Capítulo 47

El Pacto Eterno: las promesas de Dios
La reunión de Israel

The Present Truth, 27 mayo, 1897


El pacto eterno, consumado

"Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras" (Hech. 15:18).

"Y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado. A este, ciertamente, es necesario que el celo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Hech. 3:20 y 21).

"De este dan testimonio todos los profetas" (Hech. 10:43).

La reunión final del pueblo de Dios, y su establecimiento en la tierra restaurada, ha venido siendo el tema de los profetas desde la misma caída; y en consecuencia dieron todos testimonio de que los que creen en Cristo obtendrán remisión de los pecados, ya que es solamente por la remisión de los pecados como tiene lugar la reunión y la restauración. Examinemos, pues, algunas de las profecías que hablan de estas cosas, a modo de representación de todas las demás. Comenzamos por el capítulo once de Isaías.

"Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces y reposará sobre él el espíritu de Jehová: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos ni resolverá por lo que oigan sus oídos, sino que juzgará con justicia a los pobres y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra. Herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío" (vers. 1-4; Compáralo con 2 Tes. 2:8).

"Y será la justicia cinto de sus caderas, y la fidelidad ceñirá su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca pacerá junto a la osa, sus crías se recostarán juntas; y el león, como el buey, comerá paja. El niño de pecho jugará sobre la cueva de la cobra; el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mar" (vers. 5-9).

Un resumen de la historia del evangelio

Tenemos aquí un bosquejo de la historia del evangelio en su globalidad, incluyendo el borramiento del pecado y de los pecadores, y el establecimiento de los justos en la tierra renovada, en el tiempo en que "los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz" (Sal. 37:11, ver también los versículos 9 y 10).

Habiendo proporcionado toda la historia en el fragmento que hemos leído, el profeta entra ahora en mayores detalles. Regresando al punto en el que comenzó, procede así:

"Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo, acontecerá en aquel tiempo que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el resto de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar. Levantará pendón a las naciones, juntará a los desterrados de Israel y desde los cuatro confines de la tierra reunirá a los esparcidos de Judá" (vers. 10-12).

También en Mateo 24:31 leemos acerca de esa reunión de los elegidos, de los cuatro ángulos de la tierra. El poder mediante el cual ha de tener lugar esa reunión, no será menor que el desplegado cuando el Señor puso su mano la primera vez para reunir a su pueblo, ya que leemos: "Y habrá camino para el resto de su pueblo, el que quedó de Asiria, de la manera que lo hubo para Israel el día que subió de la tierra de Egipto" (Isa. 11:16).

"¡Ved aquí al Dios vuestro!"

Leemos también acerca de esa reunión en el capítulo 40 de Isaías. La predicación del evangelio, incluyendo el perdón de los pecados, la dádiva del Consolador, el Espíritu Santo, el establecimiento de Dios como el único poder en el universo, el Creador y Sustentador, y el anuncio de la venida del Señor en gloria, todo lo encontramos ahí. Entonces, en el mensaje, "¡Ved aquí al Dios vuestro!", leemos:

"He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo dominará; he aquí que su recompensa viene con él y su paga delante de su rostro [compáralo con Apoc. 22:12]. Como pastor apacentará su rebaño. En su brazo llevará los corderos, junto a su pecho los llevará; y pastoreará con ternura a las recién paridas" (Isa. 40:10 y 11).

Hemos leído con anterioridad acerca de la reunión de las ovejas perdidas de la casa de Israel en un sólo rebaño, de forma que "habrá un rebaño y un pastor" (Juan 10:16). Vemos aquí que esa reunión se inicia mediante la predicación del evangelio, y sólo resulta completada con la venida del Señor en gloria, junto a sus ángeles; y la gloria y el poder de la venida del Señor son la gloria y el poder que han de acompañar la predicación del evangelio.

