General Conference Daily Bulletin, 1893
El mensaje del tercer ángel (nº 7)

A.T. Jones

 

 

El pasado viernes algunos se preguntaban si no estaba exagerando las cosas. En vista de lo que el hermano Porter leyó de los “Testimonios”, estaréis de acuerdo conmigo en que no hubo ninguna exageración. Hermanos, no quiero que penséis que predico como lo hago, debido a que el auditorio sois precisamente vosotros. Si hubiera estado predicando desde el pasado lunes a personas que jamás hubiesen oído a un Adventista del Séptimo Día ni acerca del mensaje del tercer ángel, lo habría hecho exactamente de la misma forma en que lo he hecho entre vosotros. En este momento no sabría qué predicar, de no ser el mensaje del tercer ángel. No sé cuál otro pudiera ser mi deber, si no es llevar a los oyentes al reconocimiento de su necesidad del poder de Dios. No os estoy predicando nada que no haya dicho ya a todo el que me escuchó. Es posible que en los próximos días os predique algo que no diría a otra audiencia, puesto que quizá algunos de nosotros hemos estado haciendo cosas que otros no hicieron, pero no hay más razón que esa.

Hagamos ahora un breve resumen de lo presentado hasta aquí. Vimos que en este tiempo, fuera del poder de Dios, no hay nada que pueda mantenernos. Vimos que nada que no sea el carácter de Dios nos puede bastar. En lo que concierne a los medios y recursos de este mundo, no podemos depender más de ellos, sino solamente de lo que Dios provee. En lo que toca a la propia vida, vimos que no podemos seguir contando con ella; lo único que satisfará, lo único de que podemos depender, lo único que colmará nuestra necesidad –la necesidad de los que ahora se pongan de parte del Señor-, es esa vida mejor que la presente, la vida eterna, la vida de Dios.

Únicamente el poder de Dios nos sostendrá. ¿Dónde encontramos ese poder de Dios? En Jesucristo. “Cristo es poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1:24). Eso es Cristo. ¿Dónde encontramos el carácter de Dios? -En Cristo. ¿Dónde lo encontramos todo, las grandes cosas de Dios? -En Cristo. ¿Dónde encontramos una vida mejor que esta? -En la vida de Dios, en Cristo.

Siendo así, ¿qué otra cosa habríamos de predicar al mundo, sino a Cristo? ¿De qué hemos de depender, sino de Cristo? ¿Qué es el mensaje del tercer ángel, sino Cristo? Cristo es el poder de Dios, las riquezas insondables de Dios, la justicia de Dios, la vida de Dios, ¡Cristo es Dios! Tal es el mensaje que hemos de dar ahora al mundo. ¿Qué es lo que el mundo necesita? A Cristo. ¿Necesita algo más? No. ¿Hay algo más? No.

En él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y vosotros estáis completos en él (Col 2:9-10)

Como ya he dicho, si hubiera estado predicando a personas que nunca hubiesen oído acerca del mensaje del tercer ángel, si les hubiera estado dirigiendo la palabra desde el lunes de tarde, les habría predicado como lo he hecho con vosotros, y los habría emplazado cara a cara ante Jesucristo tal como he hecho aquí. Por cierto, muy cerca hay una congregación no creyente que quiere invitarme algún día a que les hable, y pienso predicarles precisamente lo mismo que a vosotros. Hay una congregación de no creyentes a la que por tres veces he tenido la ocasión de predicar, y les he presentado estas cosas tal como son, sin ambages. Ya me han hecho la pregunta: “¿Qué haremos”? Uno de ellos declaró: “Bien, nos ha dicho todas esas cosas, y están muy claras; pero todavía no nos ha dicho qué tenemos que hacer ahora...” Le respondí: “¡Dadme la oportunidad, y os lo diré!” Respondieron: “Así lo haremos”. Y así lo espero.

