Las Buenas Nuevas en el Juicio

Serie ‘Los encantos incomparables de Jesús’
Vichy, octubre 1995. Pastor Tom Cusack


¿Queréis oír buenas nuevas en esta mañana? ¿Dónde están las buenas nuevas en el juicio? ¿Acaso las hay en el juicio? ¿Es que el juicio forma parte del Evangelio?

"En el día en que Dios juzgará por medio de Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio" (Rom. 2:16)

Si es así, entonces debe contener buenas nuevas.

Abramos las Biblias en Génesis 37. Querría compartir con vosotros una meditación sobre la historia de José. Es importante, porque José es un tipo o símbolo de Jesús. Hay mucho en esta historia, y cada vez que la estudio encuentro más y más. Versículos 3 y 4:

"Israel amaba a José más que a todos sus hijos"

José era el preferido de su padre, quien amó más a José que al resto de sus hermanos. Sabemos que Dios nos ama tanto como a Jesús, pero nosotros tenemos ciertos problemas para amarlo a él. En el versículo 4 vemos que:

"Al ver sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos ellos, no lo querían y no podían hablarle pacíficamente"

Los hermanos no estaban reconciliados con José, y una de las razones por las cuales lo aborrecían es porque había traído a su padre Jacob el informe de la mala conducta de ellos.

¿Cuál es la lección espiritual que podemos sacar de esto?

¿Acaso el Espíritu Santo no trae a nuestro conocimiento nuestros pecados, y nos convence de pecado? ¿Acaso no se guarda en el cielo un registro de nuestros pecados? No podemos escondernos de Dios, y a nuestra naturaleza humana no le gusta que haya un registro de nuestros pecados en el cielo, que sea visible y trasparente ante Dios, así que hay una enemistad entre nosotros y el Padre, por parte nuestra. Y el corazón natural está en enemistad contra la ley de Dios (Rom. 8:7).

Para empeorar las cosas, José tuvo ciertos sueños, y dijo a sus hermanos:

"Vosotros, hermanos míos, acabaréis inclinándoos, adorándome y postrándoos ante mí"

Como podéis imaginar, no les gustó nada.

Nuestra naturaleza humana se rebela contra la idea de postramos ante Jesús, humillarnos ante él. A Satanás no le gustó, sino que por el contrario, intentó arrebatar a Cristo su lugar en el cielo. Codició el lugar de Cristo, y este es el principio que pugna en nuestra naturaleza. Nuestra naturaleza nos traiciona a menudo. Cuando predicamos, tenemos la tendencia a atraer la atención de las personas hacia nosotros mismos, y a buscar su simpatía. En lugar de desaparecer, y dirigir a la gente a Jesús, estamos siempre dispuestos a ocupar su lugar. Sólo estando en guardia podemos evitar que nuestro "yo" codicie el lugar que sólo Cristo debe ocupar.

Sin embargo el mensaje del primer ángel dice:

"Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas"

Nos llama a adorarle a él. Consiste en reconocerle como a nuestro Creador y humillamos ante él. No podemos hacer tal cosa a menos que lo conozcamos hasta tal punto, que podamos confiar en él y amarlo. Versículo 8:

"Y respondieron sus hermanos: ¿‘Has de reinar tú sobre nosotros, o has de dominarnos?’"

¿Acaso no es esto lo que se oyó en la crucifixión?:

"No queremos que este hombre reine sobre nosotros"

Es el espíritu que impregnaba a los fariseos. ¿Cómo nos puede dirigir Dios, de tal forma que finalmente podamos vencer ese mal espíritu? Versículo 13:

"Y dijo Israel a José. ‘Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem. Ven, y te enviaré a ellos’"

Lo envió para ver si les iba bien:

‘Llévales un mensaje de buenas nuevas. Muéstrales mi interés por ellos’. ¿No ese el mensaje que trajo Cristo cuando vino a este mundo? Dijo el ángel:

"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, entre los hombres de buena voluntad" (Luc. 2:14)

En Juan 1:11 leemos:

"A lo suyo vino..."