Las ovejas perdidas bajo la apostasía

En los versículos que siguen leemos acerca de la condición de las ovejas perdidas de la casa de Israel, y acerca de cómo los pastores infieles esparcen las ovejas en lugar de reunirlas:

"Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová, el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no apacientan a los rebaños? Os alimentáis con la leche de las ovejas, os vestís con su lana y degolláis a la engordada, pero no las apacentáis. No fortalecisteis a las débiles ni curasteis a la enferma; no vendasteis la perniquebrada ni volvisteis al redil a la descarriada ni buscasteis a la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Andan errantes por falta de pastor y son presa de todas las fieras del campo. ¡Se han dispersado! Han andado perdidas mis ovejas por todos los montes y en todo collado alto. Por toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas y no hubo quien las buscara ni quien preguntara por ellas".

"Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová, el Señor, que por cuanto mi rebaño fue expuesto al robo, y mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores buscaron a mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a mis ovejas; por eso, pastores, oíd palabra de Jehová: Así ha dicho Jehová, el Señor: ¡Yo estoy contra los pastores y demandaré mis ovejas de su mano! Haré que dejen de apacentar mis ovejas, y ya no se apacentarán más los pastores a sí mismos, pues yo libraré a mis ovejas de sus bocas y no les serán más por comida. Porque así ha dicho Jehová, el Señor: Yo, yo mismo, iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré yo a mis ovejas y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Yo las sacaré de los pueblos y las juntaré de los países; las traeré a su propio país y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas y en todos los lugares habitados del país" (compáralo con Rom. 4:18).

"Yo levantaré sobre ellas a un pastor que las apaciente: mi siervo David. Él las apacentará, pues será su pastor. Yo, Jehová, seré el Dios de ellos, y mi siervo David, en medio de ellos, será su gobernante. Yo, Jehová, he hablado. Estableceré con ellos un pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras [compara con Isa. 11:6-9]; habitarán en el desierto con seguridad y dormirán en los bosques. Y daré bendición a ellos y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo: lluvias de bendición serán. El árbol del campo dará su fruto y la tierra dará su fruto. Estarán en su tierra con seguridad, y sabrán que yo soy Jehová, cuando rompa las coyundas de su yugo y los libre de mano de los que se sirven de ellos. No serán más por presa de las naciones ni las fieras del país las devorarán, sino que habitarán con seguridad y no hará quien las espante" (Eze. 34:1-13, y 23-28).

Reunidos por la resurrección

El capítulo 37 de Ezequiel nos informa exactamente de cómo ha de tener lugar esa reunión final:

"La mano de Jehová vino sobre mí, me llevó en el espíritu de Jehová y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasar cerca de ellos, a su alrededor, y vi que eran muchísimos sobre la faz del campo y, por cierto, secos en gran manera. Y me dijo: -Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Yo le respondí: -Señor, Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: -Profetiza sobre estos huesos, y diles: ¡Huesos secos, oíd palabra de Jehová! [compara con Juan 5:25-29] Así ha dicho Jehová, el Señor, a estos huesos: Yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Pondré tendones en vosotros, haré que la carne suba sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré en vosotros espíritu, y viviréis. Y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba se oyó un estruendo, hubo un temblor ¡y los huesos se juntaron, cada hueso con su hueso! Yo miré, y los tendones sobre ellos, y subió la carne y quedaron cubiertos por la piel; pero no había en ellos espíritu. Me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu que así ha dicho Jehová, el Señor: ¡Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, y vivirán! Profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron y se pusieron en pie. ¡Era un ejército grande en extremo! Luego me dijo: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. Ellos dicen: Nuestros huesos se secaron y pereció nuestra esperanza. ¡Estamos totalmente destruidos! Por tanto, profetiza, y diles que así ha dicho Jehová, el Señor: Yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío; os haré subir de vuestras sepulturas y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis, y os estableceré en vuestra tierra. Y sabréis que yo, Jehová, lo dije y lo hice, dice Jehová" (vers. 1-14).

