Querido amigo y amiga:

El mundo aborrece el nombre de Judas Iscariote. Traicionó al Hijo de Dios entregándolo a sus asesinos, después de haber pasado tres años en su bondadosa presencia, bajo su paciente tutela. ¿Cómo pudo Judas hacer eso?

Y el mundo se apiada de Simón Pedro, quien negó por tres veces a Jesús ante sus compañeros, en ese mismo tiempo de crisis. ¿Cómo pudo llegar a eso?

Tanto Judas como Pedro se vieron confrontados con la crisis más traumática que quepa imaginar: el Hijo de Dios traído de forma precipitada a un juicio sumario en el que los dirigentes de la nación clamaban por su crucifixión, y la gente que no muchos días antes pretendía coronarlo rey, se adhería ahora a la demanda de crucifixión. Es como si se hubiera quebrado la pared de una presa, y miles de litros de agua estuvieran arrasando todo lo que encuentran a su paso. ¿Quién puede tenerse en pie? Los Diez discípulos huyeron por su vida, abandonando a Jesús (Juan quedó a una cierta distancia, como queriendo saber lo que sucedía). Gracias a Dios porque a pesar de huir, los Once no abandonaron completamente su fe.

Al concluir el libro de Hebreos se hace evidente que nos aproximamos a un tiempo de crisis en el que la presión de grupo se hará de nuevo abrumadora. Dios dice: "Una vez más conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo... para que queden las [cosas] inconmovibles" (Heb. 12:26 y 27). Dios permite ese zarandeo como una prueba necesaria. No es su deseo desechar a nadie ("al que a mí viene, no lo echo fuera", Juan 6:37); pero Jesús no puede regresar ni poner fin al gran conflicto de los siglos sin que tenga lugar ese gran "zarandeo", o prueba final.

"Tan terrible era lo que se veía [en el monte Sinaí], que Moisés dijo: ‘Estoy espantado y temblando’" (Heb. 12:21). Tendrás disculpa si tiemblas ante esa crisis.

¿Qué significa en lenguaje sencillo y comprensible? Pablo nos advirtió que no es imposible que "un ángel del cielo" nos predique "un evangelio diferente", una falsificación tan sutil como para zarandear a quienes se creen firmes (Gál. 1:8). "Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12). Arrodíllate con Pablo, y di Amén a su oración para "ser fortalecidos... arraigados y cimentados en amor... seáis plenamente capaces de comprender" algo de importancia crucial (Efe. 3:14-18). El árbol que no está arraigado, resulta arrastrado por la tormenta. Pero la oración de Pablo no tiene por objeto que estemos cimentados en el temor, sino en la comprensión de algo: de ese amor sublime y abnegado que se escribía ágape. Si es que Judas lo comprendió, entonces debió despreciarlo como hizo Esaú con su primogenitura. Ambos tienen algo en común. Y hemos de reconocer que también Pedro, hasta la cruz, tuvo grandes dificultades para comprender ese amor.

Pero nosotros tenemos hoy a nuestro alcance su plena revelación. "Si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desechamos al que amonesta desde los cielos" (Heb. 12:25).

Señor, sálvanos del pecado de Judas, y sí: también del de Pedro. Hoy, en casa, en la escuela, en el trabajo, en el vecindario, en la iglesia

R.J.W.