Cuando llegue ese momento, es mi propósito decirles justamente lo que tienen que hacer. Quiero presentar ante ellos lo que he presentado ante vosotros: que si desean oponerse a ese movimiento de unión iglesia-estado, tienen que renunciar a sus ideas de dependencia de lo terreno, tienen que desterrar todo pensamiento de riquezas, posesiones o cualquier cosa parecida, así como las ideas y conceptos comunes sobre la vida. Y podrán comprenderlo. Les diré entonces que no pueden desprenderse de esas cosas a menos que posean algo mejor, y eso mejor es Jesucristo. Han de tenerlo a él, o de lo contrario no van a poder subsistir en modo alguno. Hermanos, el mundo está dispuesto a escuchar el mensaje, cuando poseemos el mensaje; están deseosos de escucharlo, y lo escucharán.

Así pues, Cristo es el poder y la sabiduría de Dios, es las riquezas insondables y la vida de Dios. Eso es lo que hemos de predicar. ¿Qué lo expresa en una sola palabra? El evangelio. ¿En qué consiste predicar el evangelio? En predicar el misterio de Dios, que es Cristo en el hombre, la esperanza de gloria (ver Col 1:27). ¿Qué nos ha dado Dios para llevar al mundo, si no es “el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”? (Apoc 14:6). ¿Acaso no comienza así el mensaje? Cuando los hombres no reciben el evangelio eterno, ni adoran a Aquel que hizo los cielos y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas, ¿a quién adoran entonces? A la bestia y a su imagen. “Ha caído, ha caído Babilonia” {dice el segundo ángel}, y entonces el tercero afirma que adorarán a la bestia y a su imagen. Así sucede ya. Los hombres adoran a la bestia y a su imagen, o bien adoran a Dios. No hay otra opción. De acuerdo con la naturaleza del mensaje y del tiempo en que vivimos, lo único que las personas pueden adorar es: a Aquel que hizo los cielos y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas; o bien a la bestia y a su imagen. No existen posturas intermedias. Los tres mensajes son sencillamente un mensaje en tres etapas. En “Special Testimonies” hay un testimonio dirigido “A los hermanos en posiciones de responsabilidad”. Leemos en la página 15:

Mientras os aferráis firmemente a la bandera de la verdad proclamando la ley de Dios, recuerde toda alma que la fe de Jesús está relacionada con los mandamientos de Dios. Se representa al tercer ángel como volando por en medio del cielo, simbolizando la obra de quienes proclamaron los mensajes del primer, segundo y tercer ángeles; están todos relacionados

Así pues, lo que introduce y abarca la totalidad de esos mensajes es el evangelio eterno.

Nos hemos referido en una o dos ocasiones a la iglesia judía, como ilustración de la situación en la que nos encontramos. Vimos que dicha iglesia le dio a Dios la espalda, y se unió a “César” {el poder civil} a fin de dejar fuera a Cristo y ejecutar sus propios deseos con respecto a él. El Señor llamó entonces de aquella iglesia y nación a todos quienes le obedecerían y servirían, antes que la nación resultara destruida, y lo efectuó mediante aquellos pocos discípulos que creyeron en Jesús cuando ascendía al cielo. Habían estado con Jesús tres años y medio. Habían predicado. Incluso habían realizado milagros en su nombre. El Señor los había enviado a predicar, diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mat 10:7). Y tal era la trascendencia de su mensaje, que de no ser recibidos en el lugar en que predicaban, debían sacudirse el polvo de sus zapatos antes de irse.

Sin embargo, antes de que pudieran predicar el evangelio tal como les había encomendado, Jesús les dijo en ocasión de su ascensión al cielo: “Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. ¿No cabría pensar que tras haber pasado tres años y medio junto a Cristo, oyéndole, amándole, estudiándolo a él y con él, habiendo sido enseñados por él todo aquel tiempo, incluso habiendo predicado, no os parece que habría que deducir que estaban capacitados para llevar el evangelio al mundo? No ciertamente. Les dijo: ‘Esperad en Jerusalén’.

Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto (Luc 24:49)

¿Cuánto poder había convocado contra ellos y contra el mensaje que debían predicar? Todo el poder del mundo, ya que la iglesia de Dios, la profesa iglesia de Dios, toda la nación, se había unido a César, cuyo poder dominaba el mundo. Todo el poder del mundo estaba aliado en su contra. La profesa iglesia y nación de Dios se habían concitado con el poder, y se habían dispuesto contra Dios y contra el nombre de Cristo. Sin embargo, ese Cristo al que habían crucificado, y contra el que habían hecho todo lo posible por expulsar del mundo y de las mentes de las personas, ese era precisamente el nombre y la persona que los discípulos tenían que predicar, declarando que únicamente la fe en él podría salvarlos. Y tenían que predicar eso en contra de todo el poder que el mundo conocía.

