Querido amigo y amiga:

Alguien nos escribe angustiado: "Comprendo la justificación y creo en la Biblia. He orado muchas veces para que Dios me convierta, para que me haga nacer de nuevo, pero sigo siendo el mismo ‘yo’ pecaminoso de siempre. ¿Por qué no responde Dios a mis oraciones?"

Una cosa es creer y conocer la Biblia, la justificación, etc. Otra cosa es conocer al Señor y haber experimentado su perdón; estar reconciliado con él. Cree qué él ha oído y respondido tus oraciones. Cree que él te ama "en Cristo". Arrepiéntete por haber dudado de su fidelidad hacia ti personalmente. En otras palabras, "reconciliaos con Dios" (2 Cor. 5:20). Arrodíllate junto a aquel padre que sollozaba quebrantado a los pies de Jesús (Marcos 9:14-24), y ora con él, "Creo; ayuda mi incredulidad". Esa es una petición de ayuda que el Señor atiende siempre.

Recuerda también que tu Salvador Jesús fue tentado tanto como lo eres tú, a dudar de que su Padre oyera y respondiera sus oraciones. Sí, sobre la cruz clamó angustiado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mat. 24:46; puedes leer entera su oración en el Salmo 22).

Quizá debieras también recordar que no es tu misión el juzgarte a ti mismo, pues sucede que cuanto más cerca estemos de Cristo, más indignos nos sentiremos. Eso es debido a que cuanto más claramente veamos y comprendamos su justicia, más injustos nos veremos por contraste. Puedes y debes examinarte a ti mismo; pero es una cosa distinta el juzgarte.

¿Qué hay entonces? Cuanto más hayamos experimentado del "nuevo nacimiento", tanto más desearemos "nacer de nuevo", tanta mayor será nuestra hambre del "pan de vida", tanto más clamaremos ‘¡Padre, te necesito a cada momento!’, y tanto más nos sentiremos desnudos y en necesidad de ser cubiertos por el manto de justicia de Cristo. Cuanto más nos aproximemos a Jesús, más nos deleitaremos en su santa ley y encontraremos nuestro placer en obedecerle. Pareciera que hubiese de ser al revés, pero ¡es cierto!

Quizá te estés preguntando aún por alguna evidencia visible de que has nacido de nuevo... Venzamos la idolatría del antiguo Israel: se nos llama a adorar al Dios invisible. Andamos por fe, no por vista. Aprender a creer es nuestro auténtico problema. "Pelea la buena batalla de la fe"

R.J.W.