Querido amigo y amiga:

La petición que hizo Moisés a Dios va más allá de lo que la mente común es capaz de alcanzar. Sólo a la luz del amor [ágape] es posible comprenderla. Estuvo dispuesto a que su nombre fuera borrado del Libro de la Vida. Dos cosas le importaron más que su propia salvación eterna: (a) la expectativa de que pereciese su amado pueblo de Israel, y (b) el honor del nombre de Dios ante el mundo pagano. Encontrarás la maravillosa historia en Éxodo 32.

Jesús dijo que "nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13). Pero esa "vida" es más que la presente vida física. Si entregas tu vida actual en la esperanza de recuperarla por la eternidad, en la primera resurrección, eso es algo maravilloso. Pero Moisés estuvo dispuesto a mucho más que eso. Estuvo dispuesto a entregar su vida eterna, puesto que aquel cuyo nombre es borrado del Libro de la Vida se encuentra entre los participantes en la segunda resurrección, que es lo mismo que decir "segunda muerte" (Apoc. 20:12-15, y 2:11). Una muerte sin esperanza. ¡A eso estuvo dispuesto Moisés, por amor a Dios y a sus hermanos! Ese pudo bien ser el motivo por el cual fue escogido para dar ánimo al Hijo de Dios, cuando se disponía a confrontar la cruz. ¿Quién otro, en los anteriores 4.000 años, pudo penetrar en los pensamientos de Jesús al enfrentarse al Calvario?

Sólo Elías, quien estuvo junto a Moisés en el monte de la transfiguración, para confortar a Jesús. Elías ascendió al cielo sin ver muerte (2 Reyes 2:11). Él tuvo también una experiencia similar a la de Moisés. "Se deseó la muerte, y dijo: 'Basta ya, Jehová, quítame la vida'" (1 Reyes 19:4). Es difícil imaginar a alguien en una depresión mayor que esa. Pocos conocieron aguas más profundas que las suyas: (a) Ni una sola persona se puso de su parte en el monte Carmelo; hubo de verse en la mayor soledad que cabe imaginar entre hermanos (1 Reyes 18:21). (b) El gobierno de Israel, el auténtico pueblo de Dios, determinó matarlo con una "maldición" que apuntaba a la segunda muerte (19:2). (c) Hubo de verse a sí mismo como un absoluto fracaso en servir a Dios, en el gran conflicto de los siglos. Él no tenía, como es nuestro caso hoy, un concepto claro de la resurrección; lo mismo que Job, tenían dificultades para imaginar algo más allá de su vida presente. Como Moisés, Elías también oró: "quítame la vida [eterna]".

Sí, Elías tuvo algo en común con Moisés. Algo que le permitió dar ánimo al Hijo de Dios en su hora más tenebrosa (Mat. 17:2,3). ¿Has pensado por qué Dios nos ha de enviar de nuevo a "Elías" (Mal. 4:5,6)?

R.J.W.