Querido amigo y amiga:

Hubo dos hombres que no fueron enterrados. Sus amigos y familiares nunca recibieron la triste noticia de su muerte. Nadie les dijo ‘Adiós’. Se trata de Enoc y Elías.

En el Antiguo Testamento leemos simplemente que "caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque lo llevó Dios" (Gén. 5:24). El Nuevo Testamento especifica que "Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuera traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios" (Heb. 11:5). ¡Un hombre reconciliado con Dios!

El Nuevo Testamento informa también acerca de otros que habrán agradado a Dios, y que permanecerán hasta el día final. Somos "nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, [quienes] seremos arrebatados... en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tes. 4:14-17). Pablo lo llamó "la esperanza bienaventurada" (Tito 2:13).

Elías tampoco "fue hallado", pues Dios lo trasladó al cielo en un carro de fuego, en un torbellino (2 Rey. 2:11). No volvemos a saber nada más de Enoc, pero encontramos de nuevo a Elías en el monte de la trasfiguración, apareciendo en gloria junto a Jesús (Mat. 17:3). También Moisés estaba allí en virtud de una resurrección especial (Judas 9), tras haber pasado por la muerte. Así, Moisés representa la gran esperanza de los santos que "duermen", quienes resucitarán en la primera resurrección al regreso de Jesús; y Elías y Enoc representan a los santos que estén entonces vivos, quienes nunca experimentarán el "sueño" con el que la Biblia califica a la primera muerte.

Y ahora la pregunta: ¿Es realmente posible que un "cuerpo", de hecho muchos seres humanos, pueda ser trasladado sin ver la muerte? Sucede cuando "esto corruptible se vista de incorrupción" (1 Cor. 15:51-54). Apocalipsis responde un ‘Sí’ categórico. En el capítulo 14 describe a una multitud formada por los que son "redimidos de entre la tierra" "como primicias", quienes "siguen al Cordero por dondequiera que va", aquellos en cuyas "bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios" (vers. 1-5).

Es razonable ver a ese grupo como el cumplimiento de la oración de Pablo en Hebreos 13:20 y 21: "Que el Dios de paz... por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo". Evidentemente, el grupo descrito en Apocalipsis responde a esa plegaria. Esperamos que el número "144.000" sea simbólico, porque de ser literal constituiría una muy pequeña parte de la actual población mundial (¿uno en cincuenta mil?). Pero sobre todo, esperamos que tú estés entre ellos, para eterna gloria de Dios y del Cordero.

También es razonable ver ese grupo como la "esposa" de Cristo, la que finalmente "se ha preparado" para "las bodas del Cordero" (Apoc. 19:1-9). Las "bodas del Cordero" es algo que está sucediendo hoy, ahora. Te rogamos que entres en sintonía con ellas, pues se nos amonesta a ser "semejantes a hombres que aguardan a que su Señor regrese de las bodas" (Luc. 12:36).

Para comprender en qué consisten "las bodas del Cordero" puede serte muy útil comparar Apoc. 19:7, con Apoc. 14:7. En ambos versículos encontrarás un esquema similar: una exhortación a dar gloria y honra a Dios, seguido de un "porque". Presta atención a la frase que sigue en cada caso a esa conjunción causal, y un versículo explicará al otro. Se trata de seguir "al Cordero por dondequiera que [ahora] va".

R.J.W.-L.B.