Querido amigo y amiga:

Alguien puede preguntarse '¿en qué consiste realmente vivir en el Día de la Expiación? ¿qué tiene de especial el "vivir en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta" (Apoc. 10:7)?'

Juan vio "descender del cielo otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. Tenía en su mano un librito [Daniel] abierto... clamó a gran voz... y juró por el que vive... que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará" (1 al 7). ¡Ahí está, en esa última frase! No, no se trata de vivir bajo la motivación del miedo, pero es una hora solemne, cargada de significado eterno. Algo digno de la más profunda reflexión.

'Pero, ¿no se trata de la misma experiencia de estrecha comunión con Dios, tal como el mismo Jesús, sus discípulos y todos los profetas han llamado a que viva el creyente en todo tiempo?' Sí. ¡Precisamente! PERO ahora se trata del último tiempo en la historia del planeta, tiempo en el que Dios tiene un pueblo, un "cuerpo", una unidad corporativa en la tierra (no meramente unos pocos insignificantes por aquí y otros dispersos y descordinados por allá) que "siguen al Cordero por dondequiera que va" (Apoc. 14:5). Ahora, por fin, el Cordero de Dios ha de poder ver "el fruto de la aflicción de su alma" y quedar "satisfecho" (Isa. 53:11). Ahora, por fin, ha de quedar contestada la ferviente oración de Pablo. Cristo ha de tener un pueblo en la tierra, un "cuerpo" de creyentes que estén "arraigados y cimentados en amor [AGAPE]... plenamente capaces de comprender" algo que se ha escapado de la plena comprensión de toda comunidad de santos en el pasado: "cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura" del "amor de Cristo, que excede a todo conocimiento". Por fin "llenos de toda la plenitud de Dios" (Efe. 3:14 al 21). Es decir, ¡un pueblo preparado para su venida!

¿Acaso no hará eso que Satanás se encolerice en su gran controversia contra Cristo? Ciertamente. Eso significará ante el mundo y el universo una demostración de que el poder del cuartel general en el que Satanás se ha hecho fuerte, se ha venido abajo; ha sido derrotado, su poder se ha quebrantado. "Se rompió el lazo y escapamos nosotros" (Sal. 124:7). El pecado, "condenado" en la carne, vencido en el terreno de la debilidad, en carne de pecado. El enemigo de Cristo perdiendo también en su última batalla. ¡La guerra termina! Todo el cielo rompe en el triunfante clamor: "Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y SU ESPOSA SE HA PREPARADO" (Apoc. 19:7). Por fin creció. Ya no es más la chiquilla interesada en el pastel nupcial. Encontró algo mucho más importante que sus juguetes, encontró un Esposo a quien apreciar, un Esposo a quien amar.

R.J.W.