Es decir, él se reconoce uno de nosotros. Nos llama suyos. Jesús prefería referirse a sí mismo como el "Hijo del Hombre". Se constituyó en nuestro hermano, y sin embargo, nosotros dijimos: ‘No queremos que este hombre reine sobre nosotros. No lo queremos. Tenemos enemistad contra él. Los fariseos hicieron un complot contra Jesús. En opinión de ellos, "no era de los suyos".

Judas lo traicionó por treinta piezas de plata, y lo entrego para que fuese muerto.

Y los hermanos conspiraron también contra José. Lo despojaron de sus vestiduras de la misma forma en que Jesús fue despojado. Vendieron a José por veinte piezas de plata y lo echaron al fondo de un pozo, a una cisterna, con la intención de que José muriera allí. Finalmente, por la sugerencia de uno o dos de los hermanos, fue vendido como esclavo. Tomaron sus vestiduras, derramaron en ellas la sangre de un animal y las llevaron a Jacob, su padre, haciéndole creer que su hijo José había sido devorado por una bestia. Así apenaron el corazón del anciano padre, quien comprendió que su hijo había fallecido. Cuando nosotros crucificamos a Cristo, también traemos un gran pesar al corazón del Padre. Todo debido a la enemistad que alberga nuestro corazón natural contra Jesús.

Este es el problema de la condición humana: que de forma natural no amamos a Dios ni amamos a Jesús. Por el contrario, necesitamos un amor que nos sea dado, que venga de fuera de nosotros, de arriba.

¿Qué le sucedió a José? Fue llevado a Egipto y allí reveló un buen carácter, y prosperó en todo cuanto hizo. Vedlo en el capítulo 39, versículo 6. ¿Cuál era el carácter de José? José bien habría podido rebelarse contra Dios por todas las pruebas que le sobrevenían. Pero su fe en Dios triunfó. ¿Perdió acaso Jesús en algún momento la fe en su Padre? Cuando Jesús sufrió, siguió confiando en su Padre, y como dice Job 13:15:

"Aunque él me mate, en él esperaré"

En Génesis 39:6 vemos que José era una persona de hermoso semblante y bella presencia. Era una persona favorecida y esto lo comparamos con la belleza incomparable de Jesucristo. ¿Cuál es la gloria de Jesucristo? Su bondad, su misericordia y su amor. José poseía estas tres cualidades.

¿Cómo se comportaría bajo la tentación? Vedlo en el versículo 9, cuando la mujer de Potifar le tentó. Él pudo cometer el adulterio y pudo haber herido el corazón de Dios, pero no lo hizo así, sino que dijo:

"¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?"

Su preocupación no se refería a su propio interés, sino que estaba preocupado por el honor de su Padre. El corazón de Dios era su principal preocupación. El amor de tipo ágape no vive para sí mismo ni para su beneficio, sino que vive con el objeto de hacer el bien a los demás.

José tampoco quería herir ni lastimar el corazón de Potifar, y obrando así, José cumplió los dos grandes mandamientos de la ley:

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo" (Luc. 10:27)

Y debido a esto Dios honró a José.

Capítulo 41, versículo 16: El Faraón pidió a José que interpretara un sueño y esta fue la forma en que Dios libró a José de la prisión. José había sido puesto en prisión injustamente. Habían dicho mentiras sobre él. En estos últimos días esto nos va a suceder también a nosotros. Le sucedió también a Jesús. ¿Podemos gloriarnos en sufrir ofensa por causa de Jesús?

¿Podemos mantener nuestra fe cuando somos tratados injustamente? Cuando las personas dicen mentiras sobre el mensaje que predicamos, ¿nos enfadamos? La ira, el enojo, es un sacrificio ofrecido al diablo. No debemos ceder al espíritu del enfado. No hemos de dar ninguna ocasión al espíritu de venganza. Leemos en Santiago 1:20:

"La ira del hombre no obra la justicia de Dios"

La ira del hombre no obra NUNCA la justicia de Dios. Dios cambiará las cosas malas para que sean para bien. ¿No fue él mismo quien nos lo prometió?

