Querido amigo y amiga:

Ocasionalmente oímos estremecedoras noticias de un padre o una madre que asesinaron a su bebé. Tras superar el estupor y la pena, aparecen las preguntas: (1) ¿Tienen todos los bebés que mueren en la infancia garantizada su salvación eterna en el cielo? Si la respuesta es afirmativa, entonces hay una cierta lógica en la postura del padre o madre asesinos, por más inhumana que sea: están enviando a su hijito al "cielo" antes de que pueda crecer y aprender a ser pecador, y recibir así la supuesta ira de Dios. (2) ¿Cuándo se vuelven "pecadores" los bebés? ¿A qué edad? (3) ¿Cuándo y cómo viene la "condenación" sobre alguien? (4) ¿Cuándo lo hace la "justificación"?

La enseñanza bíblica es razonable: al morir, no vamos ni al cielo, ni al "infierno". Pasamos al "sueño" hasta que tiene lugar, o bien la "resurrección de vida" o la "resurrección de condenación" (Juan 5:28 y 29). La primera tiene lugar con ocasión de la venida de Jesús en gloria (1 Tes. 4:16 y 17), y la segunda al final de los "mil años" (Apoc. 20:5 y 6). El bebé fue tristemente privado de la alegría de aprender a creer en Jesús (es un yugo fácil y una carga ligera, algo que alegra la vida a cada instante).

La "condenación" viene solamente cuando elegimos ser incrédulos a la verdad del evangelio. "Esta es la condenación: la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Juan 3:19). "El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (v. 18). Si un bebé es capaz de creer o no, y cuándo, pertenece exclusivamente a la infinita sabiduría del Padre celestial. No nos toca decidirlo ni imaginarlo. Sin embargo, relacionando Jeremías 31:15-17 con Mateo 2:16-18 podemos saber que Dios restituirá el bebé que murió en su infancia a sus padres amantes, en la primera resurrección. "De los tales es [también] el reino de los cielos". Podemos ciertamente confiar en Aquel que "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2:3 y 4).

Sea cual sea el acto judicial que trajo la condenación a todos los hombres como consecuencia del pecado de Adán, el "Salvador del mundo", Jesucristo, por su acto de justicia, lo revirtió. Cada uno de los versículos, desde Romanos 5:15 al 19, insiste en la idea de que esa condenación que vino a todos los hombres "en Adán", quedó satisfecha "en Cristo". "Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida" (v. 18). Si estamos prestos a apreciar lo que Cristo hizo por "todos los hombres" sobre la cruz, nuestro corazón se enternecerá y recibirá el perdón que trae la paz al alma. Nuestra salvación no gravita sobre los méritos de una sabia decisión por nuestra parte, sino sobre la gracia sobreabundante del Cordero de Dios. "Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros... habiendo sido ya justificados en su sangre... reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rom. 5:8-10). Cree en las palabras de vida que el Espíritu Santo inspiró a Pablo a que escribiera, y que en su amor te recuerda hoy, y verás pronto a preciosos bebés en los brazos de sus padres, con una alegría que sólo es comparable a la del propio Jesús recibiendo en sus brazos a la hueste redimida en el glorioso día que esperamos, cuando vea el fruto de la aflicción de su alma, y quede satisfecho. Sí, "se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos" (Sof. 3:17).

R.J.W.-L.B.