Toda la casa de Israel

Vemos por lo tanto que la promesa del Señor a David, de que señalaría un lugar para su pueblo Israel, y los plantaría de forma que pudieran morar en un lugar de su propiedad para no ser ya nunca más movidos ni afligidos (2 Sam. 7:10), ha de hallar cumplimiento mediante la resurrección de los muertos. Y esa reunión de Israel, la única que jamás se haya prometido –y basta con ella-, abarca a todos los fieles de todas las edades; pues cuando el Señor hable, "todos los que están en los sepulcros oirán su voz" (Juan 5:28).

Hemos visto que esa reunión ha de ser la de toda la casa de Israel; los versículos que siguen muestran que por entonces no habrá división alguna en el reino, sino que "habrá un rebaño y un pastor" (Juan 10:16):

"Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, toma ahora un leño y escribe en él: Para Judá y para sus compañeros los hijos de Israel. Toma después otro leño y escribe en él: Para José, leño de Efraín, y para sus compañeros la casa toda de Israel. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano. Y cuando te pregunten los hijos de tu pueblo, diciendo: ¿No nos enseñarás qué te propones con eso?, diles: Así ha dicho Jehová, el Señor: Yo tomo el leño de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con el leño de Judá; haré de ellos un solo leño, y serán uno en mi mano. Y los leños sobre los que escribas, estarán en tu mano delante de sus ojos, y les dirás: Así ha dicho Jehová, el Señor: Yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron; los recogeré de todas partes y los traeré a su tierra. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel, y un mismo rey será el rey de todos ellos. Nunca más estarán divididos en dos reinos. No se contaminarán ya más con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones. Los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis preceptos, y guardarán mis estatutos y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres. En ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David los gobernará para siempre" (Eze. 37:15-25).

Observa ahora lo que sigue con atención:

"Haré con ellos un pacto de paz; un pacto perpetuo será con ellos. Yo los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo; yo seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo, Jehová, santifico a Israel, pues mi santuario estará en medio de ellos para siempre" (vers. 26-28).

Juicio de Dios sobre todas las naciones

Que la liberación de Israel no se trata de un mero asunto local, lo demuestra la sentencia de juicio a Babilonia, en el capítulo 25 de Jeremías. Era al final de los setenta años de cautividad cuando Dios dispuso aplicar ese castigo; pero como ya hemos visto, Israel no estaba por entonces preparada para ser reunida. Desde entonces hasta el día de hoy, muchos de entre el pueblo de Dios se han encontrado en Babilonia, de forma que en estos últimos días, tanto como entonces, viene la palabra: "¡Salid de en medio de ella, pueblo mío!" (Jer. 51:45; Apoc. 18:4). No obstante, Dios comenzó el castigo de Babilonia en aquel tiempo, y los siguientes versículos mostrarán cómo las promesas hechas a Israel, y las amenazas de castigo a sus opresores, se refieren a toda la tierra:

"Así me dijo Jehová, Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y haz que beban de ella todas las naciones a las cuales yo te envío [compara con Sal. 75:8; Apoc. 14:9 y 10]. Beberán, y temblarán y enloquecerán a causa de la espada que yo envío entre ellas. Yo tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones a las cuales me envió Jehová: a Jerusalén, a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus príncipes, para convertirlos en ruinas, en espanto, en burla y en maldición, como hasta hoy; al faraón, rey de Egipto, a sus servidores, a sus príncipes y a todo su pueblo; y a todo el conjunto de naciones... a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, a los unos y a los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra. Y el rey de Babilonia beberá después de ellos. Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¡Bebed, embriagaos y vomitad; caed y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros! Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, tú les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beberla, porque yo comienzo a causarle mal a la ciudad en la cual es invocado mi nombre, ¿y vosotros seréis absueltos? ¡No seréis absueltos, porque espada traigo sobre todos los habitantes de la tierra!, dice Jehová de los ejércitos. Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras. Les dirás: Jehová ruge desde lo alto, y desde su morada santa da su voz; ruge fuertemente contra su redil; canción de lagareros canta contra todos los moradores de la tierra. Llega el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová está en pleito contra las naciones; él es el juez de todo mortal y entregará a los impíos a la espada, dice Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ciertamente el mal irá de nación en nación, y una gran tempestad se levantará desde los extremos de la tierra. Yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se hará lamentación, ni se recogerán ni serán enterrados, sino que como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra. ¡Aullad, pastores! ¡Gritad! ¡Revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño!, porque se han cumplido vuestros días para que seáis degollados y esparcidos. Caeréis como vaso precioso. Se acabará el asilo para los pastores, y no escaparán los mayorales del rebaño. ¡Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño!, porque Jehová asoló sus pastizales" (Jer. 25:15-36).

