Querido amigo y amiga:

¿Qué está haciendo Jesús ahora? El mundo no se interesa en ello. A muchos cristianos parece no importarles especialmente. Sin embargo, nada en el cielo o en la tierra reviste un interés mayor. Y sea lo que fuere lo que esté haciendo, requiere ciertamente la clara comprensión y ferviente cooperación de cuantos creen en él.

Una de las ideas populares sostiene que Cristo actúa al modo de un contratista de obras, edificando viviendas o "moradas" para los que han de habitar el cielo (una lectura más bien pueril de Juan 14:2). La frase "preparar lugar para vosotros" encierra un significado mucho más profundo que el de la simple edificación material. En los "cielos nuevos y tierra nueva" que describe 2 Pedro 3:13, sólo pude morar "la justicia", así que el Señor tiene ante sí una gran "obra", aunque no especialmente en el cielo, sino en tu corazón y en el mío (si bien los libros del cielo reflejan con exactitud esa obra realizada en la tierra por el Vicario de Cristo, el Espíritu Santo).

Hebreos 9 y 10 describe el ministerio sumo-sacerdotal de Cristo en términos de la purificación o limpieza de los corazones de quienes forman su pueblo, a fin de prepararlos para ese momento tan próximo en el que Jesús no estará ya intercediendo por nosotros, puesto que estará ¡viniendo a buscarnos! Cuando fue ofrecido, los pecados de cada ser humano, los tuyos y los míos, estaban en Cristo, quien los llevó en su cuerpo, sobre el madero (1 Ped. 2:24). Pero cuando venga por segunda vez, lo hará "sin relación con el pecado", para buscar a los que le esperan (Heb. 9:28). Algo importante tiene que suceder, pues, que permita que estemos preparados para su segunda venida.

El resumen de Hebreos es que tenemos un verdadero Sacerdote, ministrando en el verdadero santuario (Heb. 8:1 y 2). Esa verdad es puesta en contraste con el sistema de los símbolos del sacerdocio levítico (Heb. 10:8 y 9). Y el contraste se establece para demostrar que Cristo, el verdadero sacerdote, PUEDE efectuar todo aquello de lo que el sistema levítico era incapaz, por ser una mera representación (9:9; 10:1, 4, 11). Promete que "limpiará vuestras conciencias", que quitará "de en medio el pecado", que serán "purificados los corazones de mala conciencia", teniendo por objeto "estimularnos al amor y a las buenas obras". A ese proceso cabe también llamarlo expiación, o reconciliación.

Observa que no estamos diciendo que tú puedes, sino que Cristo, tu Creador, Salvador y Sumo Sacerdote, PUEDE. Él pone sus leyes en tu corazón (Heb. 10:16), si se lo permites. Nunca repitas la triste experiencia del antiguo pacto, prometiendo, como hizo el pueblo de Israel al pie del Sinaí: "Haremos todo lo que Jehová ha dicho" (Éx. 19:8). En el nuevo pacto no somos nosotros quienes prometemos, sino él. Israel debió decir: ‘Jehová, TU HARÁS todo lo que has dicho’. Sí, porque "fiel es el que prometió" (Heb. 10:23). "¿Acaso hay alguna cosa difícil para Dios?" (Gén. 18:14).

Es un tema de suma importancia, porque "aquel día se acerca" (Heb. 10:25), "porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará" (37). Si te pones hoy en las manos atravesadas de tu Sumo Sacerdote, si no rehuyes su costado herido, tendrás gran alegría cuando se muestre como Rey de reyes y Señor de señores.

R.J.W.-L.B.