Querido amigo y amiga:

La oración de Moisés en el salmo 90 resulta muy apropiada para el pueblo de Dios de nuestros días. Moisés estaba exilado en Madián. Vivía entre tibios "miembros de iglesia en situación regular", puesto que los madianitas adoraban al Dios verdadero y se enorgullecían de ser descendientes de Abraham, por la línea de Cetura (Gén. 25:1 y 2). Pero no se preocupaban por la misión de Israel como lo hacía Moisés. No estaban día y noche ocupados en la salvación del mundo, en la venida del Mesías y en aquellas siete grandes promesas que Dios hizo a Abraham en Génesis 12:2 y 3, ni en cómo Dios le había anunciado: "en Isaac te será llamada descendencia" (y no 'en Cetura'). Hasta la propia esposa de Moisés, Séfora, siendo madianita, no parecía compartir plenamente los sueños de su marido, pues poco dice el relato sagrado sobre ella. No sabemos nada sobre un "cántico de Séfora", y sí sobre un "cántico de María".

Los padres de Moisés lo habían educado en la misión de librar a Israel de la esclavitud y conducirlo a la tierra prometida, permitiendo que se cumpliese la voluntad del Señor en difundir el evangelio al mundo entero. Y ahora, a sus 80 años, la vida de Moisés es una aparente ruina. Le parece que Israel está para siempre condenado a ser una raza de esclavos, y que el mundo no será nunca "alumbrado" con la gloria del evangelio encomendado al pueblo de Dios.

Imagina cómo te sentirías si a los 40 años hubieses cometido una equivocación colosal. Imagina que te hubieses dejado llevar de un arrebato de mal genio y hubieses hecho algo que hubiese arruinado tu vida (por ejemplo, asesinar a alguien). Imagina que te ves obligado en razón de ello a permanecer 40 años en el exilio, en el "desierto", y te encuentras ya sólo con la vitalidad correspondiente a tus 80 años, y con los conocimientos propios de un pastor de ovejas.

El "Israel" moderno es tibio, como lo fueron los madianitas (Apoc. 3:14-17). Pocos sienten el peso de la preparación de un pueblo para la segunda venida de Cristo. Pocos hay preocupados en comprender en qué consiste el mensaje de Apocalipsis 18, que hace que "la tierra [sea] iluminada con su gloria" de forma que una voz del cielo pueda llegar a cada alma sincera que habita aún en "Babilonia". Pocos hay hoy preocupados, como lo estuvo Moisés, en la resolución del gran conflicto entre Cristo y Satanás, en el honor y la vindicación de Dios. Muchos hay satisfechos con la filosofía de "esperar y ver", esforzándose mientras tanto en todo lo relativo a la prosperidad material, y en apoyar tibiamente la obra del evangelio. Pero Moisés en Madián clama día y noche por la liberación de Israel. El peso de un mundo perdido abruma su corazón. ¿Qué tipo de "peso" abruma el tuyo?

Hay buenas nuevas, incluso si te encontrases aún en el desierto: Cuarenta años de arrepentimiento prepararon a Moisés para iniciar una carrera gloriosa ya entrado en los ochenta. Cobra ánimo. Si puedes leer esto, no es demasiado tarde para que Dios te bendiga. "¿Hay para Dios alguna cosa difícil?" (Gén. 18:14)

R.J.W.