No mucho tiempo antes, entre doce y catorce días antes de que Jesús les dijera eso, Pedro se había puesto a temblar ante una criada, y había negado conocer a Cristo. La joven le dijo: ‘Te vi con el Galileo’. –‘No; no me viste; no lo conozco’. Pedro se acercó al fuego y la joven pudo observarlo mejor: ‘¡Eres uno de ellos!’ –‘No; no lo soy. Nunca lo conocí’. Y para demostrarlo, maldijo y juró. ¿Estaba preparado para enfrentarse a todo el poder del mundo? No. Antes de poder enfrentarse al mundo necesitaba conocer un tipo de experiencia, estar aferrado a algo que no lo dejara expuesto al pánico ante la acometida de una simple criada. Jesús les había dicho: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche”. –‘No; no lo haremos’, le respondieron, y Pedro añadió: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. Jesús le respondió: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Pedro replicó: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. “Y todos los discípulos dijeron lo mismo” (Mat 26:31-35). Sin embargo, lo negaron.

Vemos por lo tanto, que en lo referente a ellos mismos y a su obra, así como en lo relativo al poder al que tenían que hacer frente, estamos hoy exactamente en la misma situación en que estaban ellos cuando Jesús ascendió al cielo. Estamos en esa situación en la que todos los poderes de la tierra están coligados en contra del mensaje que hemos de llevar al mundo, por lo tanto necesitamos -tanto como ellos- ser investidos con poder de lo alto. Es, pues, un hecho objetivo que estamos exactamente en la situación en que estaban ellos cuando Jesús ascendió al cielo y les mandó esperar hasta haber recibido aquel poder.

Al ascender Jesús, les dijo (Hech 1:8):

Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo

Por lo tanto, ¿qué estaban esperando? El Espíritu Santo. ¿Qué les traería? El poder. ¿Quién los dotaría de poder? El Espíritu Santo. No hace falta que os lea ahora las referencias de “Special Testimonies”, ni de “Obreros Evangélicos” que el hermano Prescott leyó ya, relativas a eso mismo. Ahora que las palabras del Señor nos dicen lo que dijeron a los discípulos, se espera que hagamos lo que ellos hacían al escucharlas: se reunieron en compañías orando por el Espíritu Santo, y necesitaron diez días de búsqueda de Dios, a fin de alcanzar la condición para elevar oraciones eficaces, y para recibir aquello que estaban pidiendo, puesto que lo pedían con esa fe perdurable que recibe lo solicitado.

Tampoco es necesario que repita esos pasajes que leí de los Testimonios en manuscrito, según los cuales, cuando el pueblo de Dios busque individualmente el Espíritu Santo de todo corazón, labios humanos pronunciarán el testimonio que cumple la palabra: “Vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria” (Apoc 18:1), y “diariamente ascienden oraciones para el cumplimiento de esa promesa” de ser dotados de poder. Así, tenemos la palabra del Señor confirmando que cada día ascienden oraciones. ¿Están las vuestras entre ellas? ¿Están las mías? Ha de llegar el día en que ascienda la última oración requerida para recibir esa bendición. ¿Qué sucederá entonces? Vendrá. Se producirá la efusión y será derramado el Espíritu Santo como en el día de Pentecostés. Observad: La palabra asegura que mientras las “oraciones están ascendiendo diariamente a Dios” reclamando su promesa, “no se pierde ni una sola de esas oraciones elevadas con fe”. Ahí está la bendición de esa promesa. Cuando Dios nos dice que oremos por alguna cosa, eso nos abre las puertas de par en par para que podamos orar en la perfecta confianza de que la recibiremos. Nada hay que pueda impedir que esa oración encuentre allí acogida. ¿Qué significa para nosotros su palabra? No se pierde ni una sola de esas oraciones elevadas con fe.

