Querido amigo y amiga:

Arkansas está conociendo un reavivamiento religioso espectacular. Catorce compañías de teatro ofrecen representaciones bajo el título: "Las puertas del cielo y las llamas del infierno", cuya esencia han definido los medios de comunicación en estos términos: "una seria vislumbre de la condenación eterna". Según la prensa, unas dos mil personas se han convertido ya al cristianismo, debido al terror despertado por ese psicodrama, en el que son inducidos a temer el tener que encontrarse cara a cara con Satanás, después de la muerte.

Se trata de la versión 'tecno' de los antiguos movimientos basados en la emotividad, caracterizados por sermones cargados de fuego y azufre, popularizados por predicadores americanos de la época colonial. "Los pecadores, en manos de un Dios airado", era uno de los sermones favoritos. Obtuvo "resultados". Muchos se llenaban de temor, y acudían a las iglesias.

El apóstol Pablo dijo algo que parecería alentar ese tipo de predicación: "Todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno recoja según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres..." (2ª Cor. 5:10 y 11). Sin duda alguna se acerca el día en el que todos hemos de comparecer ante el Señor.

Pero ¿en qué consiste "el temor del Señor"? ¿Consiste en su condenación hacia nosotros? ¿o en el "terror" que sentirán los perdidos cuando miren a su rostro y comprendan cómo lo han crucificado de nuevo? En Juan 12:47 y 48, Jesús nos proporciona una clave: "Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el último día". Según Juan 3:18 y 19, la condenación final de los perdidos será por su propia incredulidad. El mirar a los ojos del Cordero de Dios que rechazaron, les producirá tormento inenarrable (Apoc. 14:10). Si eliges rechazarle, tendrás que hacer frente a algo mucho más grave que encontrarte simplemente con Satanás. Tu propia conciencia será fuego y azufre dentro de ti. ¿Puede haber algo peor?

Pablo expone claramente que es el amor de Cristo quien constriñe nuestros corazones (2ª Cor. 5:14). El temor es ineficaz, porque no dura por mucho tiempo. Pero el amor ¡"nunca deja de ser"!

R.J.W.