palabras: Cristo vivió y murió para darnos perdón y poder. Pedir su perdón, pero no su poder, es estar confundido en cuanto al motivo por el que murió. Pensar que el perdón es la causa principal o la causa única por la que Jesús murió, es otra evidencia de una comprensión limitada del evangelio.

Augustus Toplady lo expresó bien en su apreciado himno “Roca de los siglos” (original sin cursivas):

 

“Roca de los siglos, mi refugio,
En ti quiero esconderme;
Que la sangre y el agua,
Que brotaron del costado herido,
Sean doble cura a mi pecado,
Límpiame de su culpa y de su poder”.

 

Veamos algunos escritos de Ellen White sobre la “doble cura”, según las entrañables promesas bíblicas que abundan en el porqué de la muerte de Jesús (algunas citas abarcan más de una categoría):

 

I. Jesús satisfizo la “justicia”, demostrando que Dios era verdaderamente “justo” al no demandar un imposible a sus seres creados:

“Por su vida sobre la tierra, él honró la ley de Dios. Por su muerte, la estableció. Él dio su vida como sacrificio, no para destruir la ley de Dios, no para crear una norma inferior, sino para que la justicia pudiera ser mantenida, para demostrar la inmutabilidad de la ley, para que permaneciera para siempre.      
Satanás había aseverado que era imposible para el hombre obedecer los mandamientos de Dios; y es cierto que con nuestra propia fuerza no podemos obedecerlos. Pero Cristo vino en forma humana, y por su perfecta obediencia probó que la humanidad y la divinidad combinadas pueden obedecer cada uno de los preceptos de Dios” (Palabras de vida del Gran Maestro, 255).

 

II. Jesús pagó el precio y cerró la boca de Satanás respecto a si Dios podía amar a los pecadores hasta el punto de someterse al enorme oprobio de la cruz para reconciliarnos con él (Juan 3:16).

1. “Todo el cielo se asoció al triunfo de Cristo. Satanás, derrotado, sabía que había perdido su reino. El clamor, ‘Consumado es’, tuvo profundo significado para los ángeles y los mundos que no habían caído. La gran obra de la redención se realizó tanto para ellos como para nosotros. Ellos comparten con nosotros los frutos de la victoria de Cristo.
Hasta la muerte de Cristo, el carácter de Satanás no fue revelado claramente a los ángeles ni a los mundos que no habían caído” (El Deseado de todas las gentes, 706).

2. “Dios no nos ama porque le hayamos amado primero, sino que, ‘siendo aún pecadores’ (Rom 5:8) Cristo murió por nosotros, estableciendo plena y abundante provisión para nuestra redención” (La maravillosa gracia de Dios, 10).

3. “Tanto valen los hombres por los cuales Cristo murió, que el Padre está satisfecho por el precio infinito que se pagó por la salvación del hombre al entregar a su propio Hijo para que muriera por su redención. ¡Qué sabiduría, misericordia y amor en su plenitud se manifiestan aquí! El precio de un hombre se conoce sólo yendo al Calvario. En el misterio de la cruz de Cristo podemos calcular el valor de un hombre” (La maravillosa gracia de Dios, 175).

4. “Por su vida y su muerte, Cristo demostró que la justicia de Dios no destruye su misericordia, que el pecado podía ser perdonado, y que la ley es justa y puede ser obedecida perfectamente. Las acusaciones de Satanás fueron refutadas. Dios había dado al hombre evidencia inequívoca de su amor” (El Deseado de todas las gentes, 711).

 

III. Jesús sufrió la ira de Dios contra la transgresión [el horror de sentirse abandonado por Dios].

“Dios permitió que su ira contra la transgresión cayese sobre su Hijo amado. Jesús iba a ser crucificado por los pecados de los hombres. ¿Qué sufrimiento iba entonces a soportar el pecador que continuase en el pecado? Todos los impenitentes e incrédulos iban a conocer un pesar y una desgracia que el lenguaje no podría expresar” (El Deseado de todas las gentes, 692).