Uno de estos días se habrá elevado la última de esas oraciones necesarias, y será derramada la bendición. ¿Quiénes la recibirán? Aquellos que elevaron sus oraciones a Dios al propósito. Poco importa si quien oró se encuentra por entonces en el centro de África y el derramamiento ocurre en Battle Creek: la recibirá, puesto que nuestras oraciones abren una comunicación entre nosotros y la fuente de la bendición, y si mantenemos ese canal abierto mediante nuestras oraciones, cuando sea derramado el Espíritu alcanzará el lugar desde el que fueron elevadas.

¿Podríamos tener más motivos de ánimo para orar, a la vista de los acontecimientos que nos rodean? ¿Podríamos tener mayor motivación para orar de todo corazón y en perfecta confianza?

Os quiero leer unas palabras de “Gospel Workers” que abordan directamente esta cuestión. Están en la página 370-371 {de la edición de 1892}. En referencia a los apóstoles, leemos:

Estaban esperando en la expectación del cumplimiento de su promesa, y oraban con fervor especial. Ese es el mismo curso que debieran seguir los que participan en la obra de proclamar la venida del Señor en las nubes del cielo; puesto que hay un pueblo que ha de estar preparado para permanecer en pie en el gran día de Dios. Aunque Cristo había dado a sus discípulos la promesa de que recibirían el Espíritu Santo, eso no eliminó la necesidad de la oración

Por supuesto que no. Al contrario: abrió el camino para la oración. Si Dios no ha prometido determinada cosa, ¿puedo sentirme libre de orar por ella? No, puesto que hemos de orar conforme a su voluntad. Pero si Dios la ha prometido, ¿puedo hacer alguna cosa que no sea orar? Ahí está la bendición.

Oraron con el máximo fervor; continuaron unánimes en oración. Los que están hoy implicados en la obra solemne de preparar un pueblo para la venida del Señor, deben persistir igualmente en la oración. Los primeros discípulos estaban unánimes. No tenían especulaciones ni avanzaban teorías curiosas con respecto a la forma en que vendría la bendición

Lo que quiero destacar es esto: “No tenían especulaciones ni avanzaban teorías curiosas con respecto a la forma en que vendría la bendición”. Está escrito para nosotros. No hemos de albergar teorías curiosas relativas a cómo ha de venir. Si alguien comienza a decir: ‘Oh, va a venir como en el día de Pentecostés; se oirá un fuerte viento, tal como sucedió entonces; se aparecerán lenguas de fuego, etc’, y sentencia el asunto diciendo: ‘Así es como va a venir, y en ello sabré cuándo llega’... el que ve las cosas de esa forma jamás recibirá la bendición. Lo que necesitaban era poner sus corazones en armonía con Dios, y de modo alguno era su labor preocuparse de la forma en que el Señor cumpliría su promesa. Eso es también exactamente lo que nosotros necesitamos, y para nada nos concierne la forma en que el Señor cumplirá su promesa. No es su propósito que le dictemos cómo ha de proceder, diciendo: ‘El Espíritu Santo ha de venir de determinada manera; en caso contrario, no se tratará del Espíritu Santo’. Por lo tanto, si habíais albergado alguna teoría al respecto, desterradla esta noche, y dejad de lado por siempre vuestras teorías. No tenemos derecho a fijar en nuestras mentes la forma en que el Señor ha de proceder. La situación de los primeros discípulos es la nuestra, y tan ciertamente como se cumplió para ellos la promesa, se cumplirá también ahora para quienes están orando por eso mismo. No sabemos cuánto ha de tardar.

Otro punto: Tenían que predicar. ¿Qué habían de predicar? -El evangelio. Pablo define el evangelio una y otra vez en términos del misterio de Dios que había estado oculto desde los siglos y edades, manifestado ahora a sus santos. Predicaron ese evangelio, ese misterio de Dios. ¿En qué consiste? –“Cristo en vosotros, esperanza de gloria” (Col 1:26-27); “Cristo... poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1:24); “Las insondables riquezas de Cristo” (Efe 3:8); “Jesucristo, y... este crucificado” (1 Cor 2:2). En eso es en lo que consistía, y en nada más que eso.

