Querido amigo y amiga:

A. Gugino, un veterano militar de Pearlington, es uno de los miles de personas que han tenido que comenzar desde cero tras el Katrina. No sabe cómo reaccionar. Todo el trabajo de su vida quedó aparentemente destruido. En una alocución pública ha verbalizado el clamor de muchos: "Dios nos ha visitado con venganza. No lo puedo comprender".

Si me fuera posible contactar con él, le diría con todo respeto y cariño:

(1) No ha sido Dios quien ha irrumpido con esa aparente "venganza". (2) Es Satanás. No obstante, continúa sin poderlo "comprender", ya que: ¿por qué le ha permitido Dios que efectúe esa obra de destrucción? Aún peor que perder su obra de toda una vida, sería perder su confianza en el Dios que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el Padre de todos nosotros. Esa última tragedia sería infinitamente más devastadora que la primera (que en el peor caso sólo puede destruir "el cuerpo", Luc. 12:4 y 5). (3) Mi querido amigo y hermano, afrontemos la realidad: su nuevo nombre es "Sr. Job", la persona que tiene el honor de dar nombre a un libro de la Biblia. También él lo perdió "todo" –hijos incluidos- en desastres aparentemente naturales. Al principio del libro podemos verlo sentado sobre cenizas, lamentando su desgraciada condición física (2:8). (4) Pero su tortura física es el menor de sus problemas: su propia esposa se vuelve contra él con burla (vers. 9), y lo que es peor, (5) su existencia queda amargada por el horror inenarrable de pensar que su Amigo de toda la vida, Dios, le ha causado todo ese mal (1:21; 2:10). Se sentiría aliviado si al menos pudiera saber que es Satanás quien lo ha hecho, pero no puede "sentir" la bendita verdad de que el Señor aún lo ama y lo protege. El resultado: Job se encuentra en el fondo del pozo. ¿Una experiencia familiar?

Sí, su nombre es Job. Pero Job es otro de los nombres de Jesús, quien clamó sobre la cruz, en una agonía similar, sintiéndose abandonado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Pero su Padre estaba a su lado, presente -aunque velado-, en aquella densa oscuridad: ¡No lo había desamparado! Tampoco a ti te ha desamparado, seas quien seas. Aquello que no puedes comprender, ¡créelo! El que dio a su Hijo único para tu salvación, el que prefirió la muerte eterna antes que dejar que te perdieras, ha prometido: "No te desampararé, ni te dejaré" (Heb. 13:5). Cree ahora, y el Señor te hará comprender después. Elige seguir creyendo que Dios es amor (1 Juan 4:8).

R.J.W.