"A los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien" (Rom. 8:28)

Ved cómo evoluciona la historia de José, en el versículo 16 del capítulo 41. ¿Cuál fue la actitud de José?

"Respondió José al Faraón: ‘No está en mí; Dios será el que de respuesta propicia al faraón"

Aquí hay una importante lección espiritual: si José es un tipo de Jesús -un símbolo-, ¿Empleó José su propia fuerza? ¿Empleó Jesús su divinidad? José confió en Dios, y así lo hizo también Jesús, y como vamos a ver, esta es la fuerza del amor ágape. Necesitamos comprender este punto: si Jesús hubiera confiado en el poder de su propia divinidad, su despliegue de amor no habría tenido fuerza para nosotros. ¿Cuál es el resultado de la fe de José en Dios? ¿Cuál es el resultado de la actitud de entereza manifestado por José? Vedlo en el versículo 40. El Faraón exaltó a José y le dijo:

"Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú"

¿No fue acaso Jesús exaltado a la diestra de Dios? ¿No fue acaso puesto todo el reino bajo la autoridad de Jesús? Debido a su fe, fue exaltado, y por nuestra fe también seremos exaltados. Dios nos exaltará. La promesa a Laodicea consiste en que aquellos que sean vencedores mediante la fe en Cristo, se sentarán en el trono con él. Esta es la promesa de la fe.

Por decirlo así, Jesús fue el "José" al que sus hermanos intentaron asesinar. La diferencia es que en nuestro caso, los "hermanos" lo logramos. Pero ahora resulta que está sentado en el trono y nos tiene que juzgar. Los hermanos de José no lo sabían, pero en su venida a Egipto tenían que ir a enfrentarse con el mismo hermano al que habían intentado matar. Ahora José iba a ser el juez de ellos.

Nosotros nos enfrentamos a la misma situación: aquel a quien crucificamos es ahora nuestro juez. ¿Qué puede esperar el pueblo de Dios en el juicio? ¿Cómo trató José a sus hermanos? Así nos va a tratar Jesús. Ellos no sabían que esto estaba sucediendo. Nosotros no sabemos cuándo vendrá Jesús. Se nos dice que velemos y que oremos. No sabemos la hora ni el momento de su venida. Para aquellos que no están preparados, será una gran sorpresa. Pero no tiene por qué serlo para nosotros. No porque sepamos la hora, sino porque conocemos el carácter de Dios.

Los hermanos de José acuden a Egipto, debido al gran hambre que hay en la tierra:

"Por toda la tierra había crecido el hambre" (Gén. 41:57)

Ahora el capítulo 42, versículo 5:

"Fueron, pues, los hijos de Israel entre los que iban a comprar, porque había hambre en la tierra de Canaán"

Nos recuerda los últimos días en la historia de este mundo. También habrá una gran hambre de la Palabra de Dios. La gente morirá de hambre por falta del evangelio puro y verdadero. En el versículo 2 leemos:

"He oído que hay víveres en Egipto; descended allá y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir y no muramos"

Egipto es un símbolo del mundo. ¿Encontraremos la comida necesaria, a fin de que no muramos? Como sucedió con José, Cristo está sentado en el trono, dándonos alimento a fin de que no muramos. Son buenas nuevas. En el versículo 6 leemos:

"Cuando llegaron los hermanos de José, se inclinaron a él rostro en tierra"

Se inclinaron ante José. ¡El sueño de José era correcto! Cierto también que todos nos postraremos ante Jesús. Lo hacemos ya ahora. Pero el versículo 8 dice:

"Reconoció, pues, José, a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron"