El tiempo de la liberación

Observa que es en el tiempo del castigo de los falsos pastores, como está profetizado en Ezequiel 34, cuando Israel ha de ser reunido, y cuando se ha de consumar con él un pacto de paz. En cuanto a la naturaleza de ese pacto, así como el tiempo en el que se lo hace, disponemos de la más clara información en el libro de Jeremías, especialmente si lo leemos relacionándolo con las escrituras ya mencionadas. Bastará un breve extracto de dos capítulos para completar la historia, en lo concerniente al estudio que nos ocupa. Comenzamos en el capítulo 30:

"Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Así habló Jehová, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que te he hablado. Porque vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo de Israel y de Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán" (vers. 1-3).

Estamos en un terreno que nos es familiar. Esos versículos marcan el tiempo en el que sucederán las cosas predichas: cuando Dios reúna su pueblo en su propia tierra. Sigue así:

"Estas, pues, son las palabras que habló Jehová acerca de Israel y de Judá. Así ha dicho Jehová: ¡Hemos oído gritos de terror y espanto! ¡No hay paz! ¡Inquirid ahora, considerad si un varón da a luz!, porque he visto que todos los hombres tenían las manos sobre sus caderas como la mujer que está de parto, y que se han puesto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él. Es un tiempo de angustia para Jacob, pero de ella será librado. Aquel día, dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré el yugo de su cuello y romperé sus coyundas, y extranjeros no volverán a ponerlo en servidumbre, sino que servirán a Jehová, su Dios, y a David, su rey, a quien yo les levantaré" (vers. 4-9).

Compáralo con Daniel 12:1: "En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro". Aunque el pueblo de Dios ha de resultar liberado en el tiempo de angustia que precede inmediatamente a la venida del Señor, de forma que no les alcance ningún mal ni caiga sobre ellos plaga alguna (Sal. 91), no obstante es imposible que miren y vean la recompensa de los impíos sin quedar ellos mismos sobrecogidos y atemorizados, pues cuando Dios se levante, no será un suceso banal. Por lo tanto, leemos:

"Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová; no te atemorices, Israel, porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos, a ti y a tu descendencia, de la tierra de tu cautiverio. Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien lo espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí. Pero a ti no te destruiré, aunque te castigaré con justicia: de ninguna manera te dejaré sin castigo" (Jer. 30:10 y 11).

"Así ha dicho Jehová: He aquí yo hago volver a los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia; la ciudad será edificada sobre su colina, y el palacio será asentado en su lugar. Saldrá de ellos acción de gracias y voz de nación que está en regocijo. Los multiplicaré y no serán disminuidos; los multiplicaré y no serán menoscabados. Serán sus hijos como antes, y su congregación delante de mí será confirmada. Yo castigaré a todos sus opresores. De ella saldrá su soberano, y de en medio de ella saldrá su gobernante. Lo haré acercarse y él se acercará a mí, porque ¿quién es aquel que se atreve a acercarse a mí?, dice Jehová. Entonces vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. La tempestad de Jehová sale con furor; la tempestad que se prepara se cierne sobre la cabeza de los impíos. No se calmará el ardor de la ira de Jehová hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón. ¡Al final de los días entenderéis esto!" (vers. 18-24).

Rescatados del sepulcro

"En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré el Dios de todas las familias de Israel y ellas serán mi pueblo. Así ha dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo. Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia" (Jer. 31:1-3).

