Querido amigo y amiga:

Retrocedemos hasta el 15 de julio de 1519, en el antiguo Leipzig. Hay un debate en la cumbre, entre Lutero y el gran Dr. Eck a propósito de la autoridad papal. Lutero mantiene que Cristo es la verdadera y única cabeza de la iglesia. Eck se ve desbordado por la lógica e instrucción superiores de Lutero. Percibiendo que pierde la discusión, recurre a un viejo truco: insinúa que Lutero está contaminado con las doctrinas de alguien que "goza" del público desprecio. "¡Sus doctrinas son las de John Huss!", es la acusación.

El Elector de Sajonia, el Duque Jorge, escucha con atención. Aborrece profundamente el recuerdo de Huss, tanto como a los hussitas supervivientes. Así lo hacen la inmensa mayoría en Sajonia y en su cámara de gobierno. Había habido una contienda interminable a propósito del martirio de Huss en 1415, en Praga. Esa bola de fango arrojada sobre Lutero le puso en serios apuros. En la sesión matinal del debate, para defenderse del horror público en el que le colocaba esa acusación, hizo lo que casi todos hacían: expresó su despreció por Huss. Luego viene el medio día, pero Lutero no puede comer. ¿Qué había hecho? Reflexiona e indaga lo que realmente había creído Huss. Se convence de que había cometido un error al condenar el mártir; ¡Huss tenía razón!

Lutero nunca había alcanzado tal altura y nobleza como en el momento en el que, a las 2 P.M., al iniciarse la sesión de tarde, presentó sus públicas disculpas por haber juzgado equivocadamente a Huss, y procedió a defender al mártir.

Tuvo que pagar un precio muy caro por su apuesta sinceridad. A partir de entonces el Duque Jorge se volvió contra él. Pero Lutero había ganado la gran victoria sobre el "yo". El temor ya no sería nunca más su motivación. Se fortaleció su valor para mantenerse en defensa de la verdad impopular, aún en la soledad.

Cuando los verdaderos mensajeros a quienes Dios dio "credenciales del cielo" son públicamente denigrados y despreciados, se necesitan hombres y mujeres como Lutero.

Lutero cumplió la profecía de Apocalipsis 6:9 al 11. Se señala el tiempo en el que a los fieles mártires de Dios de la Edad Media se les dieron "vestiduras blancas". Su parte sería la honra y la vindicación, por haber permanecido fieles cuando el mundo (¡y la iglesia!) los despreciaba y aborrecía.

¿Las buenas nuevas? Aún no es demasiado tarde para que aprendamos de Lutero.

R.J.W.