Querido amigo y amiga:

¿Qué deben hacer los que creen en Jesús, si son injustamente excluidos de la membresía de la iglesia a la que han servido fielmente? Damos por supuesto que han sostenido las enseñanzas auténticas de su comunidad de fe, y que han tenido una "buena conducta en Cristo" (1 Ped. 3:16). ¿Qué deben hacer?

Primeramente, han (hemos) de saber que eso es posible que suceda: "Os expulsarán de las sinagogas" (Juan 16:2).

"Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Tim. 3:12). No se trata de una posibilidad, sino de una positiva e ineludible constatación. Eso significa que si la iglesia a la que perteneces estuviera viviendo "piadosamente", estaría padeciendo "persecución" de parte del mundo. Si eso no está sucediendo, es ciertamente probable que en el caso de vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufras persecución de parte de tu propia iglesia. El choque, en ese caso, no se produce entre un mundo infiel y una iglesia fiel (puesto que no lo es), sino entre aquel que es fiel y su iglesia acomodada al mundo. Quizá te parezca una posibilidad remota, pero es la historia perenne de una gran parte del registro sagrado, del mal que ha afligido repetidamente al "pueblo de Dios". ¡Ninguna iglesia debiera mirar hacia otra parte!

Tenemos más: el ejemplo inspirador del propio Jesús. Él fue desfraternizado (o excomulgado) por los representantes de lo que por entonces constituía la auténtica iglesia de Dios en la tierra.

(1) Mediante el Espíritu Santo, Dios inspiró a cuatro testigos presenciales de esos procedimientos injustos e ilegales a que escribieran cuatro libros que detallan la historia de su juicio y condenación. Se trata de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Esos cuatro libros han circulado por todo el mundo, y justifican a Jesús.

(2) En su enjuiciamiento, cuando "uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada", Jesús hizo algo en cierto modo sorprendente: en lugar de volver la otra mejilla, protestó por la injusticia de ese acto cobarde (Juan 18:22). Pero una vez que hubo expresado su protesta, sufrió con mansedumbre la negativa del sumo sacerdote a defender sus derechos sagrados de acuerdo con la ley de Moisés.

(3) El Hijo de Dios oró por sus asesinos (Luc. 23:34) en el colmo de una excomunión injusta, en la demostración del auténtico principio que está detrás de cualquier clase de odio (1 Juan 3:15).

(4) Por entonces, la "iglesia" judía era aún la iglesia auténtica. Jesús dio un ejemplo sublime de sumisión, a pesar de la injusticia que impregnaba cada decisión de los representantes de su pueblo. Su actitud es por demás inspiradora para cada uno hoy.

(5) Pablo consideró el mayor de los privilegios "participar de sus padecimientos [de Cristo] hasta llegar a ser como él en su muerte" (Fil. 3:10). ¡Cristo jamás nos abandonará!

(6) Esa confianza te mantendrá cortés y amable bajo no importa qué grado de provocación.

(7) Conocerás como nunca antes la comunión con Cristo, su presencia, su cercanía, y tendrás el singular privilegio de darle gloria y de participar en su gloria. Recuerda que la insignia de su reino no es la corona, sino la cruz.

R.J.W-L.B.