No conocemos a Cristo plenamente todavía, de hecho en la iglesia hay muchos que todavía no lo conocen. Pero estos hermanos no eran hipócritas, algo había pasado en sus vidas. ¿Qué fue lo que sucedió? En el versículo 7 vemos que José los reconoció. Dios nos conoce, ¿no es cierto? ¿Podemos acaso ocultar algo a Dios? El versículo 7 nos sigue informando de que José, aún conociéndoles,

"les habló ásperamente"

¿Qué significa? Hizo como si no los conociera. ¿Acaso no nos disciplina Dios en algunas ocasiones, y nos parece duro? ¿Acaso no prueba nuestros caracteres, como hizo José con los de sus hermanos? Eso no significa que albergara rencor alguno contra ellos, como tampoco tiene Jesús nada contra nosotros. ¿Estaba José enfadado con sus hermanos? ¿Cuándo los perdonó? Capítulo 41, versículo 51:

"Llamó José al primogénito Manasés"

¿Qué significa Manasés? Significa,

"Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos, y a toda la casa de mi padre"

Cuando Jesús perdona nuestros pecados, también los olvida. Están en los registros del cielo, pero Dios no se centra en el registro de nuestros pecados porque en la cruz pagó ya la penalidad de nuestros pecados.

La raza humana fue ya redimida en Cristo, y él quiere que sepamos esta verdad. José quería que sus hermanos supieran que él los había perdonado, a fin de que ellos pudieran ser reconciliados con él. Ellos tenían la necesidad de creer personalmente, a fin de poder experimentar el perdón en sus propias vidas. El Espíritu Santo les había estado convenciendo de sus pecados. Rom. 2:4:

"su bondad te guía al arrepentimiento"

No nos arrepentimos para alcanzar su bondad, sino que su bondad nos alcanza para guiarnos a arrepentimiento.

Así que en todas las pruebas a través de las cuales José conduce a sus hermanos, lo que está haciendo es revelarles su bondad, la bondad de José, y exponiendo en esta forma lo que hay en los corazones de ellos, para traerlos al arrepentimiento. Versículo 16 del capítulo 42. José les dice:

"Vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros"

¿Quién es el verdad? Jesús. Él es la verdad, el camino y la vida. En el juicio investigador, Jesús quiere ver si él está morando en nosotros, si hemos permitido que more en nuestros corazones, si hemos permitido que Cristo viva su vida en nosotros. En el juicio, Dios está viendo si hay verdad en nosotros, porque ve si Jesús está en nosotros.

José probó a sus hermanos, los puso a prueba y les dijo: ‘Voy a guardar a uno de vosotros en la prisión. Los demás podéis iros, pero este se quedará aquí’. ¿Cómo reaccionaron? Vedlo en el versículo 21:

"Se decían el uno al otro: ‘Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia’"

En el juicio investigador, lo primero que tiene que suceder es que hemos de ser totalmente convencidos de nuestros pecados, sobre todo nuestro pecado de entregar a Cristo. Necesitamos tener una plena conciencia, que el Espíritu nos convenza de pecado, y afligirnos en razón de ello. Que sintamos pesar por ello, porque todo pecado personal nuestro participa en la muerte de Jesús. El Espíritu había estado haciendo la obra en estos hermanos, pero el arrepentimiento aún no había llegado a ser completo, pleno. Estaban lamentándose principalmente en razón de las consecuencias, no del pecado mismo, y Dios espera y desea algo más profundo que eso. Versículo 22:

"Entonces Rubén les respondió, diciendo: ‘¿No os hablé yo y dije: "No pequéis contra el joven"? Pero no me escuchasteis; por eso ahora se nos demanda su sangre’"

Esta es la verdad profunda: que la sangre de Cristo está sobre nosotros, sobre nuestras cabezas. Cada uno de nosotros hemos agraviado al Espíritu Santo. Todos hemos oído la voz del Espíritu Santo. Sin embargo, no hemos alcanzado lo requerido.

