Querido amigo y amiga:

Durante casi toda mi vida he oído decir que lo más importante de todo es llegar finalmente al cielo como sea. Más de uno me ha dicho: 'No aspiro a ningún lugar como el que sin duda ocupará Pablo; él sufrió lo indecible por Cristo. Para él habrá allí una gloriosa mansión. Pero yo, si logro atravesar las puertas de perla, ¡eso es todo cuanto deseo!' De hecho, ésta es la mentalidad subyacente: '¿Qué es lo mínimo de lo que tengo que desprenderme? ¿Qué es lo mínimo que debo sacrificar por Cristo, a fin de llegar allí? ¿Cuál es el billete más barato para el viaje al cielo? ¿Existe una tercera clase? ¿Cuánto del mundo puedo seguir amando, sin perder el cielo?'

Pero ir al cielo no es lo más importante. Es más importante ser feliz, una vez allí. Hay una cosa segura: tú y yo tendremos que vernos cara a cara con Jesucristo. Cuando miremos a los ojos del eterno Hijo de Dios que fue crucificado por nosotros, quizá invada nuestro ser la pena y la vergüenza: -'Oh, Jesús, cuánto siento estar aquí con las manos vacías. Desperdicié mi vida y energías delante del televisor, en los estadios deportivos, en los auditorios, buscando el dinero y persiguiendo el placer. ¡Ojalá pudiera vivir nuevamente la vida!' Pablo explica cuáles serán algunos de nuestros compañeros en el cielo: "fueron torturados... otros experimentaron vituperios y azotes, cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada, anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y cabras; pobres, angustiados, maltratados... perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y cavernas de la tierra" (Heb. 11:34-40). De hecho, te encontrarás al mismo Pablo, quien, con el rostro radiante se te acercará y te estrechará efusivamente la mano, diciéndote: 'Me llamo Pablo. No sé si sabes de mí. Fui apóstol. Alabo al Señor por su gran sacrificio por mí. Él llevó toda la carga de mi pecado. Murió por mi causa bajo la maldición de Dios. Descendió hasta lo más hondo para encontrarme y salvarme. ¡Estoy tan feliz por el privilegio que me concedió de sufrir por él! Pasé por "azotes sin número, en cárceles más, en peligro de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas. Una vez apedreado. Tres veces naufragué. Una noche y un día pasé a la deriva en alta mar. Anduve de viaje muchas veces. Estuve en peligro de ríos, en peligro de salteadores, en peligro de los de mi raza, en peligro de los gentiles. Peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos. En trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez... -Dime, ¿qué hiciste tú por Cristo?". Si todo cuanto tienes que responder es que acudiste con cierta regularidad a los servicios religiosos y contribuiste con algunos donativos, quizá no te sientas muy feliz compartiendo la eternidad con Pablo, y te entren deseos de preguntarle dónde está la puerta de salida más próxima.

Pero ¿qué nos diferencia de Pablo? ¿Estaba él compuesto de algún material diferente al nuestro? ¡No! Simplemente, él VIO algo que nosotros estamos aún en necesidad de ver: lo que costó al Hijo de Dios tu salvación y la mía. No puedo desearte una cosa mejor para el año que comienza, excepto que veas eso, tal como Pablo lo vio. Si es así, 'el amor de Cristo te constreñirá" a no vivir para ti, sino para él. Todo cuanto debas sacrificar por él, será un privilegio que te hará feliz. Será "fácil", como prometió en Mateo 11:28 al 30.

R.J.W.