Querido amigo y amiga:

Mientras que algunos lugares del planeta sufren los rigores de la sequía, otros hacen lo propio con las inundaciones. Probablemente el desequilibrio irá de mal en peor, y sólo la tierra nueva significará el fin de ese trastorno cuyo origen último es el pecado.

Pero incluso hoy hay algo animador: el arco iris. Es una prenda de parte de nuestro Creador-Redentor Dios, de que nunca más habrá un diluvio que destruya la vida y la tierra. Es una promesa directa y simple, que apela a los sentidos más íntimos del niño inocente, pero también a los del más educado científico.

Al leer la historia en Génesis 9, encontramos un curioso y significativo detalle: Dios dijo: "Yo establezco mi pacto... con todo ser viviente que está con vosotros: aves, animales y toda bestia... todo animal de la tierra" (vers. 8-13). ¿Puede ser cierto? Parece fantástico: Dios haciendo un "pacto" con todos los animales, con los elefantes, con los pájaros...

Es totalmente cierto; pero naturalmente, no se trata de ningún pacto en el sentido de convenio, negocio o contrato. Dios hizo una PROMESA a todos los animales, pero evidentemente, no exigió de ninguno de ellos promesa alguna a cambio. No fueron esos los "términos del pacto". Si observas toda la fauna a tu alrededor, verás que los animales simplemente reciben el favor de manos de Dios, y viven gozando el don de la vida de manos de su Creador. "Los ojos de todos esperan en ti y tú les das su comida a su tiempo. Abres tu mano y colmas de bendición a todo ser viviente" (Sal. 145:15 y 16).

Pero observa: Dios te hizo a ti y a mí esa misma promesa, exactamente igual que a los animales (Gén. 9:9). No puedes ser un auténtico cristiano a menos que camines en humildad y esperes tu turno junto a los animales, para comer de la mano del Creador-Redentor como ellos: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo... De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:51-53).

La promesa de Dios, tanto a nosotros como a todos los seres vivientes, es su bendito nuevo pacto. No te engañes creyendo que puedes participar en esa promesa, o que puedes responder devolviendo otra, o muchas otras promesas. El pacto quedó establecido entre el Padre y el Hijo, desde los tiempos de la eternidad. "Y consejo de paz será entre ambos a dos" (Zac. 6:13), y fue posteriormente ratificado mediante la sangre de Cristo. Tienes que actuar en consecuencia, eso sí, pero no haciéndole a él promesas de obediencia y buenas obras, sino CREYENDO las promesas que él te hace a ti. Te sugerimos que no ignores las registradas en Josué 1:5, 1 Cor. 10:13 y Heb. 2:18.

¿Qué sucede cuando crees sus promesas? Maravilla de maravillas: toda la obediencia fluye del corazón en el que fue escrita su ley de amor, los diez mandamientos. "Lo que era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforma a la carne, sino conforme al Espíritu" (Rom. 8:3 y 4).

R.J.W.-L.B.