Querido amigo y amiga:

Mires donde mires en el libro de Hebreos, encontrarás la "sangre". Casi es el libro más "sangriento" del Nuevo Testamento, como lo es Levítico en el Antiguo; 21 veces en Hebreos, por unas 90 en Levítico. Sólo el último libro del Nuevo Testamento supera en ese sentido a Hebreos: Apocalipsis menciona al Cordero unas 25 veces, el "Cordero como inmolado". Es "en la sangre del Cordero" donde los creyentes "han lavado sus ropas y las han blanqueado" (5:6, 12; 7:14, etc). ¿Por qué esa fijación con la sangre?

En Levítico es la sangre de los animales la que hace "expiación" por el pecado. Pero era sólo una representación de la sangre derramada del Hijo de Dios, tal como Hebreos y Apocalipsis nos muestran. ¿Qué está intentando decirnos el Espíritu Santo? En principio rehuimos la visión de la sangre. Nos horroriza el derramamiento de sangre en Oriente Medio, los asesinatos y las muertes violentas a nuestro alrededor.

Hebreos y Apocalipsis dirigen nuestra atención a la cruz en la que Jesús se sacrificó a sí mismo para salvarnos de la muerte eterna. "Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Ese es el mensaje. La luz que alumbrará finalmente la tierra "con su gloria" (Apoc. 18:1-4) será una revelación de "la anchura, la longitud, la profundidad y la altura" del "amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Efe. 3:18 y 19). Debido a que excede a todo conocimiento, no hay lengua humana que pueda expresarlo adecuadamente, pero en esa hora final de proclamación del evangelio, sus dimensiones se han de revelar de forma más profunda y convincente que nunca antes en la historia de nuestro mundo. Toda la humanidad se verá confrontada con la realidad última: "Cristo y Cristo crucificado". Cada ser humano habrá de hacer frente a la cruz y comprender su personal implicación en la verdad de trascendencia eterna manifestada allí. Antes o después, cada uno habrá de responder la pregunta del Padre celestial: ¿Qué has hecho con el don de mi Hijo, cuya sangre fue derramada por ti y para ti, en el Calvario?

Muchos elegirán crucificarlo de nuevo, pero gracias a Dios, muchos otros en el mundo discernirán por primera vez "el cuerpo del Señor" para su gozo presente y salvación eterna, ese cuerpo que fue "partido" por ellos mismos (1 Cor. 11:24 y 29). Se arrepentirán. Se cumplirá por fin el gran "si" condicional en la proclamación de Cristo: "Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo" (Juan 12:32 y 33). En su sentido más pleno, ese "si" está aún pendiente de cumplimiento. Multitud de voces por toda la tierra darán eco al mensaje enunciado por Pablo: "Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado". "Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo (1 Cor. 2:1 y 2; Gál. 6:14). Se trata del "evangelio eterno" del que habla Apocalipsis 14: 6 y 7, que ha de ser proclamado a toda "nación, tribu, lengua y pueblo". Muchos han supuesto que ese mensaje final consistiría en algún tipo de terror que forzaría a cada uno a decidirse. Pero los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación del carácter de amor de Dios.

Aunque desafíe la lógica humana, si quieres comparecer ante el Juez supremo en vestiduras blancas, no encontrarás en este mundo detergente o producto alguno capaz de lograr ese milagro, excepto que las laves y las blanquees "en la sangre del Cordero". Es algo que puedes hacer hoy, ahora mismo.

R.J.W.-L.B.