Querido amigo y amiga:

Alguien nos pregunta qué evidencias presenta la Biblia de que Cristo padeció la "muerte segunda", en su gran sacrificio expiatorio. Hay quien se pregunta qué importancia tiene el hecho.

Comentando las preguntas por su orden: La Biblia enseña con claridad que lo que solemos llamar "muerte" es en realidad un sueño. La muerte auténtica es la segunda muerte (descrita en Apoc. 2:11 y 20:14). En vista de ello, resulta evidente que desde que el mundo comenzó ni un solo pecador ha sufrido aún la auténtica muerte. Todos los que han ido a la tumba han pasado al "sueño", hasta que resuciten, sea en la primera o en la segunda resurrección (Juan 5:29; 1 Tes. 4:15 y 16; Apoc. 20: 5 y 6).

Cuando Pablo dijo que "la paga del pecado es la muerte" (Rom. 6:23), tuvo necesariamente que referirse a la segunda muerte. De no haber sido así, todo el que hubiese ido a la tumba, todo el que hubiese pasado al descanso, estaría automáticamente cualificado para el cielo, pues al morir la primera muerte, habría cancelado la "paga del pecado". Pero la Biblia no deja lugar a dudas: Ningún pecador ha pagado aún la paga del pecado.

Ahora, ¿qué clase de muerte fue la de Jesús en el Calvario? Si murió la primera muerte, es decir, si meramente pasó al descanso, al "sueño" por nuestros pecados, entonces la muerte segunda espera a todo ser humano, incluyendo a quienes creyeron en Cristo. En ese caso, él no pagó la deuda del pecado humano. Pero eso no puede ser así. Jesús pagó realmente "la paga del pecado" como nuestro divino Sustituto. En ninguna parte leemos en la Biblia que Jesús "durmiese" por nuestros pecados. Leemos en 1 Cor. 15:3 que él "murió por nuestros pecados". Su muerte no nos libra de la primera muerte, puesto que seguimos sujetos a ella. Es de la segunda muerte, de la que es paga del pecado, de la que nos libra.

La segunda cuestión: ¿qué importancia tiene esa verdad? La enseñanza bíblica disipa las neblinas de confusión que rodean el sacrificio de Cristo. Queda expuesta la anchura, longitud, altura y profundidad del amor que llevó a Cristo a la cruz, para pagar "la paga del pecado" en nuestro favor. Sufrió allí la indescriptible agonía que experimentarán los perdidos finalmente en el gran día del juicio final. El dejar de comprender las dimensiones de ese amor lleva inevitablemente a la patética tibieza que aflige hoy a la iglesia. Sólo comprendiendo hasta qué punto nos ha amado y nos ama Dios, podemos resultar constreñidos por ese amor a vivir vidas dedicadas a Cristo.

R.J.W.