 

IV. Demostrando la falsedad de Satanás y la verdad de Dios mediante la vida y la muerte de nuestro Señor, Jesús ganó el derecho del vencedor a ser nuestro Salvador y Sumo Sacerdote.

“Otros, por su impenitencia, iban a hacer imposible que fuese contestada la oración de Cristo en su favor. Pero aun así, el propósito de Dios estaba alcanzando su cumplimiento. Jesús estaba adquiriendo el derecho a ser abogado de los hombres en la presencia del Padre” (El Deseado de todas las gentes, 694; traducción revisada).

 

V. Jesús murió para demostrar el carácter de Dios y el valor de la raza humana.

1. “El Señor nuestro Redentor todavía no había mostrado plenamente ese amor en su plenitud. Después de su condenación en el tribunal del juicio y de su crucifixión, cuando clamó con voz clara y potente ‘Consumado es’, ese amor se irguió en demostración de un nuevo amor: ‘Como yo os he amado’. ¿Lo captará la mente humana? ¿Podemos obedecer el mandamiento dado?” (Manuscript Releases vol. 16, 190).

2. “Cristo murió para traer a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, por lo tanto, el hombre es de valor ante Dios” (Manuscript Releases vol. 17, 198).

3. “El Hijo de Dios soportó esa vergüenza como penalidad por la culpa, a fin de que el pecador pueda estar sin culpa e inocente ante el trono de Dios. Ved lo que puede surgir a partir de la altura exaltada desde la que vino el Salvador, y desde la profundidad de la humillación a la que descendió a fin de poder alcanzar al pecador y elevarlo, haciéndolo participante de la naturaleza divina, engarzando su vida, su alma, con el Dios infinito. Cuando logramos una vislumbre de esa cruz; cuando ese clamor agonizante ‘Consumado es’ penetra en nuestros oídos, el sacrificio es completo. Su amor ha grabado el nombre de todo santo en las palmas de sus manos” (Manuscript Releases vol. 18, 19).

 

VI. Cristo murió para reclamar esta tierra del dominio que usurpó Satanás.

“Cristo murió para incursionar en el territorio de Satanás, disputarle su territorio usurpado y reclamar el reino para sí mismo. Con el clamor de un caudillo lleno de celo, presenta batalla a su oponente, el príncipe de las tinieblas, y recupera el reino que Satanás reclama como su propio y legítimo dominio” (Manuscript Releases vol. 18, 54).

 

VII. Cristo murió para destacar la inmutabilidad de la ley de Dios, para demostrar que no podía ni debía ser alterada según los caprichos de las inteligencias creadas (Mateo 5:17-18).

1. “La luz que tengo consiste en que los siervos de Dios deben abordar con discreción su obra, predicando las grandes y preciosas verdades de la Biblia: Cristo, y Cristo crucificado, su amor y su sacrificio infinito, mostrando que la razón por la que Cristo murió es porque la ley de Dios es inmutable, invariable, eterna” (The Southern Work, 69).

2. “Cristo murió porque no había ninguna otra esperanza para el transgresor. Este puede tratar de guardar la ley de Dios en el futuro; pero la deuda en la que ha incurrido en el pasado permanece, y la ley debe condenarlo a muerte. Cristo vino a pagar esa deuda por el pecador, la cual era imposible que este pagara por sí mismo. Así, mediante el sacrificio expiatorio de Cristo, le fue concedida al hombre pecador otra oportunidad” (Fe y obras, 29).

3. “Cuando murió Cristo, quedó asegurada la destrucción de Satanás. Pero si la ley hubiera sido abolida en la cruz, como muchos aseveran, entonces el amado Hijo de Dios hubiera sufrido la agonía y la muerte sólo para dar a Satanás lo que pedía; entonces el príncipe del mal habría triunfado; y sus acusaciones contra el gobierno divino hubieran quedado probadas. Pero el mismo hecho de que Cristo sufrió la pena de la transgresión del hombre, es para todos los seres creados un poderoso argumento en prueba de que la ley es inmutable; que Dios es justo, misericordioso y abnegado; y que la justicia y la misericordia más infinitas se entrelazan en la administración de su gobierno” (Patriarcas y profetas, 57).