"¡Oíd palabra de Jehová, naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos! Decid: El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo guardará, como el pastor a su rebaño, porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de la mano del más fuerte que él. Vendrán con gritos de gozo a lo alto de Sión y correrán a los bienes de Jehová: al pan, al vino, al aceite y al ganado de ovejas y de vacas. Su vida será como un huerto de riego y nunca más tendrán dolor alguno" (vers. 10-12).

"Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo: es Raquel que llora por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz y de las lágrimas tus ojos, porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová. Volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra" (vers. 15-17).

Tenemos aquí otra guía segura en lo que respecta a dónde estamos, o más bien en cuanto al tiempo al que se refiere la profecía. Sabemos que esa profecía fue parcialmente cumplida cuando Herodes asesinó a los bebés de Jerusalén (Mat. 2:16-18). Pero el Señor dice a los que están en duelo que los que perdieron volverán de tierra del enemigo (ver 1 Cor. 15:26) a su propio territorio. Vemos, por lo tanto, una vez más, que es sólo mediante la resurrección de los muertos como puede ser revertida la cautividad de Israel, siendo así reunidos en su propia tierra; y observamos que el tiempo al que se está refiriendo Jeremías, es justamente el tiempo en el que Dios levanta la cautividad de su pueblo. Por lo tanto, en referencia a ese mismo período de tiempo, el profeta continúa:

"Vienen días, dice Jehová, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, para trastornar, perder y afligir, tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice Jehová. En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y a los hijos les da dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad; a todo aquel que coma uvas agrias le dará dentera" (vers. 27-30).

El nuevo pacto

No puede haber duda alguna en cuanto al tiempo al que se está refiriendo; es el tiempo del castigo de los malvados y de la recompensa de los justos; el tiempo en el que el pueblo de Dios ha de ser librado para siempre de toda maldad y opresión, y ser establecido en la tierra, para poseerla por toda la eternidad en paz y justicia. Así, hablando aún de ese mismo tiempo, el profeta continúa:

"Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado. Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de las estrellas para luz de la noche, que agita el mar y braman sus olas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si llegaran a faltar estas leyes delante de mí, dice Jehová, también faltaría la descendencia de Israel, y dejaría de ser para siempre una nación delante de mí. Así ha dicho Jehová: Si se pudieran medir los cielos arriba y explorar abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharía toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová" (Jer. 31:33-37).

Tenemos aquí la conclusión de todo el asunto. Con el establecimiento del nuevo pacto se pone fin a los días de exilio y esclavitud, y el pueblo de Dios mora ante su presencia descubierta por siempre jamás. Ese pacto está aún en espera de cumplimiento; no obstante, mediante una fe viva es posible gozar hoy de todas sus bendiciones, puesto que el poder de la resurrección mediante el cual el pueblo de Dios se establece finalmente en su propia tierra, es el mismo poder mediante el cual son preparados para ese glorioso día.

El viejo y el nuevo pacto

En nuestro estudio de las promesas hechas a Israel hemos visto ya por qué, y bajo qué circunstancias, fue hecho el viejo pacto, estando Israel al pie del Sinaí. Se lo denomina primer pacto, viejo o antiguo pacto, no por la inexistencia de un pacto que lo preceda, sino porque fue el primero que se hizo "con la casa de Israel y la casa de Judá", con toda la casa de Israel como tal. El pacto con Abraham fue hecho más de cuatrocientos cincuenta años antes, y abarcaba todo aquello que Dios pueda otorgar a cualquier persona. Es por virtud de ese pacto hecho con Abraham y confirmado por el juramento de Dios, por el que ahora acudimos confiadamente al trono de la gracia, encontrando un fortísimo consuelo en todas nuestras pruebas (Heb. 6:13-20). Todos los que tienen fe –los fieles-, son hijos de Abraham.

