Querido amigo y amiga:

Sabemos que Jesús, "aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia" (Heb. 5:8). ¿Es posible que hubiese "sido perfeccionado", que hubiese aprendido algo, una última lección, clavado en la cruz del Calvario? Aunque era el eterno Hijo de Dios, en su humanidad había depuesto todas las prerrogativas de la divinidad. Tuvo que aprender tal como lo hacemos nosotros. En su última hora, se encuentra suspendido de una cruz que significa desprecio para los romanos y maldición para los judíos, sintiéndose abandonado por Dios. Ese parece ser el único y amargo final del propósito de toda una vida. Todas las cosas están en su contra. Su gran misión parece malograda por siempre. Siente en su plenitud el azote de la humillación y la vergüenza. Solloza en agonía: "Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has desamparado?"

¿Queda aún una lección más que aprender, antes de que la muerte ponga fin a su sufrimiento? El sol se está acercando al horizonte. Pronto será sábado. ¿Ha de ser su obra de fe todavía perfeccionada?

Sí, aún le espera una lección que cada uno de nosotros está en necesidad de aprender, y que él sólo puede enseñarnos porque la aprendió personalmente. Cuando uno ha cometido pecado, o cuando Uno ha tomado sobre sí todos los pecados que se han cometido desde que el mundo comenzó, si ora al Padre, ¡Dios no desprecia su oración! Nadie, en toda la historia de este mundo, ha sido "hecho [más] pecado" que lo fue Jesús, aunque él jamás cedió al pecado (2 Cor. 5:21). ¡Ser HECHO pecado es la máxima expresión de la experiencia de una persona con el pecado! Con el peso de esa horrenda carga de toda nuestra culpa sobre su alma, Jesús clama a su Padre: "¿Por qué me has abandonado?"

Encontramos esa lección en el Salmo 22, que describe, no las palabras, sino la fe de Jesús sobreponiéndose a sus sentimientos, en la cruz. "Porque [el Padre celestial] no menosprecia ni desdeña la aflicción del afligido, ni de él esconde su rostro, sino que cuando clama a él, lo escucha" (vers. 24). Cuando clamas a él, ¡te escucha! ¿Crees que para Jesús fue más fácil que para ti, creer esa verdad? En su última hora de vida, su corazón entonó el canto más sublime que se pueda oír: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te alabaré... Vivirá vuestro corazón para siempre. Se acordarán y volverán al Eterno todos los fines de la tierra" (25-27). Jesús está muriendo nuestra segunda muerte, pero NOSOTROS viviremos para siempre! En contra de lo que le dicen sus sentimientos, el Padre no lo ha abandonado. Nunca lo ha abandonado, y nunca nos ha abandonado ni lo hará, cuando nos confiamos a él. Aunque el Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba, y aunque la esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor en lo referente a sí mismo, por la fe pudo verte a ti y a mi salvos por la eternidad. ¡Su misión ha triunfado! ¡Consumado es!

Cuando te sientas tentado a pensar que Dios te ha abandonado, recuerda esa última lección. "Y él puso su diestra sobre mí diciéndome: No temas: yo soy el primero y el último; y el que vivo y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte" (Apoc. 1:17 y 18) "No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Isa. 41:10).

R.J.W.-L.B.