Querido amigo y amiga:

En Juan 3:7 leemos que "es necesario nacer de nuevo". La implicación parece ser que a menos que haga eso que "es necesario", no entraré en el reino de los cielos. Pero, ¿cómo hacer lo necesario? Los tópicos preferidos por los telepredicadores son: (1) estudiar la Biblia, (2) orar, y (3) dar testimonio. Pero ¿podré alguna vez estar seguro de haber estudiado, orado y testificado lo suficiente? ¿No lo hacían acaso las 24 horas del día los que clamaron "¡Crucifícale!"? ¿Nos estará quizá pidiendo Jesús algo imposible? ¿Contiene esa declaración de Jesús un gatillo que dispara un arma mortal, tras haber intentado en vano un cierto número de veces el estudio, oración y testimonio requeridos?

El análisis del texto original proporciona claves interesantes para su comprensión. La palabra que se tradujo como "necesario" es 'dei', que está en tercera persona (no en segunda) y es indicativo (no imperativo) e impersonal. Significa literalmente: "es necesario que sea nacido de nuevo". Muy distinto a decir: '¿Qué esperas? ¡Da el primer paso y nace de nuevo ya de una vez!' Lo que Jesús estaba virtualmente diciendo a Nicodemo es: 'El Espíritu Santo ha de crear en ti un corazón nuevo'. En el siguiente versículo, explica en qué consiste la obra del Espíritu Santo: es Él quien toma la iniciativa en tu nuevo nacimiento, y no tú mismo. ¡Nada de qué enorgullecerse!

Juan 3 trae un mensaje muy diferente del que el legalismo pretende encontrar ahí ('haz esto, no hagas aquello'), y que está en la base de la tibieza laodicense. Es Dios quien tomó la iniciativa en tu salvación, y no a la inversa. Él es el Buen Pastor a la búsqueda de la oveja perdida (Luc. 19:10). Se trata del Salvador yendo en búsqueda de los pecadores, no de lo contrario (Luc. 15:2). De igual forma en que tú no te engendraste a ti mismo -por supuesto, lo hicieron tus padres-, tampoco puedes crear en ti un corazón nuevo (Sal. 51:10). No alcanzas el cielo desplegando una escalera hasta allí, sino "contemplando", "mirando" al Salvador desplegar su fantástica escalera desde el cielo a la tierra, y descendiendo hasta el último peldaño de ella, el que está hundido en la carne que tú y yo compartimos, descendiendo por ti hasta los horrores de la muerte eterna (Deut. 30:11-14; Rom. 10:7-11; Fil. 2:5-8). Condenado a muerte como estabas, habiendo sido mordido por la serpiente del pecado, ves en Él a Aquel que "fue hecho" en semejanza de serpiente, "Al que no tenía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5:21). Ves la agonía del corazón del Padre al DAR (no prestar) a su único Hijo por la eternidad, a fin de que no perezcas (Juan 3:16).

Para concluir, ¿qué "necesitas" hacer?

CREER.

No se trata de la quimera de la gracia barata, sino del 'Amén' de Abraham, procedente de un corazón contrito y humillado, siendo justificado por la fe. Al "obrar" así, todo aquello que antes te condicionó y esclavizó, vienes a reputarlo por pérdida, por el sublime valor de Cristo Jesús, la auténtica Perla de gran precio. Conocerás el placer de perderlo todo, de tenerlo por basura, para ganar a Cristo. Y habiéndolo ganado a Él, lo habrás ganado todo (Fil. 3:8). ¿Puedes imaginar mejores nuevas?

R.J.W.