Recordaréis que Pablo se caracterizó en 2 Cor 6:10 con las palabras: “Como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo”. ¿Habéis observado la triste condición del pobre que se aferra a lo que tiene en las manos en este mundo? ¿Observáis la misma condición en aquel adventista del séptimo día que se aferre ahora a lo que tiene en este mundo? Ha de tener mucho más que eso, o de lo contrario no subsistirá en el tiempo de angustia. Pero cuando nos desprendemos de todo y nos consideramos “como no teniendo nada”, ¿qué poseeremos entonces? “Todo”. En esa situación nadie podrá quitarnos nada; cuando estamos en esa condición es imposible que se nos desposea de nada. ¿Estáis de acuerdo? [Congregación: “Sí”]. No pueden quitarnos el poder. No nos pueden quitar el carácter. No nos pueden desposeer de las riquezas insondables. No pueden quitarnos nuestra vida, pues nuestra vida es Cristo, y nadie nos lo puede quitar. Por lo tanto, en esa condición tenemos la victoria sobre el mundo y su poder.

Considerad otra frase del mismo versículo: “Como pobres, pero enriqueciendo a muchos”. Esa es nuestra obra en el mundo: enriquecer a las personas. De igual forma en que Jesús se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser enriquecidos, también nosotros nos hacemos pobres para permitir que muchos otros resulten enriquecidos. Cuando tenemos a Cristo, a él solamente, cuando poseemos las insondables riquezas de Cristo, podemos enriquecer a todo aquel que tome el don gratuito de esas riquezas.

Los apóstoles predicaron el misterio de Dios:

“Cristo en vosotros, esperanza de gloria”

Pero se suscitó otro misterio, que hizo su aparición mientras ellos predicaban. Aquel misterio que tenían que predicar “había estado oculto desde los siglos y edades” (Col 1:26), manifestándose ahora como nunca antes en el mundo. Pero mientras lo predicaban, apareció la obra de otro misterio, el de la iniquidad, que se levantó y ocultó de nuevo el misterio de Dios. Después que los apóstoles murieron, ese misterio de iniquidad creció y se difundió por todo el mundo, ocultando nuevamente el misterio de Dios por “siglos y edades”. Pero al llegar al capítulo 10 de Apocalipsis aparece un ángel en pie, pisando el mar y la tierra, clamando a gran voz:

Y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará (vers. 6-7)

Últimamente me he preguntado si {la versión King James de la Biblia} no traduce intencionadamente “el misterio de Dios debiera ser consumado”, puesto que hace ya mucho tiempo que debiera haberlo sido. Así nos lo declaran los “Testimonios”. Debido a nuestra lentitud, negligencia, a nuestra renuencia en creer a Dios, no ha sido aún consumado. Pero debiera haberlo sido. Demos, no obstante, gracias a Dios porque vaya a ser consumado. Si hablara ahora, por supuesto, diría: ‘va a ser consumado’. Pero el caso es que cuando comience a oírse la voz del séptimo ángel, el misterio de Dios se desplegará ante el mundo. ¿En qué consiste? “Cristo en vosotros, esperanza de gloria”. Es el evangelio eterno, el mensaje del tercer ángel. Dios ha dispuesto que el mensaje del tercer ángel, el misterio de Dios, triunfe sobre el misterio de iniquidad; y tan ciertamente como que el misterio de iniquidad ha centrado la atención del mundo, ha atraído la mirada de las naciones y la admiración de los hombres, con esa misma certeza el misterio de Dios ha de atraer la atención de las naciones y la admiración de los hombres. Lo hará.

Vayamos ahora al libro de Joel y leamos de nuevo en su capítulo dos. Hay cosas que queremos estudiar. Recordaréis que hasta el versículo doce (sin incluirlo) se trata de una descripción de la venida del Señor. Si vais a ese Testimonio (Vol. 1, p. 180) que se refiere al “zarandeo”, observaréis que el Espíritu del Señor establece ese capítulo como base para la idea. Se aplica al tiempo del zarandeo, y el zarandeo prepara para el fuerte pregón.

