Querido amigo y amiga:

Es posible que en algunas ocasiones tus capacidades mentales y emocionales estén superando el límite de la fatiga, y te sientas incapaz de pensar de forma consistente, percibas un horizonte de perplejidad y tinieblas, o hasta incluso es posible que no sepas qué decir cuando te arrodillas a orar. Tu Salvador, que prometió no abandonarte jamás, y que ha cumplido siempre su promesa, te sugiere esta oración (se trata de una traducción libre de Mateo 6:9-11):

"Padre mío del cielo, haz que tu reputación, tu nombre, resulten honrados en mí. Que tu gracia me de la capacidad de centrar mi mente en lo que tú necesitas, más bien que en lo que necesito yo. ¡Sálvame de traer vergüenza a tu causa!

Que sean vencidos todos los obstáculos para el establecimiento de tu reino; es decir, que nada produzca mayor demora en la segunda venida de Jesús. Indigno como soy, enséñame cómo puedo adelantar -y no retrasar- ese día (2 Ped. 3:12).

Que tus justos y misericordiosos propósitos puedan cumplirse en este mundo maldito por el pecado; que tu amor incomparable pueda triunfar aquí, tal como lo hace en el cielo. Enséñame a ser un colaborador en eso, y no un impedimento.

Dame hoy la porción de pan de vida que puedo asimilar, alguna revelación de la verdad del evangelio, de tu carácter, que me permita ver más claro que ayer (Gál. 2:5, 14). No permitas que mi alma languidezca en la inanición.

Sé que mis pecados crucificaron a tu Hijo amado. Lo confieso. Acepta mi arrepentimiento. Quita mi pecado de enemistad contra ti (Rom. 8:7). Sálvame de albergar alguna amargura contra ti, o contra cualquiera de tus hijos (todo ser humano).

Líbrame de las seducciones de Satanás, de los encaprichamientos propios de la naturaleza humana, porque tuyo es el reino (tú eres mi Rey y Señor), el poder (eres mi único refugio) y la gloria (me aferro a tu carácter).

Por siempre, Amén".

R.J.W.