Querido amigo y amiga:

Una de las cosas sorprendentes que encontramos en nuestras Biblias es el episodio en el que Jesús culpabilizó a contemporáneos suyos por un crimen cometido 800 años antes. Si alguien me acusara, por ejemplo, de haber iniciado la primera guerra mundial, protestaría de forma casi automática: ¡pero si aún no había nacido! ¿Cómo es que Jesús, el Justo, hizo una acusación tan firme y en apariencia tan poco justificada?

La encontramos en Mateo 23:35. Jesús estaba predicando su último sermón en el glorioso templo. ¡Cuánto más cómodo le habría resultado suavizar sus palabras y actuar políticamente, en lugar de exponer el pecado de los dirigentes de la forma en que lo hizo! Jesús declara a esos augustos pastores del rebaño: "...Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar". La sangre del mártir dejó una huella permanente en las piedras del pavimento (2 Crón. 24:20,21).

Puedes imaginar a aquellos Escribas y Fariseos protestando airadamente: '¡Cada uno es sólo responsable por sus pecados! ¿A qué viene, culparnos de crímenes cometidos cuando aún no habíamos nacido?'

Pero, lo mismo que en toda ocasión anterior, Jesús decía la verdad. El mismo crimen espantoso que cometieron el rey Joás y los dirigentes de sus días al apedrear a Zacarías en el mismo templo, lo estaban albergando ya esos líderes religiosos en su corazón, y en cuestión de horas estarían crucificando al Hijo de Dios. Así, en un sentido corporativo, eran también culpables de la muerte de todos los mártires, desde Abel hasta Zacarías (¡de la A a la Z!). El registro de nuestro pecado no es algo así como la factura de la electricidad, en la que uno paga sólo según lo consumido. Como pecadores por naturaleza que somos, sobre nosotros pesa la culpabilidad de todo pecado cometido. Sólo la gracia de Dios puede evitar que los cometamos todos ellos, de tener el tiempo y la oportunidad necesarios. Si tienes alguna duda, lee 1 Juan 1:8 al 10, y 3:15.

No fueron sólo los Romanos y los Fariseos quienes crucificaron a Cristo. Nunca te creas más santo que ellos. Nunca te creas más santo que ningún otro. En un sentido corporativo, tú y yo estuvimos también allí, cuando el Señor era crucificado.

Cristo oró pidiendo un perdón corporativo en favor de ellos, "porque no saben lo que hacen". Agradécelo. Recíbelo.

R.J.W.