Querido amigo y amiga:

El Señor envió a Elías a los escribas, pero estos "no lo conocieron". "Elías" era el mensaje de Juan Bautista, al que odiaban a pesar de no atreverse a manifestar públicamente su rechazo. ¡No era "de los suyos"! (Mat. 17:10-13). ¿Podría el Señor, en su gran misericordia, enviarnos a nosotros a "Elías", y suceder que no lo reconociéramos? ¿Podría el Señor enviarnos un mensaje designado para prepararnos para la venida de Cristo, y que lo tratásemos tal como hicieron los judíos con Juan Bautista? Dios ha prometido enviarlo "antes que venga el día de Jehová" (Mal. 4:5 y 6). ¿Puede haber algo más importante que comprender en qué consiste ese mensaje, y la forma en que lo hemos tratado? ¡Quizá estemos en necesidad de arrepentimiento!

Cuando venga "Elías", ¿derribará el culto a Baal, tal como hizo en lo antiguo? Toda idolatría es en esencia el culto al yo acuñado por Satanás, ser a quien realmente adora quien la practica. Halla su mayor sofisticación al revestirse de un manto religioso. La adoración a Baal tenía ese carácter: era el culto al "yo" disfrazado de culto a Dios. Los 450 profetas de Baal afligían el corazón de Elías, y sin duda también el de aquellos invisibles 7000 que no habían doblado su rodilla; pero la sola idea de luchar contra el culto establecido debió causarles consternación: inevitablemente debieron percibir cualquier esfuerzo por contrarrestarlo, en términos de infidelidad contra el pueblo de Dios y sus dirigentes. ¿En qué consiste hoy el culto a Baal? En lo mismo que antaño:

Consiste en profesar servir a Dios, cuando la agenda es en realidad promocionarse a uno mismo. El dirigente religioso se glorifica a sí mismo (empleando al "Señor" como un medio para lograrlo), atrae la atención y los afectos de la gente hacia sí mismo; exalta a aquellos que en la iglesia tienen una mente mundana, y resulta exaltado por ellos; escala los peldaños de su carrera ascendente mediante la influencia. Profesa servir a Cristo, pero en realidad está sirviendo al "yo". Como es natural, es un celoso defensor del orden establecido en la comunidad de fe, ya que ese es el sustrato sobre el que cabalga su realización personal. ¿No es acaso un "profeta de Baal"? Su obra tiene por objeto la consecución de un estatus cómodo, seguro y prestigioso para sí mismo. Sin darse cuenta de ello, guía a la juventud a metas parecidas, que poco tienen que ver con preparar a un pueblo para permanecer en pie en el día de Dios. No está preparando a un pueblo para ser trasladado al cielo sin ver muerte, tal como sucedió a Elías (su "tipo" o representante). No prepara a las personas a que sigan al Cordero (Cristo crucificado) por dondequiera que va. Por el contrario, las está preparando para que reciban lo que Apocalipsis llama "la marca de la bestia" en la hora de la prueba. En los días de Elías, el Señor declaró que no habría lluvia, excepto por la palabra del profeta. Por eso, en relación con la lluvia tardía y la crisis que la acompaña, nada tiene de extraño la declaración de Zacarías 10:1-3.

Cuando el Señor envíe a "Elías", no hallará un entorno amigable en medio de la moderna adoración a Baal. Pero el suyo no será un ministerio de denuncia. No consistirá en derribar, sino en edificar. La "palabra" cumplirá la obra. Proclamar en su pureza el evangelio de la belleza incomparable de Cristo, y Cristo crucificado, subyugará los corazones mundanos y endurecidos, y hará que prefieran a Cristo, desechando la adoración a Baal. Como especifica el último versículo del Antiguo Testamento, será un ministerio de reconciliación.

R.J.W.-L.B.