Querido amigo y amiga:

Apocalipsis identifica a Jesús como al "Cordero", en no menos de 25 ocasiones. El protagonista de ese último libro de la Biblia es "Cristo, y éste crucificado". Ningún otro de los 66 libros que la componen destaca el hecho de ese modo. Cuando Jesús explicó a Juan el Bautista que Él era "el Cordero de Dios" que habría de llevar los pecados del mundo, siendo a continuación bautizado por Juan, el joven discípulo del mismo nombre debió observarlo con gran atención. Todos sus escritos a partir de entonces estarán impregnados de ese sentido de solemnidad y ferviente reverencia, de apreciación por el sacrificio infinito del Hijo de Dios.

Desde el mismo inicio de su último libro, Juan se inclina ante Aquel "que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre" (1:5). En el capítulo 5 lo vemos llorando "mucho" porque en todo el vasto universo de Dios no se encontró quien pudiera desatar los sellos del libro misterioso (es imposible comprender Apocalipsis sin lágrimas, pues con lágrimas fue escrito). Entonces, uno de los 24 ancianos intentó consolarlo: "No llores: he aquí el león de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos".

Imagina a Juan esforzándose por ver al esperado león, cuando en su lugar se le aparece "un Cordero como inmolado". Juan contempla a los 24 ancianos y a las huestes de los redimidos adorando con cánticos al Cordero, "porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre... el Cordero que fue inmolado es digno" (5:3 al 12). Ve por fin a una gran multitud de redimidos que "han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero" (7:14). Están por fin con el Cordero en el monte de Sión, y cantan "como un cántico nuevo delante del trono" y "siguen al Cordero por donde quiera que fuere" (14:1 al 4). La apreciación de sus corazones por ese amor que "excede a todo conocimiento" los cautivó por la eternidad. Están impresionados al comprender que sólo la roja sangre del Hijo de Dios pudo lavar de pecado sus vestidos, hasta dejarlos tan blancos como la nieve.

Puede que no estés especialmente dotado para la música, pero ese es el cántico de una experiencia, la canción del corazón que se identifica con Cristo en la abnegación, en la crucifixión del yo. Es un buen momento para aprenderlo. No hay en todo el universo música más dulce que el cántico del Cordero. ¡No llegues tarde a ese coro!

R.J.W.