"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23)

Pero empezaron a afligirse, y el versículo 24 nos dice que José tuvo que apartarse de ellos porque no podía retener el llanto. Este es el carácter de Dios: en cada paso de nuestro arrepentimiento, él se goza. Está feliz porque nos arrepentimos. Son lágrimas de gozo. ¿Por qué no quiso llorar delante de ellos, ante la vista de sus hermanos? Porque no estaban aún capacitados para captar la plenitud de su carácter, el amor de José. Nosotros tampoco estamos aún preparados para ver la plenitud de la gloria de Jesús, la gloria de Dios. Pero Dios va a preparamos para que podamos estar apercibidos para ello.

"El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil. 1:6)

¿Qué hizo José? Versículo 25:

"Mandó José que llenaran sus sacos de trigo y devolvieran el dinero de cada uno de ellos, poniéndolo en su saco"

Les restauró su dinero y lo introdujo en los sacos juntamente con el trigo. Les devolvió el dinero, les dio una provisión para el largo camino. ¿Acaso no provee Dios cada día para nuestras necesidades, a fin de que podamos profundizar en nuestro arrepentimiento? ¿Por qué les devolvió el dinero? En la página 764 de ‘El Deseado de todas las gentes’ dice así:

"La misma esencia del Evangelio es la restauración"

Eso nos debiera hacer pensar: ¿Cuál es nuestro espíritu al ver los males que afligen hoy a la iglesia?, ¿el espíritu de restaurar a las personas?, ¿o bien es el espíritu de la propia justicia?

Las palabras de Cristo traen vida. Incluso cuando Jesús reprendía, lo hacía con lágrimas en sus ojos. Jamás criticó con el objeto de destruir y se nos dice en el espíritu de profecía que:

"Mientras no nos sintamos en condiciones de sacrificar nuestro orgullo, y aun de dar la vida para salvar a un hermano desviado, no habremos echado la viga de nuestro ojo ni estaremos preparados para ayudar a nuestro hermano" (DMJ, 109)

En Gálatas 6:1 y 2 leemos:

"Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo"

La ley de Cristo: el amor. Hay un lugar para el ministerio de la reprensión. Pero ¿cuál es el primer paso en el ministerio de la reprensión? Quitar primero la viga de nuestro ojo. Sólo después de eso estamos capacitados para ayudar a alguien más. Si no tenemos el buen espíritu, no podemos ayudar a nadie. Podemos herir a otros y a nosotros, y desde luego herir el corazón de Dios. Una gran parte de lo que está sucediendo en la iglesia, a la luz de cómo entiendo el ministerio de la reconciliación, no se está haciendo de acuerdo con la voluntad de Dios. Es tiempo de que nos arrepintamos. Versículo 28:

Después de que José hubiese mostrado todo ese bien a sus hermanos ¿cómo reaccionaron los hermanos?

"Se les sobresaltó el corazón, y espantados se dijeron el uno al otro: ‘¿Qué es esto que Dios nos ha hecho’"

No comprendían la bondad de Dios. Aún teniendo en cuenta que lo que les había pasado era algo bueno (encontrar el dinero junto con el trigo en sus sacos), pensaban que algo malo les sobrevendría. No apreciaron la bondad de Dios.

Dios no nos ama porque lo merezcamos. El amor ágape da porque es dador por naturaleza. Llueve sobre justos y pecadores. Dios es el Dios que justifica al impío, según leemos en Romanos 4:5. Jesús redimió a toda la raza humana en la cruz. No tenemos por qué tener miedo de una verdad gloriosa como esta, sino que hemos de aprender a creer en ese amor.

José continuó probando a sus hermanos. Quería que comprendiesen su amor. Capítulo 43, versículo 23. José confortó a sus atemorizados hermanos. Les dijo:

"Paz a vosotros. No temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os puso ese tesoro en vuestros costales"

Está tratando de llevarlos a la reconciliación, y lo hace intentando explicarles el carácter de amor de Dios.