4. “La inmutabilidad de la ley de Dios quedó establecida para siempre mediante la crucifixión de Cristo. Él era el Hijo de Dios, y de haber sido posible, Dios habría cambiado la ley para hacerla propicia al hombre en su estado caído. Pero la ley de Dios es inalterable, y la única forma en la que el hombre podía ser salvo era proveyendo un Sustituto que llevara la penalidad de la transgresión, dando así al hombre una oportunidad para recuperar su lealtad” (Manuscript Releases vol. 18, 70).

5. “Cristo murió porque la ley de Dios es inmutable, invariable, eterna” (¡Maranata, el Señor viene!, 175).

 

VIII. Puesto que Dios no llevará rebeldes al cielo, Cristo murió para hacer posible que los pecadores elijan la lealtad y se conviertan en obedientes guardadores de sus mandamientos mediante su gracia prometida.

1. “Cristo murió para que el transgresor de la ley de Dios pudiera ser traído de nuevo a su lealtad, para que pudiera guardar los mandamientos de Dios y su ley como la niña de su ojo, y vivir. Dios no puede traer rebeldes a su reino; por lo tanto, hace de la obediencia a sus requerimientos un requisito especial” (Manuscript Releases vol. 1, 112).

2. “Dando su vida por la vida de los hombres, iba a restaurar en la humanidad la imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a reformar nuestro carácter conforme al suyo, y a embellecerlo con su gloria” (Ministerio de curación, 404).

3. “¿Es el asunto de obtener la vida eterna algo que se pueda tomar a la ligera? Cristo pagó el precio de nuestra redención con su propia vida. Murió para asegurar nuestro amor y obediencia voluntaria” (Manuscript Releases vol. 18, 269).

4. “Murió para hacer posible que guardemos la ley. Pero se deja a cada uno que haga por sí mismo la elección. Dios no fuerza a nadie a que acepte las ventajas que él ha asegurado a un costo infinito” (The Youth’s Instructor, 20 marzo 1902).

 

IX. Cristo murió a causa del pecado en el planeta Tierra; debido a la transgresión de la ley de Dios.

“¿Por qué murió? A consecuencia del pecado. ¿Qué es pecado? La transgresión de la ley. Entonces se abren los ojos para ver el carácter del pecado. La ley es quebrantada pero no puede perdonar al transgresor. Es nuestro ayo, que condena al castigo. ¿Dónde está el remedio? La ley nos lleva a Cristo, que pendió de la cruz para que pudiera impartir su justicia al hombre caído y pecaminoso y así presentar a los hombres ante su Padre en su propio carácter perfecto” (1 Mensajes selectos, 400).

 

X. Jesús murió para proveer la base y propósito del evangelio eterno; para que los pecadores cobraran ánimo, comprendieran el poder divino disponible y vivieran como seguidores leales, demostrando de nuevo la falsedad de Satanás respecto a la disposición y habilidad de los seres creados para obedecer a Dios (Filipenses 2:12-15).

1. “La preciosa revelación de la voluntad de Dios en las Escrituras, con todo su despliegue de gloriosa verdad, es sólo el medio para conseguir un fin. La muerte de Jesucristo fue el medio para conseguir el fin. El medio fue la más poderosa y eficaz provisión que pudo dar a nuestro mundo; el fin fue la gloria de Dios en la elevación, refinamiento y ennoblecimiento del agente humano” (Manuscript Releases vol. 7, 274).

2. “Jesús murió para poder purificarnos de toda iniquidad. El Señor llevará adelante esa obra de perfección en nuestro favor, si permitimos que él nos controle. Él avanza en esa obra para beneficio nuestro y para la gloria de su propio nombre” (Manuscript Releases vol. 4, 348; 1898).

