Querido amigo y amiga:

El reciente estreno de la película "La Pasión" (Mel Gibson) invita a reflexionar en la relación de los sufrimientos físicos de Cristo con su muerte expiatoria. ¿Murió Cristo como consecuencia de su sufrimiento físico? ¿Fue esa su "muerte expiatoria"?

Piensa en lo siguiente: Cuando se ofrecía la víctima en el santuario levítico como un tipo de Cristo, ¿acaso los sacerdotes o el pecador que la ofrecía flagelaban, golpeaban o torturaban de alguna manera el cordero antes que muriera? Cuando Dios ordenó a Abraham: "toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, vete a tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré" (el Calvario, un tipo del sacrificio de Cristo), ¿flageló, golpeó o torturó Abraham a su hijo? Por supuesto, la respuesta es que no.

No fue otro que Satanás, quien instigó a los dirigentes religiosos a que recurrieran a Pilato a fin de que infligiera a Jesús el tormento físico más doloroso que pudiera. Se trata del sadismo universal, de la quintaesencia de la crueldad humana, originada en la mente del Enemigo del Hijo de Dios. Pero observa: si el gran sacrificio expiatorio de Cristo consistió en su sufrimiento físico (y no en su MUERTE), entonces hemos de agradecer a Satanás por su contribución a nuestra salvación: Naturalmente, eso resulta disparatado, y repugna a la conciencia de todo cristiano sincero. No: Satanás no tuvo parte alguna en la expiación de Cristo en nuestro favor, ni merece crédito alguno. Toda esa crueldad fue en vano. Sólo y exclusivamente Cristo es "el Salvador del mundo".

Los crucificados tardaban entre cinco y siete días en morir, pero Cristo murió mucho antes, y no debido al tormento físico que Satanás le estaba infligiendo, sino debido a otro motivo. Ni los romanos, ni los judíos, fueron los causantes de la muerte de Cristo. Fuiste tú y fui yo. Jesús te estaba llevando a ti y a mí, estaba cargando con tus pecados y con los míos, con todos los pecados del mundo. Dios el Padre, "al que no conoció pecado (al Hijo), lo hizo pecado por nosotros". Jesús estaba sufriendo la paga del pecado, de tu pecado y del mío, que es la muerte eterna, y es más que probable que la angustia y la amarga oscuridad de esa muerte hiciera que todos los sufrimientos físicos, por espantosos que fueran, pasaran a un segundo plano. La verdadera muerte expiatoria de Cristo es imposible comprenderla a partir de una representación teatral. Todo intento de clarificarla por ese medio, logra solamente ocultar y distorsionar la auténtica verdad que encierra la muerte expiatoria de Cristo.

La expiación de Cristo no fue el sufrimiento físico que experimentó, sino que fue la "muerte segunda": NUESTRA muerte segunda. Cierto, Satanás descargó sobre Cristo toda la violencia de la que fue capaz, y el ser humano en su estado irregenerado, bajo el dominio de Satanás, ama la violencia (actualmente la prefiere en su versión refinada, preferentemente en películas, del mismo modo en que antiguamente la prefería en los anfiteatros romanos). Pero lo que quitó la vida a Jesús fue aquello que los impenitentes conocerán algún día en el juicio: el "abandono" del Padre, en paga por el pecado. El lago de fuego descrito en Apocalipsis 20:14 será como un alivio, por comparación con la angustia de los perdidos al tener por fin una conciencia clara de la terrible elección que han hecho (v. 12). La expiación de Cristo consiste en la "segunda muerte" que él murió por todos (Heb. 2:9).

Dios ha querido que comprendamos la expiación mediante su Libro inspirado, y nos ha prometido su Espíritu Santo para iluminar nuestro entendimiento. Te proponemos la lectura reverente del Salmo 22, del 69, y del relato de la pasión según los cuatro evangelistas del Nuevo Testamento. Lejos de la excitación de la sala de cine, comprobarás cómo se manifiesta el poder de convicción del Espíritu Santo, cómo te eleva el alma hasta la comunión con el Cordero inmolado, de la forma en la que él mismo ha dispuesto. "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo".

R.J.W.-L.B.