La restauración viene mediante un mensaje. La lluvia tardía vendrá en relación con una correcta comprensión del carácter de Dios, que prepara nuestras almas para que recibamos ese amor. Cuando confiamos en Dios, permitimos que él entre en nuestro corazón.

José se dirige ahora al tema más importante para él. En el versículo 27 les hace una pregunta:

"Vuestro padre, el anciano que dijisteis, ¿lo pasa bien? ¿Vive todavía?"

Lo que quería saber José era si le iba bien a su padre. ¿Acaso no está Jesús interesado en que en nuestros corazones esté Dios? ¿"Vive todavía" Dios en nuestros corazones?

Entonces los somete a una prueba muy singular: les coloca una copa en uno de los sacos de trigo, y cuando van de regreso a casa envía siervos suyos que los persigan, y al registrar los sacos, encuentran la copa supuestamente robada, lo que les obliga a volver a Egipto. Ved de nuevo en el capítulo 44, versículos 4 y 5. José les reprende y les dice:

"¿Por qué habéis robado mi copa de plata? ¿No es esta en la que bebe mi Señor, y la que usa para adivinar?"

Solamente el Señor tiene derecho a beber de esta copa; nosotros no tenemos derecho. Hay aquí una profunda lección espiritual. ¿Cuál fue la copa de la que solamente Jesús tuvo que beber? Él murió la muerte segunda. En el Getsemaní llevaba sobre sí los pecados de todo el mundo, para que no haya condenación para aquellos que están en Cristo Jesús. Si continuáis teniendo miedo a Dios, estáis intentando beber esa copa que solo Cristo bebió por nosotros. Él tuvo que apurar la amarga copa de la ira de Dios contra el pecado, a fin de que nosotros no tengamos que beberla. Lo que él quiere para nosotros es lo que José dijo a sus hermanos:

"Paz a vosotros. No temáis" (Gén. 43:23)

Y los hermanos comenzaron a comprender la bondad de Dios. Vedlo en el capítulo 44, versículo 16:

"Entonces dijo Judá"

Judá estaba hablando en nombre de todos los hermanos.

"¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos"

Dios conoce nuestra maldad. Somos todos culpables. ¡Qué fácil habría sido, en tiempo de dificultad, que surgieran disputas entre los hermanos! Pero ¿qué encontramos aquí? En lugar de echar cada uno la culpa al otro, en lugar de acusarse mutuamente, o de decir "¿soy yo guarda de mi hermano?", siguen el camino contrario: cada uno toma sobre sí la culpabilidad compartida de todos los demás. Se trata del arrepentimiento corporativo.

Este es el pecado del que necesitamos arrepentirnos: no solamente de haber crucificado a Jesús, sino también de haber tomado la copa que solamente a él correspondía. Hemos tomado el lugar de Dios. Hemos usurpado su lugar.

Cuando Jesús fue clavado en la cruz, ¿qué decía la inscripción sobre su cabeza? ‘Rey de los judíos’. Podía haber dicho igualmente ‘Rey de los cristianos’. Somos culpables del pecado de los judíos. Somos culpables del mismo espíritu que tuvo allí Satanás, la misma mentalidad, el espíritu de Satanás de usurpar el lugar de Dios en el cielo. El egoísmo está siempre en el centro de todo pecado, el querer deshacerse de Dios tomando su lugar. Esto es lo que nos dice Isaías 12. Ese es el espíritu mismo que impregna nuestra naturaleza. En nuestro arrepentimiento, tanto personal como corporativo, tenemos que ver y confesar esto.