3. “Oímos muchas excusas: ‘No puedo alcanzar esto o aquello’. ¿Qué queréis decir, por ‘esto o aquello’? ¿Sugerís que fue un sacrificio imperfecto el que se realizó en favor de la raza humana sobre el Calvario? ¿Sugerís qué no se nos ha otorgado gracia y poder suficientes para poder sobreponernos a nuestros defectos y tendencias naturales? ¿Qué no fue un Salvador completo el que nos fue dado? ¿Queréis arrojar oprobio sobre Dios?” (Ms 8, 1888, sermón predicado en la Asamblea de la Asociación General en Minneapolis, el sábado 20 de octubre de 1888. Citado por Olson, Through Crisis to Victory, 261-262).

4. “¿Cómo os podría dar una evidencia de su amor, mayor que la que dio al morir por vosotros en la cruz del Calvario? Murió a fin de que podáis tener el poder para romper con Satanás, para que podáis quitaros sus horribles grilletes y ser librados de su poder” (The Youth’s Instructor, 2 marzo 1893).

5. “Cristo murió para que su vida pudiese ser vivida en usted, y en todos los que lo toman [a Cristo] como ejemplo. Con la fuerza que le da su Redentor, puede usted tener su carácter y trabajar con sabiduría y poder para enderezar las sendas torcidas” (Obreros evangélicos, 173).

6. “Muriendo en la cruz, Cristo dio su vida como una ofrenda por el pecado, para que mediante su poder el hombre pudiera volverse de sus pecados, convertirse y ser un obrero juntamente con Dios” (Manuscript Releases vol. 18, 75).

7. “Todo el cielo está interesado en la restauración de la imagen moral de Dios en el hombre. Todo el cielo está trabajando para conseguir ese fin. Dios y los santos ángeles tienen un intenso deseo de que los seres humanos alcancen la medida de la perfección por la que Cristo murió para que fuera posible que ellos la alcanzaran” (En los lugares celestiales, 286).

8. “Cuando es tentado y probado, demanda el poder que Cristo dio con su muerte, y vence mediante la gracia de Jesús. Esto necesita entender cada pecador. Debe arrepentirse de sus pecados, debe creer en el poder de Cristo, y debe aceptar ese poder que salva y protege del pecado” (1 Mensajes selectos, 262).

9. “La muerte de Cristo no nos dejó huérfanos … Está a nuestro alcance obtener victoria tras victoria y ser los más felices sobre la faz de la tierra” (Our High Calling, 148).

10. “Los hombres han estado satisfechos con pequeños logros. No han procurado elevar sus facultades mentales, morales y físicas. No han sentido que Dios requería esto de ellos; no se han dado cuenta de que Cristo murió precisamente para capacitarlos para hacer esta obra. Como resultado se han quedado muy en zaga con respecto a lo que pudieran ser en inteligencia, y en cuanto a la capacidad de pensar y planear” (Testimonios para la iglesia vol. 5, 523).

11. “Cristo murió para que se pueda restaurar en la humanidad la imagen moral de Dios; para que los hombres y mujeres puedan ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. No debemos emplear poder alguno de nuestro ser para nuestra gratificación egoísta, pues todos nuestros poderes le pertenecen a él, y debemos emplearlos para su gloria” (Review and Herald, 6 noviembre 1900).

12. “El hombre quedó separado de Dios debido a la transgresión; se rompió la comunión entre ambos; pero Jesucristo murió en la cruz del Calvario, llevando en su cuerpo los pecados de todo el mundo, y esa cruz tendió un puente sobre el abismo creado entre el cielo y la tierra. Cristo lleva a los hombres ante el abismo y les señala el puente tendido por encima del mismo, diciendo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame’. Dios nos da un tiempo de prueba en el que podamos demostrar si le vamos a ser leales o no” (Manuscript 21, 1895; Citado en parte en Comentario bíblico adventista vol. 7, 953).

