Querido amigo y amiga:

Si fuera posible comparar la historia del pueblo de Dios con el teatro, la mayoría de los actos habrían sido verdaderas tragedias. Dios nos ha revelado sus designios en hechos históricos y momentos (fechas) que desea que nunca olvidemos. Así es lo que llamamos historia sagrada. Uno de los capítulos más fascinantes es el protagonizado por el rey Josías. Habiendo heredado "mal" ADN de su padre Amón y de su abuelo Manases ("malos" reyes ambos), sorprendentemente encaminó sus pasos por el sendero correcto. El gran pastor de esa época descubrió el Libro de Moisés, que había quedado olvidado en el templo (¿puedes imaginarlo? ¡habían perdido sus Biblias!). Josías tenía sólo 26 años, pero siguió al pie de la letra todo lo que Moisés había escrito, y dispuso que todos le siguieran en ese reavivamiento y reforma.

Por supuesto, la motivación subyacente fue el puro temor a que sobrevinieran los desastres que el Señor había anunciado si seguían el camino por el que precisamente habían estado transitando hasta entonces. Fue un reavivamiento impregnado del antiguo pacto, pero el Señor trajo bendición, pues era lo mejor que el rey y el pueblo sabían hacer. Se alegraron celebrando la Pascua, y parecía que por fin, tras los horrores del reinado de Manases (¡55 años!) el cielo había descendido a la tierra. Todo fue bien hasta que...

Irrumpió una nueva, extraña e inverosímil voz, un mensaje expresado en palabras "que venían de la boca de Dios". Sí, credenciales inconfundibles. Pero no fue pronunciado por la boca que Josías y el pueblo habrían estado prestos a oír y aceptar: ¡se trataba de Necao, el rey de Egipto! Así, Josías se creyó en la obligación de expresar su fidelidad a Dios oponiéndose al mensaje. Triste. Se dispuso para la batalla junto con su ejército, para demostrar que ese supuesto mensaje de Dios no era más que un fraude. Necao le había advertido del precio de interponerse en el camino del Señor: "Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya", pero a pesar de todas las buenas cosas que Josías había hecho, a pesar de ser el legítimo dirigente señalado por Dios, y a pesar de su astuta maniobra de camuflaje en la batalla, fue alcanzado por las flechas y murió.

El joven profeta Jeremías compuso un emocionante réquiem por Josías (del que nos habría gustado disponer). Puedes ver ese relato en 2 Crónicas 34 y 35.

No habiendo aprendido la lección de Josías, dirigentes de la iglesia de tiempos modernos, igualmente diligentes en buenas obras, han rechazado -como hizo él- mensajes que Dios envió por conductos inesperados, y han deshecho todo el bien al que se entregaron previamente. Durmiéndose en los laureles de las pasadas bendiciones de Dios, se han opuesto a las preciosísimas nuevas bendiciones que el Señor envió, en su gran misericordia. ¡Tiempo de aprender de la historia!

R.J.W.