Querido amigo y amiga:

Hay en la Biblia un capítulo en el que Jesús se revela con tal claridad, que hasta un niño puede saber que Jesús está cerca de él, y él cerca de Jesús. El segundo capítulo de Hebreos fue escrito por alguien que fue inspirado por el Espíritu Santo a presentar a Cristo como verdadero ser humano, a la vez que verdadero Dios. Hebreos capítulo 1 se escribió para presentar a Cristo como teniendo un nombre excelente "por herencia": su nombre es Dios (vers. 8). El capítulo 2 fue escrito para demostrar que al mismo tiempo es hombre. Todo el capítulo está dedicado a desarrollar lo contenido en las palabras del ángel: "Le pondrás por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros" (Mat. 1:23). Observa:

(1) "Vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos" (Heb. 2:9). Eso significa que voluntariamente condescendió en hacerse "menor que los ángeles" a fin de poder salvarnos.

(2) Se hizo uno de nosotros, a fin de poder morir nuestra muerte. Tú y yo nacimos para vivir; él nació para morir. No para morir nuestro "sueño", sino que la muerte que él experimentó "por todos" fue la auténtica muerte, la que describe Apocalipsis 2:11 y 20:14. Todos los seres humanos que han muerto hasta ahora, simplemente han pasado al "sueño" hasta la próxima venida del Señor en gloria. Jesús es el único que ha experimentado la auténtica muerte. Él es "el primogénito de los muertos" (Apoc. 1:5).

(3) Jesús se situó en el lugar de los pecadores, tomando la carga de culpabilidad del mundo sobre sí. Cuando clamó desde la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?", estaba sufriendo acompañado de dos ladrones, uno a cada lado. El ladrón que se arrepintió no se sintió abandonado por Dios, ya que Cristo le aseguró el perdón y la salvación; su corazón fue reconfortado por una extraña alegría, a pesar de la terrible agonía física. En la undécima hora descubrió en el Cristo moribundo a su Salvador, al Salvador del mundo, y se entregó a él. Pero Cristo sufrió también infinitamente más que el ladrón impenitente, puesto que murió la muerte que es la paga del pecado de ese pecador no arrepentido, en lugar de éste (aunque desesperado y amargado, el ladrón impenitente no murió entonces su segunda o auténtica muerte, pues Cristo la estaba muriendo en su lugar).

(4) La naturaleza de la que Cristo "participó" (Heb. 2:14) es la de "los hijos", no la del inmaculado padre de nuestra raza (Adán). Tienes un Salvador que se encuentra contigo precisamente allí en donde estás tú ahora. "Participó" de tu ADN, compartió tu herencia, tu fragilidad, tu vulnerabilidad. Llevó tu culpabilidad. Experimentó tu muerte segunda. Se sumergió en la pavorosa oscuridad del valle de sombra y de muerte eterna que merecen tus pecados, para que tú no tengas que pasar por ella. Él conoce la fuerza de tus tentaciones, y no sólo está lleno de amor hacia ti, sino también de poder para salvar.

(5) Cristo "debía ser en todo semejante a los hermanos", semejante a ti, a fin de socorrerte en tu presente situación. Puesto que "él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para" socorrerte cuando eres tentado (vers. 16-18). Él te libró de la maldición de la ley (que es la desobediencia a la ley, Gál. 3:13), haciéndose él mismo maldición. Te liberó de la esclavitud del pecado. Ahora, mantente firme en la libertad con que Cristo te hizo libre y no estés otra vez sujeto al yugo de servidumbre (Gál. 5:1).

R.J.W.-L.B.