Querido amigo y amiga:

Imagina que un buen día te das cuenta de que desapareció el relieve de aquella inmensa montaña que siempre habías visto al mirar por tu ventana. ¿Quedarías indiferente ante la planicie del nuevo horizonte?

Esa es una imagen apropiada de la virtual desaparición del protestantismo, a medida que el catolicismo romano ha ido ganando en adeptos e influencia, especialmente en la que una vez fue la nación protestante de Estados Unidos. El catolicismo romano dominó la Europa medieval por 1260 años, pero hacia el final de ese período de supremacía eclosionó la gran reforma protestante, extendiéndose por el viejo continente. Significó para el papado lo que el libro de Apocalipsis describe como una "herida mortal" (13:3). Multitudes se añadían en pública y valiente "protesta" contra las doctrinas no-bíblicas y pretensiones del papado (¿qué queda hoy de toda aquella "protesta"?). Esa gran revolución tuvo mucho que ver con la formación de una nueva nación en América del Norte, a partir de la emancipación de trece colonias británicas que la poblaban. El propósito explícito de sus reverenciados fundadores fue el de establecer una nación sin rey y una iglesia sin papa. Hoy ha venido a convertirse en la primera (y en cierto sentido única) potencia mundial, y es capaz de cumplir el resto de la profecía de Apocalipsis relativa a la futura curación de aquella herida mortal y al restablecimiento del papado (vers. 11-18).

Por toda apariencia su presencia nacional es hoy la de una nación católico romana. El mundo contempla maravillado cómo ocurre ante nuestros ojos el milagro anunciado: "su herida mortal fue sanada" (vers. 3). La que fue una humilde nación, comparable a "un cordero" durante su período protestante, se está preparando para actuar "como un dragón" (vers. 11-17). Procurará revivir el poder y supremacía de aquellos 1260 años.

Pero queda algo importante: una Voz de protesta (según el hoy perdido espíritu protestante), va a alumbrar la tierra con la gloria del verdadero mensaje del evangelio (18:1-4). Significará la culminación del conflicto de los siglos entre Cristo y Satanás, entre el bien y el mal, entre la verdad y su falsificación. "Estas palabras son fieles y verdaderas. El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡Vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro" (22:6 y 7).

R.J.W.-L.B.