13. “Cristo murió para ser un sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Está intercediendo por nosotros a la diestra del Padre como nuestro Sumo Sacerdote. Mediante el sacrificio de su vida compró la redención para nosotros. Su expiación es efectiva para cualquiera que se humille y reciba a Cristo como su Ejemplo en todas las cosas. Si el Salvador no hubiera dado su vida como propiciación por nuestros pecados, toda la familia humana habría perecido. No habría tenido derecho al cielo. Es por su intercesión como nosotros, mediante la fe, el arrepentimiento y la conversión, somos capacitados para ser participantes de la naturaleza divina, escapando así a la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (Manuscrito 29, 1906; citado en Seventh-day Adventist Bible Commentary vol. 7A, 477).

14. “Cristo murió para que podamos guardar los mandamientos de Dios. ¿Estarán vuestros nombres registrados en el libro de la vida del Cordero? Sed, pues, cuidadosos y celosos en arrepentiros de todo pecado. Él dice: ‘No borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles’ (Apocalipsis 3:5)” (Manuscript Releases vol. 19, 264).

15. “Cuando Cristo dio su vida por vosotros, lo hizo para poder situaros en terreno ventajoso y para impartiros poder moral. Mediante la fe podéis ser participantes de su naturaleza divina, escapando así a la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (Manuscript Releases vol. 14, 73).

16. “Cristo vino a nuestro mundo para elevar a la humanidad, para renovar la imagen de Dios en el hombre a fin de hacerlo participante de la naturaleza divina. Jesús se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de buenas obras. Cuando Cristo mora por la fe en nuestros corazones hace que seamos como una rama injertada en la verdadera Parra. La Majestad del cielo dio su vida para hacernos individualmente suyos al traer al transgresor de vuelta a su lealtad a la ley de Dios, apartando al pecador de su iniquidad. ¡Oh, si los hombres amaran y temieran a Dios!” (Manuscript Releases vol. 14, 85).

17. “Mediante la muerte de su Hijo unigénito, Dios ha hecho posible para el hombre alcanzar el elevado ideal propuesto. No podemos traer mayor deshonra a Dios que permaneciendo en la indolencia y la indiferencia, sin preocupación por salvar las almas que perecen en el pecado” (Manuscript Releases vol. 16, 342).

18. “Murió para que pudierais ver la pecaminosidad del pecado y a fin de que vengáis a él para que tengáis vida” (Manuscript Releases vol. 17, 49).

19. “No chasquees al que dio su vida para que puedas ser vencedor. Él fue tentado en todo punto en el que tú y yo podamos ser tentados, y a fin de resistir pasó noches enteras en oración y comunión con su Padre. Cristo no dejó este mundo hasta haber hecho posible para toda alma el vivir una vida de fe y obediencia perfectas, tener un carácter perfecto” (Manuscript Releases vol. 17, 85).

20. “No se te pide que ayunes por cuarenta días. El Señor soportó el ayuno en tu favor en el desierto de la tentación. No habría virtud en un ayuno tal, pero hay virtud en la sangre de Cristo. ¿No vas a creer que en su sacrificio hay poder para purificarte y refinarte, que en su gracia hay poder para hacer de ti un obrero juntamente con Dios?” (Manuscript Releases vol. 17, 86).

21. “Los que guardan los mandamientos de Dios deberían hacer manifiesto que la verdad está santificando el alma, refinando y purificando los pensamientos, y elevando el carácter y la vida. Cristo murió para que la imagen moral de Dios pudiera ser restaurada en nuestras almas y pudiese reflejarse ante quienes nos rodean” (Fe y obras, 61).

22. “La cruz del Calvario desafía, y finalmente vencerá a todo poder terrenal e infernal. En la cruz se centra toda influencia, y de ella fluye toda influencia. Es el gran centro de atracción, pues en ella Cristo entregó su vida por la raza humana. Este sacrificio se ofreció con el propósito de restaurar al hombre a su perfección original. Sí, aún más: fue ofrecido para transformar enteramente el carácter del hombre haciéndolo más que vencedor” (Comentario bíblico adventista vol. 6, 1113).

