Querido amigo y amiga:

El diario "The Sacramento Bee" informa sobre la puesta en marcha casi inmediata de los acuerdos firmados el 31 de octubre: congregaciones católicas y luteranas adorando juntas, intercambio de púlpitos entre los predicadores de ambas confesiones, etc. "Estamos de acuerdo. Por lo tanto, unámonos". Pero Apocalipsis 14 expone proféticamente una escena muy definida de controversia "cristiana" en los postreros días, justamente antes de la segunda venida de Cristo. Un ángel del cielo introduce el "evangelio eterno" (vers. 6), que queda resumido en la expresión "justificación por la fe". En contraste con ello, Babilonia "ha caído" (vers. 8).

Hay una batalla espiritual entre aquellos que se deciden por la "marca de la bestia" y los "santos" que "guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (vers. 9 al 12). La "bestia" consiste en un poder religioso que se opone al evangelio genuino (cap. 13: 5 al 8), materializando el gran engaño de los últimos días (Mat. 24:23 y 24). Por cierto, "el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12).

Pablo presentó el contraste entre ambos evangelios: Uno es "la verdad del evangelio", el otro es... "otro evangelio". En realidad no es que haya otro: lo que hay es una falsificación extremadamente astuta del único evangelio (Gál. 2:5; 1:6 y 7). La falsificación se sienta "en el templo de Dios, como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tes. 2:3 y 4), engañando así a las multitudes (Apoc. 13:8). Jesús nos amonesta con fervor: "Mirad que nadie os engañe" (Mar. 13:5). No es posible imaginar una catástrofe mayor que la de aquellos a quienes la segunda venida de Cristo sorprenda atrapados en la falsificación. El astuto enemigo vive para un propósito: "engañar, si fuera posible, aún a los elegidos" (Mat. 24:24).

¿Cuál es la diferencia entre la justificación por la fe que constituye "la verdad del evangelio", y su falsificación? Hay muchas diferencias, pero en este breve espacio semanal sólo apuntaremos lo referente al resultado de creer uno u otro evangelio. La experiencia genuina de la justificación por la fe hace al creyente obediente a todos "los mandamientos de Dios" (Apoc. 14:6 y 12). Reconcilia el corazón del hombre con Dios, poniéndolo así en armonía con su santa ley (que es expresión de su carácter). Conlleva la crucifixión del yo "con Cristo" (Gál. 2:20). La falsificación, por el contrario, aparenta ser genuina al profesar obediencia a nueve de los diez mandamientos, pero insiste específicamente en desobedecer el único que autentifica a todos los demás (Sant. 2:10 al 12), el que reconoce la autoridad de Cristo como Creador y Re-Creador. Desprovisto de Cristo, el pretendido creyente queda fatalmente abocado a la adoración del yo. Se trata de la forma moderna del culto a Baal, que es el culto al yo bajo el disfraz del cristianismo. Un auto-engaño complaciente, similar al del antiguo Israel.

Apocalipsis 18:1 al 4 resume la situación y ofrece el remedio divino.

R.J.W.