Querido amigo y amiga:

Un lector reflexivo nos pregunta sobre la justa indignación de Dios, sobre su santa ira. Es fundamental que la futura esposa del Cordero comprenda adecuadamente el carácter de Aquel con quien desea morar por la eternidad. ¿Qué condiciones desatan su "ira"? Una vez sabemos que "Dios es amor", ¿habremos de permanecer aterrorizados ante la posibilidad de un arrebato de ira por su parte?, ¿hay temor, en el amor?

Si de algo podemos estar seguros es de que Dios no es indiferente al sufrimiento, a la crueldad ni a la injusticia humanas. Lo que provoca su indignación es la inhumanidad del hombre hacia sus semejantes, especialmente cosas como el abuso y mercadeo sexual de niños desamparados, como está sucediendo en zonas del Índico tras la catástrofe del maremoto. Jesús insistió vez tras vez en eso. En Mateo 18:2-14 afirmó que si alguien hace tropezar a uno de estos pequeñitos, mejor le sería que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar. El amor verdadero no sólo es delicado como terciopelo; también es fuerte como el acero. La justa indignación de Dios se encendió contra el habitante de Sodoma y Gomorra debido a su "soberbia", a que "no fortaleció la mano del afligido y del necesitado", y a que hizo "abominación" (Eze. 16:49 y 50).

Temible por encima de cualquier otra en el gran universo de Dios, ha de ser la "ira del Cordero" (Apoc. 6:16). No es habitual ver a un cordero airado. Ha de ser un hecho muy singular, que con total seguridad no dejará a nadie indiferente.

He visto desmoronarse matrimonios por falta de carácter en el padre de familia. La esposa que se enamoró del caballero, tiene derecho a seguir encontrando en él también al hombre.

La novia del Cordero es su iglesia como cuerpo, en esta tierra. La entrega de todo corazón de su esposa por la eternidad está basada en la apreciación del carácter del Esposo (Efe. 3:14-21). Pero no hay que olvidar que ese aprecio por parte de su esposa incluye un profundo aborrecimiento del pecado. Una parte de ese amor íntimo que siente por él, incluye la reverencia hacia su santa ira. Podemos vivir libres de temor, si vivimos en amor. "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor" (1 Juan 4:18).

R.J.W.