23. “Como Salvador divino, Jesús murió por nosotros a fin de que podamos vivir su vida de pureza, verdad y justicia. Él nos enseña cómo vivir. Nuestra oración debiera ser: ‘Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí’” (Manuscript Releases vol. 18, 277).

24. “Cristo murió para salvar a los pecadores, no en sus pecados, sino de sus pecados” (Manuscript Releases vol. 19, 182).

25. “Al morir en la cruz, Cristo dio su vida como una ofrenda por el pecado, a fin de que mediante su poder el hombre pudiera volverse de sus pecados, convertirse, y ser un obrero juntamente con Dios” (Manuscript Releases vol. 18, 75).

 26. “El Hijo de Dios consintió en morir en el lugar del pecador a fin de que el hombre pudiera, mediante una vida de obediencia, escapar a la penalidad de la ley” (Signs of the Times, 7 agosto 1879).

 

Notas:

1.      “Aun así, el propósito de Dios estaba alcanzando su cumplimiento. Jesús estaba adquiriendo el derecho a ser abogado de los hombres en la presencia del Padre” (El Deseado de todas las gentes, 694; traducción revisada).

Apéndice F

Contraste entre ‘perfección moral’ y ‘perfeccionismo’

 

En este libro la perfección se refiere a un patrón dinámico en la vida de quienes reflejan cada vez mejor la vida de Jesús; tales personas son ejemplos confiables de amor genuino a Dios y al hombre. Han tomado la determinación de no ceder a los deseos rebeldes y pecaminosos, y si caen, lo lamentan y se entregan nuevamente a los brazos llenos de gracia del Señor, quien ofrece a todos perdón y poder.

Ese patrón vital se describe en términos bíblicos tales como: “madurez”, “la estatura de la plenitud de Cristo” y “justicia”. Por consiguiente, por perfección no nos referimos a un estado en el que la persona está más allá de la tentación o de la posibilidad de caer; como tampoco Jesús, el Ejemplo de perfección para el hombre, fue inmune a las tentaciones y a la indulgencia del yo.

Tampoco entendemos que la perfección que se espera del cristiano consista en la ausencia de enfermedad o de error mental (por ejemplo, error matemático). Dios es justo, por lo tanto, no tiene por responsables a quienes se comportan de forma “impropia de ellos” cuando sus capacidades mentales han sufrido una merma importante debido a la edad avanzada, a la enfermedad, etc.

Empleamos la perfección en el mismo contexto que en esta declaración:

“De todos exige perfección moral. Nunca debiéramos rebajar la norma de justicia a fin de contemporizar con malas tendencias heredadas o cultivadas. Necesitamos comprender que es pecado la imperfección de carácter…              
Los seres celestiales obrarán con el agente humano que con determinada fe busque esa perfección de carácter que alcanzará la perfección en la acción” (Palabras de vida del gran Maestro, 265 y 267).

Los siguientes párrafos nos dan una idea de la urgencia que conlleva el término:

“Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos” (Id., 47).

“La misma imagen de Dios se ha de reproducir en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo” (El Deseado de todas las gentes, 625).

En todo respecto importante teológico y práctico, la perfección, tal como explican las citas anteriores, está en marcado contraste con el concepto de perfeccionismo. El último término, que enfatiza un punto absoluto más allá del cual no cabe mayor desarrollo, surge a partir de la filosofía griega, y no de la Biblia. La perfección en el sentido bíblico es simplemente semejanza con Cristo, lo que combina una relación con Dios como la que Jesús tuvo, junto a las cualidades del carácter que él manifestó. Una relación como esa lleva al cumplimiento de Apocalipsis 3:21: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

Si bien perfección no es una palabra frecuente en las traducciones al inglés de la Biblia, el concepto de perfección moral (es decir: vivir una vida madura en el poder del Espíritu, caracterizada por los hábitos en progreso respecto a vencer las debilidades morales -el pecado-, una maduración progresiva de los frutos del Espíritu) es el único objetivo presentado, sea en el Antiguo Testamento, en el Nuevo, o en los escritos de Ellen White. Adoptar la posición de que se trata de un ideal irrealizable, equivale a desconfiar del poder divino para lograr aquello que Dios ha prometido.