Tocad la trompeta en Sión y dad la alarma en mi santo monte. Tiemblen todos cuantos moran en la tierra, porque viene el día de Jehová, porque está cercano: día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra. Como sobre los montes se extiende el alba, así vendrá un pueblo grande y fuerte; semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá en los años de muchas generaciones. Delante de él consumirá el fuego; detrás de él abrasará la llama. Como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado; nadie habrá que de él escape. Su aspecto, como aspecto de caballos, y como gente de a caballo correrán. Como estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como pueblo fuerte dispuesto para la batalla. Delante de él temerán los pueblos; se pondrán pálidos todos los semblantes. Como valientes correrán, como hombres de guerra escalarán el muro; cada cual marchará por su camino y no torcerá su rumbo. Nadie empujará a su compañero, cada uno irá por su carrera; y aun cayendo sobre la espada no se herirán. Irán por la ciudad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones. Delante de él temblará la tierra y se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas perderán su resplandor. Y Jehová dará su orden delante de su ejército, porque muy grande es su campamento y fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es el día de Jehová y muy terrible. ¿Quién podrá soportarlo? (vers. 1-11)

El texto paralelo es Apocalipsis 19:11-18:

Ahora, pues, dice Jehová, convertios ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertios a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se duele del castigo. ¡Quién sabe si volverá, se arrepentirá y dejará bendición tras sí; esto es, ofrenda y libación para Jehová, vuestro Dios! (12-14)

¿Quién duda aquí que al buscar al Señor de todo corazón recibirá de él la bendición? Si sabemos que es así, vayamos en su búsqueda. No podría haber mayores motivos de ánimo: si estamos seguros de que él va a bendecirnos, no podrá haber nada que impida que lo busquemos de todo corazón.

¡Tocad trompeta en Sión, proclamad ayuno, convocad asamblea, reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños, aun a los que maman, y salga de la alcoba el novio y de su lecho nupcial la novia! (vers. 15-16)

¿A cuantos incluye, de entre los moradores de Sión? A la asamblea, al pueblo, a la reunión, a los ancianos, niños y bebés, a los recién casados, etc. ¿A cuántos está llamando? [Congregación: “A todos”]. Así es. ¿A qué nos llama? A buscar al Señor de todo corazón. Busquémoslo, pues. Estamos aún a tiempo.

“Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: ‘Perdona, Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad para que no la dominen las naciones’. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” (vers. 17).

¿No han tomado en sus manos las cosas los paganos, con el propósito de dominarnos? Su objetivo es borrar el sábado del Señor y tomar el control del mundo.

Tengo aquí algo que quizá debiera leeros: En la página 17 del testimonio que lleva por título “A los hermanos en puestos de responsabilidad” dice: “Este falso sábado se hará obligatorio por una ley opresiva. Satanás y sus ángeles están plenamente despiertos e intensamente activos, trabajando con energía y perseverancia por medio de instrumentos humanos para llevar a cabo su propósito de borrar el conocimiento de Dios”.

¿De qué es señal el sábado? De que él es el Señor nuestro Dios, y de que es el Señor que santifica a su pueblo. Cuando se elimina esa señal por la que Dios se da a conocer a las personas, lo que se hace es privar a las personas del conocimiento de Dios. Ese es el propósito buscado. Y ya ha ocurrido. Leo con anterioridad: “Se ha derribado el memorial de Dios, y en su lugar se destaca ante el mundo un falso sábado”. Todo el poder de la tierra está ahora convocado a ese fin. Se proponen barrer del mundo el conocimiento de Dios. Por lo tanto estamos en necesidad de buscar al Señor de todo corazón, a fin de que los paganos no nos dominen. Veamos ahora lo que va a hacer el Señor:

Y Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo. Responderá Jehová y dirá a su pueblo: Yo os envío pan, mosto y aceite, y seréis saciados de ellos (vers. 18-19)

¿Qué es lo que va a enviar? ¿Qué es el “aceite”? “Aceite de gozo en lugar de luto” (Isa 61:3), “gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14:17). ¿Qué es el “vino”? Como dijo Jotam, el “vino... alegra a Dios y a los hombres” (Jue 9:13), por lo tanto, Dios dará alegría. ¿Qué es el “pan”? Es el sustento de nuestra vida, lo que nos da fuerza. Por lo tanto nos dará fuerza. Demos, pues, gracias al Señor. Nos dará fuerza, gozo y alegría.

