Querido amigo y amiga:

¿Has sentido alguna vez la tentación a pensar que no perteneces a la casa del Señor? ¿Te consideras como un desterrado, como un desahuciado? Cuando te sientes pecador e indigno, cuando caíste, te haces preguntas parecidas.

Cierto día, un escritor bíblico cuya identidad desconocemos, acudió al templo de Jerusalem sintiéndose culpable e indigno de entrar en él. En aquel momento observó algo que le devolvió el ánimo: Un gorrioncillo había construido su morada en alguna grieta o saliente, en la parte más sagrada del Tempo, precisamente al lado del santo altar. ¡Allí estaba el animalillo revoloteando alegremente, poniendo sus huevos y criando a sus pequeños en aquella parte del glorioso templo de Salomón al que les estaba prohibida la entrada a la mayor parte de sacerdotes! De hecho, sólo el sumo sacerdote de Israel podía entrar en aquella sección doblemente sagrada, y eso un único día en el año. Pero allí estaba el gorrión, absolutamente despreocupado de la reglamentación levítica, y perfectamente confiado de que sería bienvenido a la casa del Señor.

El poeta escribió entonces el Salmo 84: "¡Cuán amables son tus moradas, Jehová de los ejércitos! ¡Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová!... Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde poner sus polluelos, cerca de tus altares, Jehová de los ejércitos, Rey mío y Dios mío" (vers. 1, 3 y 4).

Es posible que Jesús tuviera ese Salmo en su pensamiento, cuando dijo a sus discípulos: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre. Pues bien, aun vuestros cabellos están todos contados. Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos" (Mat. 10:29-31).

Cuando invitas a tus seres queridos a casa, tu máxima felicidad consiste en que se sientan bien allí. Jesús dice: "No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino" (Luc. 12:32). Esa palabra traducida como "placido", significa que el Padre encuentra su mayor placer en que así sea. Su mayor gozo es recibir a los pecadores en su casa. Mantiene abiertas sus puertas de noche y de día. "El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!" (Apoc. 22:17). Jesús dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mat. 11:28). ¿Qué clase de carga y de trabajo? Cuando cada respiración se convierte en un "trabajo" y cada minuto de la vida en una "carga", el alma suspira por descanso. La carga más pesada que existe es la del pecado, la de la de convicción de egoísmo.

"¡Bienaventurados los que habitan en tu casa!" (Sal. 84:4). Estás invitado a su casa ahora, tal cual eres. No intentes mejorarte primero. Por una vez, los fariseos tenían razón: "Este Hombre recibe a los pecadores" (Luc. 15:2).

R.J.W.