Querido amigo y amiga:

Parecerá un pregunta absurda, pero aquí va: ¿Es difícil distinguir entre Cristo y Satanás?

La sabiduría convencional dice que no, que es tan fácil como diferenciar entre el día y la noche, entre lo alto y lo bajo o entre el amor y el odio. Pero la sabiduría convencional está aquí fatalmente errada. Es fácil equivocarse.

Otra pregunta: ¿Cómo distinguir entre el genuino Espíritu Santo, verdadero y único Vicario de Cristo según la Biblia, y la falsificación del mismo desarrollada por "el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña AL MUNDO ENTERO"? (Apoc. 12:9). Evidentemente, para la gran mayoría esa distinción fue todo, menos fácil. Los sentidos no son de gran ayuda aquí, puesto que el falso vicario "hace grandes señales" (Apoc. 13:13). La sabiduría popular es muy ciega cuando asume de forma irreflexiva que todo lo que se llama "espíritu santo" es Espíritu Santo. A medida que nos acercamos más y más al fin, se llamará luz a las tinieblas, y viceversa. El enemigo ha llevado el arte del engaño hasta su mayor perfección. "Se levantarán falsos cristos" que "engañarán si es posible, aun a los escogidos". Así nos advirtió Jesús (Mat. 24:24). Si los falsificadores de Taiwán son capaces de hacer un Rolex falso capaz de engañar a más de un experto relojero, ¿puede el enemigo de Cristo producir un falso "espíritu santo" capaz de hacer "descender fuego del cielo"? (Apoc. 13:13).

La falsificación de un Rolex probablemente pueda darte la hora con una precisión razonable, pero ¿de qué es capaz la falsificación del Espíritu Santo? El falso reavivamiento y los sonoros "Aleluya" no nos serán muy reconfortantes cuando aparezca el verdadero Cristo en su segunda venida y nos sorprenda atrapados en un engaño mortal.

Es un hecho histórico que Israel, el verdadero pueblo de Dios, resultó engañado por la sutil falsificación de la adoración a Baal. Habían llegado a creer sinceramente que era Baal quien los había sacado de Egipto (eso no debe sorprenderte, ni hacerte pensar que su problema era la necedad o ineptitud: ¡Baal significa simplemente Señor!) Sólo unos pocos reconocieron la verdad. El resto asumió que era imposible que la mayoría estuviese equivocada (1 Reyes 18).

R.J.W.