Querido amigo y amiga:

Miles de cristianos reflexionan acerca de la seguridad de su salvación en Cristo. Difícilmente podrá manifestar el gozo y la confianza inherentes al evangelio, aquel que vive en la incertidumbre de "ser o no ser" (¡esa es la cuestión!) aceptado por Dios. ¿Quién, de entre los millones que pueblan Babilonia y el mundo, sentiría deseos de huir de allí, y refugiarse en una comunidad de fe que exhibiera una carencia tal de esa gozosa seguridad en la salvación? ¿Quién puede poseer tal tesoro? ¿Cómo conseguirlo? Mucho se preocupó Jesús por advertirnos contra la tragedia de caer en una falsa "seguridad": "En aquel día muchos me dirán: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Entonces les diré: '¡Nunca os conocí! ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!'" (Mat. 7:22 y 23). Más bien inquietante, teniendo en cuenta que:

    (1) Se trata de profesos creyentes en las palabras de Juan 3:16, ya que lo invocan como "Señor, Señor".

    (2) Su seguridad se basa en cierta "evidencia": hasta obraron milagros en su nombre.

    (3) Su seguridad, su confianza, los mantuvo firmes hasta los momentos finales de sus vidas.

    (4) No despertaron hasta el día mismo del juicio final.

    (5) "Nunca" conocieron al verdadero Cristo de ningún modo, lo que implica que aquel a quien creyeron conocer era en realidad un falso Cristo.

    (6) En otro lugar, la Escritura declara que Dios tendrá por responsables de esa situación irreversible a pastores, profetas, sacerdotes, evangelistas y predicadores que "alimentan con vanas esperanzas", que tranquilizan diciendo: "tendréis paz", "no vendrá mal sobre vosotros" (Jeremías 23). La ruina eterna es el resultado de la falsa seguridad con la que engañaron a las almas que se prestaron a recibir un engaño tal.

¿Quién tiene, pues, el derecho moral a la genuina seguridad? Jesús responde: "No todo el que me dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 7:21). La sobrecogedora parábola de Mateo 25:31 al 46 anuncia claramente que en el día final, los que estaban seguros de sí mismos resultarán chasqueados, mientras que los que caminaron en humildad, sintiendo su indignidad, serán gratamente sorprendidos. El mensaje final de Cristo a su iglesia tiene un carácter similar (Apocalipsis 3:14 al 21): El espíritu arrogante y orgulloso de quien se siente seguro de ser 'rico y estar enriquecido, y no tener necesidad de nada' mientras ignora su patética condición espiritual, hace que Aquel que pasó por el tormento de la muerte eterna sufra ahora el tormento de un siglo de náuseas irreprimibles.

¿Hay buenas nuevas? Sí, para los humildes de corazón (Mat. 5:3 al 12). Asegúrate de poder decir "yo sé en Quién he creído". No permitas que nadie te prive de conocer DIRECTAMENTE el Camino, la Verdad y la Vida que Dios te presenta en las Escrituras.

R.J.W.