Querido amigo y amiga:

El Dios que creó los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas, presenta su último mensaje de misericordia a este oscuro mundo según lo enuncian proféticamente los tres ángeles de Apocalipsis 14, amplificados con posterioridad en el capítulo 18, cuando el mensaje viene a resultar en un potente clamor que ilumina toda la tierra con su gloria.

Los amigos de las buenas nuevas detestamos la polémica y la controversia, particularmente entre hermanos, pero ese mensaje representado por los tres ángeles ha de suscitar la más intensa oposición de toda la historia de la humanidad, hasta el punto en que la polarizará en dos grupos opuestos; uno el de los perseguidos, otro el de los perseguidores. De una parte los que guarden verdaderamente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y de la otra los que se constituyan en la Babilonia espiritual: aquellos que, profesando seguir a Dios, estén en la peor rebelión contra él que quepa imaginar, al aceptar e imponer lo que Apocalipsis describe como la señal o marca de la bestia.

Es el Espíritu Santo mismo quien provoca el desenlace de esa situación de crisis, y nadie podrá evitarla. Todo cuanto podemos (y tenemos que) hacer es decidir en qué lado vamos a estar.

Pero el mensaje de los tres ángeles nada tiene que ver con un triunfal llamado al legalismo, sino con una revelación de lo que Cristo hizo por la humanidad mediante su sacrificio. Lo que iluminará la tierra no es ruido. Es luz.

Así lo atestiguan las más de 25 veces que aparece Cristo en Apocalipsis caracterizado como el "Cordero", y también el hecho de que su cosecha final está constituida por "los que siguen al Cordero por dondequiera que fuere" (14:4). Se nos presenta "como si hubiera sido inmolado", como el "Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo" (5:6 y 13:8). El llamado a adorarlo (vers. 7) viene a desembocar finalmente en una incontable multitud que exclama, desde lo más profundo de sus corazones, "El Cordero que fue muerto es digno... Al que está sentado en el trono y al Cordero , sean la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (5:12 y 13).

Nadie podrá entonar ese cántico, a menos que su corazón haya sido humillado hasta el polvo al comprender lo que le costó al Cordero de Dios nuestra salvación, "porque fuiste muerto, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza y lengua, pueblo y nación" (5:9). Sin duda alguna, el mensaje que ha de alumbrar la tierra con su gloria tendrá que ver con Cristo y Cristo crucificado, con "su sangre". Para los que decidan ponerse del lado del que "hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas" en seis días y el sábado descansó, habrá un solo interés prevaleciente, un solo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra.

R.J.W.-L.B.