Querido amigo y amiga:

¿Era la voluntad de nuestro Padre celestial que las crueldades del nazismo fuesen la maldición que fueron para Alemania y para el mundo, tal como la historia nos obliga a reconocer? Pío XII ha sido puesto en entredicho, debido al silencio que guardó en la ocasión. Pero al menos hizo lo que parece recomendar el profeta Amós: "el prudente en tal tiempo calla, porque el tiempo es malo" (5:13). Los dirigentes de otra denominación no pudieron callar. Su ceguera espiritual los llevó en Alemania a alabar a Hitler de forma entusiasta, y a gloriarse por los triunfos del ejército nazi. Eso nos hace pensar que difícilmente estaban elevando sus oraciones intercesoras en favor de la paz y en contra de la tiranía.

Algunas personas sinceras responderán: "Bien, ¿y qué diferencia hace eso? Ni el propio Dios puede remediar catástrofes como esa, en un mundo que está bajo el control de Satanás". Y es cierto que nadie puede culpar a Dios de los males de un mundo que expulsó de él a su Hijo, mediante el asesinato por crucifixión. También es cierto que Jesús nos enseñó a orar: "Sea hecha tu voluntad", lo que implica que en general, su voluntad no es hecha "en la tierra como en el cielo". Ahora bien, ¿es la voluntad de nuestro Padre celestial que esa oración modelo sea contestada? ¿Era acaso su "voluntad" que se produjera el Holocausto? Nadie afirmará eso. Pero entonces, ¿por qué sucedió?

La enseñanza de la Biblia es clara y consistente: ni ese, ni ningún otro horror afligieron al mundo por voluntad divina. Dios prometió a Abraham: "serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Gén. 12:3). Moisés repitió la promesa de esa bendición de alcance mundial, mediante la nación que descendía de Abraham" (Deut. 28:1-14). Por lo tanto, nunca fue la voluntad de Dios que se sucedieran los crueles imperios mundiales de Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. Sin embargo, tuvieron lugar, y el pueblo de Israel está bien lejos de disfrutar hoy de esa promesa hecha a Abraham. Pero observa, el motivo por el que no se cumplió la voluntad de Dios en primera instancia, no fue por el gran poder que tiene Satanás, ni por el gran control que a él le es dado ejercer en el mundo. No. Fue por la gran incredulidad de su pueblo, por "ir tras dioses ajenos y servirlos", entrando en alianzas prohibidas con ellos, en lugar de desecharlos (Jueces 2:1-3). Dios les había prometido específicamente: "Te pondrá Jehová por cabeza y no por cola".

Viniendo a nuestro tiempo, la misma promesa está contenida en el evangelio. Si su iglesia está dispuesta a cooperar plenamente con el Espíritu Santo en su obra de preparar un pueblo para la segunda venida de Cristo, él es poderoso para retener "los cuatro vientos de la tierra" e impedir que estorben la obra, hasta que hayan sido sellados en sus frentes los siervos de Dios (Apoc. 7:1-3). No da la impresión de que sea Satanás quien controla los acontecimientos, ¿no te parece? Satanás es un enemigo vencido. ¡Cristo ha saqueado su dominio! Sólo porque Dios respeta la libertad de quien quiere seguir al diablo, puede él llevar adelante el conflicto.

Hemos llegado al momento en el que la multiforme sabiduría de Dios ha de ser dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales (Efe. 3:10). Forma parte del plan de Dios que el diablo sea pronto aplastado "bajo vuestros pies" (Rom. 16:20). Dios nos ha concedido el especial privilegio de ser participantes de su gran victoria. Él es quien "con justicia juzga y pelea", pero "ni el ojo puede decir a la mano: ‘No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: ‘No tengo necesidad de vosotros’ (1 Cor. 12:21). Cristo, la Cabeza, no prescinde de ti. ¿No es maravilloso?

R.J.W.-L.B.