Querido amigo y amiga:

¿Has sufrido la persecución alguna vez? Si no es así, no has conocido la plenitud de la bienaventuranza. ¡Te falta algo! La palabra "persecución" ha venido a significar especialmente el sufrimiento causado por la injusta oposición de parte de autoridades religiosas fanáticas, o bien fanáticamente antirreligiosas. Ahora bien, la persecución de parte de los incrédulos es mucho más fácil de soportar, que aquella que proviene de profesos siervos de Dios. Jesús declara: "Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros" (Mat. 5:11 y 12).

¿Por qué es ese tipo de persecución tan doloroso de soportar? La relación con la iglesia es como la relación con la familia, o acaso aún más íntima si cabe. Es como desarraigar una planta de la tierra que la nutre; pronto se marchita. ¿Dónde está Jesús cuando te sucede eso? Podemos encontrar la respuesta en Juan 9: Jesús había sanado a un hombre ciego de nacimiento. El clero judío lo inquirió, lo persiguió, y finalmente "lo expulsaron" de la sinagoga. "Oyó Jesús que lo habían expulsado y hallándolo..." (v. 34 y 35). El "hallar" a Jesús es parte sustancial de esa bienaventuranza que él prometió a todos los que sufren persecución por su causa.

Carezco de la sabiduría para juzgar tu inocencia, en el caso de que hayas sido perseguido de ese modo, pero puedo asegurarte que al margen de tu posible inocencia o responsabilidad, hay una bendición que no te va a faltar: cuando tu corazón llora debido a que padeces persecución, Jesús te "halla". Posteriormente, Jesús sostuvo una conversación con el ciego que había sanado, a fin de fortalecerlo y animarlo (v. 35-39). Y la sostendrá sin duda contigo a fin de fortalecerte en el camino de la verdad. Jesús está especialmente cercano a todo el que sufre a causa de su conciencia, incluso si se tratara de una conciencia "enferma" que estuviera en necesidad de curación. Acepta su presencia, escúchalo, conversa con él, acepta su bálsamo.

Puedes haber sido desarraigado en el sentido de haber sido desfraternizado; permite ahora que tus raíces se establezcan en Cristo. Él nunca te llevará a la suficiencia propia o al orgullo, tampoco a una actitud reivindicativa ni acusadora. En lugar de eso, te enseñará la sabiduría de "arriba". Si estás realmente sufriendo "por causa de la justicia", él te dará la fortaleza para resistir humildemente hasta que él mismo vindique tu caso, tal como hizo con David cuando sufría la persecución de parte del "ungido del Señor" rey Saúl. ¡Lee los salmos de David! Camina prudentemente, con toda sencillez y humildad. Aprende de Aquel que es manso y humilde de corazón, y tendrás su reposo y su bienaventuranza.

R.J.W.