Los autores bíblicos pusieron el énfasis en la dirección. La procura de la perfección continuará por siempre: siempre creciendo en conocimiento, y acercándonos cada vez más a la meta de reflejar más plenamente la imagen de nuestro Hacedor. Dicho de otro modo: no hay línea de llegada. Se aplica aquí el lema de la marca Lexus: “La búsqueda incesante de la perfección”. En mi computadora se lee esta frase: “Persigue la perfección, pero acepta la excelencia”.

Una advertencia: quienes consideran la perfección personal como el objetivo principal de sus vidas, es probable que logren menos que aquellos cuya principal preocupación es servir a Dios y a otros.

En el estudio de cuál es el significado que dieron los autores bíblicos y Ellen White al concepto de perfección, sea que se emplee o no esa palabra exacta, es siempre necesario someterse a un principio hermenéutico básico: es el contexto el que debe determinar el significado.

 


 

Apéndice G

La última generación

 

La práctica totalidad de cristianos cree que existirá una última generación, es decir, una generación final. ¡Es obvio! El problema parece radicar en su significado. Muchos creen que Dios está demorando su venida, esperando que se desarrolle algo especial en la última generación, y han expresado ese concepto en términos del “principio de la cosecha”.

El principio de la cosecha procede de diversos conceptos bíblicos relativos a la segunda venida, que de otra forma permanecerían aislados e inconexos. La esencia de ese principio se ha visto reflejada en el pensar adventista por más de un siglo, y por parte de líderes tan tempranos como el matrimonio White, Loughborough, Bourdeau, Smith, Haskell, Prescott y muchos más desde entonces.

A diferencia de muchos cristianos que también enfatizan el regreso de Jesús (por ejemplo, los que defienden el rapto secreto), el principio de la cosecha enfatiza la condicionalidad del momento de su advenimiento: Dios esperará hasta que la cosecha esté madura (Marcos 4:29, Apocalipsis 14:15-16). La cosecha consiste en un pueblo preparado, que va a vindicar la integridad de Dios y de su ley. Un pueblo tal se convierte en fiel instrumento de su gracia. Dios llama personalmente mediante su Espíritu Santo, a través de su pueblo, a la última generación que habita el mundo para que acepte su invitación de vivir para siempre.

Los adventistas creemos que el mal abundará y empeorará a medida que la raza humana aumente en número y sofisticación, pero el mundo no se va a autodestruir. Y tampoco la cantidad de mal, por ella misma, va a acelerar o determinar el regreso de nuestro Señor. Por el contrario, fuerzas celestiales retienen los vientos destructores hasta que el pueblo de Dios esté finalmente identificado como aquellos sobre quienes se puede poner el sello de la aprobación divina (Apocalipsis 7:1-3). El gran conflicto se desarrollará en el planeta Tierra. Antes que se cierre el tiempo de gracia y la maldad campe sin restricción, los hombres y las mujeres habrán resuelto por siempre cualquier cuestión relativa a la justicia y amor divinos.

Algunos creen que el retorno de Cristo depende de la soberanía de Dios. Es decir: piensan que Jesús regresará en un momento concreto que Dios ha establecido, independientemente de la conducta humana. Ese concepto calvinista, opuesto al de John Wesley (por ejemplo), es ampliamente superado por la más amplia y abarcante comprensión del “evangelio eterno”, que se expresa mejor en la comprensión sinóptica y coherente del tema del gran conflicto.