¿A quién los dará? ¿Cuándo? Cuando el pueblo esté reunido, cuando la asamblea esté unida, cuando esté congregada, incluyendo a niños y bebés, ancianos, novios, novias y pastores. Cuando estemos unánimes juntos, como dice el testimonio, “en compañías”, buscando de todo corazón a Dios. Es entonces cuando el Señor hará lo que ha anunciado. Procurémoslo como nunca antes. Es maravilloso saber que el Señor va a saciarnos con aquello que nos enviará. Va más allá de nuestra medida. ¿Qué satisfará a Dios darnos, a fin de que seamos saciados? Nada menos que todo cuanto tiene, pues eso es precisamente lo que nos dio en Jesucristo, y ciertamente no es su voluntad que tengamos menos que todo lo que él tiene. Tal como ha leído esta mañana el hermano Haskell en ese bendito testimonio, cuando acudimos como peticionarios, sin atribuirnos mérito alguno, entonces todo es nuestro en un don eterno.

Nunca más os pondré en oprobio entre las naciones. Haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré en tierra seca y desierta: su faz hacia el mar oriental, y su final hacia el mar occidental. Exhalará su hedor y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas (vers. 19-20)

¿Quién es ese que se engrandeció, haciendo grandes cosas? ¿Quién tiene el poder del mundo en sus manos? Satanás. Es él quien piensa hacer grandes cosas. Veamos ahora lo que va a hacer el Señor, precisamente entonces:

Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas (vers. 20)

Debiéramos ser el pueblo más feliz en el mundo por saber que Satanás tiene que hacer grandes cosas, puesto que eso significa inevitablemente que el Señor va a hacer cosas de tal magnitud, que Satanás tendrá que emplearse a fondo para procurar salvar su credibilidad. Pero aunque se ha jactado ante el mundo y las naciones de disponer de todo el poder, su caso se volverá finalmente tan desesperado que no habrá manera de salvar su credibilidad. Podemos estar más gozosos que nunca, pues entonces vendrá el propio Jesús. ¿Cuándo va a obrar esas grandes cosas el Señor? Cuando Satanás se haya procurado engrandecer haciendo grandes cosas.

Animales del campo, no temáis, porque los pastos del desierto reverdecerán y los árboles llevarán su fruto; la higuera y la vid darán sus frutos. Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios (vers. 22-23)

¿Por qué habríamos de desanimarnos? ¿De qué serviría? ¿Qué justificación tendríamos? Jesús dijo: “Erguíos y levantad vuestra cabeza” (Luc 21:28), lo que equivale a decir: “Alegraos y gozaos”. “Alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios”. Hagámoslo así. Hermanos, os digo que no sé qué otra cosa podríamos hacer, excepto gozarnos, siendo que es el Señor quien nos lo ordena, y se trata tan ciertamente de su palabra, como con cualquier otra de sus partes. En su palabra se encuentra el poder creador de Dios para producir ese gozo, el gozo del Señor.

Porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio (vers. 23)

En Pentecostés dio la primera lluvia a su tiempo, pero en la lluvia tardía va a hacerlo en una doble medida, y difícilmente llegamos a imaginar lo que fue entonces. ¿Qué suponéis, pues, que ha de significar la lluvia que esperamos? Permitidme que os lea un fragmento del Vol. IV, p. 611:

El movimiento adventista de 1840 a 1844 fue una manifestación gloriosa del poder divino; el mensaje del primer ángel fue llevado a todas las estaciones misioneras de la tierra, y en algunos países se distinguió por el mayor interés religioso que se haya visto en país cualquiera desde el tiempo de la Reforma del siglo XVI; pero todo esto será superado por el poderoso movimiento que ha de desarrollarse bajo la proclamación de la última amonestación del tercer ángel (El conflicto de los siglos, 669)

Otro testimonio no impreso afirma que va a venir de forma tan súbita como lo hizo en 1844, y con “diez veces más poder” (Spalding and Magan Coll., Washington, N.H., setiembre 1852). Acerca del Pentecostés, leo en la misma página:

Las profecías que se cumplieron en tiempo de la efusión de la lluvia temprana, al principio del ministerio evangélico, deben volverse a cumplir en tiempo de la lluvia tardía, al fin de dicho ministerio (El conflicto de los siglos, 670)

Hay profecías que se refieren solamente a la lluvia tardía; pero aquellas que pertenecen a la lluvia temprana también han de cumplirse cuando se derrame la tardía. Podéis comprobar que se trata de una doble medida.

