Querido amigo y amiga:

Alguien nos hace la pregunta: "A fin de venir a ser el gran Sumo Sacerdote del mundo, ¿por qué fue necesario que Cristo tomara nuestra naturaleza caída, pecaminosa, sobre su naturaleza impecable?" ¡Buena pregunta!

Ningún ángel impecable habría podido llevar a cabo la obra de ser nuestro sumo sacerdote, porque no habría podido conectar con la humanidad caída. En la ilustración provista por el ministerio del santuario en el antiguo Israel, "todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres... [y] puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad" (Heb. 5:1 y 2). Un sacerdote levítico con naturaleza impecable habría sido inadecuado para socorrer a nadie. Sólo uno que hubiera peleado y ganado en la batalla con el pecado podía hacerlo.

El cordero sacrificial muere en lugar del pecador, pero eso no hace más que pagar la penalidad de su pecado; es una provisión legal; no cambia per se el corazón del pecador. El sacerdote debe ministrar la conversión al corazón del pecador, impresionándolo con el sacrificio efectuado por el cordero, y haciéndole comprender su implicación personal. La muerte de Cristo nos ha proporcionado el "derecho" al cielo, pero debemos adquirir también la "idoneidad" para el mismo, o de lo contrario jamás seríamos felices allí. Ministrar esa "idoneidad" es la obra del sumo sacerdote.

Ese es el motivo por el que es imposible para nosotros, pecadores, vencer como Cristo venció (Apoc. 3:21) a menos que veamos "a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos... por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo... por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo". Todo eso podría no significar nada para el pecador, a menos que supiera que el Sumo Sacerdote "fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". Sólo entonces puede uno acercarse "confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 2:9-4:16).

El "veredicto judicial de absolución" proclamado en la cruz del Calvario en favor de "todos los hombres", ha de ser incorporado a la experiencia de la persona mediante la justificación por la fe, "para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16; Rom. 5:16-18).

R.J.W.