Querido amigo y amiga:

¿Te ha encomendado Dios un mensaje especial? No en el sentido de un llamamiento profético (Jeremías fue apartado desde el vientre de su madre), sino en el sentido de una convicción de que habrías de servirle de una forma peculiar. Dios está llamando hoy a los hombres, mujeres, y también a los niños. Hay corazones que responden con gozo a ese llamado especial del Espíritu Santo.

Pero si Satanás sabe que has sido llamado de ese modo, redoblará sus esfuerzos para procurar que te desanimes y abandones tus sueños. Cuando José, siendo un niño, refirió inocentemente sus sueños a sus hermanos mayores y a su padre (Gén. 37), además de ganarse la enemistad de quienes no aceptaban el Espíritu de Profecía, alertó a Satanás, quien se determinó a convertir la existencia de José en algo tan miserable como fuera posible, con el objeto de hacer que se apartara de Dios.

El enemigo inspiró a sus hermanos mayores a que lo vendieran como esclavo en Egipto. Aún encadenado y llevado cautivo a un país alejado y extraño, resolvió dedicar su vida al Dios de sus padres. Lleno de lágrimas, sí, pero libre de toda amargura y resentimiento, no cediendo a la incredulidad ni a la desesperación. Recordando los sueños de su infancia, decidió consagrar toda su vida a Dios, y por la gracia de Cristo decidió confiar y creer, viniera lo que viniese.

Tanto si eres joven como si no, has sido elegido por Dios para ser su agente especial de una forma en la que nadie podría sustituirte. ¿Te sientes indigno? ¡Buen principio! Sólo "el Cordero es digno". Todos los demás, necesitamos reconocer nuestra indignidad como primera e imprescindible cualificación.

Alguien, en algún lugar, está necesitado de un mensaje de ánimo de parte de Cristo. Pero nuestro Salvador expone un problema en 1 Corintios 12:21: "Ni el ojo puede decir a la mano: 'no te necesito', ni tampoco la cabeza a los pies: 'no tengo necesidad de vosotros'". Si lees el pasaje paralelo en Efesios 4:11 al 16, comprobarás quién es la cabeza: ¡es Cristo! ¿Y los pies? Somos tú y yo. Al leer el texto, no puedo evitar inclinarme en humildad. ¡La Cabeza te necesita a ti y a mí!

José revivió la historia de Job. Cuando se negó a pecar contra Dios cediendo a la tentación al adulterio proveniente de la esposa de Potifar, Satanás logró una nueva forma de atacar su reputación, sometiéndolo al escarnio público y a la prisión.

Ese no fue el final. La gloriosa historia de José continuará por la eternidad, y no hay razón por la que la tuya hubiese de terminar de otro modo. Pero bien pudiera ser que tú seas también llamado a compartir el privilegio de honrar a Cristo en las tinieblas aparentes de alguna prueba severa. La Cabeza te necesita.

R.J.W.