Querido amigo y amiga:

Alguien pregunta sobre una profecía poco conocida en Zacarías: "Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito" (12:19). "’¿Qué heridas son estas en tus manos?’... ‘Las recibí en casa de mis amigos’" (13:6). En la promesa que Jesús hizo inmediatamente antes de la cruz, aseguró: "Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir" (Juan 12:32 y 33). Es así como miraremos hacia él, a quien traspasamos. Quizá estés pensando que ya has llorado por Cristo. Es posible. Pero ¿has llorado "como se llora por el hijo unigénito"? ¿Lo has hecho como llorarías si hubiera muerto tu único hijo, y fuera tuya la responsabilidad de su muerte?

Zacarías profetiza un tiempo en el que el pueblo de Dios recibe la plenitud del don del arrepentimiento, de tal forma que es capaz de ver algo que nunca antes pudo comprender hasta ese punto: Que no fueron los judíos ni los romanos quienes "traspasaron" al Salvador, sino TÚ y YO. El Espíritu Santo otorgará el precioso don del discernimiento, que nos permitirá comprender la profundidad de nuestro pecado, y eso son siempre buenas nuevas por las que agradecer al Señor.

De hecho, el texto especifica que el Espíritu Santo dará ese don del arrepentimiento a dos colectivos dentro de la iglesia: a "la casa de David" (en referencia a los dirigentes del pueblo de Dios) y a "los habitantes de Jerusalén" (el común del pueblo). Corazones mundanos y endurecidos se humillarán y aceptarán gustosos ese "espíritu de gracia". El resultado será oraciones como las que nunca hemos oído: un "espíritu de... oración". La palabra hebrea empleada tiene el sentido de ofrecer, más bien que simplemente suplicar o pedir un favor en oración. Es el tipo de oraciones que supondrán una bendición para el Señor, que le producirán de gozo, y no solamente a la inversa. ¡Se trata de un nuevo tipo de oración! Zacarías nos está anunciando realmente cosas que son buenas y que son NUEVAS.

Piensa en lo escrito en Isaías 53:11: "Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho". Si un profesional de la cocina te prepara con ilusión una deliciosa comida, y tú la comes sin decir palabra, ¿se sentirá muy "satisfecho"? Es tiempo de que el pueblo de Dios sepa lo que es sentir que "tú has ensanchado mi corazón" (Sal. 119:32), un corazón capaz de comprender "la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor [ágape] de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Efe. 3:14-19). Cuando apreciamos a Cristo crucificado, nuestro yo queda crucificado con él. Se esfuman todo orgullo y arrogancia. Por fin queda "satisfecho" el Cordero. Su "esposa" lo comprende, tal como predice Apocalipsis 19:7 y 8. Ahora el Señor puede gozarse en la comunión con su iglesia, y la ve al fin con satisfacción, preparada para una eternidad con él.

Como continuamos leyendo en Zacarías 13:1, "en aquel tiempo", cuando sea recibido el preciosísimo don, "habrá un manantial abierto para la casa de David [dirigentes] y para los habitantes de Jerusalén [laicos], para la purificación del pecado y de la inmundicia". Habrá entonces auténtica justicia por la fe (no su sucedáneo por las obras); consistiendo la fe en un corazón contrito y humillado que por fin comenzó a comprender el precio de su salvación. Entonces el amor de Cristo nos constreñirá verdaderamente. Recuerda que todas las promesas del Señor son en Cristo "Sí", y en él "Amén". Que lo sean para ti hoy, ahora y por siempre.

R.J.W.-L.B.