Querido amigo y amiga:

Abel expresó la verdad a su hermano en palabras amables y corteses, pero Caín, en respuesta, lo asesinó. Durante más de seis milenios, incontables Abeles han expuesto la verdad a incontables Caínes en palabras corteses y amables, habiendo cosechado como resultado el mismo odio mortal. Durante los 1260 años del oscurantismo medieval, millones de cristianos que amaban la verdad fueron perseguidos por millones de profesos cristianos que reencarnaban el espíritu de Caín. ¿Por qué razón, los que aman la verdad se sienten motivados a predicarla? Porque el Espíritu Santo mueve a quienes aman la verdad: "¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como una trompeta! ¡Anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado!" (Isa. 58:1). Hasta el día de hoy, los que responden así al Espíritu Santo, son objeto de las sospechas y el odio. No pienses que existe un terreno neutral: en nuestro corazón todos somos, o Caín, o Abel.

Intenta imaginarte en Jerusalem, hacia la mitad del primer siglo de nuestra era. Los miembros más espirituales de tu "iglesia" son "mujeres piadosas y distinguidas", miembros ejemplares entregados a realizar buenas obras y a divulgar su bondad, como los que quizá son admirados en tu iglesia local. Gran dedicación la suya, pero su sentido de la propiedad les impedía distinguir entre SU iglesia y la iglesia de Dios. Según el relato bíblico, aquellas mujeres piadosas y distinguidas, instigadas por los judíos, "levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites" (Hech. 13:49 y 50). Como había sucedido anteriormente a Saulo, creían estar haciendo la obra de Dios al perseguir a sus hermanos "disidentes" y "heréticos". Pablo les estaba ahora predicando al Mesías "despreciado y desechado". Les predicaba a Cristo en palabras amigables, llenas de amor y acompañadas de lágrimas, pero no podía evitar hablarles de "Cristo, y Cristo crucificado".

¿Se atrevería tu sentido común "santificado", tu "equilibrio", a aconsejar a Pablo y Bernabé: ‘Referíos menos a ese aspecto polémico del mensaje, y predicad a esas personas piadosas y distinguidas en términos más complacientes’? ¿Te atreverías a decirle: ‘Pablo, sé más astuto (como serpiente) y sencillo (como paloma)’? ¿Te parece que la predicación habría sido más eficaz de ese modo? ¿Te parece que eliminar la "ofensa de la cruz" habría dado una mayor cosecha de almas? ¿Por qué agraviar así a esas "mujeres piadosas y distinguidas"?

¿Te atreverías?

R.J.W.-L.B.