Querido amigo y amiga:

La reforma protestante del siglo XVI significó un glorioso movimiento de emancipación del pensamiento papal de la Edad Media. La libertad para pensar bíblicamente debía preceder a la libertad política y social. A lo largo de todo ese período denominado "oscurantismo", Dios tuvo una iglesia "remanente" que preservó su libertad de conciencia a pesar de estar obligada a huir al desierto, donde Dios le preparó un refugio para que se mantuviera durante mil doscientos sesenta días (años proféticos, Apoc. 12:6). Esa iglesia "invisible" estaba compuesta por santos que preservaron su fe en la Biblia y que preservaron la propia Biblia al precio de las inclemencias, la persecución y el martirio. Vivieron escondidos en montañas del sur de Francia y del norte de Italia, enviando a sus jóvenes como misioneros a fin de que se mezclaran con la gente para proporcionarles el conocimiento del verdadero evangelio. Prepararon el camino a la gran reforma de Lutero.

La liberación más plena de las tinieblas papales llegó hacia el final de esos 1260 años, en 1798, junto al descubrimiento simultáneo en muchos países del mensaje de Daniel y Apocalipsis: había comenzado el "tiempo del fin". Entonces tuvo lugar en rápida sucesión el reconocimiento de que le mundo está hoy viviendo en el gran Día de la Expiación. Ha llegado el tiempo para que sea comprendido en su amplitud ese "evangelio del reino" que Jesús anunció que sería predicado en todo el mundo por testimonio a todas las naciones, viniendo entonces el fin (Mat. 24:14). Ese es el preciso momento en el que nos encontramos, en la progresión del precioso don del tiempo que Dios nos concede.

La comprensión del evangelio que tenían los creyentes en el siglo XVI era maravillosa en su día; pero ahora se impone ese cambio en el paradigma que trasciende tanto el calvinismo como el arminianismo, en la recuperación de la justificación por la fe. El glorioso plan del cielo es la maduración de la mies para la cosecha. Está a punto de llegar ese "Uno" sentado en una nube blanca, teniendo una hoz afilada en su mano, listo para segar la mies de la tierra, que llegó a su madurez (Apoc. 14:14 y 15). Se trata de la segunda venida de Jesús y de la traslación final de su pueblo, como parte vital de la resolución del gran conflicto secular entre Cristo y Satanás. Pero la condición es que la mies madure primero.

Finalmente el mundo se ha de congregar alrededor de la cruz del Calvario, y comprender las dimensiones del amor de Cristo, que excede a todo conocimiento (Efe. 3:17-19). El evangelio en su prístina pureza ha de alumbrar por fin toda la tierra con el conocimiento de Dios (Apoc. 18:1-4). El mundo se polarizará entonces en dos campos: aquellos que abrazan la plena comprensión del evangelio, y los que la rechazan. Esa niñita que acompaña a la novia en las bodas y que está motivada principalmente por el pastel nupcial que la espera, madurará por fin hasta la estatura de la plenitud de Cristo, lugar desde el que será capaz de apreciar al Esposo por lo que es (Apoc. 19:7 y 8). Se convertirá en la Esposa, y estará por fin preparada para las "bodas del Cordero".

Si quieres saber el cuándo de todo eso, la respuesta es: hoy, ahora.

R.J.W.