Querido amigo y amiga:

No siempre fue así, pero hoy la práctica totalidad de las iglesias cristianas profesan creer en la segunda venida de Cristo, y muchas de ellas sostienen que eso ha de suceder pronto.

Los acontecimientos mundiales así lo parecen indicar. Pero hay una gran cuestión que divide todavía a muchos cristianos: ¿necesitamos una preparación especial para la pronta venida de Cristo? Muchos dicen: "No; basta con que vivas cristianamente día a día, de forma que estés preparado si la muerte te llegara súbitamente. Procura pagar tus deudas, confiesa cada día tus pecados, acude con regularidad a la iglesia y confía en el Señor. Es todo cuanto se necesita. Si Jesús regresara hoy, estarías tan preparado como si te mueres hoy. No hay ninguna diferencia".

Pero la Biblia no deja lugar a dudas: cuando Jesús regrese, lo hará en persona, con la gloria del Padre. Y Hebreos 12:29 afirma que "nuestro Dios es fuego consumidor". Si alguien albergara pecado en su corazón, incluso pecado de cuya existencia no se hubiera dado cuenta, el ver a Dios cara a cara significaría su muerte inmediata -que es precisamente lo que sucederá a los impíos al regreso de Jesús (2 Tes. 1:8 y 9): Los que "no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio", "sufrirán la pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día", "en llama de fuego". Jesús declaró que son sólo "los de limpio corazón" los que "verán a Dios" (Mat. 5:8).

Isaías hace la pregunta: "¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? El que camina en justicia y habla lo recto, el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias, el que cierra sus ojos para no ver cosa mala..." [¿el que apaga el televisor?] (Isa. 33:14-16). El contexto de esas preguntas es "los pecadores... en Sión", es decir, la iglesia, los creyentes. Sí; hay una preparación especial, imprescindible para encontrarse con Jesús en su segunda venida y sentirse feliz en su presencia.

Esa preparación no comienza con entregarse a una vorágine de buenas obras motivada por el temor al castigo, o por la expectativa de recompensa, sino con una comprensión más clara del evangelio de su gracia. Por gracia somos salvos, y por gracia experimentará el pueblo de Dios la traslación, por medio de la fe. Esa gracia se manifiesta de una forma especial en el Día de la Expiación, del que era símbolo el observado por los israelitas "en el mes séptimo, a los diez del mes": "En este día se os reconciliará para limpiaros; y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová" (Lev. 16:30). El mismo Jesús con el que hemos de encontrarnos en su venida, es el que ministra hoy en el santuario celestial a fin de prepararnos. ¿Te puedes confiar a su cuidado?

R.J.W.-L.B.