Pero el Israel de antiguo se demostró infiel, y olvidó o despreció el pacto eterno hecho con Abraham. Quisieron andar por vista, y no por fe. Confiaron en ellos mismos más bien que en Dios. En la prueba, Dios les recordó su pacto con Abraham, y a fin de ayudar la fe de ellos en el poder de la promesa que él había hecho a Abraham, les hizo memoria de lo que ya había hecho por ellos. Pero presuntuosamente tomaron sobre ellos mismos la responsabilidad de su propia salvación, y entraron en un pacto del que nada podía obtenerse, excepto esclavitud y muerte. Dios, no obstante, quien permanece fiel a pesar de la incredulidad del hombre, utilizó incluso eso como una gran lección. A partir de la "sombra" podrían aprender acerca de la realidad; hasta su propia esclavitud habría de contener una profecía y promesa de libertad.

¿Cuándo se entrará en el nuevo pacto?

Dios no deja a su pueblo en el lugar en el que su propia locura lo situó, de forma que le prometió un nuevo pacto. No es que faltase nada en el pacto hecho con Abraham, sino que haría ese mismo pacto con el pueblo de Israel, como nación. Esa promesa del nuevo pacto sigue siendo válida, pues mediante el juramento de Dios, y mediante el sacrificio de sí mismo, Jesús "es hecho fiador de un mejor pacto" (Heb. 7:22). Tan ciertamente como que Cristo murió y resucitó, por el poder de esa muerte y resurrección todo Israel será reunido, y el pacto nuevo y eterno será establecido junto con ellos –la nación justa que guarda la verdad-. El pacto no será hecho con ningún otro, fuera de Israel; sin embargo nadie tiene por qué quedar excluido, pues todo el que quiera puede venir.

Cuando se hizo el primer pacto con todo Israel, Dios vino con todos sus ángeles; sonó la trompeta de Dios, y su voz sacudió la tierra al ser pronunciada la ley. Así, cuando sea consumado el nuevo pacto, todo Israel estará presente –no habrá nadie que no haya sido reunido-, y "vendrá nuestro Dios y no callará" (Sal. 50:3); "El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo" (1 Tes. 4:16), "en la gloria de su Padre", "y todos los santos ángeles con él" (Mat. 16:27; 25:31). Su voz conmovió una vez la tierra, pero ahora conmoverá, no sólo la tierra, sino también el cielo. De esa forma, todo el universo será participante en esa gran consumación, y el Israel de Dios resultará unido a "toda la familia en los cielos" (Efe. 3:15). Mediante la cruz de Cristo, "por la sangre del pacto eterno" (Heb. 13:20), queda establecido el trono de Dios; y aquello que salva a los que se perdieron en la tierra, es prenda y garantía de seguridad eterna para los seres que nunca cayeron.

La restauración del señorío primero

Concluyendo, hay que señalar esta lección: que el nuevo pacto no trae nada nuevo, excepto la tierra nueva; y eso es lo que fue desde el principio. Los seres humanos de los que está formada, habrán sido ya hechos nuevos en Cristo. Se restaurará "el señorío primero" (Miq. 4:8). Por lo tanto, nadie piense en excusarse de guardar los mandamientos de Dios, aduciendo que está bajo el nuevo pacto. No: si está en Cristo, entonces está en (no bajo) el pacto hecho con Abraham, y como hijo de Abraham y coheredero con Cristo, tiene esperanza en el nuevo pacto del que Cristo es fiador. Quien no se reconoce como formando parte de la generación de Abraham, Isaac y Jacob, y en compañía de Moisés, David y los profetas, no tiene derecho alguno a la esperanza del nuevo pacto. Y todo el que se goza en las promesas del nuevo pacto, en las bendiciones que el Espíritu Santo hace una realidad ya ahora, ha de recordar que es en virtud del nuevo pacto como la ley es puesta en nuestros corazones. El viejo pacto no llevó a nadie a la obediencia a esa ley, pero el nuevo lo hace de forma universal, haciendo que la tierra sea llena del conocimiento del Señor, como las aguas llenan el mar. Por lo tanto, "¡Gracias a Dios por su don inefable!" (2 Cor. 9:15).

"Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén" (Rom. 11:36).

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