Estos son los “tiempos de refrigerio” en que pensaba el apóstol Pedro cuando dijo: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo (Hech 3:19-20) (El conflicto de los siglos, 670)

¿Significa eso que nosotros hemos de arrepentirnos y convertirnos? Alguno dirá: ‘Ya me convertí hace unos veinte años’. –Bien; conviértete también ahora. Yo me convertí hace unos diecinueve años, pero eso no significa nada si no estoy ahora convertido. De poco sirve evocar el pasado. Alguien protestará: ‘¿Quiere decir que no me convertí entonces?’ –De ninguna manera; no quiero decir eso. Pero si te apoyas solamente en aquella conversión, careces de apoyo firme. Si ya no sabes cómo arrepentirte, recibe a Jesucristo y lo sabrás. Todo aquel que lo recibe viene a ser hecho una nueva criatura.

Las eras se llenarán de trigo y los lagares rebosarán de vino y aceite. Yo os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová, vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado (vers. 24-26)

Alabad, pues, a Dios. Nos harán reproches; nos denigrarán; nos tratarán como a la basura de la tierra, y como a los despreciables de entre los despreciados; pero Dios ha dicho: “Nunca jamás será mi pueblo avergonzado”. Y significa precisamente eso. Pero no se detiene ahí. Lo recalca de esta forma:

Conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová, vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado (vers. 27)

Os pregunto: ¿Veis en este capítulo alguna cosa que el Señor no haya incluido para nosotros? ¡Cuánto ánimo, cuánta bendición y qué promesas! Y cuando insiste por dos veces en que jamás seremos avergonzados, es porque el propósito de todo lo que hay en la tierra será el de avergonzarnos. Pero Dios ha empeñado su palabra de que no lo van a lograr, de que jamás seremos avergonzados.

Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones (vers. 28)

Gracias al Señor. ¡No se va a contentar por mucho tiempo más con un solo profeta! Tendrá muchos. Ha hecho una maravillosa obra con uno, ¿qué no va a lograr cuando disponga de muchos?

También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días. Haré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invoque el nombre de Jehová, será salvo; porque en el Monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el resto al cual él habrá llamado (vers. 29-32)

¿Dónde habrá salvación? En “el resto al cual él habrá llamado”. Ahora bien, ¿contra quién está Satanás precisamente guerreando? Contra ese resto. ¿Contra quién ha concitado todos los poderes de la tierra? Contra el resto, o remanente. Contra él ha dirigido toda fuerza y poder. Y es justamente en ese remanente en donde hay salvación. Hermanos, el mejor sitio en el que se puede estar es aquel contra el que Satanás dirige sus ataques, pues es en él donde está la salvación. Allí están la gracia y el poder de Jesucristo, y a pesar de que el diablo junte todas sus huestes contra él, es el mejor sitio, de entre todos los de la tierra, puesto que Cristo mora allí, Dios mora allí, y “mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.

Hermanos, estas cosas me producen gozo indescriptible. No cabe más gozo, en vista de lo que el Señor nos dice en este capítulo. Podéis ver que se trata de verdad actual. Cada versículo es para el tiempo presente, y está cargado de maravilloso significado. ¡Va a obrar tan grandes maravillas! Todo cuanto pide de nosotros es que lo busquemos de todo corazón, a fin de que lo obtengamos todo. Si lo buscamos con corazón dividido, nunca lo alcanzaremos. Queremos buscarlo de todo corazón, a fin de tener todo lo suyo. Hagamos como el Señor nos dice: “Hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios”, “porque Jehová hará grandes cosas”, “y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”. Habrá salvación en el remanente contra el que Satanás está guerreando con todas sus fuerzas.

 

 

www.libros1888.com