Querido amigo y amiga:

La Biblia comienza por el relato de la creación, y termina afirmando la pronta venida de Jesucristo. Indisolublemente encajada entre ambas cosas, está toda la "ley, y los profetas". Es la revelación de Jesucristo por escrito, desde el origen del mundo y del hombre, hasta el reencuentro pleno con Jesucristo, el Creador y Redentor, en su segunda venida. Dios no ha asignado a nadie la tarea de juzgar ni despreciar ninguna parte del libro sagrado. ¿Podemos estar seguros de la realidad del pronto regreso personal y literal de Jesucristo?

Algunos suponen que la segunda venida de Cristo se ha venido produciendo durante años a lo largo de la historia, desde que comenzó el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. ¿Acaso la Biblia es algo así como un pasatiempo enigmático que admite toda clase de fantasías e interpretaciones particulares? No. La Biblia es un libro razonable, que cambia el corazón mediante la razón y el sentido común. "Venid y razonemos, dice el Eterno" en Isaías 1:18, para introducir a continuación la buena nueva del perdón (su método para restaurar).

Jesús prometió: "Vendré otra vez" (Juan 14:3). Prometió hacerlo de forma literal y visible (Mat. 24:23 al 27). La doctrina de su segunda venida impregna todo el Nuevo Testamento, de forma consistente e inequívoca. Pedro especifica que estamos viviendo en los días equivalentes a aquellos en los que vivió Noé, justamente antes del diluvio (2 Ped. 3:3 al 14). La gente de los días de Noé argumentaba que nunca se había dado una cosa tal como la lluvia. ¿Quién podía imaginar un diluvio como el predicho por Noé? Aquel hombre constructor de un barco en tierra seca les parecía un perfecto fanático alarmista.

¿Qué evidencia les proporcionó el Espíritu Santo durante aquellos 120 años, de que ese mensaje era verdadero? No hubo señales premonitorias como lluvias a pequeña escala, a fin de convencer a los incrédulos. El cielo estuvo sereno hasta que llegó la gran tormenta. Pero sí. Hubo una gran evidencia. Algo trajo profunda convicción de que el mensaje y ministerio de Noé eran enviados por Dios: el Espíritu Santo le proporcionó una comprensión de la "justicia que viene por la fe" (Heb. 11:7). Tal fue el mensaje que predicó Noé, a quien Pedro describe como "pregonero de justicia" (2 Ped. 2:5). Fue por la fe como Noé "construyó el arca para salvar a su familia", y "por su fe condenó al mundo".

Dios no juzgó oportuno proporcionar al mundo ninguna prueba, señal o milagro, excepto el mensaje evangélico que a Noé le fue dado comprender y predicar. Nos tienta la expectativa de presenciar milagros, como evidencia premonitoria de la segunda venida de Jesús. Pero, como en los días de Noé, el mensaje de la justicia por la fe es la verdadera auto-validación. Ningún incrédulo cientista o evolucionista puede dar la más mínima explicación sobre el origen de ese AMOR colosal característico de Dios, manifestado en Cristo; esa condescendencia desinteresada y desprovista de egoísmo, el auténtico milagro de los milagros. En eso consiste la revelación del carácter de Dios según la justicia por la fe que expone la Biblia.

No es el plan de Dios arrancarnos de nuestra autocomplacencia y sueño mortal, en contra de nuestra voluntad. Afina el oído, y oirás ese "silbo apacible" explicándose a sí mismo en el mensaje del "evangelio eterno" que proclaman los tres ángeles de Apocalipsis 14 (y el cuarto del capítulo 18). ¡La contundencia y claridad del mensaje están por encima de toda duda!

R.J.W.-L.B.