Querido amigo y amiga:

Un periódico estadounidense del 24/9/01 publica una encuesta efectuada en Israel: 40% de los encuestados opina que "nuestra" única esperanza de paz descansa en la venida de Cristo (sólo el 20% respondieron así hace un año). Con toda probabilidad, se refieren a su tan ansiado "Mesías". Sea como fuere, en un mundo caracterizado por "angustia de las gentes... los hombres... sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán a la tierra" (Luc. 21:25), millones de seres humanos en todo lugar suspiran por el cumplimiento de la promesa de Jesucristo: "Vendré otra vez" (Juan 14:3).

¿Esperaban los apóstoles verlo regresar en sus días? Cuando dijo en Apocalipsis 22:12, "¡Vengo pronto!", ¿se refería a los días de Juan? ¿Qué significaban sus palabras pronunciadas en el Monte de las Olivas, "De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca" (Mat. 24:34)? Las señales indicarían el tiempo en el que estaría "cerca, a las puertas" (v. 33). Aún siendo cierto que "del día y la hora nadie sabe", ¿acaso no estaba enseñando que PODRÍAMOS SABER cuándo estaría "cerca"?

Los profetas predicaron siempre: "cercano está el día de Jehová" (Joel 3:14; Eze. 30:3, etc). ¿Cómo es posible, siendo que habrían de transcurrir aún miles de años?

(1) Daniel y Apocalipsis resuelven el misterio: el conflicto en curso entre Cristo y Satanás requiere lo predicho en la profecía de tiempo de los 1260 años de opresión, por parte de la "bestia" descrita en esos dos libros (Dan. 7:19-25; Apoc. 12:6, 14; 13:5).

(2) Junto con la luz profética, Dios proporciona siempre a su pueblo un sentido de estar viviendo en el umbral mismo de la eternidad, particularmente "en estos últimos días" (Heb. 1:2). Le confiere una mente afín a la suya propia, hace a sus hijos "participantes de la naturaleza divina" (2 Ped. 1:4). El Espíritu Santo les confiere un sentido de la constante cercanía de la eternidad, en consonancia con el pensamiento divino. Cuanto más se acerca a él su pueblo, más siente esa proximidad, más ardientemente desea que se resuelva la gran controversia entre Cristo y Satanás.

(3) Pero eso de ningún modo vacía de significado el mapa profético. Por ejemplo, Pablo remitió a los Tesalonicenses a las profecías de Daniel, con el objeto de enseñarles a no esperar el regreso de Jesús en sus días (2 Tes. 2:1-10). Con ello hizo bueno lo escrito en Proverbios 29:18: "cuando falta la profecía, el pueblo se desenfrena".

(4) La verdad del Día de la Expiación, que es la realidad en nuestros días, nos anima a vivir en la alegre expectativa de la "esperanza bienaventurada" (Tito 2:13), según un sentido de cercanía único en la historia.

R.J.W.-L.B.