Textos bíblicos como 2ª de Pedro 3:11-12 y muchas declaraciones de Ellen White, como la de la página 47 de Palabras de vida del gran Maestro, enseñan que la maduración espiritual de su pueblo está relacionada con el tiempo de su segunda venida. No he encontrado una sola declaración bíblica o del Espíritu de profecía que contradiga ese principio de la cosecha.

Después que Jesús hubo descrito cuáles serían las condiciones que existirían en el mundo desde su día hasta el final, afirmó: “Oiréis guerras, y rumores de guerras: mirad que no os turbéis; porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin… Y todas estas cosas, principio de dolores” (Mateo 24:6-8). En el versículo 14, Jesús nos da una indicación positiva que determina la cercanía del advenimiento: “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los Gentiles; y entonces vendrá el fin”.

La clave en los eventos de los últimos días está en (a) qué constituye el evangelio y (b) cómo se lo predica. Poner un énfasis indebido en la condición del mundo -siempre convulso- como indicador principal de la proximidad del fin, sería como si el agricultor se dijera: “Ya he engrasado la cosechadora, por lo tanto, debe ser tiempo de recolectar el trigo”. O: “Parece que se avecina una tormenta: debe ser el tiempo de cosechar el maíz”. Hay tanta relación entre la tormenta y la cosecha del maíz maduro, como entre la angustia en el mundo y la preparación de hombres y mujeres para el advenimiento.

El principio de la cosecha parece ser la mejor explicación para conjugar los conceptos de: 1) la intención divina de castigar a hombres y mujeres que llenaron la copa de su iniquidad, y 2) su anhelo de meter la hoz y segar, “porque la hora de segar… es venida, porque la mies de la tierra está madura” (Apocalipsis 14:15 y 18). Dios va a levantar realmente su mano que ha venido refrenando a Satanás, una vez que se hayan señalado “los siervos de nuestro Dios en sus frentes” (Apocalipsis 7:3). Dios no cerrará el tiempo de gracia para el mundo hasta que todos los que estén vivos en un tiempo dado hayan tenido la clara oportunidad de apreciar la diferencia entre aquellos que guardan en verdad sus mandamientos, y quienes han dicho definitivamente NO a sus llamados (habrán escogido su propio camino, y Dios los abandonará a ese camino). Ser dejado a los designios de uno mismo, tras haber llenado la copa de la iniquidad y cuando Satanás tenga sus malignas manos libres: en eso consiste sufrir la “ira de Dios”.

Dicho de otro modo: el principio de la cosecha depende de la maduración del trigo y de la cizaña (los salvos y los perdidos). La progresión en la claridad con que los leales a Dios den su testimonio relativo al “evangelio eterno”, así como su inequívoco testimonio público del mismo, hará que aquellos que previamente tuvieron curiosidad o dudas se den ahora prisa en tomar una decisión, sea de aceptación o de rechazo hacia esos principios de vida que no admiten una actitud neutral.

El principio de la cosecha anula, de una parte, la idea de que 1) el tiempo va a continuar indefinidamente; y de la otra, 2) la idea de que Dios vendrá, esté preparado su pueblo o no lo esté. Dios no va a cambiar su estrategia consistente en que hay una preparación necesaria para recibir la vida eterna, incluso aunque parecería lógico que tenga todo el derecho a agotar su paciencia con hombres y mujeres malvados que parecen ser cada vez más violentos y servidores de sí mismos.

A Ellen White se le instruyó a que escribiera: “La importante y grandiosa obra de preparar un pueblo que posea el carácter de Cristo y que pueda estar de pie en el día del Señor, ha de llevarse a efecto” (Testimonios para la iglesia vol. 6, 134). Alguna generación de adventistas, junto a muchos más en todo el planeta, va a tomarse a Dios en serio, va a prestar oído a su Palabra con gran interés, y responderá con un SÍ entusiasta a todo lo que Dios le muestre en el más difícil de todos los tiempos.

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