Querido amigo y amiga:

¿Podemos nosotros, los humanos, aprender a tratar a los demás como Dios nos trata a nosotros? Jesús expuso una parábola en la que un rey perdonó una deuda de mil talentos a alguien que inmediatamente cogió por la solapa a un pobre desafortunado que le debía sólo cien denarios: "¡Págame!" Jesús enseñó el principio de que hemos de perdonar a los demás, tal como Dios nos ha perdonado (Mat. 18:21-35).

Por descontado, eso es imposible a menos que comprendamos el principio de la culpabilidad corporativa: que en nosotros mismos no tenemos justicia alguna; que nos ha de ser enteramente imputada de Cristo, su única fuente. Iluminados por el Espíritu Santo para comprender y apreciar lo que Cristo hizo por nosotros, vemos inmediatamente a los demás en una nueva luz. Razonamos de causa a efecto; reconocemos que si nuestras circunstancias desde el nacimiento (incluso las prenatales) hubiesen sido las mismas, podríamos no ser en nada mejores que aquella persona que nos sentimos tentados a despreciar o aborrecer.

No se trata de un asunto superficial, de una emoción pasajera, sino de un principio: ¡el pecado de cualquier otro sería mi pecado, de no mediar la gracia de Cristo! Lo anterior nada tiene que ver con aquiescencia hacia el pecado, con excusar la responsabilidad o abolir la moralidad. No; se trata de un asunto de relaciones humanas redentivas, de "que haya en vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús" (Fil. 2:5). Despreciado por el mundo en sus relaciones personales o institucionales, ese principio celestial derivado del 'agape' (amor), trasciende toda religión y cultura. Cuesta mucho menos que un avión bombardero "invisible". Y obra milagros salvando a personas y naciones de la ruinosa violencia.

¿Se trata del mismo principio hindú preconizado por Gandhi? No. Está a años luz de distancia. Está basado en principios bíblicos de verdad evangélica objetiva, en lo que Cristo hizo por el mundo. La Biblia presenta a Cristo como al "Salvador del mundo" (Juan 4:42), el "Salvador de todos los hombres" (1 Tim. 4:10). La sólida Roca de la verdad tal cual es en Jesús, salva del fanatismo y de la ingenuidad autodestructiva a todo aquel que cree.

¿Puede una nación, o el gobierno de un estado ejercer el principio del 'agape'? No podemos esperar tal cosa de una institución secular. Pero los que administran el gobierno pueden ejercer personalmente el principio. Si no existe unión de la iglesia con el estado, PUEDEN, tal como hizo Daniel en lo antiguo, buscar personal e individualmente sabiduría de Dios a cada paso (ver, como ejemplo, Daniel 9:1-5). "La justicia engrandece a la nación" (Prov. 14:34). También a las naciones del Atlántico Norte.

R.J.W.