Los hermanos se entristecieron. José pidió que Benjamín se quedara allí, y esta era otra prueba para ver cuál era la actitud entre los hermanos, y la actitud hacia su padre. En el versículo 30, los hermanos de José exponen cómo el alma del padre estaba ligada al alma del hijo menor, Benjamín. En el versículo 34 leemos:

"¿Cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre"

Uno de los hermanos se ofrece para tomar el lugar de Benjamín y quedar en lugar de él, de forma que Benjamín pueda volver con su padre (versículo 33). La razón es que los hermanos no quieren ver el dolor del corazón de su padre cuando comprobase que faltaba su hijo pequeño, Benjamín. Finalmente habían descubierto el amor ágape, y estaban dispuestos a tomar el lugar de los demás. No querían de ninguna forma herir el corazón de Dios. ¿No es esto lo que Dios quiere ver en el juicio? ¿Acaso no es ese el mensaje del primer ángel? ¿No es acaso ésta la motivación que permitirá que nos mantengamos a flote en el tiempo de la angustia de Jacob?

"Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado..." (Apoc. 14:7)

Nadie estará preocupado por su propia gloria, sino por la gloria de Dios. Todos estaremos dispuestos hasta a morir por la salvación de algún otro. Este es el poder del amor ágape, el amor de Dios. Cristo pasó por la muerte segunda en favor nuestro. Tomó nuestra carne, tomó nuestro lugar. Siempre estuvo preocupado por el honor y la gloria de su Padre, e hizo algo más.

Ved lo que dice Juan 14:10. ¿Cómo cumplió Jesús esa fe? ¿Cómo fue capaz Jesús de mantenerse en la fortaleza del Espíritu, afrontando la muerte segunda?

"¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras"

¿Quién cumplió todas estas obras que Jesús hacía? El Padre. Todo lo que hizo Jesús en su vida, era el Padre quien lo hacía a través de él. Así pues, la fuerza del amor ágape consiste en la total dependencia del Padre. Ninguna tentación, ningún pecado, pudo romper esa dependencia total de Jesús en el Padre y esto le permitió resistir frente a la paga del pecado. ¿Podrá este tipo de amor divino, originado en Dios, mantenemos firmes en el tiempo de angustia, de forma que nada pueda vencerlo? Ved bien que no será el temor lo que nos lleve a prepararnos para afrontar esa contingencia.

Si tenemos miedo a Dios, abandonaremos nuestra fe. Pero si tenemos el amor ágape, si dependemos y nos aferramos totalmente de Cristo por la fe, jamás seremos vencidos. Y no importa qué calibre o qué naturaleza tengan nuestros conflictos y sufrimientos en los últimos días, mediante el amor ágape, el pueblo de Dios se sostendrá, vencerá, y el arrepentimiento será completo.

José reconoció esto en el corazón de sus hermanos. En el examen, vio aquello que estaba buscando: ese arrepentimiento que ofrecían como el don que habían recibido de Dios.

¿Acaso estuvo Jesús preocupado por sí mismo? Dios -su honor- es quien va a ser vindicado en el juicio. El amor ágape se preocupa por los demás.

José pidió que los asistentes abandonasen la sala, para quedarse solo con sus hermanos, y se les dio a conocer plenamente. Lloró por segunda vez. ¿Podéis imaginaros al Dios del cielo llorando por vosotros? Todo el cielo se gozará.

Jesús no vino a condenarnos, sino que vino a salvamos; y para aquellos que reciben el don, para aquellos que sean fieles hasta la muerte, habrá una corona de la vida, y Jesús mismo llorará de gozo. Esta es la esperanza del evangelio. Ese es el carácter de Jesús.

Entonces, José les contó la verdad (capítulo 45, versículo 5). ¿Por qué envió Dios a José a Egipto? ¿Por qué envió Dios a su Hijo amado a este mundo? Dijo José:

"para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros"

"Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10)

Este es el corazón de Dios: dar vida.

"nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio" (2 Tim. 1:10)

En todo lo que Dios hace con nosotros, su intención es que prosperemos. Hasta incluso su disciplina es para nuestro bien. Es el amor que castiga y reprende. Es un amor que tiene por objeto nuestra restauración. Capítulo 45, versículo 7:

"Dios me envió delante de vosotros, para que podáis sobrevivir sobre la tierra, para daros vida por medio de una gran liberación"

¿Cuántos, de la raza humana, forman parte de los hermanos de Jesús? Todos. Por lo tanto, ¿a cuántos vino a dar gran liberación? A toda la raza humana. Nos redimió de la maldición de la ley,

"haciéndose maldición por nosotros" (Gál. 3:13)

Así que José y sus hermanos fueron reunidos de nuevo, y en el juicio, él nos va a reunir con Cristo, nuestro Hermano mayor, y unirá nuestro corazón con el suyo. Es la reconciliación del Día de la Expiación.

Hay una prueba a la que tenemos que enfrentarnos. Los hermanos de José hubieron de atravesar una experiencia probatoria similar a aquella angustia de Jacob, su padre. Vedlo en Génesis 50:15.

"Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos"

En otras palabras, temían que José tomara venganza de ellos. Tenemos que enfrentar una prueba similar a esta. Nos parecerá como si Dios nos hubiese abandonado. También nosotros vamos a clamar, tal como lo hizo Cristo:

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mat. 27:46)

¿Por qué permite esto Cristo? Necesitamos una última prueba de nuestra fe, cuando tenemos que enfrentarnos a la totalidad de nuestra culpa. Si ejercemos la fe, el pecado perderá su poder sobre nosotros. Los hermanos se arrepintieron, pusieron su fe en la palabra de su padre -que es la palabra de Dios-. Lo podéis ver en el versículo 17. Son las palabras que dejó como testamento Jacob antes de morir, palabras dirigidas a José. El padre había dejado un encargo para José: que viera el arrepentimiento de sus hermanos y los perdonara por haberle tratado mal. Una vez más, sus hermanos estaban a merced de la misericordia de aquel a quien habían maltratado, y por tercera vez vemos aquí a José llorando. En el versículo 19, José les dice:

"No temáis"

Versículo 20:

"Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente"

Cuando nosotros crucificamos a Cristo, Dios hizo que esa cosa mala viniera a convertirse en un bien, y nuestro crucificar a Cristo fue precisamente el medio por el cual él pudo redimir a toda la raza humana.

En el versículo 21 les dice por segunda vez:

"No tengáis miedo"

Si tenéis fe en Cristo, no tendréis temor al juicio.

"Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, pues les habló al corazón"

Esta es la verdad sobre el juicio para aquellos que tienen fe en Cristo. Nada tienen que temer, ya que Dios es amor. Ved ahora el versículo 24:

"Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob"

Es decir: poseerían la tierra prometida. ¿Cuál era la tierra a la que Abraham miraba como la tierra prometida? La patria celestial. Abraham esperaba la Nueva Jerusalén, la ciudad cuyo artífice y hacedor es Dios. Jesús nos traerá de nuevo a esa casa. Esta es una de las esperanzas fundamentales de nuestra fe.

Estamos refiriéndonos a la pronta venida de Jesús. Jesús está a punto de venir por segunda vez. Completará la obra del evangelio en el corazón de su pueblo. El misterio de la piedad será consumado. Ese misterio que es

"Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Col. 1:27)

Estaremos con Cristo por siempre. ¿Qué hará Cristo por nosotros en el cielo? Por todo el tiempo y la eternidad nos revelará aun más y más su carácter de amor. Seguiremos creciendo durante las edades infinitas en el conocimiento de Dios y compartiremos con otros mundos que nunca cayeron la verdad misma que emana del conflicto de los siglos, tal como la hemos conocido en nuestra propia carne.

El pecado y los pecadores ya no existirán más. El universo entero estará en paz. Desde lo más pequeño a lo más inimaginablemente grande en su perfecta belleza y en su plenitud, todo el universo conocerá en profundidad la verdad de que Dios es amor. Es tu privilegio comenzar a conocerlo hoy y ahora. Amén.

 

(grabación y trascripción, T.L.)
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