Querido amigo y amiga:

Puesto que existen cientos de diferentes denominaciones cristianas en el mundo, ¿quién puede saber cuál es la verdadera? ¿Hay alguna comunidad de fe a cuyas enseñanzas podamos confiar nuestra vida presente y nuestro destino eterno? Si consideramos el Budismo, el Islam, el Judaísmo y el Cristianismo, ¿podemos saber con seguridad quién tiene la verdad? Quien escribe esta "migaja" tiene la firme convicción de que el Cristo que describe la Biblia es el Salvador del mundo. Y también que comisionó a sus discípulos a que proclamaran su auténtico mensaje del evangelio al mundo.

Pero, ¿qué pensar ante los conflictos en el seno de las iglesias "cristianas"? ¿Es la Biblia explícita, en el sentido de que haya una y única verdadera iglesia? (La Escritura presenta una verdad innegable: Lo que la Biblia describe como "la marca de la bestia", en Apocalipsis 13:11-18, determinará la separación de la humanidad en dos grupos. Tiempo de estar seguros de lo que creemos, y de saber distinguir claramente entre la verdad y sus falsificaciones).

Pero hay más: ¿Qué hacer cuando tienes la seguridad de que hay una genuina "iglesia remanente", descrita en contornos nítidos en el contexto del tiempo del fin (Apoc. 12:17; 14:12), y que sin embargo compruebas que no está libre de la plaga de la controversia y la desunión?

Cuando Cristo estuvo en esta tierra, fue categórico: "La salvación viene de los judíos" (Juan 4:22). La verdadera iglesia tenía su templo en Jerusalem, a la que Jesús llamó "casa de mi Padre" (2:16). Pero el propio Jesús dividió profunda y radicalmente esa "iglesia". Cuesta imaginar una controversia religiosa más profunda. Si hubieses vivido allí en aquel tiempo, también te habrías preguntado cómo podía tener la razón ese humilde habitante de Nazareth, en contra de todos los grandes teólogos y dirigentes religiosos del Templo, quienes lo acusaban de errado, pretencioso y fanático –lo que actualmente conocemos como un "iluminado"-. Ahora nos resulta fácil comprobar que aquel humilde Habitante de Nazareth tenía toda la razón, mientras que sus acusadores eran acreedores de ceguera espiritual aún mayor que la que le atribuían a él. Pero de haberte encontrado en aquella circunstancia, te habrías sentido perplejo, tanto como las muchas almas sinceras que allí había, quienes oían y sopesaban, lo mismo que tú ahora.

Jesús nos dio una instrucción clara y categórica: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que lo envió, este es verdadero y no hay en él injusticia" (7:16-18). Eso marcaría la gran diferencia para todos los de corazón sincero. La enseñanza de Jesús habría de separar a las personas en dos clases: unos terminarían por clamar: "¡Crucifícalo!"; mientras que los otros, los que creyeran en él, tomarían su cruz y seguirían "al Cordero por dondequiera que va" (Apoc. 14:4).

Hoy, sus enseñanzas han de dividir una vez más al mundo en dos clases: los que acepten la "marca de la bestia", y los que reciban el "sello de Dios" (Apoc. 7:1-4; 17:14). Tú y yo estamos ahora eligiendo. ¿Cabe una decisión más importante que esa?

R.J.W.